viernes, diciembre 23, 2011

miércoles, diciembre 21, 2011

TEATRO. ï "Pan(carta) y circo".


Idea e interpretación: Blaï Mateu Trias.
Dirección: Michel Cerda.
Alcalá de Henares, Corral de Comedias.


Creado e interpretado por el polifacético performer Blaï Mateu Trias vimos el domingo pasado en el Corral de Comedias un espectáculo que podríamos calificar de circo-denuncia, (algo así como la canción-protesta de los sesenta), un espectáculo de difícil clasificación en el que el intérprete se sirve de su arte o habilidades particulares para vehicular una crítica social y política o simplemente para inducir al espectador, más allá del mero disfrute de su variada exhibición de técnicas circense-clownescas, a una reflexión de fondo sobre el exilio o sobre la falta de libertad.

Cabe decir que no siempre “idea e interpretación” corren parejos en ese difícil equilibrio entre fondo y forma que los clásicos invocaban como marca inequívoca de la calidad de una obra. La pericia indudable de Blaï Mateu en el cultivo de múltiples registros del lenguaje del circo, incluida su habilidad para interactuar con los más diversos objetos construyendo imágenes de fuerte contenido simbólico, no se compadece, a nuestro juicio, con sus dotes de filósofo o de moralista y el resultado en conjunto de su trabajo se hace difícil de digerir, aunque no lo manifestemos con síntomas tan evidentes y tan molestos como los que parece provocarle a él mismo la indigestión de aquellos aciagos años 38 y 39 del siglo pasado de nuestra historia patria.

Lástima, porque el planteamiento resultaba prometedor, si consideramos la vinculación misma del circo a una idea de itinerancia, de nomadismo, -de marginalidad, incluso-, de mestizaje, de espectáculo sin fronteras, que tan bien se aviene con esa incidencia en el exilio que es una de las ideas motrices del espectáculo. Pero ya desde sus primeros compases, con el dibujo de una pancarta cuyas señas de identidad son la A de anarquismo, la “G” y “F” de general Franco o la sopa de siglas de los partidos políticos del año 36 nos tememos lo peor. Y es que, como se dice en lenguaje coloquial, vuelta la burra al trigo. Y me pregunto si hay alguien que niegue a estas alturas el drama terrible, inimaginable, doloroso, de los quinientos mil españoles republicanos cruzando los Pirineos huyendo del ejército nacional -para morir, por cierto, infinidad de ellos, de disentería en los campos de refugiados del sur de Francia-; si hay necesidad de levantar una y otra vez la misma pancarta. ¿Qué tal si, para variar, dirigimos la lupa a los doscientos mil exiliados de las vascongadas -¡y al casi un millar de muertos víctimas del terrorismo etarra!-, o a los incontables “exiliados en su país” de los que habla el profesor Francisco Caja dentro de la misma comunidad autónoma catalana, por poner sólo un par de ejemplos? En fin es sólo una sugerencia que los creadores del espectáculo son muy libres de no aceptar. Faltaría más.

Gordon Craig.

ï en el Corral de Comedias de Alcalá de Henares.

Gordon Craig en el Diario de Alcalá.

lunes, diciembre 19, 2011

1000 razones para no dejar de leer. “La metamorfosis de las novelas” por Antonio Muñoz Molina.


<< […] Lo que distingue a las mejores novelas es su capacidad perpetua de metamorfosis. Al llamarlas clásicas se les atribuye de manera instintiva una inmovilidad de mármol. El término obras maestras las falsifica al convertirlas en monumentos solemnes, y por lo tanto ajenos al presente, más adecuados para la reverencia y la retórica que para la lectura verdadera, pretextos para discursos y centenarios. […] >>.

Antonia Muñoz Molina, en Babelia, 10 de diciembre de 2011.

Lee aquí el artículo completo.

viernes, diciembre 16, 2011

jueves, diciembre 15, 2011

1000 razones para no dejar de leer: , “Dramaturgia española de hoy” de Fermín Cabal. Entrevista a Rodrigo García.


<< […] La educación es indisociable del amor. Un niño no se educa jamás en una escuela. Ahí hay solamente desconocidos. Un niño se educa en un hogar o como llamemos al lugar donde hay “tiempo disponible”. Ahora, ¿ves algún niño que se educa en algún hogar? Yo veo los hogares vacíos. Los padres están trabajando fuera. Los niños están en guarderías desde los dos años de edad o antes. ¿Ves amor, algo parecido al amor? Si no hay tiempo, no hay conocimiento. De generación, en generación se transmite la desesperación y el vacío. Eso es lo que un padre y una madre transmiten a sus hijos: vacío y locura. […] >>

Fermín Cabal, “Dramaturgia española de hoy”. Entrevista a Rodrigo García.

martes, diciembre 13, 2011

TEATRO. Macbeth. "Poética tenebrista".


De William Shakespeare.
Con: José Tomé, Pepa Pedroche, Óscar Sánchez Zafra, Javier Hernández-Simón, Tito Asorey, Belén de Santiago y Anabel Maurín.
Versión y dirección: Helena Pimenta.
Madrid. Teatros del Canal.


Cuanto más nos acercamos a las obras de Shakespeare, sobre todo a sus grandes tragedias, más se acrecienta en nosotros la deprimente sensación de que son inabarcables. El foso que separa la hondura humana y la complejidad psicológica de los personajes de sus obras de la materialización escénica de tal complejidad en montajes concretos se agranda cada día, por eso es de agradecer que alguien consiga tender un puente levadizo que una esas dos orillas, que comunique esas dos realidades. El esfuerzo es doblemente meritorio si, como es el caso de Ur Teatro, se hace desde la iniciativa privada; entonces ya estamos hablando de un doble salto mortal sin red y no queda sino quitarse el sobrero, o el cráneo, que diría Valle Inclán.

Luego está la cuestión de la oportunidad. Claro que el fatal itinerario del sanguinario Macbeth impulsado por su ambición desmedida nos concierne, Helena, porque Macbeth puede representar a un personaje individual, pero también es un símbolo, el símbolo de un monstruo, individual o colectivo (¿en qué estaría yo pensando cuando en repetidas ocasiones a lo largo de la representación creí entender País Vasco o Guipúzcoa cuando, obviamente, los personajes hablaban del usurpador del trono de Escocia?) que no desdeña ningún género de violencia por más abominable que parezca para conseguir sus fines, una pulsión de muerte y de destrucción, totalitaria, ante la que hay que estar siempre prevenido y sobre la que cualquier recordatorio es no sólo pertinente sino necesario.

Escribe Harold Bloom en La invención de lo humano, que esta pieza es la más “nocturna” de todas la de Shakespeare. Helena Pimenta también parece haberse dado cuenta de ello y adopta para su montaje una poética decididamente tenebrista, en la línea de Gutiérrez Solana o de los aguafuertes y las pinturas negras de Goya, sirviéndose para ello del claroscuro en la iluminación y de proyecciones en blanco y negro, excepcionalmente teñidas por el rojo de la sangre derramada. El recurso a los medios audiovisuales sustituye con ventaja a los decorados convencionales en la creación de esa atmósfera de pesadilla que impregna toda la historia y facilita la representación de las brujas o de los espectros de Duncan o de Banquo y sus hijos; tienen, asimismo, un papel multiplicador de los integrantes del coro -un recurso muy atinado, por cierto, que contribuye a dar al espectáculo un cierto aire operístico- resolviendo con pocos efectivos las escenas de masas, imposibles para una producción modesta, pero a veces se cae en la tentación de delegar en el universo virtual el protagonismo en la creación de imágenes que corresponden únicamente al potencial evocador de la palabra.

El trabajo de actuación y de dirección de actores es muy sólido y riguroso. El tempo, quizá algo rápido, nos impide disfrutar con calma la compleja evolución de las emociones; hay, en cambio, una rara coherencia entre le texto y la plástica del montaje, vestuario e iconografía incluidos, de una época indefinida de barbarie militarista que retrotrae a un imaginario ampliamente compartido por los espectadores. Pepa Pedroche es una espléndida lady Macbeth llena de energía y determinación, aparece poseída por la ambición desde que lee con avidez la misiva de su marido con la profecía de las brujas que espolea sus sueños de grandeza; expeditiva, malévola, distante, despierta nuestra conmiseración cuando aparece presa de la locura. Vibrante es la breve aparición de Lady MacDuff (Anabel Maurín) aterrorizada ante la inminencia de su trágico final a manos de los esbirros de Macbeth; ponderado es asimismo el trabajo de Óscar Sánchez en su doble cometido (Duncan/MacDuff) y el de Javier Hernández-Simón en el papel de Baquo a quienes prestan el continente solemne de la majestad, la mirada fiera del soldado o la desesperación y la rabia del marido y padre agraviados. José Tomé acomete el papel quizá más difícil de su carrera dando muestras de una notable madurez artística; recrea un Macbeth humano que transita desde la seguridad en sí mismo de un soldado fiero y leal, a las violentas emociones que lo trastornan tras mancharse las manos de sangre; un personaje dubitativo, presa del miedo, del desconcierto y de la confusión, sometido a cambios bruscos de humor, atenazado como está por los remordimientos y por las visiones del horror de las acciones criminales que ha cometido.

Gordon Craig.

Macbeth en los Teatros del Canal.

lunes, diciembre 12, 2011

1000 razones para no dejar de leer. Helena Pimenta: "uno de los peores peligros es el miedo".


<< [...] Uno de los peores peligros, y que ahora veo muy presente, es el miedo. Tenemos miedo a perder nuestra juventud, a que no nos quieran... vivimos dominados por el miedo como también lo hacía Macbeth. Y este miedo le domina porque prefiere seguir su ambición sin ningún límite moral. Y así se lo mostramos al público. El mal se mira de frente. Así que una obra supuestamente terrible, a mí me ha dado un optimismo enorme. [...] >>.

Helena Pimenta, diario El Mundo, 30 de noviembre de 2011.

Lea aquí la entrevista completa.

viernes, diciembre 09, 2011

TEATRO. Purgatorio. Sobre el arrepentimiento y el perdón.


De Ariel Dorfman.
Con: Viggo Mortensen y Carme Elías.
Dirección: Josep María Mestres.
Madrid. Naves del Matadero.


He estado tentado de encabezar esta reseña sobre la obra de Ariel Dorfman que puede verse estos días en las Naves del Matadero con el siguiente título: Medea en el diván. Quizá tal titular hubiera sido más descriptivo en el plano argumental del contenido de esta pieza amarga y perturbadora que protagonizan Viggo Mortensen y Carme Elías, aunque habría privado al lector de un primer atisbo, de un primer enunciado de alguno de los temas de fondo que la obra contempla, cuestiones de una enorme trascendencia moral, como la culpa, la expiación, la venganza, el arrepentimiento o el perdón que han preocupado y siguen preocupando al también autor de la inolvidable película La muerte y la doncella.


Y es que, en efecto, es el mito de Medea el que vivifica este intrincado recorrido emocional por la mente y el corazón de una mujer, que despechada por el abandono y la traición del marido decide -como la heroína de Eurípides-, dar muerte a sus propios hijos para vengarse de él. La diferencia fundamental, si puede decirse así, es que Purgatorio empieza donde Medea termina, pues arranca con la Mujer (que así es como se denomina al personaje femenino autor de esos horrendos crímenes) recluida en una especie de psiquiátrico para ser sometida a un tratamiento de “purificación” similar al que debían experimentar las almas de los condenados según la escatología cristiana para purgar sus culpas antes de acceder al Paraíso.

Este no es el caso, sin embargo, en este texto tortuoso e intrincado de Dorfman; vedado cualquier vestigio de consuelo o posibilidad de redención que proporcionaría la fe, abandonados los personajes a su suerte y a sus propias limitaciones, este supuesto purgatorio se convierte en un verdadero infierno para ellos, condenados a hacerse daño el uno al otro eternamente para expiar sus faltas: el desprecio y la traición, el Hombre; el crimen y la incapacidad para el arrepentimiento sincero y el perdón, la Mujer, y un irreductible poso de resentimiento sustentado en la constatación de que el menosprecio del Hombre hacia ella emana precisamente de su incapacidad para considerarla su igual.

A la complejidad en sí de los personajes se suma la circunstancia del cambio de rol, es decir que los mismos actores (actor y actriz) desempeñan los papeles de paciente y psicoterapeuta alternativamente en varias ocasiones a lo largo de la obra. Eso dificulta aun más el trabajo de interpretación y lo convierte en un verdadero reto del que, hay que apresurarse a decir, que ambos salen airosos, incluso con nota, en ocasiones. Como médico de esa institución -que a veces recuerda la mezcla de cárcel y manicomio de La Fundación de Buero Vallejo-, El Hombre (Viggo Mortensen) se comporta de una manera fría y distante, profesoral, con un falso aire de jovialidad para ganarse la confianza de su paciente; parco, en general, denota un cierto amaneramiento en algunas poses de científico distraído. Como paciente trata de llevar siempre la iniciativa para dar muestras de una seguridad en sí mismo que está lejos de poseer y simula tranquilidad para ocultar un desequilibrio evidente; trata de mostrarse obsequioso, cortés en extremo y dispuesto a dar la razón a la Mujer como parte de una estrategia calculada para congraciarse con ella. Respecto a la Mujer (Carme Elías), como terapeuta parece más implicada emocionalmente en el caso, más insegura; la saca de sus casillas la complacencia y el aire de autosuficiencia que adopta su paciente y no se jacta de tenderle añagazas para desentrañar las inconsistencias de su relato complaciéndose un tanto sádicamente cuando descubre sus puntos débiles. Esa misma inseguridad, sobre todo al principio la traslada Carme Elías a su rol de paciente; una actuación más monocorde, con menos salientes, debido en parte a que es una etapa de tanteos, mientras el interrogatorio va desbaratando los múltiples cortafuegos que su memoria ha impuesto para cerrar el paso a las capas más profundas de su conciencia atormentada. No obstante, a medida que nos acercamos al final de la obra destapa el tarro de las esencias y da muestras de un brío y una fuerza dramática arrolladora que conmueve hasta las lágrimas en el relato de los detalles más truculentos y atroces de la matanza de sus hijos o en la desgarradora confesión de su incapacidad de perdonar la traición. Vale la pena, en fin, soportar la retórica un tanto alambicada, en ocasiones incluso farragosa, de los inicios para disfrutar de un desenlace soberbio. Así lo entendió el publico que abarrotaba la sala a juzgar por su sostenida atención a lo largo de la obra y por su cerrado aplauso final.

Gordon Craig.

Teatro Español. Purgatorio.

Gordon Craig en el Diaro de Alcalá.

miércoles, diciembre 07, 2011

ARTE. Nueva exposición de Bea de las Heras en Guadalajara. "Love and Respect".


Nueva exposición de Bea de las Heras en Guadalajara. "Love and Respect".

Cafetería El tren, Plaza de Marlasca 1. Guadalajara.



Visita el blog de Bea de las Heras y conoce su obra.

viernes, diciembre 02, 2011

TEATRO. Dulcinea. “El dragón de los bostezos”.


Bialostocki Teatr Lalek. (Polonia).
Con: Sylwia Janowicz-Dobrowolska, Izabela Maria Wilczewska y Krzysztof Bitdorf.
Guión, dirección y música: Adam Frankiewicz.
Madrid, Sala Réplika.


En los múltiples intentos de aproximación del teatro a la figura de Don Quijote de los que tenemos constancia se ha prestado atención, como no podía ser de otra manera, a su condición de paranoico y se han destacado una y otra vez las ocasiones más celebradas en las que su desbocada imaginación enferma trasmutaba la realidad para adaptarla a sus deseos; cómo veía gigantes donde sólo había molinos de viento, o ejércitos donde rebaños, o el mismísimo yelmo de Mambrino donde sólo había una humilde bacía de barbero. En definitiva se trataba de meras paráfrasis o lecturas, en algunos casos inspiradas e ingeniosas, de episodios conocidos por cualquier lector de la obra cervantina. En el montaje de la compañía polaca Bialostocki Teatr Lalek que hemos visto anteanoche en la sala Réplika lo episódico pasa a un segundo plano. Alejados de cualquier tentación mimética construyen un universo autónomo de imágenes que por lo angustioso y desasosegante pudieran muy bien, eso sí, representar un viaje alucinatorio al interior de la locura que animaba los despropósitos de nuestro buen Alonso Quijano y su obsesión por poner permanentemente en cuestión lo real; o, tal vez, un viaje por los recovecos del proceso mismo de la escritura, como sugiere la imagen informe de esa máquina de escribir ensamblada a un complicado artilugio mecánico de ruedas, engranajes y pedales que parece activarse sólo al dictado de una nueva lógica extrañamente inhumana.

En esta ocasión, el efecto desrealizador de la marioneta coadyuva de manera definitiva a la creación de la fantasía: la tiranía de la nueva racionalidad caprichosa y absurda de un mundo tecnificado y gobernado por autómatas, negador de la experiencia subjetiva, que trata en vano de sobrevivir en las imágenes fugaces del rostro femenino de Dulcinea que apenas se insinúa, proyectado como un negativo fotográfico, para desvanecerse enseguida denunciando su condición de quimera, de desvarío o de creación efímera de una imaginación impotente; o en la patética la imagen enteca de un Quijote de alambre haciendo sus cabriolas y peleándose con sus propios fantasmas.

De clara inspiración vanguardista el montaje es tributario del simbolismo onírico de la pintura de Magritte, en ese simulacro de figuras humanas que manipulan los resortes del engendro mecánico, pero también de la fascinación por los objetos imposibles -los ready made- de Duchamp y de la celebración del maquinismo por parte de los futuristas, por no hablar de ese genial artista plástico, performer y apóstol de la experimentación formalista que fue Tadeusz Kantor, cuya huella es bien visible en la puesta en escena.

Es corriente al hablar de las poéticas de las Vanguardias caracterizarlas como movimientos efímeros, cada uno de los cuales fue dando paso al siguiente en una suerte de carrera desenfrenada que perseguía la innovación a toda costa durante aquellos deslumbrantes años de la época de entreguerras. Este montaje desmiente esa apreciación, reafirma, contrariamente, la vigencia de aquél impulso renovador en algunos reductos de la creación artística, en este caso, el teatro de títeres, cuando se dispone del suficiente talento y empeño para perseverar en la búsqueda y ensanchar las fronteras de la teatralidad. Quizá sea este el único camino para, como pretendía Lorca con su teatro último, sacudir la conciencia aletargada del público -“el dragón de los bostezos-, una conciencia viciada por la práctica generalizada del drama burgués de su tiempo y del nuestro.

Gordon Craig.

Teatro Réplika. Teatro nacional de Títeres de Bialystok (Polonia).

Gordon Craig en el Diario de Alcalá.

martes, noviembre 29, 2011

1000 razones para no dejar de leer: “Ciego en Gaza” de Aldous Huxley.


"[…] [Los individuos] han de vivir en ciudades, han de tener ocio para leer los periódicos e ir al cine, han de ser animados a comprar cosas que no precisan porque existe el sistema industrial y ha de continuar existiendo; han de ser tiranizados y esclavizados; de lo contrario pudieran pensar por sí mismos, lo que supondría quebraderos de cabeza para quienes los gobiernan. […]".

Aldous Huxley, “Ciego en Gaza”.

lunes, noviembre 28, 2011

FOTOGRAFÍA. Alberto Sen. Paisaje urbano.




Alberto Sen. Flickr.
Alberto Sen Fotografías.

TEATRO. Ernesto Caballero toma las riendas del Centro Dramático Nacional. "Relevo en el CDN".


Hace apenas dos semanas conocíamos la noticia de la designación de Ernesto Caballero como director del Centro Dramático Nacional en sustitución de Gerardo Vera.

La principal novedad del nombramiento es que se ha producido tras un concurso público en el que, como requisito previo, los candidatos debían presentar un proyecto artístico con las líneas maestras de su actuación durante su estancia al frente de la institución. Nos felicitamos por ello, ya que esta fórmula permite despejar dudas sobre la transparencia del procedimiento y conjurar las sospechas de favoritismo o de afinidad ideológica que habían enturbiado anteriores nombramientos y creado malestar entre muchos miembros de la profesión. Además, tal mecanismo de selección confiere un plus de legitimidad, y, queremos suponer, de libertad de maniobra al nuevo responsable de la institución, una de las más prestigiosas y de las de más abultado presupuesto en el ámbito del teatro en España.

Para Ernesto Caballero (Madrid, 1957) este cargo viene a ser la culminación de una brillante y dilatada carrera, de una vida dedicada por entero al teatro en su doble vertiente: artística, como autor y director teatral, y empresarial, como responsable de numerosos espectáculos producidos con su propia compañía, Teatro del Cruce. Ha sido además una de las pocas voces críticas que se han levantado contra la escasa atención dispensada a las compañías madrileñas por las instituciones en los últimos años denunciando activamente la política cultural de dichas instituciones, en particular de la del Ayuntamiento de Madrid.

Como dramaturgo está dotado de una extraordinaria capacidad de penetración para comprender el mundo que le circunda. Escritor de singularísima inspiración, de verbo fácil y de una vasta cultura literaria, Ernesto Caballero es capaz de cultivar los más variados registros y de ponerlos al servicio del agudo análisis de la realidad que reflejan sus obras. Ya sea la realidad histórica, como en ¡Santiago (de Cuba) y cierra España!, donde reproduce con igual maestría la jerga grandilocuente y huera del cacique de turno que el lenguaje coloquial de unas mulatas mambises; ya sea la realidad artística, como en María Sarmiento, parodiando con singular finura el manantial claro y desgarrado del verbo lorquiano; ya sea la realidad social más rabiosamente actual como en Auto o en Un busto al cuerpo, obras en las que parodia por igual la petulante e inflada retórica posmoderna de nuestra clase profesoral como el solipsismo autista de nuestros adolescentes.

Como director posee una potente imaginación creadora que proyecta en todos sus montajes, desde Maniquíes, por ejemplo, donde nos traslada al universo hiperreal de unas maniquíes -“princesas tetrapléjicas”-, repentinamente animadas, por el deseo de vivir, de gozar, de sufrir y de sentirse humanas por unas horas en la soledad nocturna de unos grandes almacenes hasta el ya citado montaje de ¡Santiago (de Cuba) y cierra España! donde nos arrastra a los desvanes de la memoria para alumbrar imágenes de fuerte contenido simbólico. Es capaz de revelar toda la carga poética y el alcance de la obra de Alberti poniendo el énfasis no sólo en los valores estrictamente artísticos, poéticos, de su escritura sino en lo que ella tiene de denuncia, de compromiso y de testimonio cívico, como en He visto dos veces el cometa Halley o rescatar para la escena el humor inofensivo, tierno y absurdo de Mihura, su acento levemente irónico, su lirismo y su punto surrealista como ocurre con su espléndido montaje de Las visitas deberían ser prohibidas por el código penal.

De notable y acreditado nivel artístico, su independencia de criterio y su familiaridad con los problemas y las dificultades de producción del teatro privado, no precisamente de espectáculos de relumbrón, sino de un teatro que siempre ha pretendido ir más allá del entretenimiento banal que tantas veces ofrecen las salas comerciales, hacen de él un patrón fiable para pilotar la nave del CDN en unos tiempos que se avecinan difíciles.

Gordon Craig.

Gordon Craig en el Diario de Alcalá.

jueves, noviembre 24, 2011

FOTOGRAFÍA. El blog de fotografía de Víctor Carretero.


Las cámaras fotográficas digitales han supuesto un gran alivio para los aficionados a la fotografía con pocos recursos porque les han permitido realizar muchas instantáneas sin tener que dejarse el sueldo en carretes analógicos y en costosos procesos de revelado.


Internet se ha convertido en un gran escaparate para muchos fotógrafos, creadores, aficionados. Y también una magnifica herramienta para los “mirones”, que pueden disfrutar la fotografía desde el salón de sus domicilios.

En uno de esos paseos por Internet me he encontrado con el “Blog de fotografía” de Víctor Carretero.


Víctor es un entusiasta fotógrafo que todavía mantiene viva esa curiosidad por conocer, que en muchas personas el hastío y el aburrimiento han hecho desaparecer. Creo que esa curiosidad y un afán incansable por conseguir belleza son las grandes características de su obra. Sus fotografías buscan lo bello de la vida. Sus escenas familiares, las fotografías de su hijo, de su mujer, etc. buscan el lado humano, esa cara amable de las personas que no siempre es fácil de encontrar y que ahora mismo no está de moda mostrar.

El trabajo de Víctor también se caracteriza por un continuo afán por investigar, por conseguir un efecto diferente, por mostrar un lado “oculto” de la realidad, de ahí también su colección de preciosas fotografías nocturnas.


Veo en algunas fotografías de Víctor también una cierta intención de “retratar” lo antiguo, lo que queda de un mundo que ya ha dejado de existir, o que está a punto de desaparecer. Digamos que quiere dejar testimonio de que algunas cosas que fueron importantes para otras personas como nosotros en otro tiempo todavía están ahí, que no sólo veamos, sino que miremos.

Date un paseo por el blog de Víctor.

martes, noviembre 22, 2011

1000 razones para no dejar de leer: “Colores de otoño” de Henry David Thoreau.


<< […] La belleza y la riqueza auténtica suelen ser baratas y despreciadas. El Cielo podría definirse como el lugar que los hombres evitan. […] [Las hojas de los árboles] Nos enseñan a morir. Uno se pregunta si llegará el momento en que los hombres, con su presuntuosa fe en la inmortalidad, yazcan con la misma elegancia y madurez. […] >>

Henry David Thoreau, “Colores de otoño”, José J. de Olañeta, editor.

lunes, noviembre 21, 2011

viernes, noviembre 18, 2011

TEATRO. Noches blancas. "Una hermosa historia de amor y de sueños".

De Fiodor Dostoievski. Adaptación de Ángel Gutiérrez.
Con: María Muñoz y Carlos Herencia.
Dirección: Ángel Gutiérrez.
Madrid, Teatro de Cámara Chejov.



Noches blancas es una novelita corta de inspiración romántica de un joven Dostoievski que ya anticipa, aunque de manera todavía incipiente, su predilección por personajes solitarios, infelices, de mentes desequilibradas, sometidos al dictado de sus pasiones o abrumados por el sentimiento de culpa. Aunque no tan autodestructiva, la patología que aqueja a los personajes de esta obra, su propensión a la fantasía y a la ensoñación, no es menos dañina para el espíritu y puede acrecentar hasta límites difícilmente soportables las consecuencias de un fracaso amoroso.

Porque de una historia de amor es de lo que se trata, de una conmovedora y entrañable historia de amor que protagonizan Nastenka, un joven ausente y el narrador, reconvertido en la versión para la escena en un personaje que se refiere a sí mismo como “el Soñador”. Desaparecida la figura del narrador en primera persona omnisciente que monopoliza el relato de los hechos presentándolos desde una perspectiva única, los personajes adquieren mayor grado de autonomía y el diálogo narrativo se convierte en una auténtico diálogo dramático, fluido, espontáneo, mediante el cual se pueden expresar en sus justos términos los elementos esenciales del conflicto. Con la desaparición del narrador desaparece también la perspectiva levemente irónica del texto originario acentuándose su tonalidad lírica. La omisión del breve epílogo con el que concluye el relato y alguna que otra modificación en el final de la noche cuarta conducen a un desenlace excepcionalmente intenso que sacude las fibras más sensibles del espectador y le pone un nudo en la garganta.

La puesta en escena es de una sobriedad monacal. Sin apenas elementos escenográficos, auxiliados tan sólo por una sugerente ambientación musical que subraya ocasionalmente el estado anímico de los personajes, recae sobre los actores toda la responsabilidad de recrear la profunda humanidad y el complejo entramado espiritual de estas dos criaturas nobles, casi angelicales que con meticulosidad de relojero ha creado Dostoievski. Tanto María Muñoz como Carlos Herencia, bajo la batuta sabia y experimentada de Ángel Gutiérrez, hacen un trabajo extraordinario. La primera da vida a la joven Nastenka, casi una chiquilla de sonrisa franca y mirada cálida, vivaracha y jovial; cauta al principio, hasta que conoce el terreno que pisa y que sabe mostrarse ora prudente y cordial ora esquiva o condescendiente cuando la ocasión lo requiere, o dejarse llevar por sus emociones permitiendo que su fuego interior le incendie las mejillas o que el llanto anegue sus ojos. Carlos Herencia borda el papel que le ha caído en suerte: viene a representar una de las imágenes arquetípicas del carácter romántico que nos ha dejado la literatura, la de un ser retraído, sombrío, triste, de palidez cadavérica, tímido hasta lo indecible y dado a las ensoñaciones y a la introspección; de ademanes pausados y modales exquisitos, de voz trémula y quebrada por la emoción, que tiembla o ríe como un niño ante la menor deferencia de Nastenka o se retrae ante la menor insinuación de que no está obrando correctamente. Un ser puro y generoso dispuesto a sacrificarse por la felicidad de la joven.

Un trabajo, en fin, modélico, donde cada detalle del movimiento escénico y de la actuación está cuidado al máximo; un producto artesanal de la mejor factura que evidencia la pujanza y el buen nivel artístico de las salas del circuito alternativo.

Gordon Craig.

Teatro de Cámara Chejov.
Gordon Craig en el Diario de Alcalá.

martes, noviembre 15, 2011

1000 razones para no dejar de leer. Antonio Muñoz Molina: "la cultura no vende".


<< [...] En mayor o menor grado, todos se han puesto de acuerdo en decidir que "la cultura no vende", por decirlo con el lenguaje que ellos usan. Algunas veces la entonación es de catastrofismo quejumbroso, matizado de una ficción de nostalgia por tiempos mejores que no se sabe cuáles fueron: la gente ya no lee, ya solo se interesa por la moda o por los chismes sociales, o por picoteos rápidos en Internet, solo quiere basura. Últimamente va extendiéndose un populismo jactancioso, incluso agresivo, en el que no es difícil intuir un matiz de resentimiento: ya basta de tanta literatura, de tanta música clásica, de museos rancios, de tantos libros pesados que nadie quiere ni tiene tiempo de leer, de tanto pelmazo elitista. Atribuir a la gente una ignorancia universal le permite a uno sentirse miembro del club selecto de los que sí saben, o bien sentirse legitimado en su propia ignorancia, en su desgana de aprender [...] >>.

Antonio Muñoz Molina, en Babelia, el 5 de noviembre de 2011.

Lea aquí el artículo completo

viernes, noviembre 11, 2011

TEATRO. Los emigrados. "Tragicomedia esperpéntica".


De Slawomir Mrozek. Versión y adaptación de Jaroslaw Bielski.
Con: Jaroslaw Bielski y Frank Feys.
Dirección: Socorro Anadón y Jaroslaw Bielski.
Madrid, Sala Réplika.



AA y XX son dos emigrantes polacos que por circunstancias distintas se han visto obligados a abandonar su patria. El primero es un intelectual exiliado por motivos políticos, el segundo un trabajador de la construcción que sólo desea ahorrar lo suficiente para volver con su familia y rehacer su vida. Su convivencia forzada en un sótano infecto de un edificio de apartamentos, probablemente en una gran urbe del país de acogida, crea las condiciones para que se desarrolle entre ambos una estrecha relación de camaradería, casi podría decirse, de hermandad en el infortunio, lo que propicia la confidencia íntima y el intercambio de ideas y pareceres. Un intercambio que a veces es franco y sincero, pero que por lo general está lleno de reservas, suspicacias y hasta desconfianza, y a través del cual vamos a ir descubriendo el alcance de la frustración y el dolor por su fracaso vital pero también la maraña de mentiras, malicias e intereses bastardos que enturbian su relación y muestran, a pequeña escala, la dificultad de construir esa “comunidad noble y honrada que les hará libres” por la que claman justo antes de caer el telón.

La portentosa capacidad de observación de Slawomir Mrozek y su particular sentido del humor le permiten descubrir, aun en situaciones límite, -como es el caso de la tragedia del exilio y la condena a la marginalidad de los protagonistas de la obra, arrancados de sus raíces y de sus afectos-, el lado más grotesco y absurdo del comportamiento humano. La pieza se convierte así en una suerte de tragicomedia esperpéntica donde incluso las intenciones más nobles y utópicas o las aspiraciones más legítimas se vieran truncadas por la debilidad o por la torpeza de los personajes, y devinieran, y con ellas los propios personajes, en caricaturas de si mismos, en víctimas de una burla cruel del destino.

La labor que ha hecho el equipo artístico de la sala Réplika con este texto es espléndida, empezando por la versión, pasando por la dirección y terminando por el trabajo de los actores. La versión arroja un perfecto dominio de los elementos del registro coloquial del español, las réplicas están llenas frases en suspensión, de sobreentendidos, de monosílabos, de interjecciones y exclamaciones, y de otros mil y un recursos de la expresividad, entre los cuales, no es el de menor importancia el esfuerzo llevado a cabo para hacer evidentes las dificultades concretas de XX para la pronunciación del español, lo que potencia el contraste entre los personajes y confiere una excepcional verosimilitud a los diálogos. Excepcional es también el trabajo de construcción física y emocional de los personajes. Esa labor de abstracción que tantas veces tenemos que llevar a cabo para disociar al actor del personaje aquí se hace innecesaria. Desde que XX (Frank Feys) irrumpe en escena renqueando, porque los zapatos que lleva puestos le están demasiado pequeños (unos zapatos, por cierto que no se avienen con su fisonomía de hombrón desgarbado, de movimientos torpes y expresión un tanto estupidizada), chapurreando el castellano y satisfecho de sus excursión vespertina por las inmediaciones de la estación de ferrocarril, ya no vemos al actor sino a un obrero explotado, embrutecido por un trabajo alienante y por las privaciones, volviendo a su cubil después de los escarceos callejeros en su único día de asueto, a un hombre solitario y triste que busca un poco de calor humano y el modo de combatir el hambre y la nostalgia, compartiendo sus recuerdos con su compañero de fatigas. Y lo mismo puede decirse de AA (Jaroslaw. Bielski), la cortesía y los modales exquisitos del intelectual son el contrapunto exacto del comportamiento primario de XX, aunque el trato afable y cordial y su predisposición a escuchar a duras penas ocultan el resentimiento y la frustración. Su discurso utópico y grandilocuente resulta patético, si no ridículo y sus grandes palabras sobre la libertad y la esclavitud se estrellan una y otra vez contra el muro de incomprensión de XX y sólo sirven para atizar en él la desconfianza y el odio. Entre las chanzas, los reproches y las amenazas queda espacio, no obstante, animados por los vapores del alcohol en el que ambos ahogan sus penas, para la conmiseración y la esperanza.

Gordon Craig.

Los Emigrados en el Teatro Réplika.

Gordon Craig en el Diario de Alcalá.

jueves, noviembre 10, 2011

1000 razones para no dejar de leer. "Yo en todo igual o más que mi amigo".


" [...] En los últimos quince años el tenor de vida de los españoles se ha parecido mucho al del nuevo rico, pero sin su riqueza. El dinero barato y fácil, junto a un juego perverso de emulación inversa -yo en todo igual o más que mi amigo, mi vecino, mi cuñado, mi compañero de trabajo-, hizo aflorar nuestro grosero apetito de bienes consumibles, que reclama una satisfacción inmediata, sin tolerar demora. Y pedimos préstamos bancarios, que permiten una rápida gratificación y una devolución retardada. Al hacerlo, la ostentación nos hacía parecer más ricos a los ojos de los demás, pero en la realidad éramos más pobres porque nuestra deuda crecía". [...].

Por Javier Gomá en Babelia el 29/10/2011.

Lee aquí el artículo completo.

viernes, noviembre 04, 2011

TEATRO. Anhelli. La llamada. "Las raíces rituales del teatro".


Espectáculo inspirado en el poema Anhelli, de Juliusz Slowacki.
Con: Matej Matejka, Ditte Berkeley, Nini Julia Bang, Przemyslaw Blaszczak, Alessandro Curtí, Jean François Favreau, Jaroslav Fret, Alekxandra Kotecka, Ewa Pasikowska y Tomasz Wierzbowski.
Teatr ZAR. Dirección: Jaroslaw Fret.
Madrid, Teatro de la Abadía.



Por medio de diversos actos celebrados en Madrid a lo largo de este segundo semestre de 2011 el Programa Cultural de la presidencia polaca del consejo de la Unión Europea nos ha brindado la oportunidad de entrar en contacto con múltiples facetas de la realidad cultural actual del país eslavo. Por lo que se refiere a las artes escénicas teatros como el María Guerrero, la sala Réplika o el teatro de la Abadía se han convertido por unos días en escaparate privilegiado de producciones y compañías que habitualmente tienen escasa, por no decir nula, presencia en nuestros escenarios. El teatro de la Abadía, en concreto, nos ha ofrecido en la sala San Juan de la Cruz, del 27 al 30 de octubre, un excepcional montaje del teatro ZAR de Wroclaw que queremos glosar aunque sea brevemente en estas páginas.

Formado hace unos diez años por jóvenes actores del Instituto Grotowski su trabajo parece orientarse hacia la búsqueda de los orígenes rituales del teatro. Al parecer, durante alguno de sus viajes de estudio a Georgia los integrantes del grupo entraron en contacto con antiguas tradiciones musicales caucásicas relacionadas con el canto polifónico de las que se han servido para poner música a una colección de textos religiosos, desde el Cantar de los Cantares a San Juan de la Cruz o al Maestro Eckart incluyendo fragmentos de Anhelli, del poeta y dramaturgo polaco Juliusz Slowacki. De una u otra manera todos estos textos vienen a ser expresión de una misma actitud de apertura del espíritu humano a lo ideal y sobrenatural y obedecen a un mismo anhelo del hombre por buscar la trascendencia, trascendencia que a veces enmascara nuestra sed de absoluto, de lo que queremos ser y nunca alcanzaremos a ser.

La sobriedad del canto coral, ya desde una escena-prólogo en el ambigú del teatro reconvertido en una especie de sacristía, nos sumerge en una atmósfera de quietud y de serenidad espiritual que eleva el ánimo y lo predispone para el itinerario casi místico al que nos invitan los actores en la sala del teatro; un ceremonial profano o, en cualquier caso, de una religiosidad primitiva, arcaizante, previa a cualquier conceptualización dogmática, donde coexisten en perfecta armonía potenciándose mutuamente los cantos litúrgicos con la liturgia de los cuerpos en trance. Porque también hay una mística del cuerpo, un riguroso control del gesto y del movimiento al que sólo se puede llegar mediante una suerte de ascesis, de eliminación sistemática de las manifestaciones y gestos de un comportamiento “natural” en favor de un sistema de signos corporales y expresión facial rígidamente formalizados que funcionan como símbolos, del dolor, de la búsqueda, de las dificultades del itinerario, de la agitación, de la soledad, de la muerte. Y de la paz de la sepultura que le es negada al hombre que parece condenado a errar eternamente en las tinieblas.

El resultado es una sorprendente y sobrecogedora experiencia estética que certifica, afortunadamente, la pervivencia de un método de trabajo actoral exigente, riguroso como el que inauguró Jerzy Grotowski en su “teatro laboratorio”; una forma de entender y hacer el teatro que no es sólo una poética, sino una ética y hasta una metafísica. Un modelo de esfuerzo, dedicación y compromiso que se merece todo nuestro aplauso y reconocimiento y que choca frontalmente con tanto espectáculo banal e intrascendente que nos venden como teatro.http://www.blogger.com/img/blank.gif

Gordon Craig.

Anhelli. La llamada. Teatro de la Abadía.

Gordon Craig en el Diario de Alcalá.

miércoles, noviembre 02, 2011

1000 razones para no dejar de leer. "El acuarelista en el matadero".


"[Aleksandr] Deineka, en los primeros años treinta, había viajado por Estados Unidos, y luego por Francia e Italia. Sutilmente, cuando la atmósfera en la Unión Soviética se estaba volviendo más claustrofóbica, buscó refugio en esos paraísos a pequeña escala de sus ilustraciones casi infantiles, o en el recuerdo de los paisajes abiertos de América y del sur de Europa que no tenía ninguna seguridad de volver a ver".

Antonio Muñoz Molina, en Babelia, 22 de octubre de 2011.




Leer aquí el artículo completo.

Exposición en la Fundación Juan March de Madrid: Aleksandr Deineka (1899–1969) Una vanguardia para el proletariado: 7 de octubre 2011 – 15 enero 2012

viernes, octubre 28, 2011

TEATRO. Wild, wild, Wilde. "La estación del dolor".


Texto de José Ramón Fernández a partir de la obra De profundis, de Oscar Wilde.
Con: Carlota Ferrer, Óscar de la Fuente y David Luque.
Dirección: Fefa Noia.
Madrid, Teatro de la Abadía.



“El sufrir es muy largo, y no puede dividirse por la estaciones del año. Para nosotros sólo hay una estación, la del dolor” escribe Óscar Wilde en De Profundis, para hacer referencia a la ineluctable rutina, a la paralizadora inmovilidad de la vida en prisión frente al presentísimo y lacerante recuerdo de una naturaleza pródiga que, allende los barrotes de la celda, fluye y sigue su curso, indiferente a la soledad y a la sensación de aniquilamiento que embarga al escritor; una sensación a la que trata de sobreponerse aferrándose desesperadamente a sus sentimientos hacia Alfred Douglas, su amante, y hacia sus hijos.

Pero esta es sólo una muestra de las muchas dolorosas reflexiones que nutren el texto de Oscar Wilde y que José Ramón Fernández ha espigado cuidadosamente para urdir la trama de esta pieza íntima y desoladora sobre los últimos años de la vida del escritor irlandés preso en la cárcel de Reading por una acusación de corrupción de menores. Aunque quizá habría que decir mejor esperanzadora, por lo que tiene de reivindicación del amor como remedio y como asidero último para combatir la privación de libertad, la incomprensión y el sufrimiento que arruinaron esos últimos años de la existencia de Wilde y que la obra que comentamos reproduce, yo creo que con bastante acierto; aunque, por razones obvias, no exima de visitar el texto original.

Tomando como punto de partida un encuentro fortuito en París del poeta Antonio Machado con Óscar Wilde ya excarcelado, José Ramón Fernández procede a presentarnos una sucesión de escenas en el interior de la prisión -un minimalista espacio delimitado por unos barrotes luminosos- en las que un Wilde prematuramente envejecido por efecto de la decepción y del sufrimiento, saca fuerzas de flaqueza para sobreponerse a la infamia y al oprobio. El formato es el de una confesión íntima trufada de delirios y evocaciones de algunas de sus obras, a lo que hay que añadir dos encuentros fundamentales que reproducen sendas visitas a la cárcel, una de su amigo Robert Sherard quien falla en el intento de que el escritor cambie de opinión sobre Bosie y otra de su mujer Constance, que le confirma su ruina y le anuncia, urgida por sus padres, la petición de divorcio.

La puesta en escena como digo es mínima y muy versátil, y el trabajo actoral es convincente. Carlota Ferrer es la responsable de dar vida a las diversas presencias femeninas que pueblan el universo real y de ficción de Wilde; Oscar de la Fuente es el amante, el amigo, el médico de la prisión y un ufano y obsequioso joven Antonio Machado, de aspecto un tanto pueblerino en el París rutilante de 1900. David Luque hace una conmovedora recreación de un Oscar Wilde bondadoso, comprensivo y apesadumbrado, lúcido y consciente de su talento de escritor, esforzándose por combatir el desaliento avivando los últimos rescoldos de su ironía y de su ingenio brillante.

Gordon Craig.

Teatro de la Abadía. Wild, wild, Wilde.

Gordon Craig en el Diario de Alcalá: "Entre bastidores".

miércoles, octubre 26, 2011

martes, octubre 25, 2011

1000 razones para no dejar de leer. El guardián entre el centeno.


"[Holden hablando con su hermana Phoebe sobre lo que le gustaría ser a Caulfield de mayor] Me gustaría si los abogados fueran por ahí salvando de verdad vidas de tipos inocentes, pero eso nunca lo hacen. Lo que hacen es ganar un montón de pasta, jugar al golf y al bridge, comprarse coches, beber martines secos y darse mucha importancia. Además, si de verdad te pones a defender a tíos inocentes, ¿cómo sabes que lo haces porque quieres salvarles la vida, o porque quieres que todos te consideren un abogado estupendo y te den palmaditas en la espalda y te feliciten los periodistas cuando acaba el juicio como pasa en toda esa imbecilidad de películas? ¿Cómo sabes tú mismo que no te estás mintiendo? Eso es lo malo, que nunca llegas a saberlo".

El guardián entre el centeno. J.D. Salinger.

viernes, octubre 21, 2011

TEATRO. Veinticinco años menos un día. "Por la senda de Mihura".


De: Antonio Álamo.
Con: Richard Collins-Moore, Ana Fernández, Moncho Sánchez-Diezma, Joserra Leza, Ione Irazabal, Candela Fernández, Juanfra Juárez y otros.
Dirección: Pepa Gamboa.
Madrid, Teatro Español.



Afirmaba Miguel Mihura acerca del humor en una de sus últimas entrevistas: “Es lo más limpio de intenciones, el juego más inofensivo, lo mejor para pasar la tarde”. Me viene esta frase a la cabeza al repasar la divertida comedia que Antonio Álamo estrena en el teatro Español porque quizá sea eso mismo lo que han pensado muchos de los espectadores que llenaban el patio de butacas con la intención, probablemente, de evadirse por unos momentos de los efectos deletéreos de la crisis: “qué mejor que una buena comedia para pasar la tarde”. Y no andaban muy descaminados, porque hubo diversión y carcajadas a raudales, y ya se sabe que la risa es el mejor antídoto contra las tribulaciones.

Pero no es sólo una frase, un juicio de valor sobre la función del teatro lo que relaciona el montaje que comentamos con la obra de Mihura. Tras el sarcasmo y el bronco trazo expresionista de Los enfermos o la sátira mordaz de Yo Satán, o de Caos, Antonio Álamo (Córdoba 1964) endereza por la senda de una comicidad más inofensiva, podríamos decir, menos ácida, más bufonesca; entre la ironía y el gusto por la frase ingeniosa de Wilde -no en vano la obra tiene como referente a la sociedad británica-, y el humor de situación de Mihura basado en la brillantez de los diálogos, en el malentendido, en la comicidad verbal y en la concatenación de situaciones inesperadas, chuscas o decididamente absurdas.

La obra es una hilarante y disparatada parodia de algunos de los tópicos más conspicuos de la sociedad británica de la primera mitad del siglo XX. Hay por así decirlo dos tramas superpuestas aglutinadas por la voz e instrucciones de una suerte de regisseur que actúa como intermediario entre el público y los actores de la compañía. A los conflictos de la supuesta obra representada, The tea is ready, que desarrolla básicamente la historia de un adulterio, se superponen los de la representación misma, que constituyen la trama principal, las peripecias de los miembros de la compañía a lo largo de los veinticinco años de rodaje de dicha obra por los escenarios londinenses, con dos guerras mundiales de por medio y con la consiguiente transformación que la sociedad experimentó en tan dilatado periodo de tiempo.

Pepa Gamboa mantiene con pulso firme el ritmo trepidante de la obra y dosifica con sabiduría los efectos de una comicidad más y más acentuada hasta un final delirante. El patrón del teatro dentro del teatro, brinda a los actores múltiples oportunidades de lucimiento, mientras saltan de uno a otro de los planos del desarrollo de la acción. Todos ellos están convincentes en sus respectivos, a veces múltiples roles. Destaca, quizá, la cordialidad y el leve tono entre irónico y benevolente del Instructor (Richard Collins-Moore) y el dandismo de cartón piedra de Mr. Bond (Moncho Sánchez-Diezma). Y sobresalen, desde luego, Joserra Leza y Ana Fernández. La interpretación del primero en el papel de Rice (un supuesto espectador que tienen que sustituir a Mr. Apple en el papel de Howell en el tercer y cuarto acto de la pieza) es antológica, deslumbrado por los focos, paralizado por el pánico escénico, deambulando por la escena como un zombi mientras repite como un disco rayado su frase emblemática, es la viva imagen del ridículo y provoca la hilaridad general. Ana Fernández (Mrs Blake, que hace de Eva) despliega asimismo un notable arsenal de recursos de la comicidad más primaria para encarnar a un personaje híbrido entre la sofisticación un tanto envarada de una lady Howell de opereta y la actrihttp://www.blogger.com/img/blank.gifz que la representa, una prima donna quisquillosa y frívola que necesita de todas sus buenas artes para dar una apariencia de naturalidad en ese descacharrante acto tercero arriba mencionado y no sucumbir a la incredulidad y la estupefacción.

Gordon Craig.

Veinticinco años menos un día (The tea is ready!).

jueves, octubre 20, 2011

miércoles, octubre 19, 2011

1000 razones para no dejar de leer. El apocalipsis del capitalismo ya ocurrió en una isla del Pacífico.


[...] "La minúscula república de Nauru fue uno de los países más ricos del mundo en los años 80, gracias a sus yacimientos de fosfato. Cuando se agotó la materia prima, el Estado entró en bancarrota. La isla optó entonces por convertirse en paraíso fiscal o bien un campo de refugiados al servicio de Australia. Hoy, es un desguace a cielo abierto. El periodista Luc Folliet narra en su libro 'Nauru. La isla devastada' el impacto de aquella riqueza extrema y la caída libre de la isla." [...]

Por David González, La Información, 18 de octubre de 2011.

Lea aquí el artículo completo.

viernes, octubre 14, 2011

TEATRO. Ejercicios de amor. "Con derecho a paella".


Creación e interpretación de Àlex Cantó, Jesús Muñoz, Joan Collado y Pau Pons.
Compañía: El Pont Flotant.
Alcalá de Henares, Corral de Comedias


Al titular así esta crónica sobre Ejercicios de amor, pudiera llegar a pensarse que lo único que persiste en nuestro paladar de invitados/espectadores a esta singular performance teatral-culinaria es el aroma del suculento arroz a la valenciana y el buqué del tinto joven de Requena con los que estos chicos de El Pont Flotant nos obsequian al final de la representación. Pero tengo que apresurarme a afirmar que esa impresión es errónea; en el estricto dominio de la teatralidad al uso el montaje proporciona múltiples ocasiones para el disfrute de los paladares -ahora sí, metafóricamente hablando- más exigentes. (Aunque tengo para mí que más de uno de los espectadores del domingo, debieron decidirse a pasar por la taquilla tras haber sido testigos ocasionales de los preparativos del ágape en alguna de las jornadas precedentes, a juzgar por la acumulación de curiosos en torno al recinto donde los elegidos participamos del espectáculo, del ritual, cabe decir, que siempre supone la preparación de una paella multitudinaria).

Error, de nuevo. Acabo de utilizar la expresión “teatralidad al uso” y tengo que matizarla para disipar equívocos respecto a la naturaleza de un espectáculo concebido justamente como ruptura de los patrones, digamos, convencionales de la teatralidad. Un montaje que recurre a un discurso heteróclito, caleidoscópico; suma de episodios autónomos unidos por un hilo conductor, a saber, la necesidad de amar y los subterfugios, tópicos y dilaciones que dejamos que se interpongan entre nosotros y el objeto de nuestro deseo, y que con demasiada frecuencia impiden que estos deseos se cumplan.

Siguiendo la acción, los espectadores se desplazan por distintos lugares del teatro y por el exterior del recinto en una suerte de ceremonial itinerante en busca de la atmósfera más adecuada para cada una de las escenas, desde el aula de Secundaria, donde un profesor “chupi way” intenta a toda costa empatizar con sus alumnos, al desván de las confidencias, donde, mediante el conocido juego de las prendas poder sincerarse y hacer realidad los primeros inocentes deseos de adolescencia. Innocent when you dream cantará precisamente un Tom Waits de voz cascada y cavernosa (espléndida imitación de Jesús Muñoz) mientras Joan Collado y Pau Pons, con Àlex Cantó como maestro de ceremonias, parodian una de estas tópicas y almibaradas ceremonias nupciales a las que son tan aficionadas los americanos en una improvisada capilla de Las Vegas. Una de las escenas, por cierto, más hilarantes de un montaje que en su conjunto rebosa vitalidad, humor y cercanía.

Aún con el trabajo extra de los técnicos y el personal de sala, improvisados guías por angostos pasillos y escaleras del teatro, no ha podido, en mi opinión, tener mejor arranque esta nueva temporada en el Corral. Carcajadas a raudales y la grata sorpresa de asistir a un espectáculo novedoso, divertido y estimulante, con ingredientes de andar por casa y conducido por un elenco entusiasta que consiguió hacer de la participación mucho más que una mera figura retórica.

Gordon Craig.

Ejercicios de amor en el Corral de Comedias de Alcalá de Henares.

martes, octubre 11, 2011

1000 razones para no dejar de leer. Nace un nuevo periódico: "Vozpópuli.com".


[...] "En estas condiciones, repito, lanzarse a publicar un nuevo medio en entorno tan adverso parece operación más que arriesgada casi suicida. El miedo, sin embargo, no es una visión del mundo, al menos para mí y para quienes conmigo se han embarcado en la aventura de Vozpópuli. Al margen de sus insoportables daños colaterales, las grandes crisis pueden ser también pantalanes desde los que procurar el salto a deslumbrantes oportunidades. Estoy convencido de que en los próximos tres o cuatro años se va a decidir el futuro de España para las próximas tres o cuatro décadas, quizá más, y que la capacidad de sacrificio y esfuerzo que los ciudadanos españoles, y no solo su clase política, sean capaces de desplegar para salir del hoyo en que nos encontramos marcará el devenir, hacía una libertad acomodada o hacia una lóbrega pobreza, de varias generaciones de españoles. No sé si los mejores, pero desde luego sí vamos a vivir los más intensos, apasionantes y dramáticos años de nuestra vida." [...]

Vozpópuli o el valor de ser libres y fiables, de Jesús Cacho en Vozpópuli, 10 de octubre de 2011.

Lee aquí el artículo completo.

jueves, octubre 06, 2011

lunes, octubre 03, 2011

TEATRO. Tres años. "Chejoviana".

de Juan Pastor, a partir de textos de Antón Chejov.
Con: Raúl Fernández, María Pastor, José Maya, José Bustos y Alicia González.
Dirección: Juan Pastor.
Madrid, Teatro de la Guindalera.


A veces uno se siente inclinado a pensar si no serán los relatos y las piezas breves lo mejor de la producción de Chejov. Unos y otras nos revelan en un instante fugaz y raudo como el destello de un relámpago aspectos de la psicología de las personas, de sus afanes y de sus deseos ocultos para cuya comprensión cabal el común de los mortales necesitaría años de observación e introspección. De hecho, esta pieza de Juan Pastor que ahora estrena La Guindalera no es sino una sucesión de fulgurantes flashes, hilvanados a modo de recuerdos, de otros tantos momentos críticos en la vida de cinco personajes de inspiración chejoviana empeñados en la búsqueda infructuosa del amor y la felicidad. Es el particular homenaje del director de la Guindalera al dramaturgo ruso.


Aunque apenas conocemos detalles de la vida de Juan Pastor más allá de su labor como director teatral, es fácil reconocer, en la traslación de los personajes y de la trama a la sociedad de la España de los años treinta -que tanta afinidad guarda con la rusa de finales del siglo XIX que Chejov retrata-, un intento de recuperar su propia memoria personal sirviéndose del vastísimo anecdotario e idiosincrasia de unos personajes -de la obra en su conjunto-, de un autor que Juan conoce como pocos. Y hay que apresurarse a decir que la experiencia resulta divertida y estimulante.

Pero si la obra de Chejov inspira el argumento y los personajes de la pieza que comentamos; si chejoviana es también la mirada incisiva, benévola y un punto socarrona, que Juan Pastor proyecta sobre sus criaturas, no se nos escapa también la fructífera influencia de otro dramaturgo, el irlandés Brian Friel, inspirador de la multiplicidad de voces en la que se desdobla el discurso de los personajes y que se plasma en forma de reflexiones en voz alta, en juicios de valor explícitos, propios o ajenos, que entreverados con el diálogo dramático enriquecen con perspectivas insólitas o grotescas, la percepción que el espectador tiene del estado anímico de los personajes, de sus deseos o motivaciones.

La ambientación -incluido un sugerente espacio sonoro de Marisa Moro y Pedro Ojesto- es excelente, como lo es el trabajo de los actores. Alejandro, Julia y Paulina constituyen los vértices del triángulo amoroso sobre los que pivota la obra. Raúl Fernández borda los contornos de su personaje, Alejandro, un joven adinerado, descontentadizo y un punto filósofo, su falta de sentido de la realidad se compensa con creces con su bondad y su condescendencia; su carácter soñador y su propensión a la melancolía lo emparentan con el joven Treplev, de La gaviota, pieza con la que ésta que comentamos tiene muchas concomitancias. Paulina y Julia representa de algún modo a esas dos clases sociales enfrentadas en las obras de Chejov la de los seres útiles y la de los inútiles. Alicia González es Paulina, que pertenece a la primera de estas clases; es una joven inteligente, trabajadora y muestra en todo momento una activa resolución unida a ciertas veleidades de un feminismo avant la lettre; su actuación depara momentos de intensidad insuperables como la escena en la que, despechada, grita y zarandea a Alejandro echándole en cara su insensibilidad y su incapacidad para comprender su amor. En el polo opuesto está Julia (María Pastor) tan bella como caprichosa, su irresolución y su indolencia la arrastran a un matrimonio sin amor, al coqueteo con sus amigos y a un deseo vehemente de exprimir los placeres de la existencia hasta encontrar el equilibrio personal al abrigo de la voluptuosidad y la pasión. (¿Será eso la felicidad?). José Maya hace una estupenda recreación de Gregorio, también miembro de esta clase disipada y perezosa; es un funcionario de medio pelo, un bon vivant de moral acomodaticia, engreído y seductor. Su contrapunto es Jaime (José Bustos) más optimista, apasionado e impetuoso, quizá sea el único de todos que tiene verdadera confianza en el futuro y representa la esperanza de la superación.

Un montaje, en fin, de excelente factura, lleno de humor y de ironía; exquisito, brillante y conmovedor que nadie debería perderse.

Gordon Craig.

Teatro Guindalera. Tres años.
Crítica Gordon Craig en el Diario de Alcalá.

martes, septiembre 27, 2011

miércoles, septiembre 21, 2011

TEATRO. La reina de la belleza de Leenane. "Los inestables cimientos de la cordura".


De Martín McDonagh.
Con: Maite Brik, Gloria López, Orencio Ortega y Pablo Gómez-Pando.
Dirección de Alvaro Lavín.
Madrid. Nuevo Teatro Alcalá.



Obligada a una convivencia forzada con su madre anciana y achacosa en un lugar perdido de la Irlanda profunda, Maureen ve consumirse irremediablemente su vida en la soledad más absoluta mientras deja escapar sin poder evitarlo las escasas oportunidades de ser feliz le ha ofrecido su rutinaria existencia. Esas estampas bucólicas de verdes prados y profundos valles envueltos en la bruma que encandilan al turista ocasional desde las páginas de huecograbado de los catálogos de las agencias de viajes, con su promesa de equilibrio y felicidad, representan para Maureen justamente lo contrario; para ella, ese paisaje idílico al que asocia su vida de renuncias atada a una madre insidiosa y tiránica simboliza la negación de la vida y la pérdida de la libertad y de la cordura.

Referencias de orden político aparte -sobre la rivalidad de ingleses e irlandeses y la condición de parias de éstos últimos frente a la hegemonía inglesa- la obra de Martín McDonagh tiene sobre todo una dimensión social y humana; analiza con inusitada agudeza y penetración cómo la persistencia de determinados patrones culturales en las relaciones sociales y familiares en reductos cerrados y deprimidos económicamente pueden propiciar comportamientos anormalmente violentos y atrabiliarios y abocar a las personas a la crueldad y a la locura.

Se trata de una pieza muy bien construida y con un desenlace inquietante y aterrador que pone en evidencia los inestables cimientos de la cordura; buena adaptación, en general, de Vicky Peña (quien la protagonizó en los primeros 90 dirigida por Mario Gas), aunque, a veces, el marcado acento meridional de los actores -excepción hecha de Maite Brik- desvirtúa un tanto el registro coloquial y/o ciertas expresiones originarias de otras latitudes. Destila cierto aroma de thriller psicológico, sobre todo en el permanente chantaje moral que Mag ejerce sobre Maureen y preludia el humor negro y la truculencia que el autor desarrollaría en obras posteriores, como El hombre almohada, estrenada también hace varios años en Madrid.

Buen trabajo de dirección (quizá haya demasiados tés y demasiadas papillas), y creo que Álvaro Lavin ha captado la esencia del conflicto y el tempo de la acción, con sus clímax y las explosiones de cólera de Maureen, y con las largas pausas en que madre e hija estudian sus argucias, sus silencios y los sobreentendidos en los que es pródigo el texto de McDonagh. Y hay asimismo un solvente trabajo de actuación, sobre todo en el duelo protagonizado por los personajes principales. Maite Brik está espléndida en el papel de Mag, una vieja refunfuñona que bajo su voz apagada y su aparente desvalimiento esconde a una bruja egoísta y manipuladora que saca permanentemente de quicio de Maureen (Gloria López), una mujer que está empezando a sentir los estragos de la madurez y que es la viva imagen del despecho, de la frustración y de un rencor pacientemente incubado día tras día en un doloroso y callado proceso de renuncias, de mentiras, de negación de sí misma y de miedo a enfrentarse con la realidad.


Gordon Craig.


La reina de la belleza de Leenane. Teatro Nuevo Alcalá.

viernes, septiembre 16, 2011

1000 razones para no dejar de leer. El tiempo y la modernidad.


"Estamos tan pendientes de la prima de riesgo, de los mercados de capitales, de las encuestas, de lo que dice Rubalcaba, de las tonterías de Mourinho y del narcisismo del nacionalismo catalán que no tenemos tiempo de enterarnos de lo que nos pasa y por qué nos pasa".

Pedro G. Cuartango en El Mundo, 14 de septiembre de 2011.

Lee aquí el artículo completo.