martes, julio 10, 2007

MÚSICA. De nuevo Leonard Cohen.


Leonard Cohen me persigue, o más bien debería decir que su música me acompaña allí donde me encuentro.
Nunca podré olvidar los momentos de mi niñez que acompañaron las canciones de Cohen, su dulzura, y su crudeza en muchas ocasiones, y la espiritualidad casi mística que las rodeaba.

Estas Navidades pasadas, el poeta de Montreal volvió a cruzarse en mi camino, porque tuve como regalo para Reyes un disco homenaje de amigos al canadiense que me cautivó. Escribí un pequeño "apunte" en “Whispers" sobre este encantador tributo a Cohen y un gran amigo, Sir Hannofer, me recomendó un disco titulado Omega en el que Enrique Morente y Lagartija Nick, entre otros, versionaban algunas canciones de Cohen y cantaban a Lorca. Pero la desisnteresada invitación quedó en el olvido ante el inmenso aluvión de novedades musicales que me envían mis amigos cada mes.

Esta semana, vamos ayer mismo, un compañero de trabajo volvió a recomendarme el disco Omega en medio de una charla amistosa sobre la música de Morente. Y cuando todavía no había escuchado ni un solo tema del disco que ya tenía entre mis manos, me encontré varias copias del documental “I’m your man” que dirigió Lian Lunson en el homenaje a Leonard Cohen, en un cubo de reciclaje de DVDs.

La tarde de hoy se ha convertido en una verdadera experiencia sensorial. Primero me he visto el documental y después he puesto tres o cuatro veces el magnífico trabajo de Morente y los Lagartija Nick.

Quizás el disfrute de la música nos convierta en otro tipo de personas, quizás nos permita sentir de otra manera, o quizás este tipo de experiencias sea lo más parecido a lo divino que vamos a conocer en nuestras vidas. Muchos condicionantes y pocas respuestas, salvo una concluyente y categórica: la música encanta tus sentimientos y te hace mirar a la vida con entusiasmo y con más alegría.

Las melodías de Leonard Cohen sin lugar a dudas se encuentran dentro de ese pequeño y reducido conjunto de canciones inmortales y eternas que reúnen todo lo necesario para poder afirmar con rotundidad que el párrafo anterior no es palabrería barata: es una verdadera realidad al alcance de la mano de cualquier persona inquieta y sensible.

viernes, julio 06, 2007

TEATRO. La lacrime di eros. "Encuentro gozoso de la música y la palabra".


Música y poesía italiana y española en los siglos XVI y XVII.
Soprano: Mariví Blasco; guitarra barroca: Enrique Solinis; percusión: Pedro Esteban; viola da gamba: Rami Alqhai; viola da gamba: Fahmi Alqhai; recitador: Francisco Rojas.
Academia del Piacere. Dirección: Fahmi Alqhai.
Clásicos en Alcalá 2007”. Alcalá de Henares. Corral de Comedias.



Se hace llamar este grupo de espléndidos intérpretes “Accademia del Piacere” y hacen ciertamente honor a su nombre porque ofrecen al espectador la posibilidad de participar en una experiencia singularmente hermosa y placentera. Y no es necesario estar en posesión de especiales conocimientos musicales o literarios para disfrutar plenamente de este encuentro gozoso de la música y la palabra que propicia el magnífico recital al que asistimos anoche en el incomparable marco del corral de comedias.

El recinto, recoleto, cálido y sobrio a la vez, con vestigios de un noble pasado y una acústica impecable, no podía estar mejor elegido para acoger este espectáculo bellísimo, un breve pero intenso recorrido por la música y la poesía italiana y española de los siglos XVI y XVII, donde las delicias de la música y el virtuosismo de sus intérpretes compiten con el esplendor de la palabra poética; el verbo acendrado de Petrarca, Tasso, Góngora o Calderón, poetas mayores de la tradición latino occidental, con el lirismo intimista o el humor chispeante de Frescobladi, Kapsberger o Monteverdi.

Tomando como hilo argumental el amor, el recital aglutina una variada muestra de composiciones poéticas y musicales, sonetos, estancias, letrillas, romanzas, lieder, tarantelas, que recorren la multiforme y abigarrada plétora de manifestaciones del eros renacentista y barroco: las virtudes y atributos de la mujer amada -siempre idealizada por el poeta-, el goce de los enamorados, su dolor insufrible, las querellas de amantes despechados, los desdenes, los celos, los engaños, las traiciones, ...; todo ello envuelto en la típica retórica renacentista de violentas antítesis, adjetivación deslumbrante, imágenes míticas y una visión panteísta de la naturaleza.

Una hora y pico que se hizo corta a un público entregado que interrumpió numerosas veces la representación con sus aplausos, embelesado, sin duda, rendido a la exquisita sensibilidad artística de unos intérpretes de excepción, soprano e instrumentistas, que transitan del tono delicado y sentimental a la expresión violenta de las pasiones, del dolor intenso de la soledad a la gratitud de un corazón generoso o a la alegría jocunda de la sátira. Y dialogando con ellos, la palabra honda y fluida de Francisco Rojas portadora de la reflexión serena y meditada o de la queja doliente del alma despechada por los desvíos de Eros, Ese negro dios al que adoramos.

Gordon Craig.