sábado, julio 16, 2005

¿DÓNDE ESTÁS JOYCE, CORAZÓN?




Hoy Kenia llena una página en un diario de tirada nacional, pero no se habla sobre sus entrañables gentes, o sobre su exuberante vegetación, o su increíble fauna. Tampoco sobre sus playas color turquesa, o sobre su exquisita gastronomía.
En Turbi, una aldea al nordeste de Kenia, cerca de Marsabit, una lucha entre tribus rivales, se ha cobrada la vida de 76 personas, en su mayoría mujeres y niños, según relata un misionero que trabaja en la zona y ha sido testigo de lo sucedido.
Hace unos meses tuve el placer de compartir unos meses de mi vida en Kenia con sus gentes. Fueron setenta y cinco días intensos e inolvidables, el suficiente tiempo como para tomar el pulso al país, a sus ciudadanos, para salirse de los itinerarios turísticos y saborear de veras lo genuino del África ecuatorial.
Entre muchos recuerdos imborrables, guardo con especial cariño, un día que fui
mos de excursión a Tahita Hills, recorriendo una senda, en medio de una inquietante vegetación, hasta llegar a una impresionante caída de agua cristalina. El camino de subida estaba jalonado de pequeñas aldeas. Aquel día debía de ser festivo para los escolares porque todos los niños estaban en los poblados, y se unían a nuestra comitiva a modo de profesión. Todo el camino fue una algarabía constante y risas y buen humor por todos los lados. Al final llegamos a la cascada rodeados de unos cincuenta niños.
Joyce apareció sin querer, pero se agarró a mi mano y parecía que no quería soltarse nunca. Tenía unos cuatro o cinco años, no más, llevaba el pelo muy cortito y una falda roída de color gris muy oscuro. Sus ojos estaban expectantes, no parpadeaban cada vez que me dirigía a ella, y cuando su timidez lo permitía me contestaba en un perfecto inglés con un entrañable acento africano muy melodioso. No se separó de mi durante toda la excursión, su débil manita estaba pegada a la mía, sólo se separaba de ella cuando sus hermanas mayores se la arrebataban, pero en seguida se las arreglaba para tenerme cerca lo más pronto posible.
Cuando regresábamos, el guía, nos dijo que se sentía muy agradecido, porque aunque a nosotros nos hubiera parecido un día más, que no lo fue, para todos esos niños, había sido quizás el día más feliz que fueran a tener en toda su vida. Los niños en África no juegan, no saben, en cuanto pueden trabajar, en el mejor de los casos, lo hacen, y su inocencia se ve pervertida para siempre.
Recuerdo que hubo una despedida difícil. Ya era tarde, bajábamos por la colina, en una especie de nube, sobrecogidos por el cariño de los niños, y por la sensación medio agridulce del adiós que se acercaba. Joyce seguía cogida de mi mano, y no paraba de saltar en cada pequeño montículo que nos cruzábamos en el camino. El momento más duro se acercaba, oías sus susurros cerca de mi nuca. En un momento dado, las hermanas de Joyce se desviaron de nuestra senda, Joyce tiraba de mi hacia ese lado, pero yo me resistía. Me paré en seco y miré a Joyce, sus ojillos oscuros y entrañables, empezaban a estar enrojecidos, una pequeña lágrima sobresalía en uno de sus lacrimales. Me miro, temblorosa, sus palabras se truncaban entre profundos suspiros, su carita de ángel, estaba cubierta de lágrimas, pero pude entender: “¿por qué te vas?”. Tengo clavada en mi corazón esa expresión, todavía me sobrecoge. La cogí entre mis brazos, la abrace y besé su pequeña cabecita. Sus brazos no me abarcaban, pero sus deditos intentaban juntarse tras mi espalda. Fue un abrazo emotivo, enternecedor, inolvidable. Me marché. Me volví dos veces y Joyce seguía en el mismo sitio donde la dejé, se secaba las lágrimas, pero seguía mi rastro con sus ojillos. La última vez que eché la mirada atrás me despedía con una mano en alto y su eterna sonrisa había vuelto a aparecer.
Ahora llegan noticias trágicas de ese rincón de África. Muy cerca en el 1994 se produjo la masacre de Ruanda. También no lejos está Darfur, en Sudán. ¿Dónde estás Joyce, corazón?

[... ¿PARA CUÁNDO?]

[Texto escrito a raiz de la llegada de nuevos vecinos a la localidad de Galápagos, Guadalajara, ante el auge en la proliferación de urbanizaciones masivas en los pueblos cercanos a Madrid, y el impacto que ello supone para el entorno natural de la zona.]

Cuando uno decide vivir en el campo es porque busca sentir cerca la Madre Naturaleza, quiere disfrutar de este privilegio fuera de un mundo ruidoso y artificial.
Pero eso implica ciertas normas cuya prohibición radica en el interior de nosotros mismos, demostrando el sentido de justicia de nuestras conciencias.
Nada prohibe solar el suelo y nada prohibe erradicar con herbicidas e insecticidas a los seres de este medio. Pero, cabe reaccionar ante la paradoja, dándonos cuenta de que infringimos un daño innecesario y que hacemos desaparecer la naturaleza que buscamos.
Si miramos más allá, si de veras queremos un lugar mejor para nuestros hijos y que en los secos y calurosos veranos de la zona puedan disfrutar de un baño en el río. En vez de solucionar el problema por nuestra cuenta con piscinas privadas llenas de sustancias agresivas para la piel y con el gasto de miles de litros de agua cada verano. Está en nuestra mano reclamar una restauración de la cubierta vegetal del río en todo su cauce.
Por otro lado, nuestras casas están ubicadas en zona de gran influencia de modo que plantando árboles (especialmente autóctonos como el Fresno y el Olmo que al estar en su hábitat requieren mínimos cuidados) podemos regenerar y conservar la mayor superficie posible de suelo vegetal, que retiene el agua de las lluvias para liberarla al río en la época estival.
Si consiguiéramos un cauce permanente no solo disfrutaremos de un lugar donde darnos un chapuzón, también será posible la vida de peces en él, que se alimentarán de las larvas de los molestos mosquitos de Julio, y servirán de alimento para todas las aves y mamíferos que se asocian a los cauces, Águilas Garzas y Martín Pescador, por nombrar los más llamativos; e incluso nutrias si las condiciones fueran realmente favorables.
No vale con sólo imaginarlo porque a pequeña escala hay gran margen de actuación y dejar un lugar tan bello para nuestros hijos sería el mejor legado.

*Kimbisa*

domingo, julio 03, 2005

CINE. Esencia de mujer.

El pasado domingo volví a ver el genial largometraje “Esencia de mujer”. Inolvidable la película, pero hay varias escenas impresionantes: la primera cuando Al Pacino saca a bailar a la jovencita el tango, ante la cara indescriptible de Chris O’Donnell. La segunda, cuando el teniente coronel conduce el Ferrari y quiere tomar la curva y la posterior charla con el policía. La última es cuando Al Pacino acompaña al chaval al “juicio” en el campus, y suelta un discurso terrorífico y demoledor.
Pero esta vez, a parte de con las anteriores, me he quedado con otra escena de la película. Al Pacino y Chris O’Donnell están dentro de la limusina alquilada por el militar. Al Pacino y O’Donnell hablan sobre el padre del chico. O’Donnel le confiesa al general que su padre se marchó y que el padrastro es un gilipollas. Al Pacino le contesta que siempre hay uno de esos en cada familia. ¿Me puede quizás el subconsciente o me acuerdo de alguna persona en concreto?

LIBROS. Joseph Conrad, ese olvidado narrador. “El corazón de las tinieblas y otros relatos” .

Acabo de terminar de leer, “El corazón de las tinieblas y otros relatos” de Joseph Conrad. Era una lectura que tenía pendiente desde que volví de Kenia, una compañera de redacción de vídeos, me lo recomendó encarecidamente, y prometió prestármelo allí, pero no hubo tiempo para más.
Cuando llegué a Madrid me compré el librito, que viene acompañado de otros dos relatos: “Juventud” y “En las últimas”, es una edición de Dámaso López García y lo edita Valdemar.

Joseph Conrad es de origen polaco pero nacionalizado inglés, todos sus escritos versan en la lengua de Shakespeare. Es un escritor preciosista, exuberante, y su traducción se hace complicada para un traductor poco conocedor de la lengua castellana y de la obra de Conrad. No es el caso de esta traducción, muy buena.

La obra comienza con el relato “Juventud”, que nos narra las peripecias de un joven marinero, en su primera travesía hacia Bangkok. La frescura de la narración, y el marinero Marlow, protagonista, que nos atrapa desde el comienzo de la historia, con sus ganas por descubrir, por degustar las vicisitudes que la vida, el viaje hacia el Oriente, le va a deparar. Un relato breve, pero de altura para comenzar la lectura.

El segundo relato es “El corazón de las tinieblas”, quizás uno de los más conocidos del autor junto con “La línea de sombra” y la novela “El agente secreto”. Está vez Conrad, gran marino y viajero en la vida real, nos presenta al Capitán Marlow, ya curtido, una persona madura, que busca algo más dentro de si mismo. Este ahogo interior le hace aceptar un puesto en un barco de vapor para una ruta fluvial peligrosa en el Congo africano. El relato tachado de racista, nos ofrece una crónica fiel del estado de los nativos en el corazón de África en plena época de la colonización. La búsqueda del Capitán Marlow se convierte en una búsqueda en si mismo, personificada en el encuentro con Mr. Kurtz, un comerciante de marfil, el mejor, una verdadera leyenda en la colonia belga. Conrad te ahoga con la búsqueda sin descaso de Marlow del mítico Kurtz.

El último relato, y valga la repetición “En las últimas”, es una verdadera joya, sólo apto para paladares exquisitos. Escoged el mejor sillón de vuestra casa, y dejaros llevar por la magia de la pluma de Conrad.

Esta vez el protagonista es el Capitán Whalley, un gran marino, descubridor de un paso seguro por islas del Pacífico, una de las cuales lleva su nombre, para las mercancías con la metrópoli, antes de que se abra el Canal de Suez. Esta vez no se trata de un inexperto jovenzuelo, ni de un intrépido y experimentado capitán. Whalley es una institución dentro de la Marina, que por vicisitudes de la vida, cuando ya es mayor cae en desgracia.

Whalley te atrapa, te guía cogido de la mano hasta dentro de sus entrañas y te lleva por los Mares Orientales como si tú estuvieras al mando del “Sofola”, su último barco. El relato es exquisito, con un final inesperado, digno de un narrador con mayúsculas. Disfrutadlo.

VALIANT.

El domingo quedé con el Neng de la Pradera y Angelillo, un colega del susodicho documentalista “superstar” del Museo de Ciencia y Tecnología (¿cómo se dirá en gallego?), para ver Variant, la última película de animación de los creadores de Shrek.
El Neng, saltándose su británica puntualidad de siempre, me hizo sufrir lo suyo en la entrada del cine. Se trataba de una película de dibujos animados, en sesión matutina, un domingo. Todos los alrededores del cine estaban llenos de esas pequeñas criaturitas que inundan los parques y las calles porque ya están de vacaciones. Pues el otro día los había de todos los colores y tamaños, rodeándome a la puerta del cine Proyecciones, en el 136 de la calle Fuencarral.
No sé que tipo de intuición me hizo comprar después de aparcar el Astra Tunning, el periódico dominical, con el engorro que supone llevar en la mano todos los suplementos que aderezan al diario los domingos. Me escondí entre las hojas del “paper” y juro que no pestañeé hasta que el mostoleño apareció. Pues el caso es que me dio tiempo a darle dos vueltas, y empezar con el Magazine, antes de que el Neng y su fiel escudero hicieran acto de presencia. El Neng, una vez más, haciendo gala de su olfato perruno, de lebrel leonés de pura cepa, para orientarse, aparcó en Fuencarral, cerca de Tribunal, y en vez de ir dirección Quevedo, se dirigió, cuesta a bajo, hacia Gran Vía. No sé cuando se dieron cuenta del error, pero el pobre Angelillo llegó a la puerta del cine sin aliento. Propongo a Sergi como candidato para formar parte de la lista de peores “guías” de la historia, y entrando con fuerza y sumando muchos enteros.
Unas líneas sobre la película. La peli está divertida, es para niños, pero tiene algunos puntos buenos. El argumento se puede resumir en: unos palomos se alistan en las filas de la RAF “palomil” británica durante la II Guerra Mundial y los envían al frente para cumplir una misión acechados por los “halcones” alemanes. Uno de ellos, llamado Bugsy es el más cachondo de todos, a parte de sus chistecillos, a nosotros nos cautivó por el hecho de que era un cerdo integral, no se lavaba nunca, llevaba un pestazo de la hostia, de hecho, durante la proyección, siempre está rodeado por un enjambre de moscas que le siguen allá donde va. Sólo será una casualidad sin maldad, pero nos recordó a nuestro querido y buen amigo Chasky, que empezó a fraguar su leyenda “negra” en aquel viaje a Salamanca, a tierras de Mancuso el Charro de Getafe.

“EL LOBO AZUL".

El domingo 3 de julio el Diario El Mundo, publica un reportaje de su equipo de investigación que narra la historia de un exagente del CESID, “el lobo azul” que se infiltró en los grupos de ultra derecha española, en los años duros de la Democracia y abocó al fracaso un montón de acciones sangrientas de estos violentos. Uno de los atentados que frustró fue el que se preparaba para hacer explosionar un fuerte artefacto al paso de un autobús repleto de familiares de presos de ETA de regreso a las Vacongadas.
Viene a cuento el reportaje, porque ahora que se quiere negociar con la banda terrorista ETA, o de hecho ya se está haciendo, se pueden volver a intentar producir este tipo de atentados. Recuerdo unas líneas que envié hace unas semanas en un correo electrónico después de un “sagaz” comentario de un buen amigo sobre la manifestación de apoyo a las Víctimas de ETA, lo reproduzco: “Cuando la justicia no funciona, funciona la anarquía, la venganza se esconde tras la venda de la justicia, hasta que esta falla y se tira a la yugular... Hay muchas víctimas militares [asesinadas por ETA], quizás el tiro en la nuca empiece a aparecer en breve, pero cambiando los papeles... Entonces vendrán los lloros”.
No aprendemos de la Historia, una y otra vez repetimos el mismo error. El problema es que las consecuencias de esos errores las pagamos siempre los mismos, a los que van en coche oficial blindado y con una docena de guardaespaldas les importa un bledo todo esto. ¡Olvidamos tan pronto!, ¡osada memoria!
PD 11M: el asunto de los mails de aquella trágica jornada llevaba como título, “the music saves my life”.