viernes, febrero 27, 2015

TEATRO. La ola. "Inquietante experiencia sobre la génesis de la ideología totalitaria".

Texto: Ignacio García May.  A partir del experimento real de Ron Jones.
Con: Javier Ballesteros, David Carrillo, Jimmy Castro, Carolina Herrera, Ignacio Jiménez, Helena Lanza, Xavi Mira y Alba Ribas.
Escenografía: Jon Berrondo.
Vestuario: María Araujo.
Idea y dirección: Marc Montserrat Drukker.
Madrid. Teatro Valle Inclán.



Hannah Arendt, la filósofa contemporánea que ha indagado quizá con mayor profundidad y clarividencia sobre los orígenes del totalitarismo, recibió un alubión de críticas de la comunidad judía norteamericana a raíz de la publicación de su libro Eichmann en Jerusalén, en el que relataba los pormenores del juicio celebrado en 1961 contra el que fuera uno de los más destacados lideres del nazismo, el teniente coronel de las SS Adolf Eichmann, responsable directo de la “solución final”. Mas allá de las acusaciones de pusilanimidad, incluso de cobardía, que Arendt dirigió en su libro contra muchos lideres de las comunidades judías por su trato con los nazis quizá lo que más indignó a sus compatriotas fue que no compartiera la opinión generalizada de que Eichmann fuera un fanático antijudío, un monstruo capaz de planificar y ejecutar fríamente las mayores aberraciones; por el contrario, a raíz de las respuestas de Eichmann en los interrogatorios, llegó a la conclusión de que fue un disciplinado burócrata que actuó por obediencia debida, un hombre normal, un producto de su tiempo y del régimen que le tocó vivir al que sirvió con diligencia y eficacia.

Este supuesto, el de que personas en apariencia “normales” pueden bajo determinadas circunstancias llegar a someterse de grado a la tiranía del pensamiento único, es el que parece estar en el origen del experimento llevado a cabo por el profesor Ron Jones en un instituto de California en los años 60, precisamente para explicar a sus alumnos de la clase de Historia el fenómeno del ascenso del fascismo y de cómo fue posible el que la mayoría de la ciudadanía alemana se adhiriera a esa ideología y pudiera llegar a aceptar o a contemporizar con los horrendos crímenes que se estaban cometiendo sobre la población judía delante de sus narices.

Aprovechándose del ascendiente que tiene sobre sus alumnos, en apenas unos pocos días, el profesor Jones consigue cambiar totalmente la dinámica de su clase -y posteriormente la del instituto en su conjunto- sirviéndose de técnicas como las que habían utilizados los ideólogos del nazismo, empezando por pequeños ejercicios para fomentar la disciplina y fortalecer la voluntad y terminando por desarrollar en los chavales el espíritu colaborativo y el sentido de pertenencia al grupo, a una comunidad de ideas e intereses, con las ventajas que proporciona estar arropado por los demás y la seguridad que da el anonimato en el que uno puede diluir la responsabilidad personal de sus actos. Pronto se da cuenta de lo fácilmente que aceptan los alumnos la uniformización (hasta portar signos y emblemas exteriores de identificación con el grupo), la aceptación acrítica de determinados roles y el hecho de convivir en un entorno más y más autoritario, que fomenta incluso la delación del “disidente” o de quien desdeña o no muestra suficiente entusiasmo por la ortodoxia de un ideario que hay que salvaguardar a toda costa.

Pese a las dificultades del empeño el montaje acierta a revelar una inquietante moraleja sobre la conducta humana y sobre lo maleables que podemos llegar a ser bajo la influencia de alguien, que aun bienintencionado como el profesor Jones, conozca unos rudimentos de las técnicas de manipulación. Las claves del éxito están a partes iguales en texto de García May en la escenografía y ambientación y en el trabajo de los actores. El primero, que acierta de pleno en la contextualización de la experiencia recreando con un grupo de apenas siete actores el ambiente de una típica clase de un instituto de secundaria, un microcosmos en el que junto a las inseguridades, complejos y dificultades de relación inherentes a la conflictiva etapa de la adolescencia afloran la rivalidades latentes debidas a las diferencias de clase o del origen multicultural de los alumnos. Jon Berrondo, responsable de la puesta en escena y María Araujo, con su diseño de vestuario de época, espléndidos ambos, consiguen trasladarnos a la costa este de los EE UU en la época convulsa de las revueltas estudiantiles contra la guerra del Vietnam y en plena efervescencia de los movimientos pacifistas.

Respecto a los actores, hacen un meritorio y ponderado trabajo de aproximación a sus respectivos personajes, desde el entusiasta Doug (David Carrillo) predispuesto por su procedencia familiar a adoptar la disciplina castrense o la atolondrada Wendy (Carolina Herrera), a quien la participación en el “juego” le ha dado una relevancia en el grupo que nunca hubiera tenido por méritos propios, hasta el desconfiado Robert (Javier Ballesteros) que parece querer oponerse al principio, pero que luego por temor a perder su liderazgo se adhiere sin reservas a la causa, o la dulce y aplicada Sherry (Alba Ribas) que traicionada por Ron decide quedarse al margen. Y por supuesto Xavi Mira que borda su papel de profesor accesible, dinámico, cercano, dialogante, pero que se trasmuta cuando ejerce de catalizador de la experiencia en un líder intransigente y autoritario que no duda en jugar con los sentimientos y las debilidades de los alumnos.

Gordon Craig.

miércoles, febrero 25, 2015

1000 razones para no dejar de leer. El telón. Ensayo en siete partes de Milan Kundera.

"[...] El poeta lírico es sólo la más ejemplar encarnación del hombre deslumbrado por su propia alma y por el deseo de que sea escuchada. [...]".



El telón. Ensayo en siete partes de Milan Kundera.

jueves, febrero 19, 2015

1000 razones para no dejar de leer. Camino de servidumbre de Friedrich A. Hayek.

"[...] Es esencial que aprendamos de nuevo a enfrentarnos francamente con el hecho de que la libertad solo puede conseguirse por un precio y que, como individuos, tenemos que estar dispuestos a hacer importantes sacrificios materiales para salvaguardar nuestra libertad." [...]".

Camino de servidumbre de Friedrich A. Hayek.

lunes, febrero 16, 2015

viernes, febrero 13, 2015

TEATRO. Lover: “¡Oh! ¿Tú sabes cómo son las Hadas? ..., pequeñitas ...¡Es admirable, pueden bailar sobre mi dedo meñique!”

Idea y creación de Marta Marco y Andrés Beladíez.
Manipuladora: Marta Marco.
Escenografía, espacio sonoro y diseño de iluminación: Marta Marco y Andrés Beladíez.
Dramaturgia y dirección de Andrés Beladíez.
Madrid. Teatro Lara. Sala Off.

“¡Oh! ¿Tú sabes cómo son las Hadas? ..., pequeñitas ...¡Es admirable, pueden bailar sobre mi dedo meñique!”

Amor de Don Perlimplín con Belisa en su jardín. De Federico García Lorca.
Cuadro Tercero.



Tras meses de preparación y de un breve rodaje el último espectáculo de Andrés Beladíez y Marta Marco, Lover, recala ahora en la sala Off del madrileño teatro Lara, donde podrá verse todos los martes durante los meses de febrero y marzo

Si estamos de acuerdo con el gran escenógrafo norteamericano Robert Edmond Jones en que el teatro no debe de perder nunca su sentido del asombro, de la maravilla, hay que advertir que, aunque pensado inicialmente para un público adulto, para disfrutar plenamente de Lover hay que hacerse un poco como niños, recuperar en lo posible esa mirada limpia, esa sensibilidad a flor de piel, esa disponibilidad absoluta y sin reservas para rendirse al encantamiento de las imágenes, de la música y de la luz que trasfigura los objetos. De hecho, si cada espectáculo lleva -o debería llevar- inscritas en sí mismo unas pautas de lectura, un manual de uso para su correcta decodificación, las de éste, de una radicalidad estética extrema, son también excepcionalmente exigentes; nos están pidiendo con exquisitos modales, pero con gesto imperioso, que retiremos cualquier barrera o cortapisa que nos impida abandonarnos en el tibio regazo de la fantasía.

Apoteosis de la irrealidad de unos pequeños muñecos de guiñol (¡Oh las Hadas! ..., ¡las Hadas! ) interactuando con objetos cotidianos que parecieran sacados del desván de los recuerdos o de la maleta del mismísimo Marcel Duchamp, la atmósfera intima y cálida que irradia este escenario de pequeñas dimensiones nos envuelve desde el minuto uno instaurando una complicidad, una empatía, como se dice ahora, que ya quisieran para sí muchos espectáculos de formato estándar.

En las manos de Marta Marco, que se revela como una experta manipuladora, diminutos muñecos y objetos en desuso cobran repentinamente vida propia para relatarnos las tribulaciones de un amante bizarro en breves secuencias que describen desde la contemplación extática del objeto amoroso a la búsqueda de lenitivos para sobrellevar el vacío y la ausencia, pasando por el dolor por la pérdida, por el despecho, por la desesperación o por el deseo de encapsularse para protegerse de los demás, todo ello en una atmósfera hiperreal de luminiscencia cambiante y en un marco sonoro de baladas legendarias, tecno pop o la caricia de los acordes de una caja de música.

El humor y la ironía que impregnan muchas de las secuencias, y que hacen sonreír a los espectadores, no terminan de enmascarar un cierto aroma de nostalgia que desprende el espectáculo, incluso con alguna veleidad fetichista, como en la presencia de ese pañito bordado de encaje a modo de sábana que cobija los sueños y las fantasías eróticas del protagonista. Y hay, desde luego, hallazgos visuales geniales, como ese intento frustrado de detener el tiempo, materializado por un Chaplin redivivo encaramado a la esfera de un reloj e intentando frenar el avance de las manillas; o ese simpático“idil io” con la botella de whisky en medio de la pista de una discoteca; o el viejo flexo vintage reconvertido en improvisada ducha bajo la que se despereza nuestro aguerrido muñeco de trapo, o el espectacular “pas a deux” con el aparato telefónico, en cuyo otro extremo del hilo quizá se encuentra la amante con la que acabamos de romper y que por tantos detalles nos recuerda la angustia y la tristeza infinita de La voz humana, de Jean Cocteau.

Teatro de objetos, de imágenes sin palabras, espectáculo de pequeño formato, pero detallista y luminoso, lleno de sorpresas y de ternura de este director alcarreño de enorme éxito internacional pero que parece no ser profeta en su tierra.

Gordon Craig.

Lover, en el Teatro Lara.
Trailer Lover.

jueves, febrero 05, 2015

1000 razones para no dejar de leer. Las fuentes del pensamiento europeo de Bruno Snell.

"[...] El tirano Hiparco hizo levantar pilares de Hermes en los caminos del Ática, inscribiendo sobre ellos exhortaciones a la virtud. Una de ellas rezaba: "Camina con una mente justa" y otra: "No engañes a tu amigo." [...]".

Las fuentes del pensamiento europeo de Bruno Snell.