miércoles, julio 02, 2008

TEATRO. EL RINCON DE GORDON CRAIG. La noche de San Juan. "Tirana fuerza, amor."

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De Lope de Vega. Adaptación de Yolanda Pallín.
Con: Eva Rufo, Rebeca Hernando, David Boceta, Alejandro Saá, David Lázaro, Javier Lara, Isabel Rodes, María Benito, Iñigo Rodríguez, Mónica Buiza, Cristina Bernal, Rafael Ortiz y José Rodríguez.
Escenografía y Vestuario: José Tomé. Iluminación: Ángel Camacho. Piano: Ángel Galán
Compañía Joven de Teatro Clásico. Dirección de Helena Pimenta.
Clásicos en Alcalá 2008”. Alcalá de Henares. Corral de Comedias. Estreno 12 de junio de 2007



Escribía Juan Mayorga con ocasión del estreno de La dama boba, por cierto, espléndido montaje, también con dirección de Helena Pimenta, que el desafío mayor del dramaturgo es el de representar experiencias severas desde su lado más divertido pero sin enmascararlas ni trivializarlas. Y, añadiría yo, que el reto equivalente del responsable de un montaje es el de no traicionar el espíritu del texto revelando sus aspectos menos explícitos para el público de su tiempo. Eso es lo que modestamente creo que ha hecho Helena Pimenta en este nuevo espectáculo, por lo que los espectadores gozamos por partida doble.

Escribo, por tanto estas líneas desde la gratitud y desde el asombro. La gratitud por darnos la oportunidad de disfrutar una vez más del Lope más festivo, del ingenio de sus tramas, de su penetración psicológica, de la belleza y hondura de sus versos; y asombro ante el entusiasmo y el rigor con el que estos jóvenes intérpretes se entregan a la tarea ímproba de desvelar lo mejor de nuestra tradición cultural y de conectar con ella mientras una marea de mediocridad, o de espectacularidad, que es casi lo mismo, amenazan la creación y la búsqueda de la excelencia.

De nuevo tenemos aquí a la mujer como protagonista, defendiendo su derecho a la felicidad frente a la autoridad de los padres -los hermanos, en este caso-, poniendo en juego su inteligencia y sus armas de seducción para sortear las dificultades y conseguir sus propósitos. Para cuando Don Luis decide, como moneda de cambio por Blanca, dar en matrimonio a su hermana Leonor a Don Bernardo, Leonor ya está enamorada de Don Juan Hurtado, y no está dispuesta a aceptar el trueque así como así. Y tendrá que luchar no sólo contra la voluntad de su hermano sino contra la indecisión del timorato Don Juan que, pese a estar enamorado de ella, no parece estar dispuesto a presentar batalla. Y lo mismo ocurre con Blanca, antes del trueque acordado ella ya se ha decidido por el caballero Don Pedro, por quien luchará con uñas y dientes. La noche mágica del solsticio de verano, propicia a las confidencias y la efusión sentimental y amorosa, estimula la osadía y la determinación de nuestras protagonistas y facilita el éxito de su empresa.

La rigurosa adaptación de Yolanda Pallín desnuda el texto de sus posibles excrecencias barrocas reduciendo el conflicto a sus términos esenciales, de ahí que cada escena, cada monólogo, casi cada réplica, tenga trascendencia para el desarrollo ulterior de la acción. Y de ahí que directora e intérpretes se hayan dedicado con ahínco, en un proceso casi artesanal, a sacarle el máximo partido a cada una de esas secuencias; y vaya si lo consiguen, convirtiendo la hora y pico largo que dura el espectáculo en un auténtico recital de teatro, con incontables escenas memorables como la del desmayo fingido de Leonor y su súbita vuelta en sí para sorpresa y regocijo de Don Juan, o el encantador monólogo de Blanca evocando su primer encuentro con Don Pedro, o su lamento al descubrir que su enamorado alberga en su casa a otra mujer y el azoramiento y la desesperación de éste. En fin, sin demérito del resto de los actores y actrices, que todos hacen un trabajo excelente, las parejas protagonistas Alejandro Saá (Don Juan) y Eva Rufo en su papel de Leonor, Iñigo Rodríguez (Don Pedro) e Isabel Rodes en el papel de Blanca ofrecen una muestra acabada de lo que puede dar de sí el talento y el oficio cuando obedecen a un propósito claro y definido.

La escenografía y la ambientación son excelentes también; la plataforma móvil por la que deambulan los personajes recuerda la distribución del escenario de los corrales de comedias del setecientos posibilitando acciones simultaneas en dos niveles, rompiendo con la horizontalidad y ampliando las posibilidades de composición en una poética escénica que no descuida los elementos plásticos y visuales, antes bien los potencia creando cuadros de extraordinaria belleza y preñados de valores simbólicos, como ese velo virginal que se precipita desde el balcón de la casa de Don Pedro y que es preludio del himeneo. Tampoco se descuida la veta popular presente en toda la obra de Lope que tiene aquí su reflejo en requiebros, tonadas y canciones que constituyen sugerentes estampas del Madrid más castizo y bullanguero.

Gordon Craig.
14-VI-2008
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El Cultural. La noche de San Juan.