lunes, junio 29, 2009

TEATRO. Arte nuevo de hacer comedias. “Comoedia speculum humanae vitae”.

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A partir del Arte nuevo de hacer comedias en este tiempo y otros textos de Lope de Vega.
Con: Manuel Agredano, Teresa Espejo, Marcos León, Juan Ripoll, Rebeca Sanz Conde y Ana Varela.
Dramaturgia y dirección: Laila Ripoll y Mariano Llorente
IX edición de “Clásicos en Alcalá”. Alcalá de Henares. Corral de Comedias 26 de junio de 2009.



No podía haberse encontrado escenario mejor que el cálido y recoleto Corral de Comedias ni mejor oportunidad que este festival “Clásicos en Alcalá”, que alcanza en cada edición mayores cotas de nivel artístico, para este encuentro afortunado con el ingenio fecundo y la agudeza satírica de Lope rastreando en las profundidades de la tradición literaria culta y popular castellana para ofrecernos un diagnóstico lúcido y ponderado sobre las dificultades de la escritura teatral en la España de su tiempo, certeros juicios de valor sobre sus coetáneos y un puñado de perspicaces y sabrosas recomendaciones.

De todo ello, este espectáculo de Laila Ripoll es una síntesis brillante y atinada, un montaje que soslaya la aridez retórica de la preceptiva lopesca salpimentando su contenido doctrinal con juegos, chanzas, canciones, danzas y recitativos y mudando su tono serio y sentencioso en otro alegre y desenfadado y lleno de la donosura y la belleza prístina de la poesía popular de la que tanto gustaba nuestro insigne dramaturgo.

Laila Ripoll, actriz, autora y directora teatral (Madrid, 1964) tiene un profundo conocimiento de nuestros clásicos, acreditado en múltiples versiones y montajes anteriores (como El rufián Castrucho, o el delicioso Jocoserías), y fruto de una rigurosa labor de investigación del teatro español del Siglo de Oro que ahora se evidencia de nuevo en esta dramaturgia, realizada para contextualizar y dar un sentido unitario a los varios fragmentos que componen el espectáculo aglutinándolos en torno a los versos del Arte nuevo de hacer comedias en este tiempo que constituye, por así decirlo, su núcleo argumental.

Ante la mirada atenta y circunspecta de Lope, una delicada marioneta que preside y ordena el espectáculo, y ante un sugerente y versátil retablillo de época, lleno de compuertas y ventanitas y verdadera caja de sorpresas, actores y actrices se transforman en escena desdoblándose en intérpretes y personajes en un ingenioso juego metateatral, donde no faltan ni la ironía, ni la parodia, ni abundantes recursos de la comicidad más primaria que los actores manejan con singular maestría. A ello se unen la música, interpretada en directo con instrumentos de época y la danza, mediante las que se consiguen crear cuadros altamente evocadores de ese entrañable ambiente popular al que aludíamos al principio. Desde la impecable Loa con que se abre el espectáculo hasta el descacharrante Entremés de los sordos con que se cierra, un sinfín de situaciones jocoserias se suceden aun ritmo trepidante provocando el asombro del espectador y su regocijo; y el genuino disfrute de participar en un juego sutil que es a la vez reencuentro agradecido con ciertos estratos de una tradición que se creía olvidada y sátira y chanza farandulesca de algunos aspectos chuscos de nuestra realidad más inmediata, como las alusiones a la intimidad vulnerada de Silvio Berlusconi o al “¡¡por qué no te callas!!” que espetó Don Juan Carlos al “gorila rojo” en una reciente cumbre/sainete iberoamericana.
Un montaje , en fin, inteligente en su concepción, riguroso en su ejecución, con un elenco de espléndidos y polifacéticos atores y actrices, y divertido, muy divertido, que pone el listón muy alto a quienes se atrevan en adelante con los textos de nuestro siglo de oro.

Gordon Craig.

Clásicos en Alcalá. Arte nuevo de hacer comedias.

viernes, junio 19, 2009

TEATRO. Festival "Clásicos de Alcalá". Dos Delirios. "Mísero Próspero; desventurada Julieta".

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Variaciones sobre Shakespeare. Ópera de cámara con música de Alfredo Aracil y textos de José Sanchis Sinisterra. Con: Héctor Colomé y Clara Sanchis. Mercedes Lario (soprano), José Hernández Pastor (contratenor) y Gerardo López (tenor). Solistas de la Orquesta y Coros de la Comunidad de Madrid. Dirección musical: José Ramón Encinar. Dirección escénica Natalia Menéndez. IX edición de “Clásicos en Alcalá”. Alcalá de Henares. Corral de Comedias. 15 de junio de 2009.



No se si esto es “la obra de arte viviente” que quería Adolph Appia pero, desde luego, se le parece mucho. Verbo, música, ritmo, cuerpo, gestualidad y movimiento escénico se funden orgánicamente en una suerte de “texto total” autónomo, no mimético, que sale al encuentro del espectador, salta sobre él y lo interpela, invitándole a sumergirse en un universo de imágenes que trasmiten la misma viva impresión que esas terribles pesadillas que a menudo nos atenazan en las noches de insomnio y que no son sino la traslación subconsciente de nuestros más ocultos temores. Y es que como Próspero dice, estamos hechos de la misma materia que nuestros sueños.

Hay un punto de locura en estos dos personajes -prodigiosmente plasmado por Clara Sanchis en el papel de Julieta-, cuyo maltrecho equilibrio emocional les hace bascular desde las espesas brumas del delirio a los dolorosos momentos de lucidez en los que, sometidos al imperio de un todopoderoso principio de realidad constatan, bien la pérdida de sus otrora ilimitados poderes o la evidencia de la extrema decrepitud, en el caso del anciano y achacoso Próspero, bien la imposibilidad de encontrar una explicación o una justificación razonables para su malogrado destino, en el caso de la desafortunada Julieta.

Ambos son, asimismo, esclavos de su memoria o víctimas de su pérdida y de sus omisiones. En un diálogo, que es soliloquio, con su hija Miranda, Próspero se envanece una y otra vez de sus poderes mágicos ahora perdidos, se enerva ante el recuerdo de la perfidia de su hermano o se emociona evocando la llegada del apuesto Fernando y la dulzura de las caricias de su hija adorada; Julieta, trata de mantener vivo el recuerdo de sus fugaces momentos de dicha asiéndose desesperadamente a unos cuantos objetos, únicos vestigios del pasado: la daga de Romeo, el sable de Paris o el pomo con el veneno de Fray Lorenzo. Y mientras se resiste a entregarse definitivamente a los brazos de la muerte ironiza sobre la impetuosidad de Romeo en la mismísima noche de bodas, se lamenta del destino sangriento de los miembros de dos familias enfrentadas por el odio, de la soledad de sus padres o elucubra sobre una vida feliz casada con el conde Paris rodeada de hijos y nietos.

Y como trasfondo, esa bella y terrible metáfora del teatro que se adivina en las palabras de Próspero cuando equipara la sórdida gruta en la vive a la oscura cavidad del escenario, con sus candilejas, sus bambalinas y los complejos engranajes de esa máquina de crear ilusión que es el teatro.

Espléndida la música que es etérea presencia de los espíritus, sonido hiriente de los desvaríos de Próspero, violencia del viento, fragor de la tormenta, o dulce nana que trae paz al corazón atribulado de Julieta. Rigurosas son la dirección musical y la dirección escénica y estupendo el trabajo de los actores. Sin menospreciar el oficio y la energía de Héctor Colomé, para llevar al límite de la decadencia, de la decrepitud y del desvalimiento al anciano nigromante, hay que destacar el extraordinario talento de Clara Sanchis para encarnar esa inimaginable y sin embargo verdadera Julieta crepuscular, sensata, juiciosa, irónica, con un encomiable sentido práctico en el que ya han empezado a hacer mella de manera perceptible los estragos del tiempo. Hace una creación realmente soberbia, deslumbrante, en su presencia espectral y sin embargo profundamente humana, con su pizca de coquetería, de malicia, de sarcasmo, con sus momentos de enajenación y sus explosiones de ira, que trasmite con la prodigiosa y cambiante modulación de la voz, de las manos, del cuerpo; una Julieta que puede ser tierna o frágil o comprensiva, pero también rigurosa y amenazadora. En fin, una rara avis en el panorama actoral español cuyo trabajo nadie debería de perderse.

Gordon Craig
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Clásicos Alcalá.

lunes, junio 15, 2009

TEATRO. La noche de la iguana. "En un mar de aguas turbulentas".


De Tennessee Williams.
Con: Pilar Velázquez, Tomás Gayo, Geli Albaladejo, Ana Marzoa, Cecilia Sarli, Juan Antonio Quintana y otros.
Dirección: María Ruiz.
Madrid. Teatro Reina Victoria.



Con la expresión mar de aguas turbulentas no me refiero al de olas encrespadas y vientos huracanados que azotan los postigos del hotel Costa Verde durante la tormenta caliente del trópico en la intensa velada que esta obra dramatiza, sino al agitado universo de celos, de violencia, de rebeldía y de frustración en que se debaten los protagonistas, mientras se esfuerzan, inútilmente, como la iguana, por romper las ataduras que coartan su libertad.

La acción se desarrolla en el hotel que regenta Maxine, cerca de Acapulco y dura apenas cuarenta y ocho horas; un breve lapso de tiempo pero suficiente para que se revelen los instintos y las pasiones reprimidas de los personajes con una violencia inusitada, pareja a la propia fuerza de los elementos desatados y como si atendieran a la imperativa llamada de la naturaleza.

Como ocurre con otros muchos personajes de Tennessee Williams, Shanon representa la misma angustia vital que atenazó al dramaturgo a lo largo de su azarosa existencia. Es un desequilibrado y prepotente ex-sacerdote, reconvertido ahora en guía de turismo; viejo conocido de Maxine, llega al hotel comandando un grupo de excursionistas con el deseo de encontrar un poco de paz para su atribulada existencia. Perseguido por sus demonios -al parecer sedujo a una menor apenas iniciada su andadura en el sacerdocio- y por su irrefrenable afición al sexo y al alcohol, da la medida de una personalidad irascible y torturada incapaz de acallar su sentimiento de culpa contra el que se revuelve una y otra vez. Antes de establecer una entente de conveniencia con Maxine, pasando a llenar el vacío producido por la muerte de su marido y a desempeñar el papel de reclamo para turistas femeninas, habrá de tener un encuentro trascendental con Hannah Jelkes y de perder quizá la última oportunidad de su vida de encontrar a alguien que comprenda su rara espiritualidad y que mitigue su soledad.

Hannah (espléndida Ana Marzoa) es un personaje excepcional, como lo es la dulce Blanche, de Un tranvía llamado deseo, como la frágil y delicada Laura, de El zoo de cristal, o como lo son tantas y tandas mujeres que componen esa insuperable galería de personajes femeninos que aparecen en sus obras. Hannah representa la abnegación, la lealtad y la pureza; arruinada su familia se ha convertido en una especie de buscavidas que va de hotel en hotel ganándose la vida como retratista ambulante mientras atiende solícita a su abuelo nonagenario y trata de mantener a flote su dignidad; exhibe fondo inextinguible de dulzura que nos reconcilia aunque sea provisionalmente con lo mejor de la condición humana.

Mas frío al principio, el espectáculo mejora a medida que la acción se va desarrollando, aunque no acierte a trasmitir toda la carga de voluptuosidad que encierra la obra, la tentación permanente del placer, del contacto físico, simbolizado por la pasión ardiente de Charlotte, por la presencia de los torsos desnudos de Pedro y de Pancho o por las insinuaciones de Maxine. Quizá el momento más logrado de la función sea como he dicho ese encuentro fallido de Hannah y Shanon unido al pasaje de intenso lirismo en que Nonno (Juan A. Quintana) recita su último poema, por fin concluido; se trata de un hermoso y emotivo canto de cisne que consigue que al espectador se le haga un nudo en la garganta.

Gordon Craig.

martes, junio 09, 2009

FOTOGRAFÍA. Tras un montón de años en el olvido, el Fondo fotográfico de Francisco Goñi ya lo podemos consultar todos a través de Internet.

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Corría el año 1980, y Santiago Bernal, relojero de profesión, y gran amante de la fotografía, en una de sus múltiples visitas a la casa de su buen amigo Félix Ortego, localiza casi sin querer, en el desván de la casa de la calle Olmillos, un montón de placas fotográficas, esparcidas por el suelo y sin ninguna protección. Nuestro protagonista, Santiago, las recoge y las traslada a las instalaciones de la Agrupación Fotográfica de Guadalajara. Santiago localiza en una de las placas una lápida que lleva esculpida la siguiente inscripción: “Familia Goñi”.



Tras un laborioso trabajo de investigación, Santiago Bernal, descubre la identidad hasta ahora desconocida del autor de las fotografías: Francisco Goñi y Soler. Francisco Goñi, era fotógrafo profesional y amigo personal del Rey Alfonso XIII, por lo que tuvo acceso, y por lo tanto pudo fotografiar escenas de la vida cotidiana del monarca y de algunos de sus viajes. Su labor como fotógrafo, colaborador habitual de las publicaciones del grupo Prensa Española, se desarrolló durante el primer tercio del siglo XX, primero en Madrid, y más tarde, sus últimos 18 años en Guadalajara, donde se traslada tras aprobar una oposición de funcionario de la administración. Francisco Goñi muere fusilado a comienzos de 1936 por su conocida militancia monárquica.



Sus fotografías, rescatadas del olvido y de una pero que muy probable desaparición, ahora, están accesibles para todos a un clic de ratón en Internet, tras ser digitalizadas y documentadas por un grupo de expertos que trabaja para el proyecto “los legados de la Tierra” de la Junta de Castilla La Mancha.



Las imágenes del Fondo Goñi están clasificadas en 14 grandes grupos: arquitectura civil, arquitectura religiosa, artes, deportes, milicia, oficios, política, realeza, religioso, retratos, toros, transportes, varios y vistas, lo que permite una visión de conjunto bastante certera a primera vista. Además el portal permite la búsqueda por texto libro mediante un cuadro de diálogo bastante simple tipo “google”.



Sin perder ni un minuto más os invito a daros un paseo por esta colección de fotografías que son una verdadera joya, y que gracias a la labor desinteresada de unas buenas personas ha llegado hasta nuestros días en buen estado.

Fondo Francisco Goñi.

Agrupacion Fotográfica de Guadalajara.

lunes, junio 01, 2009

TEATRO. La mujer por fuerza. "Regocijante comedia de enredo".

De Tirso de Molina.
Con: Beatriz Ortega, Alex Tormo, José Bustos, José Carrasco , Alicia González, José Maya y Chiqui Maya, alternativamente, y Ana Alonso.
Músico: Toni Madigán.
Dirección: José Maya. Guindalera Teatro.




Finea se ha enamorado secretamente del Conde Federico -a quien apenas si ha entrevisto un par de veces durante la breve estancia de éste en la casa familiar con ocasión de su viaje a Hungría- y decide convertirse a toda costa en su mujer, sin saber que Federico, por su parte, está rendidamente enamorado de la noble dama napolitana Florela, a quien ha dado prendas de casamiento. Para conseguir su objetivo de convertirse en “mujer del conde por fuerza” no dudará en disfrazarse de hombre, entrar a su servicio como escudero, seguirle hasta la corte de Nápoles e idear y ejecutar toda una serie de ingeniosas estratagemas que está a pique de volver loco al bienintencionado Federico.

Se trata de una de las comedias más sabrosas y disparatadas de Tirso, que en la adaptación de Amaya Curieses, alcanza tintes rocambolescos, convirtiéndose en una hilarante parodia de los valores más conspicuos de la factoría calderoniana, como la fidelidad, el honor, la fe, o la lealtad al Rey; así, el pobre Federico, se verá injustamente repudiado por Florela que le acusa de infidelidad; tendrá que defender su honorabilidad ante las tan graves como infundadas sospechas de Alberto, hermano de Finea; y por obediencia al Rey, en fin, se verá obligado a reconocer que ha seducido y raptado a una mujer a la que no ha visto jamás.

Salvada la frialdad inicial, así como una cierta extrañeza ante la inusual distribución del espacio -escenario central, con los actores permanentemente obligados a girar sobre sí mismos para no perderle la cara al respetable-, la obra se encarrila y los intérpretes consiguen conectar con los espectadores, que se entregan encantados a este juego de simulacros y de travestismo que tan caro le resultaba a nuestro fraile mercedario (y que, dicho sea de paso, le costó más de un disgusto con la jerarquía eclesiástica). El resultado es un más que notable ejercicio de genuina teatralidad sustentado sobre todo en el trabajo de los actores. Su dicción es cuidada y el ritmo del verso no menoscaba, salvo excepciones la libertad de movimientos, ni la transmisión de sentido, ni el flujo natural de las emociones, que el público percibe casi siempre con nitidez encomiable, desde la cercanía y la proximidad que una sala como ésta propician. Cabe destacar la tremenda naturalidad con la que Florela (espléndida Alicia González) evoluciona desde la confianza a la decepción, pasando por la sospecha o por los celos, hasta la cándida credulidad en las promesas de un inexistente Don Alonso de Aragón. El resto de los personajes hacen gala de incontables recursos de la comicidad en el gesto y en la expresión, y en particular, José Bustos y Alex Tormo; el primero, en un perplejo Conde Federico, pasmado ante el cúmulo de despropósitos y sin sentidos a los que tiene que enfrentarse; y el segundo, en un sorprendente doblete, transitando como la cosa más natural del mundo del enérgico Alberto, ora amigable y complaciente, ora impetuoso e iracundo, al obsequioso y pusilánime Marqués de Ludovico, demostrando en todo momento un riguroso control de las emociones y una admirable madurez artística.

Gordon Craig
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La mujer por fuerza. Sala Guindalera.