martes, septiembre 20, 2005

TEATRO. "Al menos no es Navidad". El virus de la tristeza.

De: Carles Alberola.
Con: Amparo Soler Leal, Asunción Balaguer, Alberto Delgado y Silvia Marty.
Ddirección: Carles Alberola
Madrid, Teatro Bellas Artes.



Esta pieza, novedosa dentro de la producción teatral de Carles Alberola, nos habla de nuestros mayores, de su heroica lucha por la supervivencia en soledad, abandonados a su suerte en residencias e instituciones de asilo por sus seres queridos, varados entre la nostalgia de un borroso pasado y el horizonte impostergable de la desaparición (“el espanto seguro de estar mañana muertos”, escribió Rubén Darío). Y nos habla también de la dignidad, y del orgullo, y de la incomunicación y de las heridas del tiempo. Y plantea preguntas incómodas, que soslayamos con frecuencia, pero que todos deberemos respondernos cuando llegue la hora de la verdad.

La acción, abierta -y un tanto deshilvanada-, recrea el monótono devenir de los días de las protagonistas, Sofía y Encarna, dos ancianas viudas recluidas desde hace varios años en una residencia para mayores. En el pabellón destartalado y solitario donde transcurre la obra el tiempo parece haberse detenido, sus ciclos no los marca el reloj, sino las ocasionales visitas de Yolanda, la enfermera y único vínculo de las internas con la realidad exterior, y las imaginarias visitas mensuales de Fernado, el hijo de Encarna.

Un buen día, después de siete años de ausencia, Fernando aparece de verdad y su presencia desencadena un verdadero terremoto. Vuelven los reproches y las explicaciones, y el encuentro se transforma en un verdadero ajuste de cuentas del que no salen indemnes las protagonistas que se ven impelidas a confesarnos su auténtico pasado, no el que han inventado, el que reinventan cada día para vacunarse contra el virus de la tristeza y hacer más llevadera su existencia. Al final, las piezas del puzzle terminan de encajar y se atisba una esperanza de reconciliación con el pasado. Aunque también, ese puzzle que se acaba pudiera ser una metáfora de que se ha cerrado definitivamente el ciclo y de que el final está próximo.

Pese a la debilidad de la trama, sustentada en la acumulación de anécdotas, algunas escenas, sobre todo en la segunda parte, a partir de la llegada de Fernando, encierran verdadera tensión dramática y brindan numerosas oportunidades de lucimiento a los intérpretes. Alberto Delgado en su breve aparición muestra un arrepentido Fernado, inseguro y asustado; Silvia Marty es Yolanda, una joven solícita, sincera y bienintencionada, parece profesar un auténtico cariño a las ancianas. Amparo Soler Leal y Asunción Balaguer encarnan espléndidamente a sus personajes. Mientras que Encarna se refugia en sus fantasías para superar la tristeza, Sofía parece enfrentar con más valentía la realidad, pero ambas son igualmente vulnerables. Jovial, ocurrente y lúcida la segunda, la primera, posee una reserva de firmeza y de energía extraordinaria. Exhiben ambas un fraseo espontáneo y vivaz, el ademán justo, e incorporan a sus personajes toda una variada gama de sentimientos y emociones que el público recibe alborozado.

Una historia creíble y unos personajes verosímiles; unos diálogos vivos con las dosis justas de ironía y buen humor; un tema, en fin, de candente actualidad abordado sin complejos y sin sensiblería. Un atinado y oportuno espectáculo.

Gordon Craig.

viernes, septiembre 16, 2005

¡HÚNDETE, HÚNDETE!

[Reproduzco un texto de Ignacio García May director de la RESAD, que vio la luz el jueves 15 de septiembre de 2005 en El Cultural. García May habla alto y claro, expone cual es la situación de la Cultura en este país, y también su hipocresía.]

La profesión teatral es, por definición, cobarde. Tiene un pretexto: al igual que el Patna, aquel tramp steamer (“más viejo que Matusalén y flaco como un lebrel”, según Conrad) donde Lord Jim navegaba por la costa de Batavia, nuestro teatro se mueve por un océano arisco, arbitrario y tormentoso, carente de regla alguna, de medidas objetivas, sean profesionales o políticas, a las que sujetarse. Uno nunca sabe de dónde vendrá la ola que te lleve por la borda, pero sí que no hay en el entrepuente salvavidas suficientes para todos. En estas circunstancias se activa, inmediato, el sálvese quien pueda. Y por eso el actor nunca critica al director, no sea que no cuente con él en su próximo reparto; por eso el director dobla la espalda ante el político, de quien depende exclusivamente su subvención; por eso el dramaturgo le ríe las gracias al director de periódico que, en cierta ocasión, dio la orden directa de pulverizarle en una crítica. No conozco un solo profesional que, en privado, hable bien de la actual y muy insuficiente ministra de Cultura; conozco muy pocos que se atrevan a reprobarla en público.Acaso conscientes de estas cobardías, los teatreros se arrojan de cabeza a los más inauditos combates, algunos incluso muy meritorios. Como Lord Jim, confían en que las batallas ganadas en otros frentes laven el recuerdo persistente de la noche en que abandonaron, a escondidas, el barco, sabiendo que a bordo quedaba todo el pasaje, deseando que el pecio se hundiera rápido para justificar su acción. Y a veces, durante un tiempo, lo consiguen. Un buen estreno, una buena crítica, una tarde caminando tras una pancarta de protesta cívica, ahuyentan los fantasmas del pasado y alimentan la sensación de formar parte de un oficio épico, heroico, rebelde, admirable. Pero los lectores de Conrad saben que el Patna no se hundió: desatendido por la tripulación, el venerable y renqueante vapor sobrevivió a la tormenta y llegó a puerto con el pasaje entumecido pero intacto. Desde el muelle, Lord Jim contemplaba la silueta espectral del vapor, sabiendo que todas las batallas son ilusorias cuando el miedo habita en lo más profundo de uno mismo.
Ignacio GARCÍA MAY

jueves, septiembre 15, 2005

LIBROS. Lecturas convulsivas. Charles Bukowski.

Por una vez y sin que sirva de precedente, la columna de hoy es un pequeño homenaje a un poeta, a un notable narrador: Charles Bukowski. El escritor maldito e inclasificable, y ni que falta que le hace, de la literatura americana.

Hablar de Charles Bukowski, es hablar de Henry Chinasky, el protagonista de toda su obra, su alter ego literario, su sombra, el doble que le ha acompañado desde que empezó a escribir. Hablar de Bukowski/Chinasky es hablar de otro sueño americano, aquel que ya vislumbraron Faulkner y Steinbeck, la verdadera realidad de muchos ciudadanos del nuevo imperio, la pobreza, los problemas familiares, los trabajos de mierda, la desesperación, la dureza real de la vida.

Cartero, su primera novela, describe sus malditos años como empleado de correos, su último trabajo antes de dedicarse a la escritura por completo. La novela termina diciendo: “Por la mañana era de día. Quizá escriba una novela, pensé. Y eso hice”. Bonito final, el de una mente lúcida después de una borrachera monumental, quizás con resaca de vodka, pero una verdadera premonición que se convirtió en realidad, primero porque escribió una novela: Cartero, y segundo porque a partir de aquí no dejó de escribir.

Su obra se divide en seis novelas, algunas son las siguientes: Cartero, Mujeres, La senda del perdedor, Hollywood, Pulp, etc. Libros de relatos como: La máquina de follar, Hijo de Satanás, Escritos de un viejo indecente, etc. Algunos libros de autobiográficos y de memorias y su poesía, imprescindible para conocer al Bukowski íntimo, en poemarios como: El infierno es un lugar solitario, Lo más importante es saber atravesar el fuego, etc.

Leer a Bukowski, es entrar en otra dimensión, su humor negro, su sátira recalcitrante, su estilo muy de la calle, cargado de tacos y expresiones del lenguaje coloquial, lo hacen diferente, original, subversivo, divertido, grande, inmortal. La lectura de Bukowski os va a crispar los nervios, os va a quitar el sueño, también os va a divertir, pero disfrutad de ella, porque nadie describe como él, la vida, la de verdad, el fracaso que se esconde en cada esquina y nos espera a todos sin distinciones de ningún tipo, el mismo que tanto teme la sociedad de hoy en día. Se le puede tachar de borracho, de mujeriego, de drogadicto, de buscavidas, de obseso sexual, de viejo indecente, no sé cuantos adjetivos calificativos más añadir, pero Bukowski, en realidad, es un gran escritor, aparte de todo lo anterior.

Doctor Brigato.

Referencias bibliográficas: Cartero. Mujeres. Pulp. Hijo de Satanás, Escritos de un viejo indecente, etc. Charles Bukowski. Barcelona: Anagrama. Colección Compactos Anagrama.

lunes, septiembre 12, 2005

TEATRO. Tres sombreros de copa. "Insólita despedida de soltera".

De: Miguel Mihura.
Con: Cipriano Lodosa, Ángeles Martín, Miguel de Grandy, Carlos Urrutia, Jordi Soler, José Luis Coll, Carmen Martínez Galiana y otros.
Escenografía: Gil Parrondo. Dirección: Gustavo Pérez Puig.
Madrid, Teatro Príncipe Gran Vía.



Antes de verano reseñábamos aquí Melocotón en almíbar y nos felicitábamos de que en la celebración del centenario del nacimiento de Miguel Mihura la iniciativa privada nos brindase la oportunidad de asistir al montaje de alguna de sus obras, condenadas, por cierto, al ostracismo por el teatro público, pese a tratarse de un autor de referencia en la dramaturgia de posguerra, e impulsor, junto a Jardiel Poncela, de la renovación del humor en el teatro español del medio siglo. La película de Garci este agosto, basada en Ninette y un señor de Murcia, el musical sobre Maribel y la extraña familia, y ahora este reestreno, bajo la batuta de Pérez Puig, de su obra más emblemática amplían la oferta y posibilitan el conocimiento del legado teatral de Mihura permitiendo, a la vez, reflexionar sobre su vigencia.

La acción de Tres sombreros de copa transcurre en una sola noche, precisamente la víspera de la boda del protagonista. Dionisio ha vivido hasta ahora inmerso en un mundo convencional y mediocre, en el que va a quedar definitivamente anclado mediante su matrimonio. Pero, de pronto, se cruza en su camino Paula y a lo largo de una tan intensa como insólita velada a su lado va a descubrir otro mundo, otra vida que desconocía por completo: la pasión, la aventura, la libertad. Aunque terminará siendo arrastrado al futuro de una existencia gris por el bienintencionado Don Rosario.

La pieza muestra la fértil imaginación del autor en la elaboración de las tramas y en la construcción de los diálogos; es exponente, asimismo, de una extraordinaria libertad creadora que se plasma tanto en la introducción de situaciones inverosímiles y personajes pintorescos, como el “bombero triste” o el “indio pensador”, como en el cultivo de un humor de situación -“blanco”, han llamado algunos, “inofensivo, limpio de intenciones”, reconocerá él mismo-, basado en el malentendido y en la comicidad verbal, con réplicas llenas de frases ingeniosas que rompen la lógica del discurso de los personajes según el mejor estilo de los Hermanos Marx. Ahora bien, todo ese alarde de finura e ingenio verbal con ramalazos de absurdo que en su día pudo constituir una bocanada de aire fresco en el irrespirable ambiente de las peores comedias de evasión tenía fecha de caducidad, y hoy es el día que suena a retórica vacía, lastrando en exceso el desarrollo de una acción y de un conflicto, el del individuo con la sociedad, que encarna el protagonista, ese sí valor permanente de la obra y potencialmente operante a condición de adoptarse un planteamiento escénico adecuado a la realidad social y teatral contemporánea.

Mihura está muerto y enterrado y no se si el mejor homenaje que puede dispensarse a su obra es hacer un trabajo de arqueología. Una puntual adaptación de expresiones en desuso, una mínima poda de sus excesos retóricos y algún cambio de énfasis y de estructuración de los climax con una potenciación del drama principal de frustración y de carencia de libertad y no sólo del desvalimiento y del patetismo que trasmite Dionisio no haría mal a nadie, borraría la patina del tiempo que se suele acumular sobre los textos con el paso de los años y haría más incisivo su mensaje central sacando más partido al enfrentamiento Paula-Dionisio cuya sensibilidad, ilusiones y deseos insatisfechos desbordan las vivencias de unos seres terriblemente humanos.

Pero sobre gustos no hay nada escrito, y el público, discordante al parecer con nuestro juicio, parece disfrutar con el espectáculo y con sus artífices, a juzgar por el menudeo de carcajadas a lo largo de la representación y de la larga y cerrada ovación con que premió el espectáculo a la caída del telón.

Gordon Craig.

martes, septiembre 06, 2005

► LECTURAS CONVULSIVAS. Una invitación. Sin complejos.




Desde hace un tiempo, no ya tan cercano aunque cueste reconocerlo, disfruto de un placer que al parecer se va olvidando, poco a poco: la lectura. Desde aquí me gustaría invitar a todo ser viviente, y a los que no viven también, a que se acerque a él y se dejen llevar. Estos días tan grises y tristes de invierno que se avecinan, son propicios para la lectura, pero cualquiera es bueno, porque, qué me decís, de los días de primavera en los que los rayos de sol empiezan a colarse por los cristales y atizan de pleno a tu sillón favorito, ese que ya tiene tu hueco personal dibujado, ¡demasiado! Como un día sin más es ideal, también cualquier sitio es apropiado para abrir un libro y empezar a disfrutar, tampoco vamos a poner pegas por todo. No soy responsable, y lo advierto de antemano, de los efectos secundarios, los síndromes de abstinencia, o de las crisis de ansiedad que se produzcan en el transcurso de la lectura de los volúmenes imprescindibles que vamos a invitar a compartir. No lo repetiré más adelante.
Tomo prestado, pero sin permiso, como título de cabecera de la columna: “Lecturas convulsivas”, de la obra homónima de Félix de Azúa (*), que recomiendo sin paliativos ya que sale a colación. Según el diccionario ideológico del castellano Julio Casares, entendemos por convulsión: “movimiento y agitación involuntarios de contracción y estiramiento de uno o más músculos del cuerpo que produce excitación e inquietud”. Quería definir la palabreja para que nadie se venga a engaño luego, porque no quiero escuchar en el futuro comentarios o quejas del tipo: bueno es que yo entendí lecturas, lecturas recomendadas, y joder no esperaba este tipo de cosas, es que son muy fuertes.
Aprovecho también para presentarme, Doctor Faustus. Todos habréis oído hablar de mi alguna vez, o habréis leído sobre mis hazañas y desventuras, por lo tanto no voy a dar más explicaciones al respecto. Sólo me gustaría recordar que mis poderes superan muchas veces los límites de la naturaleza, por lo que el viaje que os propongo puede ser excitante pero también peligroso, asumámoslo sin complejos, dejémonos llevar, y disfrutemos.

Doctor Faustus.

(*) “Lecturas Convulsivas: una invitación”, por Félix de Azúa. Barcelona: Anagrama, 1998.

domingo, septiembre 04, 2005

TEATRO. Exilios: "Suspiros de España".

A partir de textos de: Inmaculada Alvear, José Ramón Fernández, Luis Miguel González, Guillermo Heras, Raúl Hernández, Juan Mayorga, Luis Mario Moncada, Susana Torres y Ángel Solo.
Con: Amaranta Osorio, Cecilia Pérez, Gerardo Quintana, Mariano Rochman, Ángel Solo y Maite Troitiño.
Teatro del Astillero. Dirección: Guillermo Heras.
Madrid, sala Cuarta Pared.



Incansable, la sala Cuarta Pared, que no ha cerrado por vacaciones, arranca la temporada el mismísimo 1 de septiembre adelantándose al resto de las salas madrileñas a quienes parece costarles trabajo sacudirse la modorra de este tórrido verano. El encargado de esta proeza es el grupo del Astillero, con trabajos de sus integrantes habituales, Heras, Mayorga, Fernández, Hernández Garrido y González-Cruz, a cuyos textos se suman los de otros jóvenes dramaturgos argentinos y mexicanos para abordar un tema de permanente y dramática actualidad.

La múltiple autoría propicia una visión caleidoscópica de una realidad, a su vez, multiforme y proteica, dando lugar a un relato que recuerda a veces a los precisos apuntes de Mario Benedetti en su inolvidable Geografías, aunque el resultado se nos aparece como más reiterativo y difuso. Hay un esfuerzo notable de indagación en el fenómeno del exilio y en sus múltiples caras, tanto en lo que tiene de catástrofe social, éxodo, desarraigo, injusticia, miseria económica; como en lo que tiene de tragedia personal y humana, la dificultad para restañar cicatrices, la imposibilidad del reencuentro, la desmemoria o la conciencia de derrota que habitualmente acompañan a la condición de exiliado. Pero el hilo conductor del montaje, un oportuno recordatorio del exilio español republicano –soportado a veces en imágenes un tanto manoseadas, todo hay que decirlo-, no acaba de dar coherencia a un espectáculo en exceso heterogéneo y fragmentario.

Hay cuadros realmente valiosos, como el despiadado relato que un policía de la Gestapo hace del suicidio de Walter Benjamín a dos pasos de la frontera española o el castizo y mordaz relato del encuentro de Luis Buñuel y José Luis Sáenz de Heredia, trazado con singular brío y gracejo por Luis Miguel González Cruz; otros en cambio, devienen estampas que resultan anecdóticas y hasta extemporáneas. La puesta en escena es en general convencional y el tono actoral irregular.

Está bien recordar y nunca sobra la denuncia que conduce a la reflexión y al análisis sin prejuicios de situaciones de injusticia pasadas o presentes, pero hay que estar vigilantes para no caer en el tópico o en el victimismo, dos perniciosas formas, por cierto, de “exilio”, que pueden desactivar, cuando no condenar a la esterilidad actitudes críticas bienintencionadas.

Gordon Craig.