martes, agosto 30, 2011

1000 razones para no dejar de leer: la perfecta compañía y la perfecta soledad.


"Quien se aproxime a alguien que no le ha hecho ningún daño con el propósito de arrebatarle su perfecta soledad, que se pregunte antes si se siente con fuerzas de transportarle a una perfecta compañía y, si no se ve con esa capacidad, que, por favor, se abstenga, salvo casos de fuerza mayor".

Javier Gomá. Babelia, 27 de Agosto de 2011.

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miércoles, agosto 24, 2011

miércoles, agosto 17, 2011

TEATRO. El chico de la última fila. "La pizarra vacía".


De Juan Mayorga.
Con: Miguel Lago, Olaia Pazos Samuel Viyuela, Sergi Marzá, Rodrigo Sáenz de Heredia y Natalia Braceli.
La fila de al lado. Dirección: Víctor Velasco.
Madrid, Sala Cuarta Pared.




Germán, profesor de lengua y Literatura en un instituto de Enseñanza Media, descubre una tarde, entre el montón de redacciones insulsas y chapuceras que está corrigiendo, la de Claudio, un alumno callado y tímido que parece haberse tomado en serio el trabajo de escritura. Juana, la mujer de Germán, con la que éste intercambia habitualmente impresiones sobre sus alumnos mientras está corrigiendo, cree que Claudio no es trigo limpio y que su redacción peca cuando menos de indiscreción, por descubrir aspectos demasiado íntimos de los “protagonistas” de su relato, los miembros la familia de un compañero suyo de clase. Pese a compartir las reticencias de Juana, espoleado por la íntima satisfacción -¿vanidad?- que le provoca haber encontrado a alguien que comparte con él la pasión por la literatura, Germán se sobrepone a los escrúpulos morales que le asaltan y alienta a Claudio para que siga escribiendo. Así se inicia una trama que se complica con las relaciones de Claudio con su compañero Rafael y con las interioridades de la vida de los padres de éste incorporadas a través de las informaciones que proporcionan las sucesivas entregas de Claudio. La acción avanza en varios frentes simultáneos según varias líneas de conflicto que se alimentan entre sí hasta formar una intrincada maraña en la que se ven implicados todos los personajes.

De estructura muy compleja, debido a la absoluta libertad compositiva de que hace gala el autor, la pieza es muy rica también desde el punto de vista temático y proporciona al espectador múltiples elementos para la reflexión, desde la dificultad de las relaciones de pareja a la vacuidad del arte contemporáneo pasando por el valor de la poesía o por cuestiones de orden más teórico sobre la relación entre literatura y realidad o sobre el proceso mismo de escritura. Pero sobre todos estos aspectos sobresale, sin duda, la peculiar relación que se establece entre profesor y alumno; cómo el primero se reconoce en el segundo y aspira a modelarlo a su gusto, a hacer de él alguien a través del cual superar sus propios errores y frustraciones. Por su parte Claudio se sirve también del profesor para sus propios fines y no duda en hacerle incluso chantaje para congraciarse con Rafael y ganarse la confianza de sus padres quienes le franquean el acceso a su casa y a su privacidad.

El montaje de Víctor Velasco logra a duras penas conjurar las dificultades de la puesta en escena de una pieza tan compleja; mal que bien, mediante un sistema de iluminación sectorializada -a base de múltiples flexos que se van encendiendo en distintos lugares al paso de los personajes, todos ellos presentes en escena-, consigue crear la ilusión de ese constante ir y venir de los personajes por espacios cambiantes, ese trasvase continuo de uno a otro plano de la narración al que aludíamos arriba. En cambio, en mi opinión, son contadas la ocasiones en que la puesta en escena revela la verdadera dimensión de esa conflictiva e inquietante relación que se establece entre profesor y alumno, de ese intento mutuo de manipulación del otro y las implicaciones de orden moral que tal conducta acarrea. Revela, a ratos, el lado cómico de las actitudes de los personajes y lo paradójico de su comportamiento, pero escamotea esa intensa sensación de peligro que trasmite Claudio cada vez que se dispone a traspasar la frontera de lo moralmente aceptable, ese hormigueo de placer un tanto enfermizo que experimenta Germán ante la osadía creciente de Claudio, o la sensación de suspense que transmite cada “continuará” con el que Claudio amenaza con invadir más y más en la vida privada de la familia de Rafa; percibimos asimismo de manera borrosa el desasosiego de Ester ante su intimidad vulnerada, la repugnancia creciente de Juana o la profunda humillación a la que Germán somete a Rafael, cuando tras corregir en público uno de sus trabajos de redacción delante de todos los alumnos va borrando del encerado todas las frases que contienen errores gramaticales hasta dejar la pizarra vacía.

El trabajo actoral es meritorio. Los personajes adultos quedan un tanto desdibujados en tanto que Samuel Viyuela y Sergi Maza tienen mayor credibilidad en su papel de adolescentes. Cabe decir, en fin, en honor a la verdad, que el público secundó con muestras de asentimiento las pullas y la ironía de Germán (Miguel Lago), rió algunas de sus frases ingeniosas y aplaudió con entusiasmo a la caída del telón.

Gordon Craig.

Sala Cuarta Pared. El chico de la última fila.