viernes, marzo 31, 2017

TEATRO. Early adventures. "Five o´clock tea".

De Matthew Bourne.
    Coreografía y dirección: Matthew Bourne.
    Escenografía y vestuario: Lez Brotherston.
    Elenco: Joao Carolino, Reece Causton, Tom Clark, Daniel Collins, Paris Fitzpatrick, Sophia Hurdley, Mari Kamata, Jamie McDonald y Edwin Ray.
    Música: Elgar, Bach, Copin, Offenbach, Nöel Coward, Percy Grainger, Charles Trenet, Margueritte Monnot y Edith Piaf, entre otros.
    Diseño de luces: Lez Brotherson.
    Diseño de sonido: Paul Groothuis.
    Madrid. Teatros del Canal. 16 de marzo de 2017.



    
Matthew Bourne es uno de los más prolíficos y galardonados coreógrafos del Reino Unido. Dedicado a la danza durante más de 30 años ha creado y dirigido espectáculos de danza para las compañías Adventures in Motion Pictures (1987) y New Adventures, fundada en 2002. Entre sus creaciones para ópera, teatro y cine, cabría destacar su trabajo para musicales clásicos como Oliver, My Fair Lady o Mary Poppins así como su participación en Billy Eliot, la espléndida película de Stephen Daldry.

    Con Early Adventures, que puede verse estos días en los teatros del Canal, celebra Matthew Bourne el trigésimo aniversario de la compañía recuperando algunas de las obras más conocidas de su dilatada producción coreográfica. Se trata de un programa triple integrado por “Town and Country”, “The infernal Galop” y la pieza breve “Watch with Mother”. Todas tienen en común el estar ambientadas en la Inglaterra de los años 40 o 50 del siglo XX. Una toma de distancia suficiente para proyectar una mirada entre irónica y nostálgica hacia un tiempo pasado no tan lejano del nuestro como a veces estamos inclinados a pensar.
 
    Para quienes teníamos apenas una vaga referencia de su labor creadora, sobre todo a través de las películas realizadas a partir de alguno de los musicales mencionados arriba, este montaje nos proporcionan a los aficionados a la danza-teatro la oportunidad de entrar en contacto directo con su obra y disfrutar del trabajo de este brillante y aclamado coreógrafo, cuya excelencia radica -como ha dicho algún crítico-, en servirse de la estructura y modelos de la danza clásica para subvertirlas. En efecto, a poco que estemos familiarizados con el ballet clásico, reconoceremos tras estas divertidas parodias de Matthew Bourne, poses y patrones de movimiento de las más conocidas coreografías del repertorio Romántico.
 
    En “Watch with Mother” el autor nos traslada a las bulliciosas aulas y patios de recreo de una escuela primaria de mitad del siglo pasado. Lavados, repeinados y embutidos en los pantaloncitos cortos de sus impecables uniformes un grupo de niños y niñas saltan, corren, juegan al corro o hacen sus ejercicios gimnásticos mientras dilucidan sus pequeñas querellas. Divertidos pasos de baile y un ritmo endiablado dan cuenta de la frenética actividad infantil, cuyos buenos modales y cortesía dan paso, a veces, al trato cruel o a las rivalidades y pulsiones de la emergente pubertad.
 
    “Town and Country” y “The infernal Galop”, están asimismo tocadas por el humor, por esa pizca de añoranza de tiempos mejores y por la gracia y el ingenio inagotable de Matthew Bourne para jugar con el movimiento y la expresión de los actores. Todo ello a través de la evocadora música de Edward Elgar, Chopin, Noël Coward, Percy Grainger o Edith Piaf, entre otros. Ambas constituyen sendas parodias de algunos tópicos conspicuos de la sociedad inglesa y francesa de la época. La primera pieza se abre con los acordes de la Marcha nº 1 de “Pompa y Circunstancia” de Elgar a cuyo ritmo hacen su entrada triunfal el hall de un hotel de lujo un grupo de jóvenes miembros de una clase ociosa y adinerada vestidos con sus impecables trajes de tweed, bombines y pañuelos de seda dispuestos a correrse una francachela. La segunda de las obras termina con el elenco al completo bailando una versión lánguida y edulcorada del ruidoso Can Can de Offembach que haría las delicias de los habituales a las “soirées” de Le Moulin Rouge.
 
    Entre ambas hay lugar para cuadros de una excepcional calidad artística, verdaderos alardes de perfeccionismo formal con marcados contrastes de tonos y perspectivas, desde los deliciosos duetos del baño de una pareja de estos jóvenes dilentantes atendidos por sus respectivos ayudas de cámara, o el furtivo coqueteo de dos señoritos engominados mientras toman el té de las cinco antes de dar rienda suelta a su ardorosa pasión, hasta el descacharrante duelo de dos fornidos marineros por ver quién “mea más alto” en unos urinarios públicos del París más castizo, o la estremecedora recreación del Himno al amor de Edith Piaf en la atmósfera grisácea y fría de las orillas del Sena.
 
    Particularmente hilarantes resultan algunos cuadros de la segunda parte de “Town and Country”. En medio de una bellísima reproducción en tonos pastel que parece sacada de alguna de esos grabados antiguos de una aldea perdida la campiña inglesa, con sus suaves colinas verdes sus casitas techadas de paja y la iglesia parroquial de fondo, toscos aldeanos disfrutan haciendo piruetas con sus zuecos recién estrenados, imitan los movimientos repetitivos de las tareas cotidianas, o el revoloteo de bandadas de pájaros en el luminoso atardecer.
 
    Divertido, irónico, técnicamente impecable y de una extraordinaria factura plástica este espectáculo constituye una delicia para los sentidos, un verdadero canto a la belleza.
 
    Gordon Craig.


Early Adventures. Teatros del Canal. 
 

1000 razones para no dejar de leer. Moby Dick de Herman Melville.

"Pero cuando un hombre sospecha algo que no está bien, ocurre a veces que, si ya está metido en el asunto, se esfuerza sin sentido en esconder sus sospechas incluso ante si mismo".

Moby Dick de Herman Melville.

lunes, marzo 27, 2017

TEATRO. Ushuaia. "Hermosa historia de un amor imposible ".

Autor: Alberto Conejero.
Con: Daniel Jumillas, José Coronado, Ángela Villar y Rosa Delcán.
Escenografía: Alessio Meloni.
Música y espacio sonoro: Iñaki Rubio.
Dirección: Julián Fuentes Reta.
Madrid. Teatro Español. Hasta el 16 de abril de 2017.



Tiene escrito Alberto Conejero que “Cada obra es un laberinto donde espera un Minotauro que nos recuerda que, como todo misterio, la vida siempre tiene algo maravilloso y monstruoso a la vez”. Traigo a colación estas palabras porque definen quizá mejor que ninguna otra la esencia de la obra que nos ocupa: “Ushuaia”, que puede verse estos días en el teatro de la madrileña plaza de Santa Ana.

Este joven dramaturgo (Jaén, 1978) que ya consiguiera con “Húngaros”, en el 2000, el Premio Nacional de Teatro Universitario, saltó a primer plano de la actualidad el año 2015 al alzarse con el prestigioso premio Ceres al mejor autor teatral por “La piedra oscura”, obra cuyo montaje dirigido por Pablo Messiez fue un rotundo éxito de crítica y público.

Ushuaia responde al nombre de una remota comarca argentina situada en los confines del hemisferio austral, al otro lado del estrecho de Magallanes. En este inhóspito emplazamiento de clima extremo y apartado de la civilización es precisamente donde ha ido a buscar refugio Mateo, el protagonista, para intentar mantener vivo, en la soledad de los bosques frondosos, el recuerdo de un oscuro pasado cuyos fantasmas se niegan a abandonarle. Aquejado de una progresiva pérdida de visión se ve obligado a contratar a una joven asistenta, Nina, para que le ayude en las tareas domésticas. La llegada de esta intrusa, cuyas verdaderas intenciones están muy lejos de ser las que aparenta -su deseo expreso de buscar, a su vez, sosiego para su espíritu-, introduce un elemento desestabilizador en la vida de Mateo, constituye el desencadenante de la acción y precipita el desenlace de la misma con un Mateo decidido por fin a emprender el viaje hacia la noche y a liberarse de sus recuerdos poniendo fin al sentimiento de culpa que le corroe por dentro.

Antes de llegar a ese punto se habrá ido desvelando poco a poco el misterio, la trágica historia de amor y de muerte vivida por el protagonista y que habría de marcar definitivamente su existencia futura; una historia que como decíamos arriba, con palabras del propio autor, tiene algo de maravilloso y algo de monstruoso a la vez. Una historia de la que no puedo proporcionar más datos para no adelantar el desenlace, terrible y hermoso, y privar al espectador del placer de descubrirlo por sí mismo.

Se trata de un texto de gran hondura humana que pone al descubierto la delgada línea que separa a veces el lado más luminoso de la existencia del hombre: el amor, la amistad, la confianza o la entrega generosa a una causa, de los aspectos más oscuros de su comportamiento, como pueden ser el engaño, la traición, la violencia o la muerte. Una obra que combina escenas de un intenso dramatismo, que recrean la pasión desatada de unos seres, jóvenes, impulsivos, sometidos a la excepcional situación de una guerra, con otras donde el pasado ora se remansa en los meandros del recuerdo, ora se exacerba instigado por los remordimientos; y con otras, en fin, que ofrecen enormes posibilidades para el juego escénico, para la simulación, las medias verdades, o el ocultamiento de intenciones y propósitos que define la relación entre los personajes principales, Mateo y Nina.

Y no sé si Fuentes Reta, el director del montaje, saca todo el partido posible a ese texto exuberante, pródigo en contrastes pasado/presente y de un elevado vuelo poético.

Proporciona, en todo, caso ocasiones para el disfrute de buen teatro de la mano de un elenco entusiasta capitaneado por el veterano José Coronado en el papel principal. A quien encuentro más monocorde y menos contrastada es a Ángela Villar en el papel de Nina. No alcanzo a ver esa doblez de su personaje hasta que la llamada telefónica a su “confidente” lo hace evidente. Lo contrario ocurre con Mateo que desde el principio sospecha de las intenciones de Nina y la sigue el juego convirtiéndola en emisaria de la verdad, en propagadora del contenido de un secreto que de otro modo quedaría para siempre enterrado con él en la tumba. De cabellos luengos, voz acordada y profunda, José Coronado presta a Mateo los ademanes pausados y el continente grave de un venerable anciano, el desaliño y la desconfianza de un Robinsón y el carácter enigmático y compasivo de Próspero. Daniel Jumillas y Olivia Delcán dan vida respectivamente a Matthäus y a Rosa, él un rutilante capitán de la Wehrmacht y ella una heroica resistente judía de Tesalónica durante la ocupación alemana; dos jóvenes idealistas, apasionados arrastrados por la guerra a un torbellino de sentimientos encontrados porque ambos pertenecen a dos mundos irreconciliables.

Gordon Craig.

Teatro Español. Ushuaia.

martes, marzo 21, 2017

MÚSICA. Alejandro Escovedo regresa a Madrid.



Recordaba Alejandro Escovedo el otro día en la Sala El Sol el grato recuerdo que tenía del concierto que dio en Madrid allá por el año 2012. Y yo recuerdo que aquel fue el momento en el que yo y sus canciones nos cruzamos por primera vez. ¡Bienaventurado encuentro!

Dice Alejandro Escovedo en Abc sobre sus nuevas canciones: “que la vida es hermosa, que siempre hay algo misterioso, enigmático en ella, que hace que valga la pena vivirla. El disco habla sobre hacerse viejo y sobre seguir amando el rock'n'roll a pesar de todo, también sobre la nostalgia de los amigos que se fueron quedando por el camino […]. El amor por la música es lo más importante, sin ella no hay vida para mí”.

Habla Escovedo de vivir la vida, de los amigos, del amor por el rock and roll sin el que la existencia no tendría sentido. Y uno comprende mejor porque Alejandro Escovedo en cada concierto te pone la piel de gallina; porqué te eleva a otra dimensión, porqué despierta sentimientos que andan escondidos en tu día a día en tu monótona cotidianidad. Y todo ello aderezado de su virtuosismo a la guitarra, de la magia de su cavernosa voz, de la intensidad melódica de sus canciones que convierten sus recitales en una experiencia sensorial total.


Fotografía cortesía de Joe Herrero.
Aquí puedes ver más fotos de Joe Herrero.

martes, marzo 14, 2017

FOTOGRAFÍA. Pequeñas fotografías. Niebla. Ballesteros de Calatrava, Ciudad Real.

Pequeñas fotografías. Canon G7X.


Ballesteros de Calatrava, Ciudad Real.

1000 razones para no dejar de leer. El Palacio de los Sueños. Ismail Kadaré.

"Recordó a su abuela, en una ocasión en que le había preguntado: Abuela ¿por qué cuchicheas en voz alta? Para que seamos dos, hijo, le había dicho ella, para no sentirme sola".

El Palacio de los Sueños. Ismail Kadaré.

jueves, marzo 09, 2017

TEATRO. Vientos de Levante. "… Este vals que se muere en mis brazos".


Autor: Carolina África.
Con: Trigo Gómez, Carolina África, Paola Ceballos, Jorge Mayor y Pilar Manso.
Escenografía: Almudena Mestre.
Espacio sonoro: Nacho Bilbao.
Dirección: Carolina África.
Madrid. Teatro Español. 25 y 26 de febrero de 2017.



Tras el éxito de crítica y público de Verano en diciembre (premio Calderón de la Barca 2012), en el marco de un ciclo organizado por el teatro Español para difundir el trabajo de los autores más jóvenes, llega a la cartelera madrileña Vientos de Levante, la nueva pieza de la actriz, poeta y dramaturga Carolina África (Madrid 1980) con la fuerza de un vendaval, como la del viento del este que, cuando sopla en la bahía de Cádiz, enerva y trastorna a los personajes de la obra.

Impulsora junto a Laura Cortón y Almudena Mestre de “La Belloch” teatro, una de las múltiples iniciativas con las que cada año, cada mes, casi, se renueva el panorama teatral madrileño dando muestras inequívocas de la pujanza y del buen momento en el que se encuentra este arte secular, Carolina África cultiva lo que podríamos denominar una poética de lo cotidiano. Sus personajes son seres del común que se debaten por salir a flote entre las rencillas familiares, las inseguridades e incertidumbres de cada día, los sueños, la soledad, el desamor o la angustia ante la enfermedad y la muerte.

En este caso los protagonistas son: Pepa, una psicóloga que comparte su jornada entre un hospital y una institución para enfermos mentales, su amiga Ainhoa, una escritora en ciernes que viaja a Cádiz, donde ejerce Pepa, para pasar unos días de vacaciones con ella al lado del mar en busca de inspiración, y Sebas, un enfermo en estado avanzado de ELA (esclerosis lateral amiotrófica) que trata de aferrarse a los pocos asideros que le quedan para combatir su angustia y desesperación mientras se van manifestando progresivamente los efectos devastadores de su dolencia. La casualidad hará que las dos personas con las que Ainhoa comparte asiento en el tren que la lleva hacia el sur irrumpan en su vida y den un vuelco a sus expectativas de futuro.

Con un lenguaje sencillo, directo, desenfadado, plagado de frases ingeniosas y giros propios del registro coloquial, la autora arma una trama sólida e impele la acción -aun con altibajos- hasta un desenlace de alta intensidad poética. Por el camino quedan escenas chuscas, entrañables, pintorescas, divertidas, y hasta descacharrantes, como la merienda en playa de toda la tropa, para dar cumplimiento a uno de los cinco últimos deseos que quiere satisfacer Sebas antes de su anunciada partida: presenciar una puesta de sol rodeado de sus amigos bebiéndose unos vasos de un buen vino de la tierra.

Los actores, en general, sirven con oficio, entusiasmo y donaire a las ganas de vivir y de soñar de los personajes y a una actitud -de filiación casi estoica, senequista- de aceptación de la realidad que impregna su comportamiento y que constituye uno de los ingredientes fundamentales de la obra. Maxi y Antonio, nos recuerdan en su desamparo a alguno de los personajes marginales de las Noches de amor efímero de Paloma Pedrero, pero también la locuaz y voluntariosa Ascen (Pilar Manso) un ama de casa frustrada ante un horizonte vital acotado por sus responsabilidades familiares y Juan (Jorge Mayor), varado en una existencia opaca, coartado por su timidez, por su torpeza y por su falta de valor para sincerarse con la ingenua y soñadora Ainhoa (Carolina África).

Junto al humor, al que ya he hecho referencia arriba, la obra esconde algunas escenas de de gran fuerza dramática que, si bien no se perciben con la intensidad que sentía el amor don Perlimplín (“como un hondo corte de lanceta en mi garganta”), constituyen al menos una punzada de emoción genuina. Y es que uno no puede dejar de verse afectado por los inevitables brotes de rebeldía de Sebas ante la adversidad o por sus continuos y urgentes mensajes cifrados de socorro; ni puede eludir vibrar en lo más íntimo cuando Pepa accede a cumplir el último de sus deseos, bailando abrazada a él unos compases del “Pequeño val vienes” lorquiano, que, en la voz rota de Silvia Pérez Cruz, resuenan en la playa desierta a la luz de la luna. La otrora desenvuelta y dicharachera Pepa (Paola Ceballos) ahora turbada por la compasión, el llanto y los vapores del vino y el ya balbuciente y en extremo deteriorado Sebas (Trigo Gómez) firman aquí una escena de las que hacen historia.

Gordon Craig.

Vientos de Levante. Teatro Español.
 

viernes, marzo 03, 2017