viernes, noviembre 18, 2011

TEATRO. Noches blancas. "Una hermosa historia de amor y de sueños".

De Fiodor Dostoievski. Adaptación de Ángel Gutiérrez.
Con: María Muñoz y Carlos Herencia.
Dirección: Ángel Gutiérrez.
Madrid, Teatro de Cámara Chejov.



Noches blancas es una novelita corta de inspiración romántica de un joven Dostoievski que ya anticipa, aunque de manera todavía incipiente, su predilección por personajes solitarios, infelices, de mentes desequilibradas, sometidos al dictado de sus pasiones o abrumados por el sentimiento de culpa. Aunque no tan autodestructiva, la patología que aqueja a los personajes de esta obra, su propensión a la fantasía y a la ensoñación, no es menos dañina para el espíritu y puede acrecentar hasta límites difícilmente soportables las consecuencias de un fracaso amoroso.

Porque de una historia de amor es de lo que se trata, de una conmovedora y entrañable historia de amor que protagonizan Nastenka, un joven ausente y el narrador, reconvertido en la versión para la escena en un personaje que se refiere a sí mismo como “el Soñador”. Desaparecida la figura del narrador en primera persona omnisciente que monopoliza el relato de los hechos presentándolos desde una perspectiva única, los personajes adquieren mayor grado de autonomía y el diálogo narrativo se convierte en una auténtico diálogo dramático, fluido, espontáneo, mediante el cual se pueden expresar en sus justos términos los elementos esenciales del conflicto. Con la desaparición del narrador desaparece también la perspectiva levemente irónica del texto originario acentuándose su tonalidad lírica. La omisión del breve epílogo con el que concluye el relato y alguna que otra modificación en el final de la noche cuarta conducen a un desenlace excepcionalmente intenso que sacude las fibras más sensibles del espectador y le pone un nudo en la garganta.

La puesta en escena es de una sobriedad monacal. Sin apenas elementos escenográficos, auxiliados tan sólo por una sugerente ambientación musical que subraya ocasionalmente el estado anímico de los personajes, recae sobre los actores toda la responsabilidad de recrear la profunda humanidad y el complejo entramado espiritual de estas dos criaturas nobles, casi angelicales que con meticulosidad de relojero ha creado Dostoievski. Tanto María Muñoz como Carlos Herencia, bajo la batuta sabia y experimentada de Ángel Gutiérrez, hacen un trabajo extraordinario. La primera da vida a la joven Nastenka, casi una chiquilla de sonrisa franca y mirada cálida, vivaracha y jovial; cauta al principio, hasta que conoce el terreno que pisa y que sabe mostrarse ora prudente y cordial ora esquiva o condescendiente cuando la ocasión lo requiere, o dejarse llevar por sus emociones permitiendo que su fuego interior le incendie las mejillas o que el llanto anegue sus ojos. Carlos Herencia borda el papel que le ha caído en suerte: viene a representar una de las imágenes arquetípicas del carácter romántico que nos ha dejado la literatura, la de un ser retraído, sombrío, triste, de palidez cadavérica, tímido hasta lo indecible y dado a las ensoñaciones y a la introspección; de ademanes pausados y modales exquisitos, de voz trémula y quebrada por la emoción, que tiembla o ríe como un niño ante la menor deferencia de Nastenka o se retrae ante la menor insinuación de que no está obrando correctamente. Un ser puro y generoso dispuesto a sacrificarse por la felicidad de la joven.

Un trabajo, en fin, modélico, donde cada detalle del movimiento escénico y de la actuación está cuidado al máximo; un producto artesanal de la mejor factura que evidencia la pujanza y el buen nivel artístico de las salas del circuito alternativo.

Gordon Craig.

Teatro de Cámara Chejov.
Gordon Craig en el Diario de Alcalá.

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