viernes, diciembre 09, 2011

TEATRO. Purgatorio. Sobre el arrepentimiento y el perdón.


De Ariel Dorfman.
Con: Viggo Mortensen y Carme Elías.
Dirección: Josep María Mestres.
Madrid. Naves del Matadero.


He estado tentado de encabezar esta reseña sobre la obra de Ariel Dorfman que puede verse estos días en las Naves del Matadero con el siguiente título: Medea en el diván. Quizá tal titular hubiera sido más descriptivo en el plano argumental del contenido de esta pieza amarga y perturbadora que protagonizan Viggo Mortensen y Carme Elías, aunque habría privado al lector de un primer atisbo, de un primer enunciado de alguno de los temas de fondo que la obra contempla, cuestiones de una enorme trascendencia moral, como la culpa, la expiación, la venganza, el arrepentimiento o el perdón que han preocupado y siguen preocupando al también autor de la inolvidable película La muerte y la doncella.


Y es que, en efecto, es el mito de Medea el que vivifica este intrincado recorrido emocional por la mente y el corazón de una mujer, que despechada por el abandono y la traición del marido decide -como la heroína de Eurípides-, dar muerte a sus propios hijos para vengarse de él. La diferencia fundamental, si puede decirse así, es que Purgatorio empieza donde Medea termina, pues arranca con la Mujer (que así es como se denomina al personaje femenino autor de esos horrendos crímenes) recluida en una especie de psiquiátrico para ser sometida a un tratamiento de “purificación” similar al que debían experimentar las almas de los condenados según la escatología cristiana para purgar sus culpas antes de acceder al Paraíso.

Este no es el caso, sin embargo, en este texto tortuoso e intrincado de Dorfman; vedado cualquier vestigio de consuelo o posibilidad de redención que proporcionaría la fe, abandonados los personajes a su suerte y a sus propias limitaciones, este supuesto purgatorio se convierte en un verdadero infierno para ellos, condenados a hacerse daño el uno al otro eternamente para expiar sus faltas: el desprecio y la traición, el Hombre; el crimen y la incapacidad para el arrepentimiento sincero y el perdón, la Mujer, y un irreductible poso de resentimiento sustentado en la constatación de que el menosprecio del Hombre hacia ella emana precisamente de su incapacidad para considerarla su igual.

A la complejidad en sí de los personajes se suma la circunstancia del cambio de rol, es decir que los mismos actores (actor y actriz) desempeñan los papeles de paciente y psicoterapeuta alternativamente en varias ocasiones a lo largo de la obra. Eso dificulta aun más el trabajo de interpretación y lo convierte en un verdadero reto del que, hay que apresurarse a decir, que ambos salen airosos, incluso con nota, en ocasiones. Como médico de esa institución -que a veces recuerda la mezcla de cárcel y manicomio de La Fundación de Buero Vallejo-, El Hombre (Viggo Mortensen) se comporta de una manera fría y distante, profesoral, con un falso aire de jovialidad para ganarse la confianza de su paciente; parco, en general, denota un cierto amaneramiento en algunas poses de científico distraído. Como paciente trata de llevar siempre la iniciativa para dar muestras de una seguridad en sí mismo que está lejos de poseer y simula tranquilidad para ocultar un desequilibrio evidente; trata de mostrarse obsequioso, cortés en extremo y dispuesto a dar la razón a la Mujer como parte de una estrategia calculada para congraciarse con ella. Respecto a la Mujer (Carme Elías), como terapeuta parece más implicada emocionalmente en el caso, más insegura; la saca de sus casillas la complacencia y el aire de autosuficiencia que adopta su paciente y no se jacta de tenderle añagazas para desentrañar las inconsistencias de su relato complaciéndose un tanto sádicamente cuando descubre sus puntos débiles. Esa misma inseguridad, sobre todo al principio la traslada Carme Elías a su rol de paciente; una actuación más monocorde, con menos salientes, debido en parte a que es una etapa de tanteos, mientras el interrogatorio va desbaratando los múltiples cortafuegos que su memoria ha impuesto para cerrar el paso a las capas más profundas de su conciencia atormentada. No obstante, a medida que nos acercamos al final de la obra destapa el tarro de las esencias y da muestras de un brío y una fuerza dramática arrolladora que conmueve hasta las lágrimas en el relato de los detalles más truculentos y atroces de la matanza de sus hijos o en la desgarradora confesión de su incapacidad de perdonar la traición. Vale la pena, en fin, soportar la retórica un tanto alambicada, en ocasiones incluso farragosa, de los inicios para disfrutar de un desenlace soberbio. Así lo entendió el publico que abarrotaba la sala a juzgar por su sostenida atención a lo largo de la obra y por su cerrado aplauso final.

Gordon Craig.

Teatro Español. Purgatorio.

Gordon Craig en el Diaro de Alcalá.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Gran actuación de Viggo Mortensen. Una sorpresa la interpretación de Carme Elías.
Una obra muy dura, complicada, en la que cuesta entrar, pero que te crea un desasosiego interior del que es dificil desprenderse una vez fuera de la sala.
Un gran trabajo.