lunes, noviembre 28, 2011

TEATRO. Ernesto Caballero toma las riendas del Centro Dramático Nacional. "Relevo en el CDN".


Hace apenas dos semanas conocíamos la noticia de la designación de Ernesto Caballero como director del Centro Dramático Nacional en sustitución de Gerardo Vera.

La principal novedad del nombramiento es que se ha producido tras un concurso público en el que, como requisito previo, los candidatos debían presentar un proyecto artístico con las líneas maestras de su actuación durante su estancia al frente de la institución. Nos felicitamos por ello, ya que esta fórmula permite despejar dudas sobre la transparencia del procedimiento y conjurar las sospechas de favoritismo o de afinidad ideológica que habían enturbiado anteriores nombramientos y creado malestar entre muchos miembros de la profesión. Además, tal mecanismo de selección confiere un plus de legitimidad, y, queremos suponer, de libertad de maniobra al nuevo responsable de la institución, una de las más prestigiosas y de las de más abultado presupuesto en el ámbito del teatro en España.

Para Ernesto Caballero (Madrid, 1957) este cargo viene a ser la culminación de una brillante y dilatada carrera, de una vida dedicada por entero al teatro en su doble vertiente: artística, como autor y director teatral, y empresarial, como responsable de numerosos espectáculos producidos con su propia compañía, Teatro del Cruce. Ha sido además una de las pocas voces críticas que se han levantado contra la escasa atención dispensada a las compañías madrileñas por las instituciones en los últimos años denunciando activamente la política cultural de dichas instituciones, en particular de la del Ayuntamiento de Madrid.

Como dramaturgo está dotado de una extraordinaria capacidad de penetración para comprender el mundo que le circunda. Escritor de singularísima inspiración, de verbo fácil y de una vasta cultura literaria, Ernesto Caballero es capaz de cultivar los más variados registros y de ponerlos al servicio del agudo análisis de la realidad que reflejan sus obras. Ya sea la realidad histórica, como en ¡Santiago (de Cuba) y cierra España!, donde reproduce con igual maestría la jerga grandilocuente y huera del cacique de turno que el lenguaje coloquial de unas mulatas mambises; ya sea la realidad artística, como en María Sarmiento, parodiando con singular finura el manantial claro y desgarrado del verbo lorquiano; ya sea la realidad social más rabiosamente actual como en Auto o en Un busto al cuerpo, obras en las que parodia por igual la petulante e inflada retórica posmoderna de nuestra clase profesoral como el solipsismo autista de nuestros adolescentes.

Como director posee una potente imaginación creadora que proyecta en todos sus montajes, desde Maniquíes, por ejemplo, donde nos traslada al universo hiperreal de unas maniquíes -“princesas tetrapléjicas”-, repentinamente animadas, por el deseo de vivir, de gozar, de sufrir y de sentirse humanas por unas horas en la soledad nocturna de unos grandes almacenes hasta el ya citado montaje de ¡Santiago (de Cuba) y cierra España! donde nos arrastra a los desvanes de la memoria para alumbrar imágenes de fuerte contenido simbólico. Es capaz de revelar toda la carga poética y el alcance de la obra de Alberti poniendo el énfasis no sólo en los valores estrictamente artísticos, poéticos, de su escritura sino en lo que ella tiene de denuncia, de compromiso y de testimonio cívico, como en He visto dos veces el cometa Halley o rescatar para la escena el humor inofensivo, tierno y absurdo de Mihura, su acento levemente irónico, su lirismo y su punto surrealista como ocurre con su espléndido montaje de Las visitas deberían ser prohibidas por el código penal.

De notable y acreditado nivel artístico, su independencia de criterio y su familiaridad con los problemas y las dificultades de producción del teatro privado, no precisamente de espectáculos de relumbrón, sino de un teatro que siempre ha pretendido ir más allá del entretenimiento banal que tantas veces ofrecen las salas comerciales, hacen de él un patrón fiable para pilotar la nave del CDN en unos tiempos que se avecinan difíciles.

Gordon Craig.

Gordon Craig en el Diario de Alcalá.

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