viernes, noviembre 04, 2011

TEATRO. Anhelli. La llamada. "Las raíces rituales del teatro".


Espectáculo inspirado en el poema Anhelli, de Juliusz Slowacki.
Con: Matej Matejka, Ditte Berkeley, Nini Julia Bang, Przemyslaw Blaszczak, Alessandro Curtí, Jean François Favreau, Jaroslav Fret, Alekxandra Kotecka, Ewa Pasikowska y Tomasz Wierzbowski.
Teatr ZAR. Dirección: Jaroslaw Fret.
Madrid, Teatro de la Abadía.



Por medio de diversos actos celebrados en Madrid a lo largo de este segundo semestre de 2011 el Programa Cultural de la presidencia polaca del consejo de la Unión Europea nos ha brindado la oportunidad de entrar en contacto con múltiples facetas de la realidad cultural actual del país eslavo. Por lo que se refiere a las artes escénicas teatros como el María Guerrero, la sala Réplika o el teatro de la Abadía se han convertido por unos días en escaparate privilegiado de producciones y compañías que habitualmente tienen escasa, por no decir nula, presencia en nuestros escenarios. El teatro de la Abadía, en concreto, nos ha ofrecido en la sala San Juan de la Cruz, del 27 al 30 de octubre, un excepcional montaje del teatro ZAR de Wroclaw que queremos glosar aunque sea brevemente en estas páginas.

Formado hace unos diez años por jóvenes actores del Instituto Grotowski su trabajo parece orientarse hacia la búsqueda de los orígenes rituales del teatro. Al parecer, durante alguno de sus viajes de estudio a Georgia los integrantes del grupo entraron en contacto con antiguas tradiciones musicales caucásicas relacionadas con el canto polifónico de las que se han servido para poner música a una colección de textos religiosos, desde el Cantar de los Cantares a San Juan de la Cruz o al Maestro Eckart incluyendo fragmentos de Anhelli, del poeta y dramaturgo polaco Juliusz Slowacki. De una u otra manera todos estos textos vienen a ser expresión de una misma actitud de apertura del espíritu humano a lo ideal y sobrenatural y obedecen a un mismo anhelo del hombre por buscar la trascendencia, trascendencia que a veces enmascara nuestra sed de absoluto, de lo que queremos ser y nunca alcanzaremos a ser.

La sobriedad del canto coral, ya desde una escena-prólogo en el ambigú del teatro reconvertido en una especie de sacristía, nos sumerge en una atmósfera de quietud y de serenidad espiritual que eleva el ánimo y lo predispone para el itinerario casi místico al que nos invitan los actores en la sala del teatro; un ceremonial profano o, en cualquier caso, de una religiosidad primitiva, arcaizante, previa a cualquier conceptualización dogmática, donde coexisten en perfecta armonía potenciándose mutuamente los cantos litúrgicos con la liturgia de los cuerpos en trance. Porque también hay una mística del cuerpo, un riguroso control del gesto y del movimiento al que sólo se puede llegar mediante una suerte de ascesis, de eliminación sistemática de las manifestaciones y gestos de un comportamiento “natural” en favor de un sistema de signos corporales y expresión facial rígidamente formalizados que funcionan como símbolos, del dolor, de la búsqueda, de las dificultades del itinerario, de la agitación, de la soledad, de la muerte. Y de la paz de la sepultura que le es negada al hombre que parece condenado a errar eternamente en las tinieblas.

El resultado es una sorprendente y sobrecogedora experiencia estética que certifica, afortunadamente, la pervivencia de un método de trabajo actoral exigente, riguroso como el que inauguró Jerzy Grotowski en su “teatro laboratorio”; una forma de entender y hacer el teatro que no es sólo una poética, sino una ética y hasta una metafísica. Un modelo de esfuerzo, dedicación y compromiso que se merece todo nuestro aplauso y reconocimiento y que choca frontalmente con tanto espectáculo banal e intrascendente que nos venden como teatro.http://www.blogger.com/img/blank.gif

Gordon Craig.

Anhelli. La llamada. Teatro de la Abadía.

Gordon Craig en el Diario de Alcalá.

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