viernes, octubre 28, 2011

TEATRO. Wild, wild, Wilde. "La estación del dolor".


Texto de José Ramón Fernández a partir de la obra De profundis, de Oscar Wilde.
Con: Carlota Ferrer, Óscar de la Fuente y David Luque.
Dirección: Fefa Noia.
Madrid, Teatro de la Abadía.



“El sufrir es muy largo, y no puede dividirse por la estaciones del año. Para nosotros sólo hay una estación, la del dolor” escribe Óscar Wilde en De Profundis, para hacer referencia a la ineluctable rutina, a la paralizadora inmovilidad de la vida en prisión frente al presentísimo y lacerante recuerdo de una naturaleza pródiga que, allende los barrotes de la celda, fluye y sigue su curso, indiferente a la soledad y a la sensación de aniquilamiento que embarga al escritor; una sensación a la que trata de sobreponerse aferrándose desesperadamente a sus sentimientos hacia Alfred Douglas, su amante, y hacia sus hijos.

Pero esta es sólo una muestra de las muchas dolorosas reflexiones que nutren el texto de Oscar Wilde y que José Ramón Fernández ha espigado cuidadosamente para urdir la trama de esta pieza íntima y desoladora sobre los últimos años de la vida del escritor irlandés preso en la cárcel de Reading por una acusación de corrupción de menores. Aunque quizá habría que decir mejor esperanzadora, por lo que tiene de reivindicación del amor como remedio y como asidero último para combatir la privación de libertad, la incomprensión y el sufrimiento que arruinaron esos últimos años de la existencia de Wilde y que la obra que comentamos reproduce, yo creo que con bastante acierto; aunque, por razones obvias, no exima de visitar el texto original.

Tomando como punto de partida un encuentro fortuito en París del poeta Antonio Machado con Óscar Wilde ya excarcelado, José Ramón Fernández procede a presentarnos una sucesión de escenas en el interior de la prisión -un minimalista espacio delimitado por unos barrotes luminosos- en las que un Wilde prematuramente envejecido por efecto de la decepción y del sufrimiento, saca fuerzas de flaqueza para sobreponerse a la infamia y al oprobio. El formato es el de una confesión íntima trufada de delirios y evocaciones de algunas de sus obras, a lo que hay que añadir dos encuentros fundamentales que reproducen sendas visitas a la cárcel, una de su amigo Robert Sherard quien falla en el intento de que el escritor cambie de opinión sobre Bosie y otra de su mujer Constance, que le confirma su ruina y le anuncia, urgida por sus padres, la petición de divorcio.

La puesta en escena como digo es mínima y muy versátil, y el trabajo actoral es convincente. Carlota Ferrer es la responsable de dar vida a las diversas presencias femeninas que pueblan el universo real y de ficción de Wilde; Oscar de la Fuente es el amante, el amigo, el médico de la prisión y un ufano y obsequioso joven Antonio Machado, de aspecto un tanto pueblerino en el París rutilante de 1900. David Luque hace una conmovedora recreación de un Oscar Wilde bondadoso, comprensivo y apesadumbrado, lúcido y consciente de su talento de escritor, esforzándose por combatir el desaliento avivando los últimos rescoldos de su ironía y de su ingenio brillante.

Gordon Craig.

Teatro de la Abadía. Wild, wild, Wilde.

Gordon Craig en el Diario de Alcalá: "Entre bastidores".

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