miércoles, diciembre 20, 2006

VIDA URBANA. Volver a sonreir. Volver a vivir.

Volver a sonreír le costó una media tarde. Estábamos sentados ante una cristalera que daba a una gran avenida. Los cristales se empañaban cuando el halo de nuestra respiración chocaba contra los congelados cristales del escaparate. Afuera llovía, mil y una gotas chocaban contra el vidrio y en desenfrenadas carreras sin rumbo todas iban a morir al suelo, a la acera de hormigón que brillaba ante nuestros ojos. Los paseantes anónimos de la calle no paraban de transitar, en un ir y venir caótico pero constante que no cesaba.

Intenté desde el principio mirarla a los ojos, abrazarla con mi mirada, acariciar su carita de ángel con cada uno de los matices de mi retina. Pero, fueron intentos fatuos, fallidos, sus ojos estaban clavados en el borde de una baldosa o quizás en una de las patas de la mesa de cafetería que compartíamos. Y allí permanecieron durante muchos minutos.

Pasó una hora, quizás dos. Su relato, la cruenta crónica de sus dos últimos años me envolvió por completo, me dejó frío, descolocado, aturdido, noqueado. Cuando terminó de hablar buscó mi mirada; por fin me regaló un instante de aliento. Sobrecogido todavía, sin capacidad de respuesta aún, me levanté y la volví a abrazar. Sus lágrimas, las que antes no habían querido hacer acto de presencia, algo así como permitiéndole unos instantes interminables de entereza para dejar que su desgarrador relato finalizará sin interrupciones, cayeron sobre mi pechera durante unos segundos. Sin más, sin que la escena se volviera insosteniblemente sonrojante para su persona, ella misma se retiró a su asiento y con un pequeño pañuelo secó sus lacrimales enrojecidos.

Y su sonrisa apareció como por arte de magia. Sin parar de evocar, entre risas nerviosas, uno por uno, muchos de los momentos inolvidables pero ya pretéritos de nuestro tiempo juntos en la fábrica, pidió un par de cafés y una buena ración de tarta de chocolate para ella. Siempre fue una golosa, el chocolate la privaba, era una de sus perdiciones. Y Ángel, también fue una de sus perdiciones. Ese mal nacido la amargó la vida durante demasiado tiempo.

Los dos últimos años de Reina habían estado rodeados de malos momentos, de circunstancias adversas y reveses de la vida que le robaron hasta su bien más preciado: su sonrisa. La precipitada muerte de su padre debida a un cáncer terminal no cogido a tiempo, el despido de un trabajo tras otro, el maltrato físico y el trastornó psíquico que la infligió ”su amor”, como ella solía decir (Ángel), durante unos interminables años rodeados de sufrimiento y dolor, ... ¡y yo que sé cuántas cosas más! Reina casi deja de existir.

Había días que no paraba de llorar, lloraba y lloraba hasta que sus lágrimas no existían, hasta que ya desaparecían por completo, pero aun así seguía sollozando pero sin lagrimas. Recuerdo también con amargura y con rabia aquel momento en el que se atrevió a contarme que cuando Ángel la pegaba sin motivo reiteradamente día tras día, un bofetón tras otro, y cuando la pateaba, ya en el suelo, y cuando ella misma sentía que el olor de su sangre impregnaba el poco aire que podía respirar, que en esos instantes no sentía nada, que el dolor dentro de su cuerpo era tan profundo que no sentía, que recibía y recibía golpes y su mirada se nublaba, y creía desmayar, pero no se desmayaba, parecía medio dormida, en un estado de medio duermevela irreal, y que soñaba que flotaba en un mar de nubes y recreaba instantes de cuando era niña y jugaba con Orejitas, su osito de cama, o cuando su difunto padre la arropaba cada noche, a ella y a su hermana, cada noche. Y yo la contestaba para mi, y añadía entre un silencio aterrador demasiado profundo que afligía mi corazón: “y los cantos de sirena te pedían que te rindieras, que reventaras de una vez y todo terminara. Pero la vida, no sé cómo llamarlo, algo muy dentro de ti, en ese momento sublime, malsano espíritu o alma traicionera, un último hálito de aire, te devolvía a la realidad, al olor de la sangre coagulada y al del sudor del macho ebrio de supremacía de poder. Y también regresaba el dolor, ese dolor que mata sólo con nombrarlo, y el sufrimiento terminal, el que avisa de que poco te queda de persona, de corpóreo, que te ruega y te susurra al oído que te dejes llevar y vueles, vueles en llamaradas hacia la nada, hacia la oscuridad. Y la historia se repite, tarde tras tarde, noche tras noche, a veces acompañada de violación vejatoria, de derecho de pernada con sello de propiedad ilimitado. Y regresaban los golpes sin avisar, y las patadas, y tú sigues llorando, llorando sin lágrimas porque ya no te quedan ni tan siquiera lágrimas. Y vuelve Orejitas, y tu padre te arropa, y a tu hermana también, cada noche. Y de nuevo te viola, una y otra vez. Eres suya, sólo suya. Y cada día mueres un poquito más y sigues muriendo lentamente día tras día”.

Cuando nos despedíamos, y aunque entre el gorro de lana y la bufanda sólo se le veía media cara, pude oír como me daba las gracias por ese rato, por la tarde más feliz de su vida en mucho tiempo. Y como añadía, al rato, musitando entre dientes, como en un suspiro, que quería volver a vivir. Y se marchó así, sin más. Y se perdió entre la multitud que aún poblaba la calle como si se tratase de un efímero sueño que se evapora poco a poco en el duermevela del devenir de cada mañana.

“Esa noche lloré yo, con lágrimas, millones de ellas empaparon mi cuerpo deshecho por el dolor. No paraba de revivir dentro de mi cada uno de los momentos que me relataste esa tarde, y tampoco podía dejar de pensar en ti, y en tus lloros sin lágrimas, y en Orejitas, y en tu hermana, y en cuando tu padre os arropaba, cada noche. Maldije una y otra vez no haber leído ese correo electrónico antes. ¡Cariño!, ¡corazón!, ese correo lo tenía en desuso desde hacía mucho tiempo y por eso no lo abrí antes. Ya no sirve de nada. Son burdas excusas, pero mi cabeza no para de rememorar cada instante tuyo de desolación, de agravio, de destrucción. No puedo volver el reloj del tiempo para atrás. Lo siento, llegué tarde. Estuve tarde, pero estuve contigo. Y volví a ver tu sonrisa. Quieres volver a vivir. Y con eso me quedo. ¡Reina, vive y vuelve a volar”!

viernes, diciembre 15, 2006

TEATRO. EL RINCÓN DE GORDON CRAIG. El Mágico Prodigioso. "El imprescindible referente del Barroco".

De Calderón de la Barca.
Con: Jacobo Dicenta, Beatriz Argüello, Cristina Pons, Manuel Aguilar, Jorge Lasanta, Alejandra Caparrós, Sergio de Frutos, Luis Carlos de la Lombana, Rodrigo Poisón y Nicolás Vega.
Escenografía: Ana Garay.
Dirección: Juan Carlos Pérez de la Fuente.
Madrid. Teatro Albéniz. 26 de noviembre de 2006.



Se sirve, esta vez, el genio vasto y proteico de Calderón de una leyenda piadosa, la vida de los mártires Cipriano y Justina como núcleo embrionario del drama, pero pasado por su inventiva fecunda de dramaturgo, el resultado es mucho más que una mera hagiografía y encierra toda la profundidad de la idea, toda la riqueza psicológica y toda la complejidad de la trama de sus dramas filosóficos en una síntesis atinada de concepto, ritual, fiesta y exaltación de los símbolos de la fe, que como correspondía a su época, había que salvaguardar a toda costa.

Respecto a Juan Carlos Pérez de la Fuente, aunque suene a tópico hay que repetirlo una vez más, se ha convertido en un director imprescindible cuya mirada penetrante y cuya peculiar poética escénica otorgan a sus montajes un inconfundible marchamo de calidad que arrastra al espectador a una estimulante experiencia estética. Ya lo dijimos con ocasión del estreno de Pelo de Tormenta, de Nieva, en el que el patio de butacas del María Guerrero se convirtió en un palenque dieciochesco, para dar cabida a todo el colorido y la magia del ceremonial profano; o, en el caso de La visita de la vieja dama, de Dürremnatt, donde el teatro entero, desde los cimientos hasta las parrillas del telar temblaban con los infelices moradores de Güllen ante la mirada implacable de Claire Zachanassian. Ahora, de nuevo, toda la maquinaria escénica, la iluminación, la música, los efectos especiales se aúnan para traer ante el espectador la espectacularidad, los excesos, la orgía, en suma, de la teatralidad barroca en su estado más puro.

Como paradigma mítico la tragedia de Cipriano es la mimesis del sacrificio del héroe; su conversión, ruptura del “orden” establecido -no olvidemos que estamos en Antioquía, en el siglo III, un área de influencia romana-, le acarrea el martirio, siendo dicha conversión el leit motiv principal de la obra. Ahora bien esa conversión no se produce como desenlace de un conflicto íntimo del protagonista en lucha consigo mismo; la resolución de la duda con la que se inicia la obra, con un Cipriano incapaz de encontrar a Dios entre las deidades paganas, se produce por la influencia salvífica de Justina, por su determinación y su firmeza, para resistir el asedio de Cipriano, enamorado perdidamente de ella, y que para seducirla pide ayuda al mismísimo diablo. Y de nada sirven las artes mágicas del maligno con quien Cipriano ha establecido un pacto de sangre, todas sus añagazas van a estrellarse sin hacer mella contra el muro infranqueable del libre ejercicio de la voluntad de Justina, sustentada en su fe inconmovible. Y Cipriano al fin tiene que aceptar su derrota con esta lapidaria y paradójica sentencia: Venciste, mujer, venciste/ con no dejarte vencer.

Salvada la participación coyuntural de Floro y Lelio, pretendientes de Justina, y del contrapunto jocoso de los criados Clarín y Moscón y su lance con Livia, el grueso de la acción descansa sobre los actores que encarnan a los tres personajes principales, Cipriano, Justina y el diablo, diablesa, en esta ocasión. Los tres salen airosos de sus respectivos cometidos: con altibajos Jacobo Dicenta (Cipriano) y Cristina Pons (Justina), un tanto solemne y envarado el primero, reiterativa y un tanto amanerada la segunda; respecto a Beatriz Argüello prefigura una diablesa sibilina y seductora, pródiga de recursos expresivos para incorporar al papel las múltiples facetas de una personalidad demoníaca y perversa mientras que transita con inusitada energía por los cambiantes estados anímicos de su comprometida situación. El versátil espacio escénico de Ana Garay, la iluminación efectista de Gómez Cornejo y los estilizados y fastuosos figurines de Javier Artiñano hacen el resto, dando lugar, en conjunto, a una sorprendente mezcla de barroquismo y modernidad.

Gordon Craig.
27-XI-2006.

miércoles, diciembre 13, 2006

POESÍA. Y el vate volvió a aparecer.

Vagamente recuerdo aquella tarde de marzo de 1997 en el café Manuela. Enrique Valle, el poeta, presentaba su último poemario: “Noé desobediente”. Nos congregamos algunos amigos, muchos amigos, y entre la dureza de sus versos y la oscuridad del café, saboreamos un “bourbon” con agua bien seco.

Pocos recuerdos más tengo de aquella cita. Han pasado ya casi diez años.


Diciembre de 2006. Por la tarde. Madrid. En un autobús de la EMT vuelve a aparecer el poeta. Su pelo blanco grisáceo y sus gafas de acero inoxidable con un soporte para cristales oscuros colocado sobre la montura lo delatan. No puede ser otro. Es él. Me siento a su lado y conversamos: de la vida, del paso de los años, de tiempos mejores ya pasados, de amigos, de la familia, ... y de las obras de Gallardón que pronto acabarán, pero lo que seguro que no terminará tan pronto es el pago de sus facturas, el sangrante goteo de dinero público que llena las arcas de los oligarcas del hormigón.

El breve encuentro se termina con un caluroso abrazo y un apretón de manos en una estación Metro, del Metro de Madrid, ese túnel inmenso, siempre cargado de almas solitarias y de sorpresas. Como la mía y la de Enrique.

Ahora os dejo con la voz del poeta, con sus versos, para que los disfrutéis en soledad, o los recitéis en compañía. ¡Atentos los sentidos!


Y el séptimo día descansemos.

I

Ser impecable
Es ser a pesar de todo
Aunque incomode

II


Ser respetuoso con el enemigo
Es no necesitar más amigo que uno mismo

Acostarse con amantes residuales
Y despertar sin una sola herida

III

Ser fuerte
Es abrir las puertas de la ciudadela
Dejarse conquistar
Y soltar la carcoma de los labios

IV

Ser dios
Es ser el Hombre encadenado a la verdad
Y no decirlo

V

Ser
Puede no ser un monosílabo

VI


Las consecuencias de la Luna
-Dudosa consejera-
Aparecen al cabo de seis renovaciones
Quitándote las rémoras de Luz
Para aumenta sus lunas protectoras

Sospechoso.

Lo mismo no es más que rabia
Pura envidia de dragón frente a San Jorge
O un no sé qué bochornoso
Que me niego a mirarme

Rabia por no estar demasiado loco
Y no ser capaz de molinos y rebaños
Ni de decir “puta” en el currículo
O afilar el gesto cuando conviene

Envidia de los césares
Que a veces tienen razón
Y a veces cuatro hileras de manos
Para agarrar los bastos las espadas las copas
Y los dividendos

Rabia por no estar a bordo del instante
Por haberme quedado con los náufragos de siempre
Que lloran en conserva para no fermentar jamás

Envidia ante los fuertes
Que se conforman con la costumbre
Y viven como dios cuando vive bien
Y encima quieren cruces a cuenta

Envidia y rabia
Mintiendo como testigos
Los mismo de noche que de rodillas
Maquillando su fealdad
Por rabia por envidia por encima de todo

Doble o nada.

En las noches que salen las sarnas
Y el postre arde una eternidad en el estómago
Rodando pasito a pasito por la barbarie
En busca de rozaduras tan de los santos
Habiendo acabado ya de jorobarla
Con el asunto ese de hacerse el glorioso
Más con el pelo que con el amor
Harto de tanto despilfarro
Como una mano no podría imaginar
Entonces
Acontece
Que
Tal vez aparezca la niña de los improvisos
A la espalda de la sonrisa inmóvil
Como perdida por ahí
Y te diga cosas en clave de ruina
En una invitación al epílogo
Con su boquita infectada
Y el porte del alma en cuarentena
Asomará
Volando la fibra más frágil
Y sí no se anda uno con buen pulso
La dichosa luz de las farolas
Puede hacernos cometer errores de primavera
Como besar su herida
Creyendo que las gotas son sudor.

Enrique Valle.

WHISPERS’ GALLERY. Nuevas sensaciones. Basic_B, 2005.

15 San Fermín



martes, noviembre 28, 2006

TEATRO. EL RINCÓN DE GORDON CRAIG. ¡Nasdrovia Chejov!. "Trágicamente divertido".

Espectáculo sobre textos de Antón Chejov.
Con: Isidoro Fernández, José Ramón Soroiz, Teresa Calo, Naiara Arnedo, Eriz Alberdi y Dorleta Urretabizkaia.
Dramaturgia: Alberto Iglesias. Dirección: Fernando Bernués.
Guadalajara. Teatro Moderno. 17 de noviembre de 2006


Muchas compañías de teatro se han visto tentadas por el potencial dramático, tragicómico, de los relatos y de las piezas breves de Chejov, el infatigable satírico de la vida cotidiana de la Rusia profunda, el gran maestro de la ironía, el incisivo analista de la psicología humana. En este mismo escenario del Teatro Moderno, hace unos pocos años -antes incluso de su reforma-, la legendaria compañía madrileña Zascandil puso en escena bajo el título genérico de La boda dos de sus piezas breves más celebradas, una de las cuales volvimos a ver anoche. Y es que la obra de Chejov, como dijo su compatriota Constantin Stanislavsky, es un manantial inagotable de teatralidad.

De los cinco relatos breves que este montaje dramatiza, al menos dos de ellos, La petición de mano y La criatura indefensa, la primera con título homónimo y la segunda con el título de El aniversario, vieron la luz también como piezas dramáticas, lo cual, supongo habrá facilitado la labor de adaptación, trabajo, que en estos dos casos, al menos, tiene su lado positivo y su lado negativo. El positivo es el esfuerzo de síntesis para salvaguardar las líneas esenciales del conflicto; el negativo es que nos priva de las sutilezas y del complejo y articulado desarrollo de la acción dramática de los textos originales.

Si lo que se quiere, empero, es subrayar el lado humorístico de las obras, el efecto parece haberse conseguido, a juzgar por la respuesta del público, que salvada la frialdad del inicio del espectáculo, acompañó con sus carcajadas la mayor parte de la representación. Recursos de la comicidad, no les faltan a estos actores, sobre todo a los que encarnan a los personajes de Misha y de Chejov que exhiben un variado repertorio de recursos de la teatralidad primaria, incluido un nada desdeñable control de la dicción y del gesto.

Ignoro el sentido que tiene llenar el espacio de cajas/bahules de gran tamaño, que invaden prácticamente todo el escenario del teatro, ya de por sí de reducidas dimensiones, que dan sensación de agobio y limitan las posibilidades de movimiento de los actores. Y otro tanto puede decirse del acopio que hacen de instrumentos musicales de cuerda, aunque hay que conceder que los acordes de violín que suenan de fondo en los monólogos de Las tres hermanas en la escena del casting, o el acompañamiento del chelo en el encuentro de los amantes en el parque, al final de El seductor, coadyuvan no poco a resaltar el lirismo de ambas escenas, subrayando respectivamente la emoción que provoca la actuación de la neófita y el desvalimiento y la entrega de la esposa seducida poniendo un contrapunto patético al terrible dilema al que se ve enfrentado Piotr Semiovich.

En fin, un buen trabajo de conjunto que, pese al excesivo afán por conseguir a toda costa la risa del público y su beneplácito, creo que logra mantener a raya, las más de las veces, a los dos enemigos mortales de un humor bien entendido: la caricatura y el histrionismo.

Gordon Craig.
18-XI-2006.

sábado, noviembre 25, 2006

TEATRO. PORTULANOS. El cuervo Graznador.

PORTULANOS. "El cuervo graznador" por Ignacio García May.

[Columna publicada por El Cultural de El Mundo el jueves 23 de abril de 2006.]

En Tito Andrónico, Shakespeare cuenta la espantosa violación de la joven Lavinia; para que no revele ni escriba el nombre de sus atacantes le arrancan la lengua y le amputan las manos. A pesar de todo, Tito, padre de la muchacha, consigue descubrir la identidad de los violadores. Les mata, les descuartiza, cocina con su carne un pastel y se lo da de comer a su madre, a quien, a continuación, también ejecuta. Estas son las cosas que les gustaban a los espectadores isabelinos, quienes, en la vida cotidiana, disfrutaban además con las ejecuciones públicas y las peleas de perros salvajes contra osos atados a un palo. Su género teatral favorito fue la revenge tragedy, la tragedia de venganza. Curiosamente, cuando los demás convertían estas obras en moda, Shakespeatre decidió abandonarlas y se lanzó a escribir lo que más tarde se ha conocido como “las obras del perdón”, las muy enigmáticas y bellísimas Cuento de invierno y La tempestad. En ellas los protagonistas, gravemente injuriados, renuncian, sin embargo, a alimentar el fuego de la represalia porque han renunciado previamente a la mezquindad que constituye su fuente. Pienso en Shakespeare porque veo los juicios de los etarras y me parece milagroso que los mil crímenes de ETA no desencadenaran un río de venganzas por parte de las familias. Como Próspero y como Hermione, optaron, en su momento, por no echar más sangre sobre sangre. Pero no hay que ser Nostradamus para predecir que, si el presidente sigue manejando esta situación del mismo modo, habrá quien tarde o temprano rompa el pacto y acabe exigiendo su libra de carne en compensación. Tito Andrónico será una broma comparada con eso. Porque podremos perdonar errores, mentiras, incluso delitos. Pero que, en nombre de la vanidad de quedar como único salvador de una patria que en otros aspectos tan poco parece importarle, un gobernante despierte el ansia de sangre en quienes hace mucho decidieron enterrarla, constituye un crimen más indigno que todos los asesinatos de los terroristas juntos.

Ignacio GARCÍA MAY

miércoles, noviembre 22, 2006

PLANETA. Objetivo: plantar mil millones de árboles.

Wangari Maathai, la Premio Nobel de la Paz de 2004, presentó hace una semanas en Nairobi, en torno a la Conferencia de las Partes (formada por 189 países, de entre los que se encuentran 166 de los firmantes del Protocolo de Kioto), que se celebra en la capital keniata, un plan para reforestar el planeta: plantar mil millones de árboles en un año. La iniciativa la apoya el Programa de la ONU para el Medio Ambiente PNUMA que no financiará el proyecto pero recogerá información sobre los individuos y colectivos que se unan voluntariamente a la iniciativa en su página web Web 1 millón de árboles


La Premio Nobel keniata sostiene que las iniciativas medio ambientales de los Gobiernos son lentas y frustrantes, porque los políticos siempre tienen una mejor opción para gastar el dinero que dedicarlo a plantar árboles; sin embargo con una iniciativa como esta, la sociedad civil puede ser la protagonista, plantar un árbol está al alcance de todos y es algo muy simple, y además de está manera, si se logran plantar 1000 millones de árboles, un sexto de la población estará diciendo a sus gobernantes que les preocupa el cambio climático y con ello estará haciendo una declaración política al más alto nivel.

Wangari Maathai, creadora del Movimiento Cinturón Verde, que ha plantado más de treinta millones de árboles en todo África, nos propone formar parte de una pequeña revolución silenciosa que puede detener el cambio climático, que ayudará a reforestar el planeta y que en un futuro permitirá que nuestros hijos puedan disfrutar de muchos paraísos verdes que están al borde de la desaparición.

Yo personalmente, por lo peculiar de mi forma de vida, ya he plantado muchos árboles a lo largo de mi vida, pero como bienvenida a esta iniciativa, junto con mi familia he puesto la primera piedra de una reforestación en toda regla. Una parcela rústica que desde tiempo inmemorial pertenece a mi familia, una explotación agrícola poco rentable, en unos años se convertirá en una pequeña arboleda. Con la disminución de las ayudas agrícolas de la Unión Europea al campo español y ante el creciente precio del combustible, la explotación de esta parcela era insostenible. Ante esta situación no había nada más que ponerse manos a la obra. De momento no son más que treinta plantones, encinas, robles, alcornoques, fresnos y algunos pinos, aunque en primavera esperamos que sean 60. La inversión ha sido muy escasa (protectores para los plantones y barras de sujeción de los mismos), porque los arbolitos los sembramos nosotros de semillas hace un par de años (con lo cual nos salieron gratis), y el trabajo de hacer los hoyos y después poner los plantones se olvida cada vez que vas de paseo por el lugar y ves los arbolitos tan verdes y tan tiesos. Lo dicho amigos, manos a la obra.

TEATRO. EL RINCÓN DE GORDON CRAIG. Barcelona, mapa de sombras. "Confidencias".

De Lluïsa Cunillé.
Con: María José Alfonso, Montserrat Carulla, Nicolás Dueñas, Gustavo Salmerón, Marina Szerezevsky y Walter Vidarte.
Dirección: Laila Ripoll
Madrid. Teatro Valle-Inclán. 11 de noviembre de 2006.

Aquejado de una enfermedad incurable, ya en fase terminal, el anciano protagonista de la pieza que comentamos acuerda con su mujer, septuagenaria también, pasar en casa las pocas semanas que le restan de vida, y convienen en hacerlo juntos y solos, para lo cual tendrán que despedir a tres inquilinos a quienes tienen alquiladas sendas habitaciones en su domicilio de una céntrica calle de Barcelona: un infeliz niño grande de no muchas luces y un tanto sonado, futbolista aficionado y segurata en unos grandes almacenes; una anciana viuda solitaria que malvive de recuerdos y de los magros emolumentos que recibe por unas clases particulares de francés y una avispada joven inmigrante argentina que se gana la vida como cocinera en un restaurante.

La obra está articulada en cuadros sucesivos que corresponden a cada uno de los encuentros que Él y Ella (marido y mujer) mantienen alternativamente con los inquilinos para comunicarles su decisión e invitarles a que abandonen de inmediato las habitaciones que han venido utilizando como residencia. Tras las cuatro paredes donde cada uno de estos singulares huéspedes esconde su soledad y su fracaso y debido a las especiales circunstancias que concurren en esas conversaciones, se crea una estimulante atmósfera de confianza y de sinceridad propicia a la confesión íntima y a la confidencia. Las pequeñas o grandes traiciones, las aspiraciones insatisfechas, las heridas del tiempo, la inaplazable necesidad de ternura o los más inconfesables secretos de los personajes terminan por aflorar a medida que se van superando los obstáculos que lo impedían: el miedo, la inseguridad, o la inveterada estrategia de los humanos de cultivar, en sus relaciones con el prójimo, el juego de las apariencias.

Nos obliga la autora al siempre difícil ejercicio de mirar, detenida y reflexivamente, y disfruta jugando con el espectador, poniéndole pequeñas trampas que inducen a interpretaciones erróneas del comportamiento de un personaje, de sus motivaciones, de sus intereses, etc., hasta que un cambio de perspectiva nos abre los ojos a una faceta desconocida hasta ahora, a una realidad distinta, viniendo al final a confirmarnos que nada es lo que parece. Por lo demás, Luïsa Cunillé no abandona las distancias cortas, que domina a la perfección, la atmósfera intimista y un tanto opresiva que impregna la mayoría de sus tramas; y una visión pesimista –y hasta torturada-, de la realidad, con una galería de personajes solitarios, inadaptados, y con los escenarios poblados de inhóspitos descampados, fondas de estación, cuartuchos de hotel, o como en este caso habitaciones de una casa familiar, cuartos no menos desangelados que aquellos y metáfora, quizá, del aislamiento y la incomunicación.

El montaje satisface plenamente las exigencias del texto. La escenografía esmerada y detallista, y la distribución de los espectadores en torno a un escenario central, reconvertido con mínimos cambios de iluminación y elementos de atrezzo en los distintos aposentos donde se desarrolla la acción, acrecienta esa perspectiva poliédrica a la que hacíamos referencia. La dirección es rigurosa y acertado, sin excepciones, el trabajo de los actores, destacando un tanto la labor de dos veteranas y experimentadas actrices como son María José Alfonso y Montserrat Carulla, a las que no tenemos muchas oportunidades de ver sobre los escenarios, y la de Walter Vidarte, en una ajustada versión de la entereza y de la lucidez con la que muchos ancianos luchan contra la enfermedad y contra la muerte en esa triste e incierta postrera etapa de nuestra existencia.

¿Abren esas ironías explícitas en boca de uno de los personajes de la obra sobre la destrucción de algunos símbolos emblemáticos e intocables de la cultura catalana, como el Gran Teatro del Liceo, el Paseo de Gracia o la Sagrada Familia, o la referencia a la clamorosa y multitudinaria manifestación de alegría con que acogió el pueblo de Cataluña la “liberación” de Barcelona por las tropas franquistas, hecha en el momento final y culminante de la obra, la perspectiva de una nueva etapa de sátira social o política en la producción teatral de Luïsa Cunillé?

Gordon Craig.
13-XI-2006.

jueves, noviembre 16, 2006

CINE. LA OTRA MIRADA. "Todos los hombres del rey".

[Hoy estrenamos una nueva sección dedicada al cine de actualidad. Otros ojos, una mirada nueva nos va a intentar abrir de par en par las puertas del Séptimo Arte desde otra perspectiva, preñada de referencias a los grandes maestros, a los creadores del cine con mayúsculas. Desde aquí le deseamos toda la suerte del mundo y le damos una afectuosa bienvenida. A los lectores, decidles sin más, que a partir de hoy van a tener a su disposición las palabras, los apuntes de una verdadera amante del cine sobre los estrenos más actuales de la cartelera.]

Todos los hombres del rey, es una película muy recomendable, sobre todo para los amantes del cine. Se trata de una historia que está ambientada en Louisiana, en los años 30. El “film” está lleno de referencias cinematográficas. Una de las cosas que sobresale de la cinta son las interpretaciones de sus protagonistas, en concreto la actuación de Sean Penn; está magnifico haciendo el personaje de Willie Stark: un hombre de la calle aspirante a Gobernador del Estado. Cuando ves a Sean Penn, en “Todos los hombres del rey”, te parece estar viendo a Robert De Niro, en el papel de Al Capone, personaje de la gran película “Los Intocables de Elliot Ness”, de Brian de Palma. En la película también destacan los secundarios, como el personaje del conductor de Willie Stark, que no será hasta el final donde nos muestre cómo es realmente.

Como decía es una película repleta de referencias a otros largometrajes, tiene planos que nos recuerdan a “Ciudadano Kane”, como una de las apariciones de Stark dando uno de sus discursos. Algunos planos están compuestos como calcamonías de imágenes que aparecen en la película “El sueño eterno” de Howard Hawks. Por ejemplo un plano detalle del morro del coche donde destacan los faros del mismo, plano que también fue imitado por Martin Scorsese en “Taxi Driver”.

A la película no le falta por supuesto el papel de la chica mala, en este caso interpretado por Kate Winslet, que hace una aparición fulminante pero que impacta al espectador. Su actuación le da un aire a Gilda, sobre todo por el peinado, pero aún con esas todos sabemos que “nunca habrá otra mujer como Gilda”.

Una de las cosas que destaco de esta película, es el homenaje que el director (Steven Zaillian) hace al maestro Alfred Hitchcock, a su largometraje “Vértigo”, el plano en cuestión es el paseo de Kim Novak y James Stewart por el bosque, la estética que compone el plano simula estar viendo a Madeleine y Scottie, en lugar de a dos de los personajes de “Todos los hombres del rey”.

Dejando las referencias cinematográficas, que son muchas, a un lado, la película habla del comportamiento del ser humano, de cómo un hombre empieza en el barro y sube hasta lo más alto.

C. S.
16/11/2006

lunes, noviembre 13, 2006

VIDA URBANA. Barcelona, mapa de sombras y Mari Cruz.

El otro día asistí a la representación de la obra de Luisa Cunillé: “Barcelona, mapa de sombras”. La reseña de la obra, la de verdad, no tardará en llegar a Whispers de la mano de Gordon Craig en unos días. Pero el opresivo ambiente creado por el texto de la catalana coincidió con un breve pero intenso encuentro con una vieja amiga, Mari Cruz.

Hacia tiempo que no hablábamos, que no compartíamos un generoso café, ni que nos devolvíamos una llamada telefónica porque quizás ninguno de los dos ya sabía de quién había sido la última. El caso es que nos encontramos a la salida de unos grandes almacenes, una tarde lluviosa y gris del mes de noviembre. Encontré a Mari Cruz muy desmejorada, venía prácticamente sin maquillar, con el pelo como estropajoso y mal peinado, con más arrugas en la cara de las que debiera por su edad, y su sonrisa, su deliciosa sonrisa de siempre prácticamente había desaparecido de su rostro. Y, ¿cómo no iba a desaparecer la sonrisa de una persona a la que la preocupa el precio del champú? Eso me dijo entre muchas otras penalidades: “¿Cómo podía ser tan caro un bote de champú? Hasta ahora no me había parado a pensarlo, pero es que es carísimo”. La vida no le estaba sonriendo, y perdonen lo inapropiado de la expresión hoy, y hasta algo tan insignificante como el precio de un champú le estaba robando el sueño, y, por qué no en cierto modo, la vida.

El matrimonio protagonista de la obra de Cunillé, dos ancianos, despiden a los inquilinos que viven de alquiler con ellos en su hogar, porque el marido se está muriendo y quiere fallecer en soledad. La obra nos ofrece varios encuentros entre los abueletes y sus inquilinos, y estos cuadros se convierten en verdaderos momentos íntimos de sinceridad y complicidad que aprovechan cada uno de los personajes para sacar de dentro de si mismos hasta lo más inconfesable de su ser.

El otro día mi fugaz encuentro con Mari Cruz se pareció mucho a cualquiera de estos cuadros descritos por la Cunillé. La única diferencia con la ficción radicó en que yo asistí a un monólogo sin fin, pero que me dejó con un sin sabor por dentro que todavía perdura en mi, y en la obrita el diálogo fue mutuo. A veces este tipo de situaciones suponen una verdadera cura de humildad para uno. Por un lado ves a cara de perro lo cruda que puede llegar a ser la vida, por otro empiezas a valorar de otra manera lo que te rodea, todas esas grandes y pequeñas personas y cosas que por su cotidianidad en tu entorno no valoras todo lo debido.

TEATRO. EL RINCÓN DE GORDON CRAIG. El chico de la última fila. "El profesor en su laberinto"

De Juan Mayorga.
Con: Ramón Barea, José Tomé, Carlos Jiménez-Alfaro, Ignacio Jiménez, Luisa Pazos y Natalie Pinot.
Ur Teatro. Dirección: Helena Pimenta.
Espacio sonoro: Eduardo Vasco. Iluminación: Miguel A. Camacho.
Madrid. Festival de Otoño. Círculo de Bellas Artes. Sala Fernando de Rojas.



“Iluminar el mundo o extender la confusión”, he ahí la cuestión. Ese podría ser, en versión actualizada de la clásica disyuntiva hamletiana, y elevado a criterio para distinguir entre la buena y la mala literatura, el lema o divisa de ese moderno caballero andante que encarna Germán, el protagonista de la obra que comentamos, dispuesto a entablar desigual batalla contra los molinos de viento de la ignorancia y de la desidia en las aulas. Y es que Germán, en esta última pieza de Juan Mayorga, es un profesor de Lengua y Literatura de Bachillerato embarcado en la tarea imposible, en el empeño quijotesco, de descubrir a sus alumnos los arcanos de la escritura e iniciarlos en los rudimentos del análisis de las obra literaria.

Y es el caso, que una tarde, entre el montón de redacciones anodinas e insulsas que está corrigiendo, descubre en la de Claudio, la prosa de un alumno dotado de un dominio poco corriente del uso del lenguaje y que, además, parece interesado en la escritura. Sorprendido y halagado, como se siente todo profesor cuando descubre en alguno de sus alumnos una predisposición especial por su asignatura, le anima a seguir escribiendo, alentando el estímulo inicial que lleva a Claudio a penetrar en la intimidad de la familia de su amigo Rafa, y de cuyas interioridades se va nutriendo el relato, en una escalada de “voyeurismo” malsano que acabará contaminando a Germán y a su propia mujer, Juana, confidente y cómplice de sus desafueros.

A través de las sucesivas entregas de Claudio y las correcciones y apostillas de Germán se ordena el “relato” y se construye la pieza misma, mediante un sutil juego dramático en el que Mayorga se las ingenia para incardinar en la historia “fingida” los elementos de la historia “real” y hacer que avancen simultáneamente, alimentándose la una de la otra, enlazadas en una curiosa unión simbiótica. Mientras, Germán, cada vez más envanecido con el trabajo de Claudio, le presiona para que prosiga su indagación tanto en el ámbito teórico como en el turbulento universo de sus recién descubiertas emociones.

Helena Pimenta y José Tomé, responsables de la dirección y de la puesta en escena sortean con brillantez las dificultades que encierra el texto. El ritmo vertiginoso que imprimen a la acción, la agilidad del movimiento escénico y la cambiante delimitación de espacios se adecuan a la extraordinaria libertad compositiva de la obra, sin que las permanentes transiciones entre los distintos planos de la narración, terminen por resultar fatigosas por su reiteración. Pero el mayor acierto está en haber soslayado el lastre que para el desarrollo de la acción pudieran llegar a constituir las constantes reflexiones de Germán en torno a cuestiones teóricas sobre el proceso de escritura o sobre la relación entre la vida y la literatura. Germán (espléndido Ramón Barea, pletórico de recursos y de energía) interioriza el concepto y lo traduce a vivencias genuinas convirtiéndolo en materia dramática, y las diferentes fases del conflicto con Claudio, o los rifirrafes con su mujer, poseen siempre un dimensión humana más allá de la mera disquisición académica.

El resto del elenco no está menos acertado y diligente que Barea, aunque sus papeles no tiene tantas oportunidades de lucimiento, excepción hecha de Carlos Jiménez-Alfaro (Claudio) que está convincente en la réplica y resuelve con solvencia su nada fácil cometido. En conjunto el espectáculo funciona bien, aunque observamos algunas dificultades para arrancar las carcajadas del público, que no esperaba quizá la parodia o el tono jocoso de muchas situaciones; los actores transitan con soltura del registro cómico al serio cuando la acción lo requiere, y nos proporcionan momentos de gran intensidad dramática y de acendrado lirismo, todo hay que decirlo, con el acertado subrayado ocasional de la música de Eduardo Vasco o los efectos de una iluminación contrastada y efectista.

Gordon Craig.
4-XI-06.

viernes, noviembre 10, 2006

BLOGUEROS. Sir Hannofer el Maligno ha vuelto.

Sir Hannofer el Maligno está de vuelta. Con un “blog” con un diseño totalmente nuevo y con tres “posts” de altura, como regalo de bienvenida, Sir Hannofer ha regresado al loco mundo del hiperespacio con muchas ganas y para ofrecernos un sitio de calidad, dónde encontraremos inteligentes y siempre muy sugerentes “apuntes” sobre libros, cine y sobre tantas otras cosas y sobre todo sobre música.


Los que disfrutamos en persona de Sir Hannofer, los que tenemos el gusto de conocerlo, y los que podemos compartir unas copas con él, de sobra sabemos de su buen hacer y de lo que representa “tener” un amigo, pero el resto de mortales os vais q tener que conformar con el testimonio de los “apuntes”malignos de su blog. ¿Quién dijo qué la vida es justa? Visitad su “blog” y ya me contaréis.

No quería desaprovechar la oportunidad que en esta ocasión me viene al pelo, al dejar constancia de que “Tribulaciones de un borracho con mala leche”, el Blog de Sir Hannofer, vuelve a tener vida, y desde aquí dar la enhorabuena a Sir Hannofer y Helena por la buena nueva que han compartido con nosotros esta pasada semana. De corazón, mucha suerte.

Sir Hannofer

TEATRO. El portero. "La amenaza del otro".

De Harold Pinter.
Dirección: Carles Alfaro.
Con: Enric Benavent, Luis Bermejo y Ernesto Arias.
Madrid. Teatro de La Abadía.



Acaba de cumplirse un año de la concesión del Nobel de Literatura a Harold Pinter, y este espectáculo, producido por el Teatro de la Abadía, constituye un merecido homenaje al más importante dramaturgo inglés vivo y al más influyente, quizá, de la segunda mitad del siglo XX, y cuya obra, curiosamente, ha brillado por su ausencia en nuestras carteleras. Bienvenido sea, pues este montaje, riguroso y ejemplar, por cierto, de una de sus piezas largas más representativas.

El propio Pinter tiene dicho que le resulta difícil explicar qué pasa en sus obras y ello no es ninguna “boutade”, ni una salida de tono para acallar las típicas preguntas impertinentes de entrevistadores frívolos. Como de muchas de las más celebradas piezas del teatro del absurdo, de cuya poética sus obras son tributarias, no resulta exagerado decir que carecen de argumento, en el sentido convencional del término, aunque no dejen de plantear, como aquellas, situaciones conflictivas y desarrollar una verdadera acción dramática. La obra que comentamos, El portero, (o El cuidador, como han traducido algunos, The caretaker, en inglés original) no escapa a esta caracterización. Sin proporcionarnos apenas antecedentes de los personajes, el autor nos permite, por así decirlo, que nos asomemos a un momento de sus vidas, para, enseguida abandonarlos a su suerte sin que sepamos qué va a pasar después, qué camino van a tomar o en qué van a parar los deseos, inquietudes, o afanes de cada uno de ellos, a cuyo conocimiento hemos tenido acceso durante el breve lapso de tiempo que la obra desarrolla.

El desvalido y torturado Aston, su hermano Nick, desenvuelto y vividor pero no menos desequilibrado e imprevisible que él, y un anciano mendigo, Davies, acogido temporalmente por el primero, constituyen los únicos personajes de la obra. El lugar, un sórdido y destartalado apartamento atiborrado de enseres inútiles y que pareciera la guarida de uno de esos enfermos aquejados del extraño complejo de Diógenes; la lluvia inclemente que golpea contra la ventana y que acentúa la atmósfera de soledad e incomunicación en la que viven sus moradores, y una interminable cháchara, las más de las veces tópica, sobre asuntos de la más estricta cotidianidad. Tales son los mimbres con los que teje Pinter este drama insólito, inquietante, sobre la difícil tarea de vivir, sobre la desconfianza, sobre la amenaza que para nuestro menguado universo de certidumbres supone la presencia del otro, de los otros, y sobre la línea de defensa, hecha de palabras, de silencios, de insinuaciones y de medias verdades, que erigimos frente a esos otros, para intimidarlos, para someterlos a nuestra voluntad o simplemente para blindar nuestro estatus, nuestros pequeños privilegios, ínfimas prerrogativas, a veces, de una existencia anodina y vulgar.

Montaje sobrio, que nos retrotrae a la esencia del teatro de texto, servido con extremada maestría por el director y por los actores, que hacen gala de una extraordinaria madurez artística. Y monta tanto Ernesto Arias (Nick), como Enric Benavent (Davies), dando vida a un tipo extraño y un tanto chulesco, sin oficio ni beneficio, de carácter irascible y reacciones inesperadas, el primero, y a un pobre diablo, anciano, miserable y desconfiado, maltratado por la vida y que trata de mantenerse a flote mientras conserva un último reducto de dignidad, el segundo. Respecto a Luis Bermejo crea, con Aston, uno de los mejores personajes de su carrera: su movimiento, ademanes y gesticulación son los de un enfermo mental, una especie de autista incapaz de relacionarse con los demás, de coordinar sus ideas y de articular coherentemente sus pensamientos; de natural bondadoso, es una criatura frágil y vulnerable, víctima de sus obsesiones y presa fácil de la malevolencia y de los abusos de los demás personajes.

El resultado es un cuadro desolador, revela el vacío de unas vidas carentes de ambición y de un proyecto de futuro, el devenir inocuo de unos seres derrotados, que parecen haber renunciado a buscar algo que dé sentido a su existencia, y transmite una insoportable sensación de angustia y desasosiego.

Gordon Craig.

El portero. Teatro de la Abadía.

sábado, noviembre 04, 2006

ARTE. Basic_B. “Fugacidad. Las mariposas sólo viven un día".

Basic_B vuelve a la carga y nos muestra una pequeña selección de sus últimos trabajos, en su segunda exposición en Guadalajara. La sala de exposiciones del estudio de Laura Domínguez (C/ Marqués de Santillana 1C, Guadalajara. 949210228) muestra al gran público la última apuesta pictórica de Basic_B desde el 1 de noviembre al 31 de diciembre de 2006.



Fugacidad, las mariposas sólo viven un día”, da título a la muestra, y cómo explica Basic_B la elección del título no es gratuita: “las mariposas sólo viven un día, el ser humano vive más, pero, ¿cuanto más disfruta?”. Quizás esta frase por si sola constituya una declaración de intenciones del momento actual de su pintura, y porqué no, del momento vital por el que atraviesa la propia Basic: el replanteamiento de los conceptos vitales de la existencia y la certeza de la fugacidad de la vida del individuo. Y tomando como referencia esta breve premisa se puede vislumbrar del discurso de Basic una crítica en profundidad al devenir diario de una sociedad caótica como la nuestra que no se para a pensar que el tiempo pasa y gran parte del mismo se pierde en vaciedades. La elección de la mariposa y su efímera existencia nos recuerda por un lado que la vida está para vivirla con intensidad y quizás también se trate de un guiño a las pequeñas cosas, a las realmente importantes, al utilizar como elemento compositivo un insecto tan a todas luces insignificante, no por ello hermoso y sugerente, como es una mariposa.




El fragmento de 1984 de George Orwell que acompaña el programa de la exposición: “Despiertos o dormidos, trabajando o comiendo, en casa o en
la calle, en el baño o en la cama, no había escape. Nada era
del individuo a no ser unos cuantos centímetros cúbicos dentro
de su cráneo..." refleja que Basic todavía encuentra una salida para todo este desaguisado que se ha formado en torno a la sociedad que nos rodea: la Humanidad, el individuo como ciudadano libre e independiente que tiene sobre sus hombros un arma tan poderosa que puede dar a luz una nueva sociedad, una nueva forma de vivir.
Pues desde aquí no me queda más que añadir que os acerquéis por la galería de Laura Domínguez y disfrutéis a gusto del trabajo de Basic_B “in situ”, para daros un pequeño respiro en vuestro estresante devenir diario y si vuestra economía os lo permite llevaros un fragmento de este sueño a casa.

Más información: Estudio Laura Domínguez

martes, octubre 31, 2006

TEATRO. EL RINCÓN DE GORDON CRAIG. Faust. “Instante,¡detente, eres tan bello!”.

De Goethe.
Con: Witold Debicki, Miroslaw Kropielnicki, Mariusz Puchalski, Edita Lukaszewska, Daniela Poplawska, Janusz Grenda, Antonina Choroszy, Slawa Kwasniewska, Krystyna Feldman y otros.
Teatr Nowy. Dirección: Janusz Wisniewski
Madrid. Festival de Otoño. Teatro Español. 20 de septiembre de 2006.

Es El Fausto de Goethe crisol y culminación de una vasta profusión de leyendas de diversas tradiciones literarias que hunden sus raíces en los textos bíblicos y que plantea, según el decir de Schiller, el drama profundo de la naturaleza del hombre en su malogrado intento de aunar sus ansias de absoluto con sus limitaciones físicas, de conciliar, en suma, sus dos “naturalezas”, la divina y la humana. Al propio Goethe le obsesionó durante muchos años la creación de esta obra a la que dedicó no pocos esfuerzos, desde su primera formulación en una especie de “protofausto” (Urfaust), hasta su sistematización definitiva en forma de drama simbólico, de una complejidad sin parangón en la dramaturgia occidental.

Acometer el montaje de esta obra constituye un desafío en toda regla para cualquier formación teatral y una auténtica osadía, para un espectador castellanoparlante, acudir a una representación de la misma nada menos que en polaco. La experiencia, empero, resulta estimulante y podemos corroborar sin paliativos la afirmación de la crítica especializada sobre el montaje, en el sentido de que, en efecto, “logra cruzar la barrera del idioma” y transmitir una visión, bien que peculiar, de las líneas de conflicto esenciales del drama. Y ello merced al extraordinario potencial sugeridor de las imágenes, en muchos casos, de una elocuencia aterradora.

Tributario de la plástica y del movimiento escénicos de Tadeusz Kantor (el recurso a lo pictórico, al claro-oscuro, a los efectos corales, a los maniquíes, o al “gesto detenido” en el trabajo actoral), Janusz Wisniewski lleva a cabo una puesta en escena de marcado acento expresionista; esperpéntica, en el sentido valleinclanesco, que recurre a lo grotesco como forma de representación de una realidad degradada. En su visión personal del mito fáustico Wisniewski contrapone los protagonistas de la obra, el Fausto y Margarita al resto de personajes del drama que, salvo contadas excepciones funcionan como un bloque, como un trasfondo o contexto histórico social del conflicto, a la vez desencadenante, juez y espectador de la tragedia de los amantes, actuando como figura central, enlace entre estos dos mundos y maestro de ceremonias, Mefistófeles, por muchos conceptos -el trabajo, espléndido, de actuación incluido- piedra angular de todo el espectáculo.

Huérfanos de la referencia del texto -como hemos dicho, fuera de nuestro alcance- es la dimensión visual del montaje, su poderosa imaginería, la que acapara nuestra atención; y lo hace de forma absorbente, compulsiva, cortocicuitando casi siempre el intelecto y accediendo directamente a nuestra conciencia y estimulando los sedimentos de experiencias pasadas allí acumulados en capas superpuestas y a las que sólo es posible acceder por la vía de los símbolos. Y allí, como si de un negativo de la memoria se tratara reviven en momentáneos flashes de convulsa belleza y tensa emoción, vívidas imágenes de una Europa moribunda en su opulencia que arrastra sus complejos y su sentimiento de culpa (del que no es capaz de redimirse), y el glamour caduco de una burguesía decadente, y el poder de sus indignos dignatarios y la sonrisa sarcástica del payaso y la herida de la guerra, todos ellos tratando inútilmente de mantener viva su fe religiosa mientras, una vez más, asistimos a la eterna lucha del hombre por igualarse a los dioses, al poder de seducción del mal, a la ilusión de la felicidad y a la frustración perpetua de la imposibilidad de la trascendencia.

Un espléndido trabajo, ejemplar y técnicamente novedoso, pródigo en hallazgos estéticos y en emociones. Parafraseando a Fausto, arrobado en la contemplación de Margarita, y si por un acto de suprema benevolencia de los dioses nos hubiera sido dado, momentáneamente, comprender el idioma original en que se estaban expresando los actores, podríamos también nosotros haber exclamado en el éxtasis de la contemplación estética: “Instante,¡detente, eres tan bello! ”.
Gordon Craig. 23-X-2006.

miércoles, octubre 25, 2006

TEATRO. EL RINCÓN DE GORDON CRAIG. El hombre de las mil caras. "Deslumbrante ejercicio de transformismo".

De Arturo Brachetti y Serge Denoncourt.
Con: Arturo Bracheti
Dirección: Serge Denoncourt.
Madrid. Nuevo Teatro Alcalá, Sala I. 8 de septiembre de 2006.

Combinando el trabajo de expresión corporal propio del mimo, gags traídos del universo de los payasos, trucos de magia, escenas para marionetas, parodias y números de canto o danza tributarios del teatro de variedades, este espléndido montaje de Arturo Brachetti recupera una otrora fecunda y hoy casi olvidada tradición teatral: el espectáculo de transformismo. El propio título de la obra y el reclamo publicitario apelan insistentemente a la capacidad que tiene el protagonista de cambiar de aspecto, caracterización y vestuario, a veces, en cuestión de segundos, y ciertamente ese es quizá el aspecto más llamativo del montaje, porque la capacidad de este prodigioso actor-mago para trasmutarse en escena parece inagotable.

Con todo, el espectáculo es mucho más que una mera serie de metamorfosis, posee un corpus textual sencillo pero que sirve de matriz sobre la que se sustenta el frenesí transformista al que venimos haciendo referencia. Todo comienza en un desván que pareciera sacado de un tiempo preterido, destartalado desván de la memoria de la infancia del que el adulto fuera arrojado un día y del que, ahora que ha vuelto, pareciera resistirse a salir. Se trata de un espacio poblado de juguetes, recuerdos, disfraces y objetos inverosímiles que cobran vida apropia como por arte de magia -y del talento y el oficio de Brachetti-, para colmar la nostalgia y dar rienda suelta a la fantasía del niño grande en que se ha convertido nuestro protagonista.

Dos partes y un epílogo conforman el montaje; un antes y un después de la aparición de la fábrica de sueños por excelencia que fue el cine. Y la viva impresión que produce ese sincero homenaje a Hollywood, de cuyas producciones más celebradas se extraen algunos de los momentos más espectaculares del montaje (desde referencias a El gran dictador o Los diez mandamientos hasta King Kong, la inolvidable Casablanca o La Guerra de las galaxias) no ensombrece el tremendo potencial evocador de las imágenes recreadas en la primera parte del espectáculo, el desfile de los personajes de leyenda que poblaron las fantasías infantiles antes de la aparición del cinematógrafo, desde Blancanieves, la Sirenita o la Abeja Maya hasta las sombras chinescas, el Arlequín, el Pierrot y demás figuras inmortales de los teatrillos de marionetas, para los que Brachetti guarda un recuerdo especial.

Y cuando parece que la obra está tocando a su fin, todavía nos queda, como espléndido colofón, el espectacular homenaje a la figura de Fellini. Los mejores efectos de luz y sonido se reservan para este final explosivo; se rompen todos los diques y en un extraordinario más difícil todavía, las entrañas de la escenografía se abren para dar paso a las creaciones de la desbordante imaginación de Federico Fellini y el fecundo universo onírico de su Roma, La estrada, Ocho y medio o Y la nave va.

Un espectáculo grandioso donde el vestuario, la iluminación y la música juegan un papel destacado, de ritmo trepidante, lleno de sorpresas y de humor que se convierte en una invitación a reconciliarnos con lo mejor de nosotros mismos a través de un viaje al país de la fantasía y de la ilusión cuyos pobladores, y sus aventuras y desventuras espolearon nuestra imaginación y nos colmaron de felicidad en los mejores momentos de nuestra infancia.


Gordon Craig. 11-X-2006.

WHISPERS’ GALLERY. Nuevas sensaciones. Basic_B, 2005.

2. Ballena.




jueves, octubre 19, 2006

MÚSICA. TEATRO. Gigolo Aunts se marchan. Rodrigo García regresa.

El fin de semana anterior fue intenso. Madrid vuelve a vestirse de otoño, y con la caída de las hojas vuelven a llenarse las salas de conciertos y los teatros. La programación de la capital se llena de mil y una propuestas, muchas de ellas irrenunciables. El tiempo para asistir si no se tiene se pinta, se inventa, el único límite que tienes que tener en cuenta es el que te marque tu libreta de ahorros.

En esta ocasión, el viernes 13 de octubre tuve la ocasión de asistir a uno de los últimos conciertos de los Gigoló Aunts. La madrileña sala El Sol se vistió de gala una vez más recibir a los americanos. Los Gigoló nos regalaron un recital de altura, con muchos temas de su último trabajo, pero también nos deleitaron con un montón de sus temas míticos, de sus himnos, de esas melodías que muchos aún sin saber que se tratan de los Gigoló, recordamos en cuanto escuchamos un par de acordes.

En esta ocasión los brigatos tenían mejores planes para esa noche, o eso nos dijeron, y sólo, y nos bastamos sobrados, nos reunimos Sir Hannofer, Javibroker y su chica y yo. Bueno yo iba muy bien acompañado por unos ojitos azules que me siguen allá por dónde piso desde hace un tiempo, como si fuera mi encantadora sombra con su dulce y tierna sonrisa tras de mi.

Al día siguiente, y después de demasiadas peripecias para conseguir unas localidades, mis ojitos azules y yo nos plantamos en Guadalajara para asistir al espectáculo que abría el Festival de Teatro Urbano de la capital alcarreña.

Por una vez y sin que sirva de precedente tengo que agradecer a toda la gente que mueve el FUT que en esta ocasión haya invitado a Rodrigo García y su elenco a la iglesia de los Remedios para que nos ofrezcan su nuevo espectáculo, “Borges+Goya”. Rodrigo es un dramaturgo inclasificable, pero en la actualidad uno de los mejores representantes de eso que se puede venir a llamar como “vanguardia teatral”: es decir uno de los dramaturgos más frescos, provocadores e innovadores del momento.

Borges+Goya es un espectáculo que se divide en dos monólogos que enlazan uno con el otro a través de un vídeo: “Prefiero que me quite el sueño Goya que lo haga cualquier hijo de puta” que da vida al cuadro de Goya: “Duelo a garrotazos”. En el primer monólogo, Borges, se prima al texto sobre el trabajo actoral. Tras unas videoproyecciones en las que se ven entre otras cosas al escritor argentino asintiendo con la cabeza y a su lado, en la otra mitad de la pantalla, un perro de estos que se ponen en el salpicadero del coche y siempre mecen de arriba abajo la cabeza, y a una máquina de picar carne mientras desfilan al otro lado de la pantalla imágenes de los militares golpistas argentinos, un escenario salpicado de guiños minimalistas nos presenta a un actor de la Carnicería Teatro que se mete en la piel de un escritor, alter ego de Rodrigo García, que creció eclipsado por la figura de Borges, pero tras conocer de verás lo que representó la figura del escritor argentino en su sociedad, cae en una crisis existencial abismal. Rodrigo describe mejor que nadie esta situación de desengaño y desamparo: “Lo ví en el café Tortoni a Borges con la secretaria y el secretario y con Octavio Paz, el poeta que nunca se mojó por anda ni nadie, el poeta condecorado, el poeta insignia. Ahí estaban sentados los dos poetas insignia, los que nunca se mojaron por nadie y al fondo unos desconocidos jugaban al billar”. Este es el principio del fin, la tumba de Borges en Suiza, de boca del narrador, termina estallando por los aires y sus restos caen en la Bombonera, el estadio de Boca Juniors.

Goya comienza con Indy, la mascota del Atlético de Madrid bailando al son de la música de un lado a otro del escenario. De repente el muñeco nos enseña al actor que se esconde tras el peluche y la magia de Rodrigo vuelve al escenario. El tipo del disfraz tiene un plan para gastarse con sus hijos los 5000 euros que ha logrado ahorrar durante su vida: “Vamos a ir al Prado. Con la mochila a tope de droga, bocatas de tortilla, y birra, y Macallan. Y piedras para romper las ventanas. Y la sangre haciendo bum bum. Una fiesta”. La putada es que sus hijos prefieren ir a DisneyWorld. Y se desata la locura, lo grotesco y lo irónico del gran Rodrigo en su máxima expresión.

Para terminar un guiño a todas las cabezas pensantes de la buena cultura de nuestro país, a las que mueven los cuartos públicos y con ellos los cachés y el funcionamiento de muchas salas: con mis impuestos también se le dan oportunidades a unos tipos tan peculiares como es el caso de Rodrigo García, sin censuras y sin imposiciones. Urgente y necesario.

¡Bravo Rodrigo!, sigues estando en forma.

TEATRO. Ilusionistas. "Reinventar la realidad".

De Lluïsa Cunillé.
Con: Rosa López, Lola López y Paco Zarzoso.
Compañía Hongaresa de Teatre.
Dirección: Paco Zarzoso.
Alcalá de Henares. Corral de comedias.


El recientemente remodelado Corral de Comedias de Alcalá de Henares inicia sus segunda temporada con un sugerente y variado repertorio de teatro, música y danza. Vinculado administrativa y artísticamente al Teatro de la Abadía, exhibe espectáculos propios y montajes que han pasado previamente por esa prestigiosa sala madrileña poniendo al alcance del público de la ciudad complutense y de los aficionados de Guadalajara una programación de calidad que nuestros gestores municipales y comunitarios reiteradamente nos niegan. (Aunque luego pongan el grito en el cielo por no se qué declaraciones -desafortunadas, es verdad- sobre la incultura local. ¡Qué derroche de artillería pesada!)

Pero vayamos a Lluïsa Cunillé. Alguien ha dicho de los textos de esta autora (Badalona, 1961) que son como pequeñas cajas de música que al abrirse descubren una melodía íntima que estimula el recuerdo y despierta la emoción, y creo que es una excelente comparación. Sus piezas son delicadas obras de orfebrería, de un enorme poder de sugerencia y lo dramático aflora por sorpresa entre los intersticios de los detalles más pequeños y de las cosas más cotidianas bien es verdad, que tras haber sometido a la acción y a los personajes a un proceso descontextualizador que tiene mucho que ver con la poética del absurdo.

Ilusionistas no escapa a esta caracterización, es más, la atmósfera de irrealidad y de extrañeza que rodea a los personajes se acrecienta si cabe por la vinculación de los mismos con el mundo de la magia. El protagonista, Alfredo, es un mago que trabaja con su hermana Ágata en un espectáculo de variedades, y ese universo de trucos y embelecos, de ilusión, en definitiva, cuadra bien con la perentoria necesidad que sienten los personajes de reinventar una realidad con la que no están satisfechos y perseguir sus obsesiones: Ágata la espera, Alfredo, perfeccionar sus trucos de magia y Alicia el deseo de estar siempre en otra parte.

Que no espere el espectador un desarrollo convencional de la acción dramática. La autora juega permanentemente con la realidad y con nuestros hábitos perceptivos, demasiado convencionales; introduce cortes abruptos en el desarrollo de la acción, cambios de espacio, y modula el desarrollo temporal con extrema libertad, consiguiendo curiosos efectos de sentido al reintroducir en el relato elementos de las escenas previas pero cambiándolos de perspectiva haciendo bueno el juicio pinteriano acerca de la “inestabilidad” de lo real.

La obra, en cualquier caso, no plantea ninguna tesis ni tiene un argumento en el sentido fuerte del término, ni ambiciona moralizar al espectador; simplemente se asoma por unos momentos a la vida de unos personajes en cuyos afanes, obsesiones, pequeñas malicias o flaqueza podemos reconocernos sin esfuerzo, porque su desconcierto, su melancolía o su añoranza de un pasado feliz o de otro mundo distinto reflejan perfectamente nuestra propia nostalgia, nuestra insatisfacción con lo que nos rodea, y ese deseo indefinido de huir de la realidad.

Intimista, tierna, evocadora, y un tanto triste, eso es Ilusionistas, y tremendamente sutil y bienhumorada.

Gordon Craig.

miércoles, octubre 11, 2006

TEATRO. EL RINCÓN DE GORDON CRAIG. Ritter, Dene, Voss. "El parentesco y la muerte".

De Thomas Bernhard.
Con: Ana Caleya, Rosa Savoini y Carlos Domingo.
Dirección: Rosario Ruiz Rogers.
Madrid. Teatro de Círculo de Bellas Artes. 16 de septiembre de 2006.



En el oceánico marasmo de lo dejà vu en que se ha convertido la cartelera madrileña en este inicio de temporada aún podemos rescatar alguna novedad que merezca realmente la pena. Mencionábamos el otro día la reposición de Nina, de José Ramón Fernández y hoy vamos a hacer referencia a una inquietante pieza de Thomas Bernhard que ha recalado en el escenario del Círculo de Bellas Artes –bien es verdad que por un brevísimo lapso de tiempo- de la mano de la inquieta directora, otrora ayudante de dirección de José Luis Gómez, Rosario Ruiz Rogers.

Es el de Thomas Bernhard un teatro difícil, -como su narrativa-, torturado, con personajes en la frontera de la demencia, lúcidos intérpretes de la extrema decadencia intelectual y moral de la sociedad europea contemporánea, aherrojados a sus prejuicios de clase y aquejados de lo que con atinada expresión definiera Freud como “el malestar de la cultura”.

La obra que comentamos constituye una reflexión acerca las relaciones de parentesco, en particular, de la soportabilidad de la vida en común de los hermanos de una misma familia, “esa amputación siempre abyecta del espíritu” (como escribiera el propio Bernhard en otro lugar en referencia a esta milenaria institución). Voss ha estado recluido en un sanatorio psiquiátrico y a instancias de una de sus hermanas vuelve a la casa paterna para reiniciar una vida en común, que enseguida se revela insoportable. Casi en tiempo real, lo que dura apenas una cena de bienvenida, los demonios familiares se desatan de nuevo y la máscara de las buenas maneras y de la exquisita educación de estos miembros conspicuos de la alta burguesía acomodada apenas puede ocultar sus verdaderos sentimientos y sus deseos más inconfesables. La sumisión enfermiza, casi masoquista, de Dene la mayor de las hermanas, que vuelca en Voss su insatisfecho instinto maternal, está al servicio de un mal disimulado instinto de dominio que quiere ejercer asimismo, sin conseguirlo, sobre Ritter, la hermana pequeña, quien no oculta su resentimiento contra la primacía intelectual de su hermano, contra los intentos de vampirización por parte de su hermana y contra su propia falta de resolución para abandonar una vida cómoda pero en un entorno represivo que ha ido envenenando poco a poco su existencia. Respecto a Voss es un desequilibrado irascible, dominado por la soberbia intelectual y por el despotismo y el desprecio con que trata a sus hermanas.

El espacio escénico es fiel reflejo del refinamiento y del lujo del que se han sabido rodear estos seres privilegiados, herederos de una gran fortuna, aunque el excesivo apego a ciertos muebles y enseres refleja una desviación fetichista. A su vez, la ausencia de ventanas, el aislamiento del exterior, la muda presencia de los ancestros y el tono fúnebre de los paramentos confieren al gran comedor familiar la atmósfera claustrofóbica de un panteón. Destacable son, asimismo, una cuidada y meticulosa dirección y un solvente trabajo actoral. Dene (Ana Savoini) y Ritter (Ana Celaya) recrean magistralmente a dos espléndidos tipos femeninos; la primera es una mujer frustrada e insatisfecha convertida circunstancialmente en una madre de familia solícita y posesiva; La segunda parece indiferente a cuanto la rodea y es la viva imagen de una actitud vital desencantada y diletante. Por úlimo, Voss (Carlos Domingo) encarna el hastío, la insania y la visceralidad.

Gordon Craig.
19-IX-2006.

jueves, octubre 05, 2006

TEATRO. Portulanos. "España".

[Columna Portulanos de Ignacio García May, publicada en El Cultural el día 21 de septimenbre 2006]

Pero, ¿a qué viene tanto escándalo con Rubianes si lo que ha hecho es comportarse como un patriota? Porque no hay nada más intrínseca, más compulsiva, más inconfundiblemente español que abominar de la propia patria en voz alta y en toda circunstancia. Es lo que hacen a diario los ciudadanos, sea por el fútbol, por la política, por la historia, por cualquier cosa. Es un impulso presente en la literatura del XVII, en la del 98. Sánchez- Dragó se pasa la vida declarando que le revienta ser español y la derecha le ríe la gracia siempre. Incluso el propio gobierno difunde permanentemente esta idea, en su discurso, en sus acciones, en sus omisiones, con más retórica que Rubianes, pero no con menos énfasis. ¿Acaso hay alguien aquí que pueda presumir de no haber echado leña en ese fuego? ¡Si todo el discurso intelectual y político de los últimos treinta años ha ido dirigido a despotricar contra España, a avergonzarse de España, a negar España! Porque presumir de español, regocijarse de ser parte de una de las culturas más formidables de la historia, le sonaba y le suena aún a facha a la legión de ignaros y usurpadores que se autoadjudican, sin que nadie se lo pida, la misión de proteger la conciencia y la corrección ideológica. ¿Respeto al espectador? ¡Como si eso les importara! Mayor falta de respeto es que la televisión ¡pública! nos salga ahora reivindicando como Reina del Baile a la Nietísima del dictador que durante cuarenta años tuvo este país bajo su bota, en hora punta y pagada, como es costumbre, por todos los ciudadanos, sin que nadie, absolutamente nadie, haya dicho nada sobre eso. No nos engañemos: Rubianes, como la Pantoja, como los psicópatas que inundan a estas alturas los periódicos de esquelas enfermizas sobre la Guerra Civil, como tantas otras cosas de la actualidad, no es más que munición que nos arrojan para tener al pueblo encabronado mientras las cosas importantes pasan por delante nuestro sin que les prestemos atención. Brecht inventó lo del distanciamiento para prevenirnos contra este tipo de vilezas: está claro que fue inútil.

Ignacio GARCÍA MAY.

lunes, octubre 02, 2006

TEATRO. Odio a Hamlet. "El ser (o no ser) del teatro".

De Paul Rudnick.
Versión de Juan Pastor.
Con: Raúl Fernández, Joseph Albert, Alex Tormo, María Pastor, Ana Alonso, Ana Miranda.
Dirección: Juan Pastor.
Madrid. Teatro de la Guindalera.



No es el menor de los aciertos de este espectáculo que estrena ahora la recoleta y acogedora sala Guindalera el de dar a conocer un texto y un autor nuevos por estos pagos, contribuyendo a diversificar un poco la oferta de una cartelera anclada en reposiciones, “remakes”, adaptaciones tecno de textos narrativos consagrados, o manidos y oportunistas homenajes a dramaturgos muertos (con o sin escándalo añadido; un tal Rufianes, ¿recuerdan?). Aunque el montaje tiene otros muchos y muy destacados valores, ya en el estricto plano de la representación, y que son otras tantas razones para no perdérselo de ninguna manera.

Veamos. Nos lleva Juan Pastor al proceloso territorio de la comedia. Lo cual no quiere decir que en sus anteriores montajes, de Chejov o incluso de Wilder, no hubiera frecuentes notas de humor, pero aquí, la sugerencia y la fina ironía son sustituidas por la sátira y la parodia, es más, ambas son el motor de la obra y a su servicio, director y actores dan lo mejor de si mismos para conseguir un ritmo, un tono y un registro de actuación volcados en la comicidad. Comicidad desbordante, inteligente, como lo es la pieza misma, y sin concesiones a la zafiedad ni a la chocarrería. Y uno disfruta y se ríe a gusto mientras asiste al desarrollo de una trama ingeniosa, plagada de situaciones insólitas que fructifican en escenas cuidadosamente planteadas y resueltas con extraordinaria maestría.

Pero no por divertida la obra deja de albergar una incisiva reflexión sobre la condición del actor y sobre la del teatro mismo, enfrentados uno y otro al furibundo embate de la Televisión y del cada vez más clamoroso adocenamiento de las audiencias. El primero, sumido en la duda hamletiana de tener que elegir entre el bien remunerado trabajo ante a las cámaras pero en programas de ínfima calidad estética y la rara avis de un teatro de calidad, un trabajo absorbente de mayor exigencia artística y sin el horizonte inmediato de la recompensa económica o del reconocimiento del público. Pero a través de Andrew y su pugna con el espectro de Barrymore, es la idiosincrasia misma del teatro la que se pone en cuestión. ¿Es acaso el teatro en esta era del audiovisual una suerte de enfermedad del espíritu, una flaqueza pasajera? Como sugiere irónicamente el productor al espetar al dubitativo Andrew cuando este parece decidirse por Shakespeare rechazando un suculento contrato: “entre tú y yo vamos a conseguir salir de esto”. Con “esto” se refiere, naturalmente, al teatro, pero Andrew ya ha tomado la decisión, y no parece que vaya a arrepentirse, pues aunque el estreno haya sido un rotundo fracaso, ha descubierto lo esencial, que aunque sea esporádica y coyunturalmente se puede entrar en contacto con el público, y comunicarse con él, y recabar su reconocimiento y eso es turbadoramente halagador y ....

Un sutil juego teatral

Gordon Craig.

Odio a Hamlet. Teatro Guindalera.

ARTE. Nuevas sensaciones. Basic_B: 1. Ciudad encantada, 2005.

1. Ciudad encantada.
 Contacto.










martes, septiembre 19, 2006

TEATRO. Nina. "Let’s get lost".

De José Ramón Fernández.
Con: Laia Marull, Juanjo Artero y Ricardo Moya
Dirección: Salvador García Ruiz.
Madrid. Teatro Español.


La pieza que se repone ahora en el Español viene a ser una larga y dolorosa ceremonia de rememoración protagonizada por Nina y Blas, dos amigos de la infancia y de la adolescencia, que vienen a reencontrarse tras largos años de separación en un solitario comedor de hotel en algún lugar de la costa. Es una intempestiva y lluviosa noche de otoño y la fascinación del reencuentro en la acogedora penumbra del mal iluminado salón con una copa entre las manos invita a demorarse en las confidencias, mientras un reproductor de compact disc va desgranando unos turbadores solos de trompeta de Chet Baker.

Pero la melodía no hace sino reforzar el aura de tristeza que envuelve ese largo encuentro en el que ambos quieren escapara momentáneamente del presente; intento vano de rehacer unas vidas destrozadas y de encontrar una salida al impase, al estancamiento en el que se hallan sumidos, para venir a constatar que el pasado no se puede rectificar y que su evocación sólo acarrea más dolor y más frustración, más allá de algunos agradables recuerdos de momentos felices y del abandono ocasional al deseo y a la tibia complacencia en la caricia o el abrazo de unos cuerpos que se buscan para combatir su soledad.

Se trata de un incisiva reflexión sobre el tiempo administrada con extraordinaria maestría en una infatigable sucesión de clímax y anticlímax, en un permanente vaivén de emociones y de sentimientos encontrados en los que predominan, como ya hemos indicado, la frustración y la tristeza, la rabia y la desesperación, pero también la ternura, y sobre todo, la aceptación vigorosa de una realidad inapelable y el deseo compartido de volver a enfrentarse a sus vidas con energías renovadas.

Quizá sea Nina el personaje más redondo, el más elaborado y a cuyo servicio, en términos de funcionalidad dramátúrgica, se han forjado los otros dos. Esteban, el mentor del encuentro y que analiza lo sucedido desde otra perspectiva generacional -es el padre de Nuria, otra de las amigas de la infancia de Nina-, y que actúa desde la buena fe porque quiere -según sus palabras- reinstaurar un poco de “orden” en las vidas de los jóvenes. Y Blas, verdadero antagonista, si puede decirse así, por cuanto encarna una visión del mundo diferente, contraria, de la personalidad y de los afanes de libertad de Nina. En el caso de los protagonistas, el texto brinda a los actores la oportunidad de lucimiento, que aprovechan suficientemente, sobre todo Laia Marull, espléndida, con una réplica nada desdeñable de Juanjo Artero (Blas).

José Ramón Fernández es un autor meticuloso -incluso en las acotaciones escénicas, muy explícitas en esta ocasión-, con una poética realista sin complejos que remite permanentemente a los aspectos concretos de la realidad y que hila muy fino en el terreno de los sentimientos y de las emociones, en las “distancias cortas” (como apostilla Laila Ripoll) y que reclama un grado notable de exigencia artística a los actores, sobre cuyos hombros descarga el grueso del peso de la tensión dramática en escenas de intensa emoción y sin concesiones a lo banal o lo puramente anecdótico.

Un montaje sobrio y pulcro; un texto incisivo y una labor de dirección y de actuación exigentes; en suma, una buena opción para iniciar la temporada.


Gordon Craig.

miércoles, septiembre 13, 2006

CINE. Alatriste.

No soy un ferviente seguidor de la obra de Arturo Pérez Reverte, ni tampoco me gusta por sistema el cine español. Si digo bien, el cine español, porque salvo honrosas excepciones, la mediocridad que reina en todo lo que huele a “made in Spain” es generalizada. Podríamos decir que el esquema básico de cualquier película española se basa en un mix protagonizado por el desnudo de la actriz de moda del momento, y cuya columna vertebral es una historia truculenta y poco creíble, con un mensaje sectario y moralizante.

En esta ocasión Alatriste sale airosa de mis iras por diversos motivos. El primero porque, su director Díaz Yanes, continuando la memorable labor de Pilar Miró, se ha atrevido a “filmar” una película ambientada en la rica y extensa Historia de la España Imperial. El segundo, sin lugar a dudas es que el resultado raya el notable alto.

La película narra las vivencias de un soldado, que forma parte de los celebérrimos Tercios españoles, Alatriste, en medio de una sociedad que vive su declive imperial y está involucrada en constantes conflictos bélicos en media Europa que agotan su economía y empobrecen a su población. La historia de Alatriste, es la historia de un soldado, de un buen soldado y de un buen hombre, un hombre de honor, y a la vez de un pícaro y un mujeriego enamorado. Un español.

Díaz Yanes y su equipo retratan muy bien el ambiente y la sociedad española en tiempos del Conde Duque de Olivares, y con su director de fotografía a la cabeza, con un trabajo exquisito, nos sumergen en cada secuencia en una escena pictórica del genial sevillano Velázquez. El reparto actoral cumple y Vigo Morttensen se convierte en un convincente y creíble Alatriste. Una banda sonora muy apropiada y cuidada convierten a la película en un placer para los sentidos durante un par de horas largas.

miércoles, septiembre 06, 2006

Divagaciones. Vacaciones.

Agosto ya se terminó. El periodo vacacional se agota día a día. Las rutinas empiezan a encajar en la cotidianidad de cada uno. La vida vuelve a la “normalidad”. Pero, ... para la gran mayoría, no para mi.


Desde hace tiempo el ir contracorriente forma parte de mi vida diaria. Creo que es una forma diferente de disfrutar de cada día. No consiste en “creérselo” y convertirse en un esnob, ni más ni menos hay que intentar hacer lo que todo el mundo hace pero cuando esa inmensidad de masa o ya lo ha hecho o no piensa hacerlo en el preciso momento que tú has elegido.

Tuve unos días de asueto en julio, minucias comparado con lo que me espera en septiembre. Primero hay que disfrutar de unos días de desconexión total, descanso, buena comida, muchas horas de sueño y actividades poco intelectuales como arreglar el jardín o pintar las puertas del garaje. Claro está, el idílico lugar al que me refiero responde al nombre de Walden. Mi hogar.

Después de esto nada mejor que un poco de música en buena compañía. El Festival Ebrovisión de Miranda de Ebro en Burgos me espera un año más. Todos sabemos lo que conlleva un festival de música aparte de las buenas vibraciones: risas, momentos inolvidables y situaciones inverosímiles con los amigos. Algunos se lo quieren perder. Allá ellos.

Los postres siempre son los platos más apetecibles de una buena comida y como no podía ser menos el “postre” de esta declaración de “malas” intenciones tenía que ser especial. Unos días, añorados desde hace tiempo, en compañía de unos ojitos azules encantadores cerca del mar se presenta como un postre demasiado apetecible como para dejarlo pasar.

El colofón lo protagonizarán unos últimos momentos que voy a dedicar en exclusiva a la lectura. Entre los afortunados títulos que quiero que pasen por mis manos están varias obras de Ian McEwan, “Sábado” y “Expiación”, segundas lecturas ambas, pero también quiero volver a disfrutar de la exquisitez de la Poesía de Pedro Salinas y Luis Cernuda. Quiero llegar a octubre, cuando el otoño enseñe ya su patita por debajo de la puerta en plenas facultades, con las pilas suficientemente cargadas para afrontar un nuevo curso que seguro llegará preñado de sorpresas y buenos momentos.

sábado, agosto 26, 2006

TEATRO. Hoy: El diario de Adán y Eva. ¿Nueva temporada?

“Hoy: El diario de Adán y Eva”, es el título de uno de los montajes teatrales más longevos de los que se han presentado en las tablas madrileñas desde hacía muchos años. El acordarme hoy de la puesta en escena protagonizada por Solá y Oteyza es una muestra más del caótico y enrevesado funcionamiento del cerebro humano, pero para no engañar a nadie tengo que añadir que hay algo mas tras este repentino recuerdo.

Sin ir más lejos, hace poco más de un mes, con unos amigos de por medio a la salida de un salón de actos la conversación nos llevó a preguntarnos por las últimas obras de teatro a las que habíamos asistido. Mis amigos me comentaron como muy recomendable el montaje de Adán y Eva de Manuel González sobre textos de Mark Twain. Este espectáculo siempre ha estado en la lista de obras para no perderse, pero por unas circunstancias u otras nunca he encontrado la ocasión de poder asistir a alguna función. El montaje ha estado un montón de años en Madrid, rotando de sala en sala, pero siempre rodeado de un entusiasta público que ha llenado el patio de butacas cada noche.

La incertidumbre me rodea ante lo que sucederá a partir de septiembre y sólo anhelo que la temporada que viene algún productor avispado programe de nuevo el montaje de Manuel González. Mientras tanto y la espera de acontecimientos, yo he leído el texto originario de Twain, del que os voy a regalar dos pequeñas pinceladas. También os voy a dejar la reseña de nuestro querido Gordon Craig sobre la obra, por si mis palabras no han sido lo suficientemente convincentes y necesitáis alguna otra razón para no perderos “Hoy: El diario de Adán y Eva” si al fin se repone en unos meses.

Diario de Adán y Eva, de Mark Twain. Madrid: Trama Editorial, 2004.

“Quizá debería tener en cuenta que es muy joven... Es todo interés, ansia, vivacidad; para ella el mundo es encanto, milagro, misterio, alegría... Si pudiera tranquilizarse y permanecer callada al menos unos minutos, constituiría un espectáculo apaciguador”. (Adán).

“Me parece que la criatura está más interesada en descansar que en ninguna otra cosa. A mí me cansaría descansar tanto. Ya me cansa estar sentada observándole en el árbol. Me pregunto para qué sirve: nunca le veo hacer nada”. (Eva).

TEATRO. Hoy: El diario de Adán y Eva. "Un jardín del Edén al oeste de Oklahoma".

De Mark Twain y Manuel González.
Con: Miguel Ángel Solá y Blanca Oteyza
Dirección: Manuel González Gil.
Madrid. Teatro Bellas Artes.

Envuelto en el aroma añejo de los recuerdos, este montaje nos retrotrae a los tiempos gloriosos de la radio, cuando sus concursos, radionovelas y seriales eran algo más que el vacuo y estúpido entretenimiento en que hoy se ha convertido gran parte de su programación, comandada por presentadores clónicos de voces afectadas, verbo balbuceante y pensamiento débil; tiempos en que el misterio y la magia que aureolaba muchas de sus emisiones constituía casi la única posibilidad de escapar a ratos de la dura realidad cotidiana, la vía de acceso a los universos del ensueño y la fantasía, a los que sólo son capaces de trasportarnos realmente el hipnótico poder de la letra impresa en nuestro deambular solitario por las páginas de un libro o el magnetismo absorbente de una voz cálida y sugerente que nos llega a través de las ondas.

En la base del espectáculo está el humor descarado y sardónico de Mark Twain, quizá el máximo representante de la llamada “literatura del Oeste” (núcleo embrionario de la gran prosa norteamericana autóctona en lengua inglesa); los breves esketches sobre Adán y Eva en el jardín del Edén que forman este singular “diario” no son, en origen, sino una traslación literaria del “paraíso perdido” del propio Twain, las fértiles tierras del estado de Missouri donde el autor pasó su niñez y juventud. Pero sobre este escenario de la nostalgia, teje el novelista una ingenua y certera parodia de los primeros episodios del Génesis construida a base de ingenio, agudeza, desenfado y una no desdeñable dosis de cinismo.

Nostalgia sobre nostalgia, a la historia de nuestros primeros padres se superpone otra historia de amor, la de los protagonistas del programa radiofónico “Las noches de Dalmacio y Eloisa”, de rotundo éxito en la Argentina de los años 50, recreada ahora, casi medio siglo después, a través de una entrevista radiofónica que una joven periodista hace al único superviviente de la pareja de actores.

Una habilísima dramaturgia de Manuel González, responsable del montaje, y un espléndido trabajo de Miguel Ángel Solá y Blanca Oteyza, convierten esta insólita propuesta en un verdadero ejercicio de virtuosismo escénico. El aire un tanto sentimentaloide y cándido que destila el argumento central de la obra, las relación sentimental de Dalmacio y Eloisa extendida a todas las fases del enamoramiento, su atmósfera glamourosa y acaramelada tiene un violento contrapunto en el desarrollo de las otras dos historias paralelas, que rivalizan en humor, ironía y finura para explorar el fecundo territorio de la parodia y el histrionismo.

Por encima de otras consideraciones este espectáculo nos ofrece la posibilidad de disfrutar de un soberbio trabajo de actuación. Es el actor -y la actriz- desplegando todo su ingente potencial de capacidades expresivas; metamorfoseándose y desdoblándose en varios personajes; con un riguroso control de gestos y movimientos; cambiando constantemente de tono, de actitud, de registro, de ademán, en difícil equilibrio entre la contención y la emoción; desde el hieratismo frío y suavemente malévolo de una estirada presentadora de radio, hasta el balanceo y los andares torpes y maquinales de un Adán de aspecto simiesco. Es, en fin, el reencuentro gozoso con la palabra hablada, con la exuberante riqueza de timbres, tonalidades y matices del habla castellana pasada por el cálido e insinuante acento porteño; un homenaje a la maltrecha palabra hablada a la que una legión de impresentables presentadores desacreditan a diario arrojándola por los sumideros de la insipiencia y de la incuria.

Gordon Craig.

WHISPERS’ GALLERY. Basic_B, 2004.

69. Pequeño sistema solar.



martes, agosto 22, 2006

LIBROS. Lecturas Convulsivas. Travesuras de la niña mala, de Mario Vargas Llosa.

Este 2006 nos ha regalado una nueva novela del escritor peruano Mario Vargas Llosa y eso siempre es una buena noticia. Habían pasado unas semanas desde su publicación y ya había oído muy buenas críticas, demasiadas. Decidí comprar la novela y leerla antes de que ningún crítico más sin escrúpulos me la destripara.

También tengo que reconocer que su sugerente título, muy criticado por cierto, me llamó la atención. ¿En la vida de quién no se ha cruzado una niña mala o un niño malo? Cerca de mi han pasado algunas niñas malas, y me han hecho vivir algunos de los momentos más intensos de mi vida.


La novela de Vargas Llosa nos narra la historia de Ricardo, en un principio un niño peruano del limeño barrio de Miraflores que desde chiquitín quiere ir a vivir a Paris y que termina con un Ricardito adulto, traductor de novelas e intérprete que comparte un apartamento con una escenógrafa italiana en el madrileño barrio de Lavapiés veinte años más joven que él.

La aparición en la narración de la niña mala no se hace esperar, y ya desde que Ricardo es un joven adolescente, la niña irrumpe en la historia bajo la misteriosa apariencia de una chilenita que acompañada siempre de su hermana no se pierde ninguna de las fiestas organizadas en sus grandes haciendas por los jóvenes patricios miraflorinos. Ricardo se enamora de una de las hermanas, la niña mala, y desde este momento su vida queda marcada y unida hasta al fin de los tiempos con la de ella.

Ricardo consigue ir a Paris y allí se incorpora como intérprete a la UNESCO ya que conoce un montón de idiomas. La niña mala por sorpresa, de aquí en adelante siempre, aparece una y otra vez en la vida del peruanito, unas veces en la misma Paris, otras en Londres o en Tokio, pero también en el fronterizo y mestizo barrio madrileño de Lavapiés. Cada vez que la chilenita surge de repente, la vida de Ricardo da un vuelco, sus rutinas se tambalean y lo que su razón no para de repetirle una y otra vez, que deje de ver a la niña mala, se ahoga por los sentimientos de un corazón sediento y ardoroso que palpita de forma diferente cada vez que la niña está cerca y que pide a voces un amor frenético y sin límites.

Mario Vargas Llosa una vez más nos emociona a través de su palabra, su última novela es un viaje a los sentimientos humanos más íntimos, que de forma magistral con su pluma disecciona como si de un bisturí en manos de un avezado cirujano se tratase. La historia de la niña mala y Ricardo es una historia de amor, de amor loco y quizás imposible, pero de amor, de vida. El peruano crea, inventa dos personajes que sobrecogen, que enamoran, que hacen que devores página tras página de su novela sin descanso. Pero el viaje vital de Ricardo y la niña mala está preñado de otros protagonistas secundarios pero no por ello desmerecedores de carisma y encanto: hablo por ejemplo de Arquímedes, el hombre que conversa con el mar y señala dónde se pueden construir rompeolas para que la furia de Poseidón no se los lleve por delante, o del niño Yilal, mudo, que mantiene una enternecedora e íntima relación con la niña mala, difícil de explicar. Tantas y tantas cosas nos ofrece Vargas Llosa. Una invitación a la lectura. Urgente y pausada.


Doctor Faustus.
Referencia bibliográfica: ”Travesuras de la niña mala”, por Mario Vargas Llosa. Madrid: Alfaguara.

lunes, agosto 07, 2006

TEATRO. Tirando de Romancero. “La lavandera”.

Tirando de Romancero vuelven a la carga después de la exquisita puesta en escena del año pasado de “sus” entremeses, con versos de Cervantes y Lope de Rueda. En esta ocasión nos presentan La Lavandera un texto de creación propia.

El caluroso mes de julio se nos acababa por horas, era 30 de julio y un centenar de personas se acercaron al centro cívico Cerro Buenavista para abarrotar la sala. Las luces se apagaron y la siempre impactante magia de la oscuridad dejó paso a los actores. Un peregrino, un caminante con un candil en la mano rompía el silencio y nos comenzaba a contar la historia de la lavandera, de una valiente mujer que enamorada tiene que vender su amor al rey de las tinieblas para poder rescatar otra vida. Un historia de amor, una historia de vida al fin y al cabo, preñada de sufrimiento y buenos momentos, un reflejo de la experiencia vital de cualquiera de nosotros, de la tuya misma también, quizás, querido lector. Y todo ello a la orilla de un río, con el reflejo del agua impregnando los rostros de los personajes cada momento y con el rumor incesante de la corriente del río incrustado en sus almas, como una espada de Damocles pendiente de sus cabezas que cada segundo te recuerda que el río no se para, que la vida también corre.

La Lavandera ha supuesto un salto vertiginoso para los componentes de Tirando de Romancero en muchos aspectos, uno de ellos el texto propio, lo que supone un trabajo extra de creación y continua adaptación hasta conseguir el resultado anhelado. Pero tampoco querría olvidarme del cuidado viaje a los Infiernos de la Lavandera, con un juego de sombras chinescas tras una sábana que conlleva siempre mucho ensayo y un toque de imaginación y de buen gusto que no está al alcance de todos los mortales.

En el plano actoral me gustaría resaltar que en general los actores han realizado un muy buen trabajo, fiel reflejo de su dedicación y esfuerzo y de una acertada e inteligente mano de dirección, que aunque siempre en segundo plano y entre bambalinas se nota. Aun con esas, sin poder pero queriendo, haría una mención especial sobre Carlos Escaño, en su sitio y con una presencia impactante sobre las tablas, aunque quizás también debiéndose en parte, y sin desmerecer en absoluto, a que su papel de mago es uno de los más jugosos del texto

Miguel Ángel Cobos, el director, comentó unos días después del estreno, que lo importante es que el parto se había producido y que la criatura había echado a andar. Querido Miguel ya sólo me queda desearos !mucha mierda! Y larga vida.