sábado, agosto 02, 2008

TEATRO. EL RINCON DE GORDON CRAIG. "FESTIVAL CLASICOS DE ALCALA 2008". El cuerdo loco. "¿Recreo estético o lectura intencionada?"

De Lope de Vega.
Con: Israel Elejalde, Juan Ribó, Quique Fernández, Alex García, Emilio Gómez, Beatriz Segura y Manuela Paso.
Teatro en Tránsito. Versión, dramaturgia y dirección: Carlos Aladro.
Alcalá de Henares. VIII festival “Clásicos en Alcalá”.
Corral de Comedias. Estreno 18 de junio de 2008.

Si nos atenemos a la caracterización de la obra del Fénix que ha hecho la crítica especializada ella estaría determinada por la fuerza dominante de la trama; una trama ficticia, urdida sobre un argumento novelesco o histórico no necesariamente verosímil, a la que se someten también los personajes, pertenecientes a todos los niveles sociales; y unido a ello, el valor de los lances, la sorpresa y la mezcla de elementos heterogéneos: lo lírico, lo narrativo, lo cómico y lo trágico. A tenor de esta descripción -y perdóneseme la simplificación-, alguien podría ver en la obra que comentamos, estrenada ayer en el Corral de Comedias, el paradigma del teatro de Lope, y sin embargo no hay tal. Obra de su primera época, de tanteo, por tanto, de una nueva poética, que habría de culminar en el Arte Nuevo de hacer comedias, muestra ya todo su potencial imaginativo pero enredado en una trama en exceso artificiosa y rocambolesca que el montaje de Carlos Aladro no contribuye a clarificar.

Ignoro lo que habrá visto este joven y sagaz director en este texto, quizá sus estrechas relaciones con el Hamlet de Shakespeare, que las tiene, por ejemplo, en la locura fingida de Antonio para desenmascarar a su madrastra; o sus elementos históricos; o su vaga vinculación histórica también con los conflictos étnicos y/o bélicos actuales que pudiera dar pié a una reflexión, digamos, política. No lo sé, pero sea lo que sea, creo que no ha acertado a trasmitirlo, o por lo menos yo no lo he comprendido. Se me dirá que no hacen falta razones especiales para traer a escena obras de nuestro teatro áureo más allá del mero recreo estético, y ¿qué mejor ocasión que estos festivales de verano para divulgar una pieza apenas conocida del “príncipe de los ingenios”? De acuerdo, pero entonces hay que encarar el reto con algo más de rigor. Bien está no caer en la “trampa de la solemnidad” como escribe hoy mismo García May en El Cultural, pero tampoco en la irreverencia infantil de buscar a cualquier precio el beneplácito del respetable. Porque ¿qué objeto tiene si no esa transformación del Sultán en un seductor y atildado gigoló con un acento pegajoso que nos recuerda a la media lengua de los inmigrantes magrebíes del “todo barato”, o ese fin de fiesta en plan guerra de la galaxias, espadas láser incluidas y con nuestros patriotas albaneses metamorfoseados en guerreros Sith y Jedi?.

En fin, la cosa podría pasar si se tratara de escenas aisladas fallidas, pero es el tono general del espectáculo el que se mantiene por debajo del punto crítico, ese punto en el que sentimientos y emociones emergen como un precipitado necesario de las reacciones que el cuerpo del actor experimenta al contacto con la palabra poética y se convierte en cauce y proyección de su sentido. Una escenografía agobiante y un movimiento escénico errático no contribuyen tampoco a aminorar estas carencias, por lo que el montaje se salda con un magro resultado, compensado por el esfuerzo puesto en el empeño, que no es poco. Por emplear un símil taurino, ciertamente hemos visto en tardes mejores a Carlos Aladro, a Juan Ribó y a Israel Elejalde. Con todo, a fuer de veraces, hay que consignar que el montaje cosechó un cerrado aplauso del público. Espero que no del vulgo al que se refería Lope en aquellos conocidos versos del Arte Nuevo en los que hablando de sus comedias decía:
… porque como las paga el vulgo es justo,
hablarle en necio y darle el gusto.


Gordon Craig.
19-VI-2008.