viernes, julio 04, 2014

miércoles, julio 02, 2014

TEATRO. El lenguaje de tus ojos o el príncipe travestido. "Corregir deleitando".

De Pierre de Marivaux.
Con: Cristina Castaño, Rebeca Valls, Jacobo Dicenta, Iker Lastra, Juan Gea y Beatriz Bergamín.
Versión y dirección: Amelia Ochandiano.
XIV Festival de las Artes Escénicas 'Clásicos en Alcalá'. Alcalá. Teatro Salón Cervantes.




Marivaux es para algunos el escritor francés que mejor refleja en sus obras la gracia y el espíritu dieciochescos. Escritor prolífico, sus comedias -y esta que comentamos en particular-, evidencian su doble condición de dramaturgo y de filósofo y moralista fiel seguidor de la máxima latina de “corregir deleitando”. De ahí que bajo ese aroma frívolo y galante del ambiente, bajo esa espontaneidad y ligereza con la que parecen comportarse los personajes descubrimos en ellos una preocupación constante por evaluar las consecuencias de sus actos. Formalmente, El príncipe travestido ejemplifica los esfuerzos del escritor por superar el envaramiento academicista del clasicismo francés construyendo una pieza en la que conviven elementos farsescos y lúdicos de la Comedia del arte, con otros de un teatro más literario y con un genuino intento de análisis de la psicología de los personajes; personajes, por cierto, no exentos de afectación y de un exceso de sutileza que no fue bien entendido en su tiempo, pero que hoy día constituye un espléndido material para el trabajo de actuación y puesta en escena, que han aprovechado, hay que apresurarse a decirlo, magníficamente, Amelia Ochandiano, la directora del montaje, y todo el elenco.

Coinciden en la corte de Barcelona, el embajador del rey de Castilla que viene a pedir la mano de la princesa, con un apuesto gentilhombre, que ha prestado un gran servicio al ejército de la princesa y de la que ésta, nada más verlo, se ha quedado inmediatamente prendada. Este caballero, que responde al nombre de Lelio, no es otro que el príncipe de León, que viaja de incógnito, para según él, tener la ocasión de estudiar mejor el comportamiento de sus súbditos. La obra arranca con una escena en la que la princesa está ponderando ante su amiga íntima Hortensia las virtudes de Lelio y comisionándola para que, por prudencia, sea ella la encargada de trasmitirle sus sentimientos y comprobar si él la corresponde. Confidencia por confidencia, Hortensia, confiesa a la princesa que ella también está perdidamente enamorada de un caballero que ha conocido hace poco, y que no es otro que el apuesto Lelio, aunque Hortensia no lo sabe todavía. Cuando ésta se presenta ante él y descubre quién es se produce la natural sorpresa y confusión de Hortensia, que a partir de ese momento se verá enfrentada a un terrible dilema: elegir entre su amor por Lelio y su lealtad a la princesa. Obviamente este es sólo el principio de una serie de malentendidos y medias verdades en los que tercian el arribista y sin escrúpulos Federico, primer ministro, el pícaro e interesado Arlequín, criado de Lelio, y hasta la ingenua y pizpireta criada de la princesa, Luisita.

Una escenografía exuberante y colorista que recrea un pabellón de caza palaciego, coadyuva a recrear el ambiente cortesano, refinado y la atmósfera festiva, casi de cuento de hadas, en la que se desarrolla la acción. Lo mismo cabe decir, salvo algunos excesos de color local, de la música y de la ambientación. Y es riguroso y solvente, como ya hemos dicho, el trabajo de los actores. Si hubiera que destacar alguno, cabría mencionar la ponderación, el continente noble y generoso y la cordialidad de Lelio (Iker Lastra), maestro en el arte de la seducción; el gracejo, el ingenio y la facundia de Arlequín (magnífico Jacobo Dicenta) y la donosura, la cortesía, la franqueza y la vivacidad de Hortensia (Rebeca Valls), a quien no teníamos ocasión de volver a ver desde el estreno de El libertino, y que en su difícil tarea de nadar y guardar la ropa muestra quizá mejor que ningún otro personaje ese rasgo tan particular del estilo de Marivaux que consiste en solapar sin solución de continuidad los sentimientos más alambicados con el decir popular, las mayores muestras de sutileza con replicas obvias y con expresiones triviales.

Gordon Craig.

Festival Clásicos de Alcalá.