sábado, agosto 26, 2006

TEATRO. Hoy: El diario de Adán y Eva. ¿Nueva temporada?

“Hoy: El diario de Adán y Eva”, es el título de uno de los montajes teatrales más longevos de los que se han presentado en las tablas madrileñas desde hacía muchos años. El acordarme hoy de la puesta en escena protagonizada por Solá y Oteyza es una muestra más del caótico y enrevesado funcionamiento del cerebro humano, pero para no engañar a nadie tengo que añadir que hay algo mas tras este repentino recuerdo.

Sin ir más lejos, hace poco más de un mes, con unos amigos de por medio a la salida de un salón de actos la conversación nos llevó a preguntarnos por las últimas obras de teatro a las que habíamos asistido. Mis amigos me comentaron como muy recomendable el montaje de Adán y Eva de Manuel González sobre textos de Mark Twain. Este espectáculo siempre ha estado en la lista de obras para no perderse, pero por unas circunstancias u otras nunca he encontrado la ocasión de poder asistir a alguna función. El montaje ha estado un montón de años en Madrid, rotando de sala en sala, pero siempre rodeado de un entusiasta público que ha llenado el patio de butacas cada noche.

La incertidumbre me rodea ante lo que sucederá a partir de septiembre y sólo anhelo que la temporada que viene algún productor avispado programe de nuevo el montaje de Manuel González. Mientras tanto y la espera de acontecimientos, yo he leído el texto originario de Twain, del que os voy a regalar dos pequeñas pinceladas. También os voy a dejar la reseña de nuestro querido Gordon Craig sobre la obra, por si mis palabras no han sido lo suficientemente convincentes y necesitáis alguna otra razón para no perderos “Hoy: El diario de Adán y Eva” si al fin se repone en unos meses.

Diario de Adán y Eva, de Mark Twain. Madrid: Trama Editorial, 2004.

“Quizá debería tener en cuenta que es muy joven... Es todo interés, ansia, vivacidad; para ella el mundo es encanto, milagro, misterio, alegría... Si pudiera tranquilizarse y permanecer callada al menos unos minutos, constituiría un espectáculo apaciguador”. (Adán).

“Me parece que la criatura está más interesada en descansar que en ninguna otra cosa. A mí me cansaría descansar tanto. Ya me cansa estar sentada observándole en el árbol. Me pregunto para qué sirve: nunca le veo hacer nada”. (Eva).

TEATRO. Hoy: El diario de Adán y Eva. "Un jardín del Edén al oeste de Oklahoma".

De Mark Twain y Manuel González.
Con: Miguel Ángel Solá y Blanca Oteyza
Dirección: Manuel González Gil.
Madrid. Teatro Bellas Artes.

Envuelto en el aroma añejo de los recuerdos, este montaje nos retrotrae a los tiempos gloriosos de la radio, cuando sus concursos, radionovelas y seriales eran algo más que el vacuo y estúpido entretenimiento en que hoy se ha convertido gran parte de su programación, comandada por presentadores clónicos de voces afectadas, verbo balbuceante y pensamiento débil; tiempos en que el misterio y la magia que aureolaba muchas de sus emisiones constituía casi la única posibilidad de escapar a ratos de la dura realidad cotidiana, la vía de acceso a los universos del ensueño y la fantasía, a los que sólo son capaces de trasportarnos realmente el hipnótico poder de la letra impresa en nuestro deambular solitario por las páginas de un libro o el magnetismo absorbente de una voz cálida y sugerente que nos llega a través de las ondas.

En la base del espectáculo está el humor descarado y sardónico de Mark Twain, quizá el máximo representante de la llamada “literatura del Oeste” (núcleo embrionario de la gran prosa norteamericana autóctona en lengua inglesa); los breves esketches sobre Adán y Eva en el jardín del Edén que forman este singular “diario” no son, en origen, sino una traslación literaria del “paraíso perdido” del propio Twain, las fértiles tierras del estado de Missouri donde el autor pasó su niñez y juventud. Pero sobre este escenario de la nostalgia, teje el novelista una ingenua y certera parodia de los primeros episodios del Génesis construida a base de ingenio, agudeza, desenfado y una no desdeñable dosis de cinismo.

Nostalgia sobre nostalgia, a la historia de nuestros primeros padres se superpone otra historia de amor, la de los protagonistas del programa radiofónico “Las noches de Dalmacio y Eloisa”, de rotundo éxito en la Argentina de los años 50, recreada ahora, casi medio siglo después, a través de una entrevista radiofónica que una joven periodista hace al único superviviente de la pareja de actores.

Una habilísima dramaturgia de Manuel González, responsable del montaje, y un espléndido trabajo de Miguel Ángel Solá y Blanca Oteyza, convierten esta insólita propuesta en un verdadero ejercicio de virtuosismo escénico. El aire un tanto sentimentaloide y cándido que destila el argumento central de la obra, las relación sentimental de Dalmacio y Eloisa extendida a todas las fases del enamoramiento, su atmósfera glamourosa y acaramelada tiene un violento contrapunto en el desarrollo de las otras dos historias paralelas, que rivalizan en humor, ironía y finura para explorar el fecundo territorio de la parodia y el histrionismo.

Por encima de otras consideraciones este espectáculo nos ofrece la posibilidad de disfrutar de un soberbio trabajo de actuación. Es el actor -y la actriz- desplegando todo su ingente potencial de capacidades expresivas; metamorfoseándose y desdoblándose en varios personajes; con un riguroso control de gestos y movimientos; cambiando constantemente de tono, de actitud, de registro, de ademán, en difícil equilibrio entre la contención y la emoción; desde el hieratismo frío y suavemente malévolo de una estirada presentadora de radio, hasta el balanceo y los andares torpes y maquinales de un Adán de aspecto simiesco. Es, en fin, el reencuentro gozoso con la palabra hablada, con la exuberante riqueza de timbres, tonalidades y matices del habla castellana pasada por el cálido e insinuante acento porteño; un homenaje a la maltrecha palabra hablada a la que una legión de impresentables presentadores desacreditan a diario arrojándola por los sumideros de la insipiencia y de la incuria.

Gordon Craig.

WHISPERS’ GALLERY. Basic_B, 2004.

69. Pequeño sistema solar.



martes, agosto 22, 2006

LIBROS. Lecturas Convulsivas. Travesuras de la niña mala, de Mario Vargas Llosa.

Este 2006 nos ha regalado una nueva novela del escritor peruano Mario Vargas Llosa y eso siempre es una buena noticia. Habían pasado unas semanas desde su publicación y ya había oído muy buenas críticas, demasiadas. Decidí comprar la novela y leerla antes de que ningún crítico más sin escrúpulos me la destripara.

También tengo que reconocer que su sugerente título, muy criticado por cierto, me llamó la atención. ¿En la vida de quién no se ha cruzado una niña mala o un niño malo? Cerca de mi han pasado algunas niñas malas, y me han hecho vivir algunos de los momentos más intensos de mi vida.


La novela de Vargas Llosa nos narra la historia de Ricardo, en un principio un niño peruano del limeño barrio de Miraflores que desde chiquitín quiere ir a vivir a Paris y que termina con un Ricardito adulto, traductor de novelas e intérprete que comparte un apartamento con una escenógrafa italiana en el madrileño barrio de Lavapiés veinte años más joven que él.

La aparición en la narración de la niña mala no se hace esperar, y ya desde que Ricardo es un joven adolescente, la niña irrumpe en la historia bajo la misteriosa apariencia de una chilenita que acompañada siempre de su hermana no se pierde ninguna de las fiestas organizadas en sus grandes haciendas por los jóvenes patricios miraflorinos. Ricardo se enamora de una de las hermanas, la niña mala, y desde este momento su vida queda marcada y unida hasta al fin de los tiempos con la de ella.

Ricardo consigue ir a Paris y allí se incorpora como intérprete a la UNESCO ya que conoce un montón de idiomas. La niña mala por sorpresa, de aquí en adelante siempre, aparece una y otra vez en la vida del peruanito, unas veces en la misma Paris, otras en Londres o en Tokio, pero también en el fronterizo y mestizo barrio madrileño de Lavapiés. Cada vez que la chilenita surge de repente, la vida de Ricardo da un vuelco, sus rutinas se tambalean y lo que su razón no para de repetirle una y otra vez, que deje de ver a la niña mala, se ahoga por los sentimientos de un corazón sediento y ardoroso que palpita de forma diferente cada vez que la niña está cerca y que pide a voces un amor frenético y sin límites.

Mario Vargas Llosa una vez más nos emociona a través de su palabra, su última novela es un viaje a los sentimientos humanos más íntimos, que de forma magistral con su pluma disecciona como si de un bisturí en manos de un avezado cirujano se tratase. La historia de la niña mala y Ricardo es una historia de amor, de amor loco y quizás imposible, pero de amor, de vida. El peruano crea, inventa dos personajes que sobrecogen, que enamoran, que hacen que devores página tras página de su novela sin descanso. Pero el viaje vital de Ricardo y la niña mala está preñado de otros protagonistas secundarios pero no por ello desmerecedores de carisma y encanto: hablo por ejemplo de Arquímedes, el hombre que conversa con el mar y señala dónde se pueden construir rompeolas para que la furia de Poseidón no se los lleve por delante, o del niño Yilal, mudo, que mantiene una enternecedora e íntima relación con la niña mala, difícil de explicar. Tantas y tantas cosas nos ofrece Vargas Llosa. Una invitación a la lectura. Urgente y pausada.


Doctor Faustus.
Referencia bibliográfica: ”Travesuras de la niña mala”, por Mario Vargas Llosa. Madrid: Alfaguara.

lunes, agosto 07, 2006

TEATRO. Tirando de Romancero. “La lavandera”.

Tirando de Romancero vuelven a la carga después de la exquisita puesta en escena del año pasado de “sus” entremeses, con versos de Cervantes y Lope de Rueda. En esta ocasión nos presentan La Lavandera un texto de creación propia.

El caluroso mes de julio se nos acababa por horas, era 30 de julio y un centenar de personas se acercaron al centro cívico Cerro Buenavista para abarrotar la sala. Las luces se apagaron y la siempre impactante magia de la oscuridad dejó paso a los actores. Un peregrino, un caminante con un candil en la mano rompía el silencio y nos comenzaba a contar la historia de la lavandera, de una valiente mujer que enamorada tiene que vender su amor al rey de las tinieblas para poder rescatar otra vida. Un historia de amor, una historia de vida al fin y al cabo, preñada de sufrimiento y buenos momentos, un reflejo de la experiencia vital de cualquiera de nosotros, de la tuya misma también, quizás, querido lector. Y todo ello a la orilla de un río, con el reflejo del agua impregnando los rostros de los personajes cada momento y con el rumor incesante de la corriente del río incrustado en sus almas, como una espada de Damocles pendiente de sus cabezas que cada segundo te recuerda que el río no se para, que la vida también corre.

La Lavandera ha supuesto un salto vertiginoso para los componentes de Tirando de Romancero en muchos aspectos, uno de ellos el texto propio, lo que supone un trabajo extra de creación y continua adaptación hasta conseguir el resultado anhelado. Pero tampoco querría olvidarme del cuidado viaje a los Infiernos de la Lavandera, con un juego de sombras chinescas tras una sábana que conlleva siempre mucho ensayo y un toque de imaginación y de buen gusto que no está al alcance de todos los mortales.

En el plano actoral me gustaría resaltar que en general los actores han realizado un muy buen trabajo, fiel reflejo de su dedicación y esfuerzo y de una acertada e inteligente mano de dirección, que aunque siempre en segundo plano y entre bambalinas se nota. Aun con esas, sin poder pero queriendo, haría una mención especial sobre Carlos Escaño, en su sitio y con una presencia impactante sobre las tablas, aunque quizás también debiéndose en parte, y sin desmerecer en absoluto, a que su papel de mago es uno de los más jugosos del texto

Miguel Ángel Cobos, el director, comentó unos días después del estreno, que lo importante es que el parto se había producido y que la criatura había echado a andar. Querido Miguel ya sólo me queda desearos !mucha mierda! Y larga vida.