miércoles, diciembre 30, 2009

TEATRO. Nubes. "Poesía del movimiento".


Idea y dirección: Enrique Cabrera.
Coreografía: Aracaladanza.
Intérpretes: Carolina Arija, Natalí Camolez, Raquel de la Plata, Olga Lladó, Noelia Pérez y Jimena Trueba.
Música original de Mariano Lozano y P. Ramos.
Madrid. Teatro de La Abadía. 27 de diciembre de 2009.


No cabe duda de que la danza sigue siendo el patito feo de las artes escénicas y la gran ausente en los planes de estudio de las sucesivas y a cual más desastrosas reformas educativas. Denigrada, más incluso que las humanidades, ante a la todopoderosa ofensiva de un concepto tecno-científico del currículo, nuestros alumnos crecen como personas en una sobreabundancia de formación intelectual insuficientemente compensada con el cultivo de otras facultades por medio de las cuales el niño podría expresar espontáneamente su rico mundo interior, ya sea en el ámbito de la expresión artística o musical o a través del cultivo del flujo del movimiento que propicia la danza. Por no mencionar el progresivo empobrecimiento del elemento imaginativo de la mente infantil que estas carencias acarrean: la muerte de Fantasía, sobre la que nos alertaba Michael Ende en La historia interminable.


En este contexto de anemia de la imaginación y de olvido de las posibilidades artísticas y formativas de la danza es dónde este espectáculo sugerente de Aracaladanza cobra su verdadera dimensión como una invitación al juego, a la burla de la lógica de la percepción, pero también como producto acabado del extraordinario poder expresivo del movimiento. Digo bien, movimiento, no danza en sentido clásico, sino movimiento liberado de los corsés que le impone la tradición de la danza dramática; poesía, en fin, que ha elegido el movimiento como materia prima para expresar el alma de las cosas, como quería Isadora Duncan.

Inspirado en la imaginería surrealista de la pintura de René Magritte, Enrique Cabrera y las interpretes que integran el elenco de Aracaladanza nos sumergen en un mundo de imágenes irreales, oníricas, pero quizá por eso, de mayor impacto sobre nuestras emociones y sobre nuestra sensibilidad, porque apelan al inconsciente, al profundo e ignoto rincón de nuestra psique donde se entretejen sin la censura de la conciencia las más arriesgadas y placenteras asociaciones estimuladas por la magia de la luz y de las sombras, del color, y del dinamismo y la levedad de los cuerpos en libertad.

El ingrediente principal de este hermoso espectáculo es la sorpresa; la sorpresa que nace de la descontextualización, del contraste de los elementos copresentes en la representación. Nada es lo que parece en este prodigioso ejercicio de metamorfosis, donde unas aletas de buceo se convierten en zapatos de claqué, un huevo en cabeza humana o un mantel en improvisado envoltorio de un cuerpo desnudo ante nuestra mirada absorta y en suspenso, como la mirada de un niño ante el enigma de la voz de un ventrílocuo o ante los trucos de magia de un prestidigitador.

Vestuario, música y coreografía coadyuvan a la creación de una atmósfera colorista y naif, reforzada por la gracia y ligereza de los pasos de danza y del movimiento en general en el que se integra el manejo de objetos cotidianos o inverosímiles creando cuadros de gran belleza plástica, que como he dicho sugieren motivos de la pintura de René Magritte, pero que van más allá en la creación de un universo poético sui géneris del que participa la broma, la imitación paródica, la paradoja y la fantasía desbordante de los juegos infantiles. En fin todo un halago para los sentidos. Un acierto de programación de la Abadía ¡Y un montaje que puede competir con los espectáculos de Moses Pendleton!

Gordon Craig.

Nubes, en los Teatros del Canal.
Teatro de la Abadia, Nubes.

martes, diciembre 15, 2009

TEATRO. Drácula. "En el diván del doctor Van Helsing".


Texto de Ignacio García May, a partir de Drácula de Bram Stoker.
Con: Eduardo Aguirre de Cárcer, José Luis Alcobendas, Rocío León, Rafael Navarro, José Luis Patiño, Iñaki Rikarte, Rosa Savoini y Xenia Sevillano.
Dirección: Ignacio García May.
Madrid, Teatro Valle-Inclán, 11 de diciembre de 2009.



Fue el genio irrepetible de Bram Stoker quien dio forma literaria definitiva a las numerosas leyendas y relatos folclóricos en torno al fenómeno del vampirismo difundidas en los círculos ocultistas de su Irlanda natal en la época del romanticismo tardío con la publicación en 1897 de su novela Drácula. Objeto de una espectacular acogida por parte del cine, que ha encontrado en este mito un filón al parecer inagotable, a juzgar por las incontables versiones y adaptaciones que se han hecho de la novela, el teatro no le ha prestado ni con mucho la misma atención, a pesar de que en los años inmediatamente posteriores a su publicación y a su éxito fulgurante ya se hizo alguna adaptación a la escena, la primera de ellas, protagonizada precisamente por el conocido actor sir Henry Irving, amigo personal del autor. En la cartelera madrileña de los últimos años no recordamos adaptaciones de esta obra de las que se haya hecho eco la crítica (si exceptuamos la hilarante parodia que realizó la compañía portuguesa do Chapitó y que tuvimos ocasión de ver aquí mismo en El Corral el pasado mes de abril). De modo que este montaje de García May vendría de algún modo a suplir esa carencia a la vez que constituiría un homenaje desde las tablas a un escritor estrechamente vinculado a los escenarios, no sólo como autor sino como crítico teatral.



Hay en este montaje, antes que nada, una meritoria labor de adaptación. Se ha expurgado hasta donde resulta dramatúrgicamente tolerable lo episódico y se han podado convenientemente las excrecencias de un estilo exuberante y prolijo alterando la secuencia temporal originaria para adecuarla a las necesidades de la escena sustituyendo una organización del material narrativo enderezada al mantenimiento de la intriga por otra supeditada al planteamiento y desarrollo del conflicto dramático. Alimentado con elementos presentes en el relato originario (sin adulteraciones ni supresiones de bulto) tal conflicto reproduce, en esencia, la pugna entre dos fuerzas antagónicas, la luz y las tinieblas o si se prefiere, lo racional y lo irracional y se desplaza -y este es otro de los aciertos de la adaptación- al interior de los protagonistas erigiéndose el doctor Van Helsing en una especie de catalizador de sus reacciones anímicas, en un amigo y en un terapeuta, sin cuyo apoyo y comprensión habrían sido incapaces de superar su angustia y acabar con la causa y origen de sus terrores.

Situado el conflicto en la órbita de lo psicológico, o quizá sería mejor decir de lo psíquico, suprimido cualquier atisbo de verismo o de truculencia, la escena queda exonerada de toda exigencia de reproducción mimética de acciones y espacios precisos o reales y abocada a convertirse en lo que es realmente, un lugar para la sugestión, que además de evocar el clima de amenaza y la atmósfera de misterio que envuelve a los protagonistas, merced a unos cuidados efecto de luz y sonido, reclama para sí la atención del espectador, asombrado por la sucesión de cuadros de una extraordinaria belleza plástica, por la limpia geometría de unos interiores elegantemente estilizados y de una suntuosidad decadente. Y ello sin demérito de la labor de dirección, que administra con pericia los tiempos, el ritmo y el tono de cada escena y del trabajo de los actores que resuelven con acierto el cometido que tienen encomendado. En todos ellos destaca el aplomo y la contención con la que transmiten el estado anímico de sus respectivos personajes en los cambiantes avatares de su atormentada existencia, en especial las alucinadas apariciones del fantasma de Lucy (Rocío León), los accesos de locura de Renfield (Eduardo Aguirre), la angustia y el desasosiego de Jonathan Harker (Iñaki Rikarte), los remordimientos y el profundo abatimiento del alma pura de Nina (estupenda Xenia Sevillano) o la atenta obsequiosidad y el frío racionalismo que animan la conducta del profesor Van Helsing (José Luis Patiño).

Gordon Craig.


Centro Dramático Nacional. Teatro Valle Inclán. Drácula.

miércoles, diciembre 09, 2009

TEATRO. La ópera de tres peniques. "Del corazón del Soho a un pueblo del cinturón rojo".


De Bertolt Brecht. Música de Kurt Weill.
Con: Enrique R. del Portal, Enrique Sequero, Eva Diago, Mar Maestu, Manuel Rodríguez, Carmen Gurriarán, Marco Moncloa, Yayo Cáceres y otros.
Dirección: Marina Bollaín.
Orquesta de la Comunidad de Madrid. Dirección musical: Manuel Coves.
Teatros del Canal. Madrid, 3 de diciembre de 2009



Inspirada en “The Beggar’s Opera” de John Gay y con música de su amigo y estrecho colaborador Kurt Weill compuso Brecht una obra cuyo éxito fulgurante le proporcionaría reconocimiento y fama inusitados cuando apenas había comenzado su carrera de dramaturgo. Obra de su primera época contiene ya algunas de las claves más reconocibles de su teatro, un teatro dialéctico de orientación marxista convertido en laboratorio para el análisis social y en debelador de las contradicciones de la burguesía. El trasfondo político y social en el que se inserta esta pieza es el de la Alemania de los años 30 aunque la acción se desplaza al corazón de Londres. En un tono descarnado y mediante un humor ácido y corrosivo Brecht denuncia la pobreza y la miseria en la que viven las clases más desfavorecidas, arrojadas a la marginación y a la miseria y sometidas a toda clase de abusos e injusticias por parte de los instalados y de una clase dirigente corrupta.

Y si en La buena persona de Sezuán, escrita años después, los inmortales que bajaban a la tierra en busca de una persona de bien (cifrando en su hallazgo la posibilidad de transformación de una sociedad miserable y corrompida) podían irse a casa esperanzados tras poner a prueba a la dulce y apacible Shen-Te, en el microcosmos que recrea la obra que comentamos, una especie de patio de Monipodio donde luchan por la supervivencia un hatajo de hampones, prostitutas, mendigos, políticos y policías corruptos, no se salva ni el apuntador, y es que como sugiere Mac El Sheriff en la canción “¿De qué vive el hombre?” que cierra el acto segundo:“Primero es el dinero, después la moral./Primero ha de poder comer también el pobre/ comer del gran pastel, no lo que sobre”.

Brecht había ubicado su fábula en la ciudad de Londres, en los años veinte; María Bollaín, introduce un nuevo desplazamiento histórico -brechtiano-, de la acción trasladándola a nuestros días y a un lugar no definido de la geografía patria, que pudiera ser casi cualquiera de nuestros pueblos o ciudades habida cuenta de los incontables casos de corrupción que padecemos, pero que por alusiones todo el mundo reconoce como un tristemente célebre municipio del corredor del Henares. (¿Quién no recuerda las andanzas del jefe de policía de Coslada apodado “el Sheriff”?).

El vestuario, la caracterización y la definición del espacio escénico, que vienen condicionados por este desplazamiento temporal acusan, a nuestro entender, un exceso de verosimilitud (por ejemplo en el realismo de los uniformes de la Policía Municipal o en el tópico look de las meretrices); se echa en falta algún vestigio, alguna manifestación más perceptible de ese impulso interior deformante propio de la poética expresionista desde la que fue concebido el espectáculo que se avendría mejor con una trama disparatada y rocambolesca y con unos personajes grotescos. La música y las canciones -espléndidas la partitura original de Kurt Weill, y la ejecución en directo de los intérpretes e instrumentistas de la ORCAM-, junto a algunas divertidas coreografías suplen con creces las carencias de la ambientación y consiguen, a ratos, recrear una atmósfera a medio camino entre el tono impertinente y desenfadado de la ópera bufa y el acento descarado y procaz y la intencionalidad paródica de los espectáculos de cabaret del Berlín de principios de siglo.

Gordon Craig.

La ópera de tres peniques. Teatros del Canal.

lunes, noviembre 30, 2009

TEATRO. Bodas de sangre. “... Donde tiembla enmarañada / la oscura raíz del grito”.


De Federico García Lorca.
Con: Consuelo Trujillo, Noemí Martínez, Carmen León, Olga Rodríguez, Israel Frías, Luis Rallo, Maica Barroso, Ana Malaver, Carlos Álvarez-Novoa y otros.
Escenografía y ambientación: Paco Leal y José Carlos Plaza. Coreografía: Cristina Hoyos.
Dirección: José Carlos Plaza.
C.D.N. Teatro María Guerrero. Madrid.




Bodas de sangre está basada en un hecho real, un suceso que ocurrió en Almería en julio de 1928 y que se recuerda como el “crimen de Nijar”. La víspera de la boda de una pareja del lugar la novia huye con su primo y amante; el hermano del novio los encuentra y da muerte al joven para lavar el honor de la familia. Con ligeras variaciones sobre este luctuoso episodio Lorca construye una obra que desborda los estrechos márgenes de la anécdota particular para convertirse en categoría, en metáfora del destino trágico del hombre, víctima ineluctable de unas pasiones que no puede controlar. Desde el punto de vista formal, aunque la obra conserva elementos típicos del entorno rural, concretamente del campo andaluz, que es el lugar donde se desarrolla la acción, Lorca se aleja del patrón costumbrista y se apropia de los valores simbólicos de ese entorno rural (el bosque, la noche, la luna, …) para construir una auténtica tragedia contemporánea que indaga hasta sus últimas consecuencias en el arcaico ritual de la sangre.



Porque tragedia y no otra cosa es esta pieza lúcida, enigmática y aterradora del autor granadino. Aterradora por la magnitud del dolor de una esposa y de una madre con cuya familia, como con la de los Átridas, parece haberse cebado un destino tan cruel como inmisericorde; lúcida y enigmática a la vez, por la penetrante visión con la que nos aproxima, sin desvelarlos, a los grandes misterios de la existencia del hombre, a los arcanos que desde tiempos ancestrales han constituido para él una fuente de angustia y de zozobra, de inseguridades y miedos que la racionalidad positivista moderna no ha podido conjurar, me refiero a los misterios de la vida y de la muerte y al misterio de la sexualidad. La celebración de la vida y de la fecundidad en ese niño aún no nacido que aloja en su seno la mujer de Leonardo, en la nana que abre y cierra el cuadro segundo y en toda la ceremonia nupcial, con su pedida, sus preparativos y sus cantos y bailes epitalámicos; la muerte, en las premoniciones de la madre y del coro de leñadores y en la madeja carmesí que devanan las doncellas del último cuadro -conmovedora metáfora de la sangre derramada-, pero sobre todo, en la presencia insólita, fantasmal, de la divinidad lunar que viene a reclamar el sacrificio de los rivales: ¡No haya sombra ni emboscada, /que no puedan escaparse!/ ¡Que quiero entrar en un pecho/ para poder calentarme!



El montaje, espléndido, de José Carlos Plaza, refleja con justeza el riquísimo y a la vez extraño universo poético lorquiano; contrasta la atmósfera nocturna, etérea, casi mágica, del bosque en el ceremonial del último cuadro con la dureza de la vida diaria, una vida monótona de costumbres arraigadas, de trabajos y privaciones bajo un calor sofocante, sólo alterada por las expectativas desatadas ante la inminencia de un acontecimiento tan significado como era una boda, con su ambiente festivo y el consiguiente revuelo de comentarios y murmuraciones. La puesta en escena sobria y carente de elementos espurios -no hay objetos de atrezzo, más allá de unas sillas en la escena de la petición de mano y en la de los esponsales-; el vestuario de tonos neutros, terrosos, excepción hecha de las escenas más significativas, donde los colores de la ropa adquieren un valor simbólico (el negro del traje de los novios, el blanco del luto y el rojo de la sangre en el vestido de pedida de la novia); el ritmo atenuado, como en sordina de los cantos, y el impacto de la percusión en los clímax subrayan ese carácter de ritual primitivo que tiene la obra. La sobriedad y la mesura caracterizan también el trabajo de actuación, notable en su conjunto, y aunque los personajes reproducen el habla andaluza se ha huido de cualquier tópico localista. Reduciendo, en fin, los elementos de la representación a su nivel esencial se ha conseguido crear un marco donde el verbo prodigioso e inspirado de Lorca, el laconismo de las réplicas y la música de sus versos se enseñorean de la escena derramando sobre el espectador toda la belleza impoluta de sus imágenes poéticas y su caudaloso torrente de sugerencias y evocaciones.

Gordon Craig.

CDN. Bodas de Sangre.

jueves, noviembre 26, 2009

TEATRO. La ruleta rusa. "Chejov en el pasapurés".


De Enric Benavent, a partir de relatos cortos de Chejov.
Con: Fernando Otero, Marcos Marín, Tino Martínez, Mónica Ferrer y Paloma Mozo.
Teatro El Zurdo. Dirección: Luis Bermejo.
Alcalá de Henares. Corral de Comedias, 22 de noviembre de 2009



Muchas compañías de teatro se han visto seducidas por el potencial dramático, tragicómico, de los relatos de Chejov, el infatigable satírico de la vida cotidiana de la Rusia profunda, el gran maestro de la ironía, el incisivo analista de la psicología humana. Muchos de tales relatos vieron también la luz como piezas breves y no desmerecen de sus obras más largas, antes bien constituyen, en palabras de su compatriota Constantin Stanislavsky, un manantial inagotable de teatralidad. No es extraño, por tanto, que Enric Benavent se haya dejado tentar por ellos para armar el texto que ahora trae a escena el Teatro del Zurdo, pero también es cierto que nunca había visto bucear con tanta desenvoltura -por decirlo suavemente- por unos originales y servirse de ellos en beneficio propio. Por menos que esto se está poniendo en evidencia la SGAE, día sí día no, sacando pecho por los derechos de autor.

Todo sería justificable si, al menos, el espectáculo mantuviera un poco más de fidelidad al espíritu originario del modelo, si se hubiera logrado mantener a raya a los dos enemigos mortales del humor chejoviano: la caricatura y el histrionismo Pero ¡quia!; supeditado el montaje al afán declarado por conseguir a toda costa la risa del público y su beneplácito se nos priva de las sutilezas de los diálogos y del complejo y articulado desarrollo de la acción dramática de los textos originales para convertirlos en humoradas más dignas del club de la comedia; porque, todo hay que decirlo, recursos de la comicidad no les faltan al elenco de actores.

¿Dónde está el lirismo y el temblor de los amantes en su encuentro en el parque al final El seductor?¿ O el dilema obsesionante de Piotr Semionov; o su contrapunto patético, el desvalimiento y entrega de la esposa seducida? ¿Y el ímpetu del bueno y obcecado Smirnov en El Oso, estrellándose una y otra vez contra el muro de negativas de la frágil y altiva Popova, hasta caer repentinamente en sus brazos? Los cortes inesperados de este atrevido adaptador, los cambios bruscos de registro, las interpolaciones gratuitas desbaratan la trama original, desdibujan los perfiles nítidamente trazados de los personajes y desvirtúan el conflicto hábilmente diseñado.

Subrayando el tópico, el humor de trazo grueso, y mediante una contextualización un tanto forzada del argumento de los relatos a la situación de la España contemporánea, con sus diversos acentos, idiomas y peculiaridades regionales, parece haberse conseguido el objetivo de entretener al respetable, que acompañó con sus carcajadas la mayor parte de la representación. Pero el precio pagado es, a mi modesto entender, demasiado elevado. Menos mal que las rosquillas de Medina del Campo y el vino de moscatel estaban espléndidos.

Gordon Craig.

Corral de Comedias. La ruleta rusa.

lunes, noviembre 16, 2009

TEATRO. La compañía 'La Guindalera' se alza con el Premio Ojo Crítico de Teatro 2009.


"Por desarrollar un proyecto teatral sólido y de calidad" y por "su apuesta por los autores renovadores, su carácter pedagógico y formativo", el premio Ojo Crítico de Teatro 2009 ha recaído en la compañía y sala 'La Guindalera', de Madrid.

El jurado de este galardón ha estado formado por Cristina Santolaria, subdirectora general de Teatro del INAEM; Liz Perales, jefa de sección de 'El Cultural' del periódico El Mundo; Emilio Hernández, director del Festival de Teatro Clásico de Almagro; Israel Elejalde, actor y Premio 'Ojo Crítico' de Teatro 2004; Berta Tapia, informadora de teatro del área de cultura de RNE y los directores del programa 'El Ojo Crítico' (lunes a viernes de 19 a 20 horas), Laura Barrachina y Julio Valverde.

Obras emblemáticas.

La Guindalera es una compañía de teatro, una sala y un estudio de actores. Además es un centro de formación y desarrollo de audiencias, que fue creado en 1994 por Teresa Valentín y Juan Pastor. Ellos fueron los impulsores de la idea y quienes han llevado a escena obras emblemáticas como Bodas de Sangre, de García Lorca (2000) o El sueño de una noche de verano, de Shakespeare (2004).

La compañía fue desde su creación la ilusión de Juan Pastor y Teresa Valentín, dos históricos del teatro madrileño, que lograron envolver en el proyecto a su familia y a los vecinos de La Guindalera. Por eso, el jurado también ha elogiado su "capacidad para vincular el teatro con el barrio en el que se encuentra".

La pequeña sala teatral acoge una programación cuidada y a profesionales que acumulan años de experiencia y trabajo en común. Algunos de sus últimos espectáculos han sido: Odio a Hamlet de Paul Rudnick (2006), Traición de Harold Pinter (2007), El juego de Yalta de Brian Friel (2007), Munich-Atenas de Lars Norén (2008) o Historia del soldado de Ramuz y Stravinski (2009).

La Guindalera también es el lugar para autores, actores y creadores, que pueden participar en los talleres que organiza la compañía teatral. Por iniciativas como ésta, sus creadores han recibido el premio Ojo Crítico de Teatro 2009.

Fuente: RTVE.



martes, noviembre 10, 2009

TEATRO. Chouf Ouchouf. "Celebración de los cuerpos".

De Zimmermann & de Perrot.
Groupe Acrobatique de Tánger.
Coreografía: Martín Zimmermann. Música: Dimitri de Perrot.
XXVI Festival de Otoño. Teatro Circo Price. Madrid.




Desde la época de las vanguardias dramaturgos y artistas plásticos han experimentado una extraña seducción por el lenguaje, el colorido y la plasticidad del espectáculo del circo. Para Artaud el dominio del teatro no era psicológico sino plástico y físico, y Brecht, en su cruzada contra el teatro burgués, recurrió con frecuencia a la tradición popular y en particular al humor franco y desenfadado de lenguaje circense; a Chagall debió de fascinarle el vértigo del vuelo de los trapecistas y Picasso mismo con la tonalidad lánguida de los lienzos de su época azul retrata a una modesta familia de acróbatas de estilizados perfiles y ensimismada tristeza. Pues bien, tras presenciar desde la primera fila de pista este espléndido espectáculo que comentamos, uno no puede por menos de comprender la atracción que por el circo experimentaron esos creadores y sentir esa misma e irreprimible seducción.

Las evoluciones de los miembros del “Groupe Acrobatique de Tánger” sobre la pista del Price se convierten en una celebración del cuerpo en movimiento, en un alarde de resistencia física, de elasticidad, de coordinación y de riesgo. Pero el montaje no se agota en la mera exhibición de destrezas y habilidades motrices -y vaya si son diestros todos los integrantes de esta truope marroquí-, sino que desarrolla una particular poética del espacio escénico. Música, volumen y movimiento se fusionan en un todo unitario para alumbrar un abigarrado universo de imágenes de extraordinaria y rara belleza plástica donde no falta ni el más difícil todavía del puro número circense que hace que se te corte la respiración, ni el humor de corte escatológico de los relatos de las mil y una noches, ni el intenso aroma oriental de su escueta pero cuidada ambientación: el bullir del zoco con su colorido y su algarabía, con los tenderetes de vendedores ambulantes, con sus músicos callejeros y con sus encantadores de serpientes...; un tipismo y una idiosincrasia que se ofrece a la mirada del espectador no como una simple muestra de rareza o exotismo, sino bajo la forma de una urgente llamada de atención, como una invitación a la reflexionar sobre nuestras relaciones con el otro, con el diferente, revestido aquí bajo el ropaje del inmigrante.

Tras el asombro y la admiración por la belleza del montaje, por la originalísima concepción del espacio y por el trabajo riguroso de los actores-gimnastas; tras la carcajada inducida por la comicidad de muchas situaciones, queda, sin embargo, en el espectador una sensación agridulce, y es que junto a la risa y la alegría que destila el espectáculo, junto a esa celebración del cuerpo, no puede ocultarse un punto de decepción y amargura ante la herida abierta de la incomprensión o de la indiferencia hacia el emigrante sugerida en múltiples imágenes, como las de la cola de “sin papeles” o la del inhumano hacinamiento de estos nuevos argonautas confinados en inverosímiles y reducidos habitáculos que son metáfora viva de la marginación.

Bienvenido sea, en cualquier caso, esta última -por cierto- edición del Festival de Otoño que nos permite disfrutar de espectáculos diferentes que ensanchan los horizontes del teatro.

Gordon Craig.

Chouf Ouchouf. Festival de Otoño.

Teatro Circo Price.

lunes, noviembre 02, 2009

TEATRO. "¿Estás ahi?". Pintoresco vodevil.

.
De Javier Daulte.
Con: Paco León y Mari Paz Sayago.
Dirección: Javier Daulte.
Madrid, Teatro Lara 28 de octubre de 2009.




En este espectáculo Javier Dualte “echa -como suele decirse-, por la calle de en medio” optando decididamente por un guión de corte vodevilesco hecho a medida de su protagonista, Paco León y de su innegable vis cómica, sin arredrarse lo más mínimo ante una trama disparatada y exageradamente inverosímil. De hecho, el trasfondo temático de la obra (las conflictivas relaciones de Ana y Fran, una de tantas parejas de esta sociedad nuestra desquiciada e histérica cuyos vínculos afectivos sucumben al hedonismo rampante y a la falta de compromiso), queda completamente en un segundo plano, convertido en un mero telón de fondo sobre el que se proyecta el verdadero -y pintoresco- conflicto: cómo se las ingenian los protagonistas para convivir con el nuevo ser que se ha cruzado en su camino y que vendrá a ser el causante de todas sus desdichas.

Dejando aparte el espectro del padre de Hamlet, o el no menos conocido fantasma del Comendador de Don Juan Tenorio, que ahora se celebra ad nauseam por todos los rincones de nuestra comunidad, uno no puede por menos que recordar egregios antecedentes de este personaje invisible en el universo cinematográfico, como el simpático Cásper u otros a quienes han puesto cara, por ejemplo, Brad Pitt (el aniñado e implacable Joe de ¿conoces a Joe Black?) o el recientemente desaparecido Patrick Swayze (el enternecedor Sam de la inolvidable Ghost). La novedad que representa Claudio, que así es como se llama esta especie de ectoplasma que trae de cabeza a nuestra pareja es que no puede ser visto sino a través de la mirada estrábica de Fran y sólo ocasionalmente, y tras denodados esfuerzos, muecas y visages, que se convierten en una fuente recurrente y un tanto infantiloide de comicidad.

No creo, como me ha parecido leer en algún lugar, que el estar hablando en escena sus buenos veinte o veinticinco minutos con un personaje invisible constituya por si sólo un mérito destacable, aunque no puede negarse que alguna dificultad encierra, dificultad de la que sale airoso un Paco León lleno de energía y de recursos. Pero más allá de esa extravagancia, la obra de Javier Dualte no tiene mucho que contarnos, y uno comprueba con una cierta decepción que la acción, que se dilata artificialmente en naderías y tópicos, se estanca pasados los primeros diez minutos y no recupera el pulso hasta la entrada en escena de Ana (Mari Paz Sayago), cuya historia, por cierto, no es menos inverosímil y rocambolesca.

Desde luego, no hay en esta obra nada del cuidado exquisito con el que se urdían las anécdotas mínimas de la historia familiar en Nunca estuviste tan adorable, de la que aún guardamos un grato recuerdo. Ni esa mirada entre cándida y nostálgica al tiempo pasado, ni la recreación minuciosa de su entrañable paisaje emocional. El espectáculo, empero, se sostiene gracias al ímprobo trabajo de los protagonistas que se dejan la piel sobre el escenario y que nos regalan algunas escenas realmente hilarantes que, todo hay que decirlo, el público asistente celebró alborozado.

Gordon Craig.

miércoles, octubre 21, 2009

TEATRO. La omisión de la familia Coleman. "El grado cero de la ficción".


De Claudio Tolcachir.
Con: Araceli Dvoskin, Miram Odorico, Inda Lavalle, Tamara Kiper, Lautaro Perotti, Diego Faturos, Gonzalo Ruiz y Jorge Castaño.
Dirección: Claudio Tolcachir. Teatro Español. Madrid



Se inscribe este espectáculo en la corriente del teatro comunitario de resistencia que tantos grupos de teatro independiente, en garajes, almacenes o casas particulares, pusieron en práctica en los años siguientes al colapso económico y social de 2001, tiempos duros en los que se buscaba afanosamente una salida a la crisis social e identitaria que asoló la Argentina de la posdictadura.

El ambiente, pues, es el de un país empobrecido por la venalidad de unos gobernantes corruptos; el entorno inmediato el de la familia, como microcosmos opresivo, como lugar de la convivencia imposible donde se muestran ya todos los “tics” y todas la veleidades del poder y de la violencia socialmente organizada.

Pero no hay lugar para la evocación en esta pieza, como en "El álbum familiar", de José Luis Alonso de Santos, ni para el recuerdo o la nostalgia, como en "Nunca estuviste tan adorable", de Javier Daulte, por poner un par de ejemplos de obras que tienen también como trasfondo el tema de la familia; no hay posibilidad ninguna de huida en el tiempo ni escapatoria posible del dominio de la más estricta cotidianidad en la que se debaten, sin esperanza, los personajes. En un presente absolutizado, sin el cortafuegos de la ilusión, de una supuesta realidad mimética en la que se diluya el impacto del crudo y desangelado panorama que el montaje pone al descubierto, asistimos al desmembramiento de una familia, desmembramiento que corre parejo con la desintegración de las identidades individuales de sus miembros sometidos a las tensiones y escaramuzas que cada uno de ellos libra día a día consigo mismo o con quienes le rodean para combatir aquello que coarta su libertad, para neutralizar aquello que entorpece la realización de sus sueños, o para conseguir una posición mas ventajosa desde la que plantear sus exigencias. Y todo ello en una situación límite, donde cada contrariedad, cada malentendido, por nimios que sean amenazan con desestabilizar y hacer saltar por los aires una situación que ya de por sí es casi insostenible.

Con estos mimbres Claudio Tolcachir construye un artefacto dramático ágil, dinámico, de un ritmo trepidante, con escenas chuscas y disparatadas de un humor acre y mordaz y con algunos momentos deslumbrantes, como los que se desarrollan durante la hospitalización de la abuela, y, desde luego, el súbito e inesperado desenlace, que nos deja a todos con un nudo en la garganta. En general el trabajo de actuación es notable; sobresalen, quizá, la patética imagen de desvalimiento que trasmite Marito (Lautaro Perotti), el patetismo de la desnortada Meme (Mirian Odorico) luchando a brazo partido por recomponer los escombros de su feminidad, y la muda impotencia de Verónica (espléndida Inda Lavalle) esforzándose infructuosamente por conservar sus lazos afectivos sin renunciar a su estatus; consigue enervarnos un poco cuando ejerce de buena samaritana pero nos conmueve su decisión, dolorosamente mantenida, de no exponer sus hijos a la influencia maléfica de una familia en descomposición.

Gordon Craig.

Teatro Español. La omisión de la familia Coleman.
Compañía Timbre 4.
Biografía Claudio Tolcachir.

miércoles, octubre 07, 2009

TEATRO. De la vida de la marionetas. "Guiñol sangriento, o cuando la soledad se hace insoportable".

.
De Ingmar Bergman. Con: Antonio Valero, Socorro Anadón, Gabriel Garbisu, Raúl Chacón y Lorena Roncero. Dirección: Jaroslaw Bielski. Madrid. Sala Replika. 6 de octubre de 2009.



Junto a las grandes preguntas sobre Dios, el sentido de la vida, la finitud o la muerte, de clara filiación existencialista y presentes en toda la filmografía de Bergman, figura en lugar preferente el tema de la guerra de sexos, la lucha strindberiana por el poder en el seno de la pareja. De la vida de las marionetas desarrolla un aspecto crucial de esa siempre problemática relación hombre/mujer en el interior del matrimonio: la incomunicación e incomprensión mutuas que conduce a violentas explosiones de cólera, alimentadas por un profundo odio y una irrefrenable pulsión criminal de naturaleza enfermiza que anida en el subconsciente del protagonista.

Peter y Katerina son una pareja de clase acomodada; sin hijos y dedicados en cuerpo y alma a sus respectivas profesiones han llegado al ecuador de sus vidas con la sensación de que su existencia en común ha resultado un fracaso, con la idea de que han dilapidado su tiempo en fruslerías, abandonando lo verdaderamente importante, mientras entre ellos se ha ido abriendo una brecha que se ahonda más y más cada día sin que puedan hacer nada para taponarla y reencontrar la felicidad perdida. La ya de por sí tormentosa relación entre ambos se complica con la influencia nefasta que sobre ambos ejercen Tim y el doctor Mogens, amigos y confidentes de la pareja, y que bajo cuerda mueven los hilos de este tragicómico guiñol.

Un alambicado cóctel de pasiones, rivalidades, frustraciones y desesperación, que Jaroslaw Bielski maneja con inusitada maestría, dosificando los climax, la tensión, el humor ocasional y un torrente de emociones que fluye impetuoso y amenazador hasta su desbordamiento. Al pulso firme del director que mantiene todo bajo control se une la contención de los actores, sin cuyo concurso sería imposible tan buen resultado. Todos sin excepción aportan una variada y rica gama de matices a sus personajes respectivos. Desde el retorcido y sibilino Tim (Raúl Chacón), tras cuyos modales exquisitos esconde un acerbo resentimiento, a la vehemente y atormentada Katarina (Socorro Anadón) o al cínico y sin escrúpulos doctor Mogens (Gabriel Garbisu) de ademán reposado y retórica vacua. Pero sobre todo Antonio Valero, que en un trabajo espléndido, trasmite la angustia del hombre solo, derrotado, plenamente consciente de la imposibilidad de encarrilar de nuevo su relación con Katarina y atenazado por sus impulsos violentos y atrabiliarios. La escena de su entrevista primera con el doctor Mogens es antológica, pero también lo son las escenas finales, revelándose en su actuación algunos aspectos autobiográficos del propio Bergman que su personaje incorpora.

Un magnífico espectáculo, riguroso y elaborado. Una disección en toda regla del alma humana llevada a cabo en esa atmósfera fría y aséptica de quirófano que recrea la escenografía, con muebles de metracrilato bajo la luz blanca e intensa de los proyectores. Y una espléndida oportunidad de ver, de degustar, más bien, en las distancias cortas un notable trabajo de actuación.

Gordon Craig.

Sala Replika.

sábado, septiembre 26, 2009

TEATRO. Hotel Paradiso. "'Elm street’ en el Tirol".


Creación de Anna Kistel, Sebastián Kautz, Thomas Rasher y Frederick Rohm, Hajo Schüler y Michael Vogel.
Con: Anna Kistel, Sebastián Kautz, Thomas Rasher y Frederick Rohm.
Dirección: Michael Vogel.
Madrid. Teatro de La Abadía.



En momentos como los que estamos atravesando caracterizados por la masificación mediática, por la apabullante presencia de la tecnología y por la tiranía de lo espectacular, uno agradece ver un montaje teatral fruto de un trabajo decididamente artesanal; un espectáculo sustentado en un concepto de teatro que no reniega de su origen primitivo, arcaico, o por decirlo con palabras de Enzo Cormann, un teatro que encuentra su necesidad en su arcaísmo, en lo que constituye una bolsa de resistencia al “todo maquínico” que amenaza con engullirnos.

Cómo lo diría, asistir a los espectáculos de esta troupe de cómicos, de esta gran familia que es Familie Flöz, y a éste último en particular, constituye una auténtica liberación. Y no sólo por el humor que destila, un humor fresco, rozagante y un pelín macabro, que constituye siempre una eficaz válvula de escape para nuestras preocupaciones cotidianas; mientras asistimos hipnotizados a las peripecias de estos personajes inverosímiles escondidos tras esa deformes máscaras de cartón y nos colamos en su pequeño mundo -que es el nuestro-, de mezquindades, de renuncias y de sueños, podemos bajar tranquilamente la guardia, relajar la tensión con la que de continuo nos enfrentamos a ese dominio de la mistificación, de la hipocresía y de la sospecha que es el dominio de la palabra. Y es que, paradójicamente las máscaras que cubren el rostro de los actores no enmascaran la realidad de los afanes, sentimientos y emociones de los personajes; antes bien se nos aparecen transparentes, diáfanos desposeídos de la verdadera careta, de esa casi segunda naturaleza que nos fabricamos a medida en lo que decimos.

Por lo demás encontramos el mismo mobiliario ajado y marchito que en piezas anteriores, la misma reiteración en los gestos de una cotidianeidad tediosa e inane, interrumpida esporádicamente por la intrusión de lo extraordinario, las mismas ilusiones rotas. La compañía derrocha el mismo rigor que siempre en el trabajo corporal para incorporar la máscara, para conferir una cierta verosimilitud a esas fisonomías imposibles, de una expresividad siempre turbadora e inquietante tras la mirada de unas cuencas vacías y la inmutabilidad de unas facciones deformes. El mismo ritmo trepidante, la sorpresa constante, el gag de la mejor factura; y la misma atmósfera de nostalgia por un mundo preterido que languidece en el recuerdo o que reaparece en las pesadillas de los vivos tamizado por una luz espectral y acentuado por el triste sonido del acordeón.

Gordon Craig.


Teatro de la Abadía. Hotel Paradiso.

lunes, junio 29, 2009

TEATRO. Arte nuevo de hacer comedias. “Comoedia speculum humanae vitae”.

.
A partir del Arte nuevo de hacer comedias en este tiempo y otros textos de Lope de Vega.
Con: Manuel Agredano, Teresa Espejo, Marcos León, Juan Ripoll, Rebeca Sanz Conde y Ana Varela.
Dramaturgia y dirección: Laila Ripoll y Mariano Llorente
IX edición de “Clásicos en Alcalá”. Alcalá de Henares. Corral de Comedias 26 de junio de 2009.



No podía haberse encontrado escenario mejor que el cálido y recoleto Corral de Comedias ni mejor oportunidad que este festival “Clásicos en Alcalá”, que alcanza en cada edición mayores cotas de nivel artístico, para este encuentro afortunado con el ingenio fecundo y la agudeza satírica de Lope rastreando en las profundidades de la tradición literaria culta y popular castellana para ofrecernos un diagnóstico lúcido y ponderado sobre las dificultades de la escritura teatral en la España de su tiempo, certeros juicios de valor sobre sus coetáneos y un puñado de perspicaces y sabrosas recomendaciones.

De todo ello, este espectáculo de Laila Ripoll es una síntesis brillante y atinada, un montaje que soslaya la aridez retórica de la preceptiva lopesca salpimentando su contenido doctrinal con juegos, chanzas, canciones, danzas y recitativos y mudando su tono serio y sentencioso en otro alegre y desenfadado y lleno de la donosura y la belleza prístina de la poesía popular de la que tanto gustaba nuestro insigne dramaturgo.

Laila Ripoll, actriz, autora y directora teatral (Madrid, 1964) tiene un profundo conocimiento de nuestros clásicos, acreditado en múltiples versiones y montajes anteriores (como El rufián Castrucho, o el delicioso Jocoserías), y fruto de una rigurosa labor de investigación del teatro español del Siglo de Oro que ahora se evidencia de nuevo en esta dramaturgia, realizada para contextualizar y dar un sentido unitario a los varios fragmentos que componen el espectáculo aglutinándolos en torno a los versos del Arte nuevo de hacer comedias en este tiempo que constituye, por así decirlo, su núcleo argumental.

Ante la mirada atenta y circunspecta de Lope, una delicada marioneta que preside y ordena el espectáculo, y ante un sugerente y versátil retablillo de época, lleno de compuertas y ventanitas y verdadera caja de sorpresas, actores y actrices se transforman en escena desdoblándose en intérpretes y personajes en un ingenioso juego metateatral, donde no faltan ni la ironía, ni la parodia, ni abundantes recursos de la comicidad más primaria que los actores manejan con singular maestría. A ello se unen la música, interpretada en directo con instrumentos de época y la danza, mediante las que se consiguen crear cuadros altamente evocadores de ese entrañable ambiente popular al que aludíamos al principio. Desde la impecable Loa con que se abre el espectáculo hasta el descacharrante Entremés de los sordos con que se cierra, un sinfín de situaciones jocoserias se suceden aun ritmo trepidante provocando el asombro del espectador y su regocijo; y el genuino disfrute de participar en un juego sutil que es a la vez reencuentro agradecido con ciertos estratos de una tradición que se creía olvidada y sátira y chanza farandulesca de algunos aspectos chuscos de nuestra realidad más inmediata, como las alusiones a la intimidad vulnerada de Silvio Berlusconi o al “¡¡por qué no te callas!!” que espetó Don Juan Carlos al “gorila rojo” en una reciente cumbre/sainete iberoamericana.
Un montaje , en fin, inteligente en su concepción, riguroso en su ejecución, con un elenco de espléndidos y polifacéticos atores y actrices, y divertido, muy divertido, que pone el listón muy alto a quienes se atrevan en adelante con los textos de nuestro siglo de oro.

Gordon Craig.

Clásicos en Alcalá. Arte nuevo de hacer comedias.

viernes, junio 19, 2009

TEATRO. Festival "Clásicos de Alcalá". Dos Delirios. "Mísero Próspero; desventurada Julieta".

.
Variaciones sobre Shakespeare. Ópera de cámara con música de Alfredo Aracil y textos de José Sanchis Sinisterra. Con: Héctor Colomé y Clara Sanchis. Mercedes Lario (soprano), José Hernández Pastor (contratenor) y Gerardo López (tenor). Solistas de la Orquesta y Coros de la Comunidad de Madrid. Dirección musical: José Ramón Encinar. Dirección escénica Natalia Menéndez. IX edición de “Clásicos en Alcalá”. Alcalá de Henares. Corral de Comedias. 15 de junio de 2009.



No se si esto es “la obra de arte viviente” que quería Adolph Appia pero, desde luego, se le parece mucho. Verbo, música, ritmo, cuerpo, gestualidad y movimiento escénico se funden orgánicamente en una suerte de “texto total” autónomo, no mimético, que sale al encuentro del espectador, salta sobre él y lo interpela, invitándole a sumergirse en un universo de imágenes que trasmiten la misma viva impresión que esas terribles pesadillas que a menudo nos atenazan en las noches de insomnio y que no son sino la traslación subconsciente de nuestros más ocultos temores. Y es que como Próspero dice, estamos hechos de la misma materia que nuestros sueños.

Hay un punto de locura en estos dos personajes -prodigiosmente plasmado por Clara Sanchis en el papel de Julieta-, cuyo maltrecho equilibrio emocional les hace bascular desde las espesas brumas del delirio a los dolorosos momentos de lucidez en los que, sometidos al imperio de un todopoderoso principio de realidad constatan, bien la pérdida de sus otrora ilimitados poderes o la evidencia de la extrema decrepitud, en el caso del anciano y achacoso Próspero, bien la imposibilidad de encontrar una explicación o una justificación razonables para su malogrado destino, en el caso de la desafortunada Julieta.

Ambos son, asimismo, esclavos de su memoria o víctimas de su pérdida y de sus omisiones. En un diálogo, que es soliloquio, con su hija Miranda, Próspero se envanece una y otra vez de sus poderes mágicos ahora perdidos, se enerva ante el recuerdo de la perfidia de su hermano o se emociona evocando la llegada del apuesto Fernando y la dulzura de las caricias de su hija adorada; Julieta, trata de mantener vivo el recuerdo de sus fugaces momentos de dicha asiéndose desesperadamente a unos cuantos objetos, únicos vestigios del pasado: la daga de Romeo, el sable de Paris o el pomo con el veneno de Fray Lorenzo. Y mientras se resiste a entregarse definitivamente a los brazos de la muerte ironiza sobre la impetuosidad de Romeo en la mismísima noche de bodas, se lamenta del destino sangriento de los miembros de dos familias enfrentadas por el odio, de la soledad de sus padres o elucubra sobre una vida feliz casada con el conde Paris rodeada de hijos y nietos.

Y como trasfondo, esa bella y terrible metáfora del teatro que se adivina en las palabras de Próspero cuando equipara la sórdida gruta en la vive a la oscura cavidad del escenario, con sus candilejas, sus bambalinas y los complejos engranajes de esa máquina de crear ilusión que es el teatro.

Espléndida la música que es etérea presencia de los espíritus, sonido hiriente de los desvaríos de Próspero, violencia del viento, fragor de la tormenta, o dulce nana que trae paz al corazón atribulado de Julieta. Rigurosas son la dirección musical y la dirección escénica y estupendo el trabajo de los actores. Sin menospreciar el oficio y la energía de Héctor Colomé, para llevar al límite de la decadencia, de la decrepitud y del desvalimiento al anciano nigromante, hay que destacar el extraordinario talento de Clara Sanchis para encarnar esa inimaginable y sin embargo verdadera Julieta crepuscular, sensata, juiciosa, irónica, con un encomiable sentido práctico en el que ya han empezado a hacer mella de manera perceptible los estragos del tiempo. Hace una creación realmente soberbia, deslumbrante, en su presencia espectral y sin embargo profundamente humana, con su pizca de coquetería, de malicia, de sarcasmo, con sus momentos de enajenación y sus explosiones de ira, que trasmite con la prodigiosa y cambiante modulación de la voz, de las manos, del cuerpo; una Julieta que puede ser tierna o frágil o comprensiva, pero también rigurosa y amenazadora. En fin, una rara avis en el panorama actoral español cuyo trabajo nadie debería de perderse.

Gordon Craig
.

Clásicos Alcalá.

lunes, junio 15, 2009

TEATRO. La noche de la iguana. "En un mar de aguas turbulentas".


De Tennessee Williams.
Con: Pilar Velázquez, Tomás Gayo, Geli Albaladejo, Ana Marzoa, Cecilia Sarli, Juan Antonio Quintana y otros.
Dirección: María Ruiz.
Madrid. Teatro Reina Victoria.



Con la expresión mar de aguas turbulentas no me refiero al de olas encrespadas y vientos huracanados que azotan los postigos del hotel Costa Verde durante la tormenta caliente del trópico en la intensa velada que esta obra dramatiza, sino al agitado universo de celos, de violencia, de rebeldía y de frustración en que se debaten los protagonistas, mientras se esfuerzan, inútilmente, como la iguana, por romper las ataduras que coartan su libertad.

La acción se desarrolla en el hotel que regenta Maxine, cerca de Acapulco y dura apenas cuarenta y ocho horas; un breve lapso de tiempo pero suficiente para que se revelen los instintos y las pasiones reprimidas de los personajes con una violencia inusitada, pareja a la propia fuerza de los elementos desatados y como si atendieran a la imperativa llamada de la naturaleza.

Como ocurre con otros muchos personajes de Tennessee Williams, Shanon representa la misma angustia vital que atenazó al dramaturgo a lo largo de su azarosa existencia. Es un desequilibrado y prepotente ex-sacerdote, reconvertido ahora en guía de turismo; viejo conocido de Maxine, llega al hotel comandando un grupo de excursionistas con el deseo de encontrar un poco de paz para su atribulada existencia. Perseguido por sus demonios -al parecer sedujo a una menor apenas iniciada su andadura en el sacerdocio- y por su irrefrenable afición al sexo y al alcohol, da la medida de una personalidad irascible y torturada incapaz de acallar su sentimiento de culpa contra el que se revuelve una y otra vez. Antes de establecer una entente de conveniencia con Maxine, pasando a llenar el vacío producido por la muerte de su marido y a desempeñar el papel de reclamo para turistas femeninas, habrá de tener un encuentro trascendental con Hannah Jelkes y de perder quizá la última oportunidad de su vida de encontrar a alguien que comprenda su rara espiritualidad y que mitigue su soledad.

Hannah (espléndida Ana Marzoa) es un personaje excepcional, como lo es la dulce Blanche, de Un tranvía llamado deseo, como la frágil y delicada Laura, de El zoo de cristal, o como lo son tantas y tandas mujeres que componen esa insuperable galería de personajes femeninos que aparecen en sus obras. Hannah representa la abnegación, la lealtad y la pureza; arruinada su familia se ha convertido en una especie de buscavidas que va de hotel en hotel ganándose la vida como retratista ambulante mientras atiende solícita a su abuelo nonagenario y trata de mantener a flote su dignidad; exhibe fondo inextinguible de dulzura que nos reconcilia aunque sea provisionalmente con lo mejor de la condición humana.

Mas frío al principio, el espectáculo mejora a medida que la acción se va desarrollando, aunque no acierte a trasmitir toda la carga de voluptuosidad que encierra la obra, la tentación permanente del placer, del contacto físico, simbolizado por la pasión ardiente de Charlotte, por la presencia de los torsos desnudos de Pedro y de Pancho o por las insinuaciones de Maxine. Quizá el momento más logrado de la función sea como he dicho ese encuentro fallido de Hannah y Shanon unido al pasaje de intenso lirismo en que Nonno (Juan A. Quintana) recita su último poema, por fin concluido; se trata de un hermoso y emotivo canto de cisne que consigue que al espectador se le haga un nudo en la garganta.

Gordon Craig.

martes, junio 09, 2009

FOTOGRAFÍA. Tras un montón de años en el olvido, el Fondo fotográfico de Francisco Goñi ya lo podemos consultar todos a través de Internet.

.
Corría el año 1980, y Santiago Bernal, relojero de profesión, y gran amante de la fotografía, en una de sus múltiples visitas a la casa de su buen amigo Félix Ortego, localiza casi sin querer, en el desván de la casa de la calle Olmillos, un montón de placas fotográficas, esparcidas por el suelo y sin ninguna protección. Nuestro protagonista, Santiago, las recoge y las traslada a las instalaciones de la Agrupación Fotográfica de Guadalajara. Santiago localiza en una de las placas una lápida que lleva esculpida la siguiente inscripción: “Familia Goñi”.



Tras un laborioso trabajo de investigación, Santiago Bernal, descubre la identidad hasta ahora desconocida del autor de las fotografías: Francisco Goñi y Soler. Francisco Goñi, era fotógrafo profesional y amigo personal del Rey Alfonso XIII, por lo que tuvo acceso, y por lo tanto pudo fotografiar escenas de la vida cotidiana del monarca y de algunos de sus viajes. Su labor como fotógrafo, colaborador habitual de las publicaciones del grupo Prensa Española, se desarrolló durante el primer tercio del siglo XX, primero en Madrid, y más tarde, sus últimos 18 años en Guadalajara, donde se traslada tras aprobar una oposición de funcionario de la administración. Francisco Goñi muere fusilado a comienzos de 1936 por su conocida militancia monárquica.



Sus fotografías, rescatadas del olvido y de una pero que muy probable desaparición, ahora, están accesibles para todos a un clic de ratón en Internet, tras ser digitalizadas y documentadas por un grupo de expertos que trabaja para el proyecto “los legados de la Tierra” de la Junta de Castilla La Mancha.



Las imágenes del Fondo Goñi están clasificadas en 14 grandes grupos: arquitectura civil, arquitectura religiosa, artes, deportes, milicia, oficios, política, realeza, religioso, retratos, toros, transportes, varios y vistas, lo que permite una visión de conjunto bastante certera a primera vista. Además el portal permite la búsqueda por texto libro mediante un cuadro de diálogo bastante simple tipo “google”.



Sin perder ni un minuto más os invito a daros un paseo por esta colección de fotografías que son una verdadera joya, y que gracias a la labor desinteresada de unas buenas personas ha llegado hasta nuestros días en buen estado.

Fondo Francisco Goñi.

Agrupacion Fotográfica de Guadalajara.

lunes, junio 01, 2009

TEATRO. La mujer por fuerza. "Regocijante comedia de enredo".

De Tirso de Molina.
Con: Beatriz Ortega, Alex Tormo, José Bustos, José Carrasco , Alicia González, José Maya y Chiqui Maya, alternativamente, y Ana Alonso.
Músico: Toni Madigán.
Dirección: José Maya. Guindalera Teatro.




Finea se ha enamorado secretamente del Conde Federico -a quien apenas si ha entrevisto un par de veces durante la breve estancia de éste en la casa familiar con ocasión de su viaje a Hungría- y decide convertirse a toda costa en su mujer, sin saber que Federico, por su parte, está rendidamente enamorado de la noble dama napolitana Florela, a quien ha dado prendas de casamiento. Para conseguir su objetivo de convertirse en “mujer del conde por fuerza” no dudará en disfrazarse de hombre, entrar a su servicio como escudero, seguirle hasta la corte de Nápoles e idear y ejecutar toda una serie de ingeniosas estratagemas que está a pique de volver loco al bienintencionado Federico.

Se trata de una de las comedias más sabrosas y disparatadas de Tirso, que en la adaptación de Amaya Curieses, alcanza tintes rocambolescos, convirtiéndose en una hilarante parodia de los valores más conspicuos de la factoría calderoniana, como la fidelidad, el honor, la fe, o la lealtad al Rey; así, el pobre Federico, se verá injustamente repudiado por Florela que le acusa de infidelidad; tendrá que defender su honorabilidad ante las tan graves como infundadas sospechas de Alberto, hermano de Finea; y por obediencia al Rey, en fin, se verá obligado a reconocer que ha seducido y raptado a una mujer a la que no ha visto jamás.

Salvada la frialdad inicial, así como una cierta extrañeza ante la inusual distribución del espacio -escenario central, con los actores permanentemente obligados a girar sobre sí mismos para no perderle la cara al respetable-, la obra se encarrila y los intérpretes consiguen conectar con los espectadores, que se entregan encantados a este juego de simulacros y de travestismo que tan caro le resultaba a nuestro fraile mercedario (y que, dicho sea de paso, le costó más de un disgusto con la jerarquía eclesiástica). El resultado es un más que notable ejercicio de genuina teatralidad sustentado sobre todo en el trabajo de los actores. Su dicción es cuidada y el ritmo del verso no menoscaba, salvo excepciones la libertad de movimientos, ni la transmisión de sentido, ni el flujo natural de las emociones, que el público percibe casi siempre con nitidez encomiable, desde la cercanía y la proximidad que una sala como ésta propician. Cabe destacar la tremenda naturalidad con la que Florela (espléndida Alicia González) evoluciona desde la confianza a la decepción, pasando por la sospecha o por los celos, hasta la cándida credulidad en las promesas de un inexistente Don Alonso de Aragón. El resto de los personajes hacen gala de incontables recursos de la comicidad en el gesto y en la expresión, y en particular, José Bustos y Alex Tormo; el primero, en un perplejo Conde Federico, pasmado ante el cúmulo de despropósitos y sin sentidos a los que tiene que enfrentarse; y el segundo, en un sorprendente doblete, transitando como la cosa más natural del mundo del enérgico Alberto, ora amigable y complaciente, ora impetuoso e iracundo, al obsequioso y pusilánime Marqués de Ludovico, demostrando en todo momento un riguroso control de las emociones y una admirable madurez artística.

Gordon Craig
.

La mujer por fuerza. Sala Guindalera.

viernes, mayo 29, 2009

TEATRO. La Lección. "Instructiva y atroz".

De Eugene Ionesco.
Con: Manuel Barceló, Itziar Miranda y Maica Barroso.
Versión de Juan Vicente Martínez Luciano.
Dirección: Joan María Gual.
Teatro Español, Madrid.



Desde que leí por primera vez esta pieza irrepetible allá por el año 1982 en su reedición para la prestigiosa Biblioteca Clásica Contemporánea de la editorial Losada, no dejó de intrigarme ese prodigio de invención que consiste en plantear, estimular y desarrollar hasta su desenlace un conflicto dramático a la vez que se procede a la ruptura radical de cualquier lógica discursiva en los diálogos. Eso demuestra que se puede actuar contra el texto, dislocarlo, “hacer que estalle, que se destruya” -como decía el propio Ionesco-, sin que por ello se resientan los fundamentos sobre los que se asienta la genuina acción dramática cuya lógica interna es anterior a cualquier lenguaje.



Una inocente anécdota, el accidentado desarrollo de una clase particular impartida por un maduro y educado profesor a una joven y entusiasta alumna en el domicilio del primero, da pie a una profunda reflexión acerca de la violencia que se ejerce soterradamente en el día a día de nuestras relaciones personales. El profesor, que parece, y así se manifiesta prácticamente a lo largo de casi toda la obra, una persona comedida, correcta, incluso afable, va entrando progresivamente sin que apenas nos demos cuenta en una dinámica de violencia sádica de proporciones inenarrables.

En particular, si nos atenemos a las relaciones profesor/alumna, se hace patente también la tentación de paternalismo latente en todo educador que pronto se convierte en dogmatismo e intransigencia; a ello habría que añadir la mixtificación, es decir, cómo el verdadero conocimiento se desnaturaliza cuando se convierte en imposición, en arma para mantener el poder. En ese sentido la obra muestra también una de las más constantes preocupaciones de nuestro dramaturgo al poner en evidencia el carácter irrisorio y falaz de un lenguaje carente de sustancia, estéril, con enunciados construidos cada vez más a base de clichés y de eslógans, vehículo de estereotipos; y revela su sorprendente actualidad, si uno mira a su alrededor y observa hasta que punto en el debate social y político se viene sustituyendo la racionalidad y el uso del argumento por la fuerza avasalladora de la propaganda.

La versión es cuidada, correcta; y lo mismo puede decirse de la puesta en escena que reproduce con todo lujo de detalles –quizá excesivos- un despacho o gabinete de trabajo anejo a la salita de estar de una residencia de la clase acomodada de principios del siglo XX, un entorno un tanto claustrofóbico típicamente burgués. La dirección también es acertada y mantiene la tensión y el ritmo variable de la obra, acertando a combinar lo absurdo del texto con una interpretación grave y ceremoniosa, lo que acrecienta su comicidad. Asimismo es notable el trabajo de actuación. Un Profesor (Manuel Barceló) atildado, elegante, escrupuloso en la dicción, que puede transitar de la cortesía y la amabilidad de un tratamiento exquisito a la suprema explosión de cólera pasando por la ira contenida de los momentos de contrariedad. Espléndida la enfebrecida arenga, verdadero galimatías, en que termina por convertirse su discurso magistral sobre las lenguas “neoespañolas”, de inequívoca resonancia franquista o hitleriana. Itziar Miranda hace un trabajo delicioso como Alumna. Salvo por su carencia absoluta de inteligencia reúne en su persona casi todas las cualidades del tópico alumno ejemplar, es aplicada, atenta, sumisa y sigue embelesada la perorata de su profesor, transcribiendo incansablemente en su cuaderno sus absurdas explicaciones mientras juguetea con los pliegues de su falda o mordisquea la punta del lapicero. Despreocupada, jovial, no está exenta de ingenuidad, coquetería e infantilismo.

Gordon Craig.

La lección, Teatro Español.

martes, mayo 26, 2009

VÍDEO. La nueva propuesta de Gonzalo Munilla se llama “Sexpoilers”.

.

Gonzalo Munilla aparece y desaparece como los ojos del Guadiana. Así sin quererlo, un buen día, te encuentras por Internet con su archifamosa “me peto a Laura”, o con la divertida “performance” “Trainacting” para Alamedadosuolna. Y pasa un tiempo y no sabemos nada de él; y cuando ya te estás empezando a olvidar de su existencia, vuelves a encontrar una miguita de pan en el camino, o en su caso una citación judicial en tu buzón, como cuando recibió el VI Premio Internacional de Poesía Ciudad de Morón en 2007, por el poemario “La sala de lo penal”.

En esta ocasión, apareció de repente, pero de nuevo sin avisar. Estábamos en la puerta de un teatro, esperando a que abrieran para entrar en la sala. Pues en esos momentos, diez minutos antes de que empiece la función en los que no tienes tiempo para una cervecita y no sabes que hacer mientras esperas, te acercas a la taquilla del teatro, y en el “stand” de publicaciones gratuitas coges la revista El duende. Y mientras el acomodador te pide las entradas para colocarte en su sitio, estás echando un vistazo al folletín. Y ¡zas!, aparece Munilla y su nueva propuesta, “Sexpoilers”.

Sexpoilers es un trabajo que se estrena con motivo del nacimiento de la nueva web de la revista El Duende: www.duendemad.com. Gonzalo lo define a la perfección: “si quieres ver sexo, tienes que pagar un pequeño peaje en forma de “spoiler”. No os voy a contar más, que cada uno saque sus propias conclusiones tras visionarlo. Sólo os puedo decir que yo me reí por dos veces, la primera cuando pinché el video de Munilla yo solo a eso de las 7 de la mañana, nada más entrar en el trabajo; y la segunda, leyendo los mensajes que me enviaban mis amigos, a los que había enviado la propuesta de Munilla de forma convulsiva nada más verlo yo. Os dejo una pequeña muestra de esos correos electrónicos:

- “Cabrón, me acabas de joder un par de series, pero que buena está la tía”.
- “No se si te has fijado, pero creo que en la estantería del fondo a la derecha está la peli de “Mira que habla 2“.
- “Munilla, o está realmente loco, o es un genio”.


Sacad vuestras propias conclusiones:
Sexpoilers.
Revista el Duende.

jueves, mayo 21, 2009

TEATRO. Don Juan. "El burlador burlado".

A partir de Don Juan Tenorio, de José Zorrilla.
Dirección: Miquel Gallardo.
Con: Miquel Gallardo.
Festival Titirimundi 2009. Madrid. Teatro de La Abadía



Es el de Don Juan un ejemplo modélico del poder fecundante de los mitos. Desde la creación del personaje por nuestro insigne fraile de la Merced allá por los inicios del siglo XVII han sido multitud los dramaturgos y los poetas que a lo largo y ancho de Europa han tratado de dar nueva forma artística a este seductor impenitente: desde Moliere a Byron o a Pushkin, pasando, obviamente, por el inmortal Tenorio de Zorrilla, hasta el no tan licencioso pero no menos cínico Bradomín valleinclanesco.

Mikel Gallardo huye de cualquier interpretación teológica del mito ya sea para condenar al libertino al fuego eterno por sus liviandades, como hace Tirso, o para salvarle in extremis de la condenación por intercesión de doña Inés, como hace Zorrilla. Se aleja también de una lectura romántica del mito que llevaría inevitablemente a don Juan a morir joven y de la visión mucho más reflexiva, serena, casi “cartesiana” del Dom Juan de Moliere, aunque en ocasiones, el comportamiento y actitudes de nuestro protagonista, ya viejo y decrépito, revelen el genio incisivo, volteriano, del escritor francés.

El patrón formal y estético del montaje es el de la farsa guiñolesca, con un único intérprete-manipulador ventrílocuo que dialoga con los restantes personajes-muñecos desarticulados. Y aunque la principal fuente de inspiración textual y argumental sea la obra de Zorrilla, cuyos versos más conocidos evoca una y otra vez la mente febril del anciano Tenorio, la ambientación nos retrotrae a una época pretérita, a la rígida disciplina monacal y a la austeridad de un cenobio medieval entre cuyos muros se fragua una oscura venganza, sumiéndonos en una atmósfera lúgubre y truculenta que recuerda el tono entre funeral y admonitorio de las Danzas de la Muerte castellanas.

Bajo la inmutabilidad de las facciones deformes y la mirada vacía de la máscara puede adivinarse la verdadera tragedia de este don Juan: vivir lo suficiente para tener que enfrentarse a su borrascoso pasado. Víctima de un destino ineluctable que gobierna sus actos por encima de su libre albedrío, quien en su juventud se había burlado de todo lo humano y lo divino es ahora burlado por la muerte que le niega el beso definitivo que ponga fin a sus achaques, a su debilidad, a su impotencia; a la decrepitud, en suma, horizonte terrible de la vejez.

Una mirada nueva al mito donjuanesco que potencia, merced al afecto desrrealizador de la utilización de muñecos, la condición de drama fantástico que muchos críticos ha visto en la obra y que proyecta una aguda y sobrecogedora reflexión sobre el misterio de la vida y de la muerte servida con especial maestría e ingenio mediante variados elementos, muchos de ellos rescatados de la teatralidad juglaresca.

Gordon Craig.

Titirimundi en la Abadía.

lunes, mayo 18, 2009

ARTE. “Future”. Exposición de Abraham S. Bermejo.

.
“El dinero no era ya para él [Lawrence de Arabia] más que el demonio que obliga al hombre a renunciar a la actividad de la que hubiera sido digno”. André Malraux, “El demonio del Absoluto”.

Abraham S. Bermejo reflexiona en su última propuesta artística sobre el futuro, sobre el mañana, sobre el que sucederá dentro de unos instantes, sobre la sociedad con la que vamos a encontrarnos dentro de poco tiempo.




Su universo futuro traza un nuevo mundo dominado por el feroz capitalismo, la nueva religión que marca el paso del ser humano, y que lo despersonaliza hasta el extremo, convirtiéndolo en un mero engranaje de una sociedad exterminadora, que sin ninguna clase de rubor, explota los recursos de un planeta limitado.




El artista nos muestra a un Hombre que juega con su planeta, su medio de vida, sin percatarse de que la cuenta atrás sin retorno ha comenzado, y que la inercia de este loco modo de vida nos ciega con montones de “artilugios” superfluos que no nos dejan ver lo que realmente sucede a nuestro alrededor. Cegados por el dinero, dejamos a un lado la búsqueda de la sabiduría, el camino de la virtud, y nos acercamos irremediablemente al abismo, a la vaciedad del sinsentido, convirtiéndonos en meros espíritus que vagan ciegos por un mundo que cada vez se acerca más al caos.

Future”. Exposición de Arte Contemporáneo. Auditorio de de Tarancón, Cuenca. Del 8 al 24 de mayo de 2009. De 19 a 21 horas.


Abraham S. Bermejo. Myspace.

viernes, mayo 08, 2009

TEATRO. Avaricia, lujuria y muerte. "Entre el ritual y la carnavalización".

De Ramón María del Valle-Inclán.
Con: Elena Rayos, Iñaki Rikarte, Juan Codina, Lucía Quintana, Juan Antonio Lumbreras, Nerea Moreno, Marcial Álvarez y otros.
Dirección: Ana Zamora, Alfredo Sanzol y Salva Bolta.
C.D.N. Teatro Valle-Inclán.




Integran este espectáculo tres de las cinco piezas que Valle agrupó bajo el título genérico de Retablo de la avaricia, la lujuria y la muerte, en concreto: Ligazón, dirigida por Ana Zamora, La cabeza del bautista, dirigida por Alfredo Sanzol y La rosa de papel, que corre a cargo de Salva Bolta.

Las tres hurgan con el escapelo de la sátira vitriólica de Valle-Inclán en dos de las heridas que más dolorosamente llagan nuestra buena conciencia y nuestra creencia falaz en la bondad de los seres humanos; dos vicios, la avaricia y la lujuria, que desde los estratos más profundos y arcaicos de nuestra naturaleza donde se aloja la irracionalidad gobiernan nuestros actos inclinándolos con frecuencia a un funesto desenlace. Son tres piezas breves, y por eso más contundentes, en las que una mínima anécdota encierra un conflicto trágico. O tragicómico, si se prefiere, atravesado como está su desarrollo por un violento impulso de deformación grotesca, de esperpentización o, como ha dicho algún crítico, de carnavalización.

Si algo pone de manifiesto este montaje es el enorme potencial poético y la extraordinaria vitalidad de la dramaturgia valleinclanesca susceptible de interpretarse desde presupuestos estilísticos muy diferentes, de deformarse, de parodiarse, o de someterse a un riguroso tratamiento de estilización en un proceso permanente de recontextualización que él mismo alentó desde su escritura caudalosa, polimorfa, dialógica, pródiga en intertextualidad. Y es que, en efecto, conviven en este espectáculo sin desentonar, antes bien, potenciándose cada una de ellas por contraste con las otras, tres poéticas escénicas perfectamente diferenciadas: el acendrado esteticismo plástico de Ana Zamora y su etéreo universo de transparencias, sombras chinescas y siluetas en penumbra disueltas en una atmósfera espectral; el trazo costumbrista de Alfredo Sanzol que dibuja una hilarante estampa castiza con trasfondo de aguafuerte goyesco, o el recio expresionismo de Salva Bolta que deriva por los derroteros de la farsa truculenta.

El primer trabajo, el de Ana Zamora, dispensa a los caracteres una mirada más humanizadora y preserva quizá mejor que los otros esa aureola entre mágica y mística que bendice a muchos personajes valleinclanescos apoyada en un trabajo espléndido de los actores, en particular de Elena Rayos en el papel de La Mozuela; Alfredo Sanzol exhibe una musa más sainetesca aunque no pierda por ello su montaje un ápice de su intencionalidad satírica; se llevan el protagonismo La Pepona (Lucía Quintana), una hembra despampanante, resuelta y enamoradiza y don Higi (estupendo Juan Codina) un mamarracho enjuto, acartonado, codicioso y siniestro. Por último, Salva Bolta descoyunta los moldes de la farsa convirtiendo a los personajes en un coro de fantoches deformes y comadres empingorotadas del que sobresalen un bestial Simeón “el Julepe” (Marcial Álvarez), una especie de dios Pan de poderoso torso desnudo, mirada lúbrica, ademanes torpes y voz cavernosa y La Encamada (Nerea Moreno) una valkiria de opereta, que entrega su alma entre espasmos y lamentaciones y que aparece después en su lecho mortuorio revestida de la belleza trémula e incorruptible de una santa con atuendo prostibulario.

Gordon Craig.

Avaricia, lujuria y muerte en el Teatro Valle Inclán.

martes, mayo 05, 2009

ARTE. Beatriz de las Heras. "Vista de Toledo".

Vista de Toledo.



Soporte: lienzo.
Técnica: acrílico y collage.
Contacto.

lunes, mayo 04, 2009

ACTUALIDAD. Carlos de la Fuente, el alcalde que talaba árboles para crear jardines.

.
“Lo escribo porque no hay más deber moral de aquel que escribe que el de no mentir nunca, que el de no mentirse nunca; y jamás tomar en cuenta el precio que no mentir, que no mentirse, acarree”. De esta forma tan categórica Gabriel Albiac define magistralmente el deber que rodea a un intelectual al encontrarse ante la barbarie que la clase política provoca en cualquiera de los niveles de la sociedad. Yo, que no soy un intelectual, voy a extrapolar esa definición, aplicándola al deber ciudadano, a ese deber que tenemos cada uno de nosotros por el hecho de formar parte de una comunidad, para denunciar alto y claro cualquier tipo de arbitrariedad que se produzca en el funcionamiento del poder público.

Mis ojos no daban crédito a lo que estaban viendo: para crear un parque estaban talando los árboles ya existentes, para ajardinar una zona verde estaban derramando cientos de metros cúbicos de hormigón sobre la tierra ya cubierta de hierba primaveral.

“Talemos los árboles y embaldosemos las zonas verdes”. Esto es lo que entiende Don Carlos de la Fuente, alcalde de Galápagos (Guadalajara) y su equipo de gobierno, socialista, de lo que es un jardín, de cómo se “construye” un parque.

No hace falta siquiera recurrir a ingenieros forestales o a diseñadores de jardines para planificar una zona verde; tan sólo se requiere de un poco de sentido común y de mucha, mucha más humildad ¿Qué estarán pensando los ancianos del lugar, nuestros entrañables abuelos, que hace más de sesenta años, cada mañana iban al “monte del campo”, nada más amanecer, para chapodar encinas y robles para poder calentar sus hogares? Maldecirán en silencio y se agitarán cada noche bajo las sábanas como niños asustados: ¡qué llega el alcalde que talaba árboles para crear jardines!

Quizás, ninguno de los miembros del equipo de gobierno, hayan leído en su vida, ni lo vayan a hacer nunca, a Walt Whitman, a Henry David Thoreau, a Ralph Waldo Emerson, y ni tan siquiera conozcan “al hombre que plantaba árboles” de Jean Giono. Pero muchos otros ciudadanos tampoco, y sin embargo, si que saben lo que es disfrutar a diario de agradables paseos entre los restos de la centenaria fresneda que acompaña al río Torote en su eterna lucha por llegar al mar. Y estos vecinos, que si que conocen lo que cuesta criar un árbol, y gozan de su frescura, de su sombra y de su compañía junto a sus hijos, al igual que nuestros abuelos, también votan. ¡Acuérdense convecinos ese día del alcalde que talaba árboles para crear jardines!

Aquí podéis visitar la página web del Ayuntamiento.
y está es la dirección de correo electrónico del alcalde por si alguien quiera hacer alguna recomendación sensata: alcaldia@galapagos.es .

Walt Whitman.
Henry David Thoreau.
Ralph Waldo Emerson.
Jean Giono.
El hombre que plantaba árboles.

martes, abril 28, 2009

ACTUALIDAD. Nace la Espresso Book Machina.

.
Ayer me di un paseo por la Feria del Libro Antiguo y de Ocasión que desde el día 23 se puede visitar en el Paseo de Recoletos de Madrid. Me traje un par de cosas; algunos de esos libros que llevas apuntados en la agenda desde hace unos años, y que rara vez encuentras porque están agotados o descatalogados; hasta que el azar te lleva a fijar la vista en el momento idóneo en el lugar adecuado, y, ¡sorpresa!, ahí lo tienes. Uno menos.



A partir de ahora, sin tener que abandonar esos encantadores paseos entre libros y libreros tacaños y cascarrabias, la búsqueda de un ejemplar raro y difícil de localizar va a ser una tarea menos complicada. La librería “Blackwell” de Charing Cross Road de Londres, ha adquirido la “Espresso Book Machine”, una gran impresora con unos 500.000 libros en su memoria (la mayoría de los libros con los derechos de autor caducados, aunque están negociando ya con algunas editoriales para poder ofrecer también novedades), que te permite seleccionar una obra, la que tú quieras, de su extensa colección, y en unos minutos llevarte una copia a casa impresa y encuadernada.

Según Andrew Hutchings, propietario de Blackwell: “(la impresora Espresso) podría cambiar la venta de libros de manera fundamental, ofrece la posibilidad de que las pequeñas tiendas y librerías independientes puedan competir de verdad con las grandes cadenas y con tiendas “on line” como Amazon”. Además añade: “me gusta pensar que puede ser la revitalizacion de la industria librera local; es bastante atractivo que puedas entrar en la librería local y acceder a un millón de títulos”.

Hace ya unos cuantos años, recuerdo de una librería madrileña, un verdadero tesoro, que ya no es lo que era, que todavía no disponía de este “artilugio”, pero que guardaba entre miles de estanterías un inmenso fondo de libros especializados, tampoco voy a decir el tema en cuestión, por si algún topo de la SGAE sigue mis pasos y les planta una demanda con carácter retroactivo. El caso es que en un par de días te proporcionaba una copia del libro en cuestión, ese volumen que no se encontraba ni en las mejores bibliotecas de país.

Dejando a un lado las pequeñas historias de “repipi” ratón de biblioteca, y dando la bienvenida al nuevo invento que algunos equiparan con la imprenta de Gutenberg, quiero invitaros a daros un paseo por una librería de ensueño, uno de esos lugares que ni siquiera hubiéramos soñado alguna vez que existieran, pero que es real:

Livraria Lello, Oporto vídeo 1.
Livraria Lello, Oporto vídeo 2.

The Guardian. Noticia.