miércoles, abril 26, 2006

TEATRO. EL RINCON DE GORDON CRAIG. Informe para una academia. "La mirada del animal amaestrado".

De Franz Kafka.
Dirección: José Luis Gómez
Con: José Luis Gómez.
Madrid. Teatro de La Abadía. 9 de abril de 2006.


Es esta quizá una de las más inquietantes y perturbadoras parábolas sobre la condición del hombre de las que engrosan el vasto universo de la producción literaria kafkiana. Irreductible, como muchas otras, a una interpretación definitiva, la crítica de diversas épocas ha querido ver en ella desde una indagación conceptual sobre el problema de la libertad, hasta una crónica del desarraigo que sufrieron los judíos y su incapacidad para asimilarse a la sociedad europea, pasando, como no, por un sátira de la civilización moderna. Importa aquí, empero, más que el análisis intrínseco del relato reflexionar acerca del espectáculo teatral que el mismo inspira.

Como es sabido, en el año 1971, recién llegado de Alemania donde vivió largos años perfeccionando su técnica actoral, José Luis Gómez montó por primera vez este texto de Kafka. Encaramado sobre un taburete y un atril metálicos, con caracterización, movimientos y gestos manifiestamente simiescos, fue desgranando ante el auditorio/academia el contenido de los folios de su conferencia: la historia de un mono apresado en una expedición de caza que para escapar del infame destino de ser exhibido en un zoológico se va convirtiendo progresivamente en un ser humano.

El montaje presente probablemente ha perdido el impacto de la novedad y de la sorpresa que provocó el estreno de hace 35 años en los escenarios españoles, pero ha ganado en complejidad y en hondura. José Luis Gómez nos traslada ahora al recóndito camerino de un teatro de variedades. Nuestro ilustre simio apodado Pedro el Rojo, goza ya de cierta notoriedad y entre actuación y actuación, se va preparando concienzudamente -grabadora en mano, para introducir matices y para corregir los errores-, el informe sobre su proceso de hominización que le han pedido los señores académicos. Permanecemos, pues, al otro lado del telón, asistiendo, por un curioso proceso de inversión, a la gestación del propio informe a partir de los recuerdos e incluso de los testimonios fotográficos de la vida pasada del mono desde que fue abatido por los disparos de un cazador. Vienen ser cinco largos años de lucha, de dolorosas experiencias, de renuncias y de nostalgia por la vida simiesca resumidas en una hora y media de una intensidad dramática sin precedentes, aunque, paradójicamente, el proceso sigue un ritmo pausado, extremadamente matizado y en el que el personaje, al igual que el simio de la fábula, mantiene en todo momento una “extraordinaria tranquilidad interior”.

Sí, se encuentra cómodo José Luis Gómez detrás del telón madurando su actuación, preparándose física y mentalmente para el trabajo que le aguarda frente a la batería, mientras se va despojando progresiva y casi imperceptiblemente de sus atributos simiescos -soberbia metamorfosis inversa, se coloca la máscara más efectiva, la de la humana naturaleza, mientras va desprendiéndose de los postizos y del maquillaje- hasta convertirse en un auténtico gentleman, de modales exquisitos y embutido en un impecable frac.

Más allá de una lúcida lectura de este estremecedor documento literario que es el Informe para una academia, la intencionalidad parece clara, José Luis Gómez convierte el trabajo sobre el texto en un desahogo autobiográfico. Parece haber encontrado en esta obra de Kafka un reflejo de su propia lucha por la identidad, un remedo de sus propias inseguridades, de sus renuncias, de las cicatrices que deja la herida de la domesticación, una justificación quizá del precio que hay que pagar por lo que al final no es sino un simulacro de emancipación, nada parecido, en ningún caso, a la verdadera libertad, que no sabemos exactamente donde se encuentra.

Gordon Craig.
10-IV-2006.

lunes, abril 24, 2006

LIBROS. LECTURAS CONVULSIVAS. La línea de sombra, de Joseph Conrad.

[Mi pequeño homenaje a Cervantes en el día del Libro no podía ser otro, una lectura imprescindible]

Hace unos meses ya os hablé de Joseph Conrad en Whispers aquí, fue cuando leí “El corazón de las tinieblas” y otros dos relatos de los que ahora no recuerdo el título, recién llegado de África y todavía hechizado por embrujo del espíritu indomable del continente negro. De lo que si me acuerdo con certeza es que la narración del británico me sobrecogió, me emocionó la grandeza y la humanidad, la cercanía de sus personajes y la exuberancia de su prosa y de sus lejanos escenarios paradisiacos.

El responsable de la actual relectura de otra de las obras cumbres de Conrad, “La línea de sombra”, es el “Diccionario de adioses” del filósofo Gabriel Albiac, de perentoria y urgentísima lectura para todos, que nos desmenuza a modo de ensayo, con el estilo personalísimo que caracteriza a Albiac, los problemas del mundo de hoy, desde el 68, pasando por la caída del Muro de Berlín, hasta la contemporaneidad del hoy mismo. Una invitación más.

Un joven marino, el protagonista de “la línea de sombra”, abandona el vapor comandado por el capitán Kent en un puerto oriental, su intención es volver a casa, quiere abandonar la mar. En el Hogar del Mar del puerto pide alojamiento y en su primer almuerzo en tierra se encuentra con un viejo conocido: el capitán Gilles. Gilles es un viejo lobo de mar, una persona más madura que nuestro protagonista, y un personaje entrañable y oscuro, pero lúcido y perspicaz, siempre deja entrever algo que parece evidente pero nunca lo afirma categóricamente. Entre los dos entablan una conversación de altura, Gilles pregunta al marino por sus razones para dejar el barco del capitán Kent, qué si tiene algo o alguien esperándolo en tierra, también le recuerda que hasta dentro de cuatro o cinco días no hay ningún barco que vaya camino de Europa.

El insondable Gilles al entender perfectamente lo que le sucede al joven personaje de Conrad, que sabiamente no nos cuenta, tras su interrogatorio casi inquisitorial en el Hogar del Mar, le tiende una pequeña trampa, le ofrece la capitanía de un barco de vela que ha perdido a su capitán y regresa a Europa, no un vapor como el de Kent, donde nuestro protagonista era el segundo de a bordo, un ofrecimiento demasiado jugoso como para ser rechazado. El joven marino y nuevo capitán se incorpora a un barco maldito, dónde le espera una travesía que no espera en ninguna de las ensoñaciones que le han rodeado desde que aceptó el encargo de Gilles.

El segundo de a bordo, el enigmático Mr. Burns, es un personaje que cala desde el principio en el lector, su misterioso carácter sorprende al joven capitán desde que se conocen, pero a lo largo del viaje una extraña relación une a las dos personajes, los vuelve inseparables durante los veinte días que dura el maltrecho trayecto hasta Singapur. No sólo Mr. Burns y el entrañable y eficaz Ransome hacen del capitán otra persona, una persona diferente de la que abandonó el barco del capitán Kent, toda una tripulación enferma que derrama hasta la última de sudor que les queda por obedecer las órdenes del capitán, juega un papel tan importante o más en este cambio.

Joseph Conrad pretende con esta obra, y así nos lo expresa en la introducción: “presentar ciertos hechos referentes a ese instante en que la juventud despreocupada y ardida alcanza la época más consciente y conmovedora de la madurez”. El narrador británico, eclipsado por un “mundo de los vivos que encierra ya por si solo bastantes maravillas”, de una forma magistral nos presenta en su narración uno de los momentos de la vida en que se cierra una etapa y se comienza otra, el momento de la elección, que muchas veces llega sin querer, así sin avisar, y al que hay que hacer frente con gallardía y sin dudar.

Referencias bibliográficas: ”La línea de sombra”, por Joseph Conrad. Barcelona: Bruguera. “Diccionario de Adioses” por Gabriel Albiac. Madrid: Seix Barral.

miércoles, abril 19, 2006

TEATRO. EL RINCON DE GORDON CRAIG. La hija del Capitán. "Género chico".

De Ramón María del Valle-Inclán.
Con: Rosa Manjón, Antonio Lafuente, Javier L. Patiño, Ezekiel Iturralde, Andrés Requejo, Patricia Delgado, Igor Llaguno, Nuria Alonso, Juan Carlos Martínez y otros.
Dirección: Jesús Asensi.
Madrid, Teatro Guindalera. 2 de abril de 2006.

El pretexto, si puede llamarse así, para la escritura de esta obra se lo proporcionó al dramaturgo un truculento suceso que había mantenido en vilo a la ciudadanía madrileña diez añosatrás: el crimen del capitán Sánchez y las circunstancias y dificultades que rodearon su esclarecimiento habida cuenta de la pertenencia del asesino a la familia militar. Aún con importantes variaciones -por ejemplo, el autor del crimen en la obra no es un oficial del ejército sino un golfo, pretendiente de la hija del capitán Sinibaldo-, Valle incorporó muchos detalles concretos de la investigación sobre el caso y se las ingenió para escribir, en plena dictadura de Primo de Rivera, una encendida sátira política llena de alusiones a los jerarcas del Directorio, al golpe mismo y a sus motivaciones, que fue, obviamente, considerada vejatoria y disolvente por el gobierno y retirada de circulación inmediatamente.

La obra es una crítica durísima en la que ponía en solfa al estamento militar, retratando a altos mandos del ejército como seres depravados, inmorales y corruptos, dispuestos a encubrir sus desmanes escondiéndose tras un trasnochado concepto del honor y arropándose en la bandera del patrioterismo; pero tampoco escapan mejor parados el monarca, y el resto de instituciones y fuerzas sociales que apoyaron el golpe, que resultan ferozmente parodiadas en la última escena en la que el rey Alfonso XII es aclamado por la multitud a su llegada a la misma estación de tren en la que están esperando para fugarse con su botín el Golfante y la Sini.

Una visión grotesca y esperpéntica de la España de principios de siglo XX, que me temo no logra trasmitir este espectáculo de Jesús Asensi sino en sus aspectos más epidérmicos, envuelto como está todo el montaje en un costumbrismo de opereta. Es verdad que el texto de Valle rezuma por los cuatro costados localismos propios del lenguaje del Madrid castizo de la época y la jerga de los hampones, de los plumillas o de los gitanos; y es verdad que tiene una cierta estructura y tono folletinescos, pero eso no lo convierte en un sainete. La ambientación musical de época –abusiva-, y una cierta complacencia en los detalles folclóricos y pintorescos en la puesta en escena y en la construcción de los personajes desactivan la carga crítica del texto dando lugar a algo que no pasa de ser una farsa bufa próxima a las manifestaciones propias del género chico.

Tampoco ayuda nada ese preliminar con imágenes de cámara oculta de un grupo de párvulos ignaros en su clase de Sociales intentando inútilmente esclarecer el concepto de dictadura, ¿para qué? ¿Para justificar el igualmente prescindible, cuando no manifiestamente sesgado epílogo, un “montaje” de imágenes del NO-DO fundidas con las del general Mena?. Creo que el texto de Valle es sobradamente elocuente por sí mismo si uno es capaz de escucharlo con suficiente atención y no necesita de aditamentos clarificadores, que, a lo peor, no hacen sino desvirtuarlo.

Gordon Craig.
5-IV-06.

martes, abril 18, 2006

RITOS DE PASO.

Hacia ya bastantes semanas que no me acercaba a Whispers para ofreceros unas letras, unas simples palabras que os permitieran como cada día desde hace unos meses, desconectar de vuestras rutinas y dedicar unos minutos a pensar en otras cosas, o a descubrir alguna pequeña creación humana que os permitiera abstraeros de la sucia realidad por unas horas.

El periodo de abstinencia durante estas semanas ha sido complicado de llevar. El cuerpo en su conjunto, todo el aparato sensitivo y también el intelectual me pedía sentarme unos minutos y rasgar una hoja de papel, poder sacar algo de dentro y compartirlo con todos vosotros, anónimos lectores, que se que a pesar de la no actualización del "blog", seguíais visitando Whispers, las estadísticas os delatan. Pero a pesar de ello y de muchos alicientes más, el cansancio físico me derrumbaba. Según llegaba a mi hogar, contaba los segundos para poder recostarme y cerrar los ojos.

La vida muchas veces te cierra puertas una tras otra, y la oscuridad parece que te rodea por completo, pero otras sin embargo te ofrece oportunidades que no se pueden desaprovechar. Hace unos meses lloraba por la esquinas, sentía la soledad del vacío en mis carnes, estaba empezando a dejar de ser útil: nadie me ofrecía un trabajo. Fue un periodo muy duro que desde cualquier punto de vista tenía mala pinta, pero saqué fuerzas de dónde sólo existían lágrimas y quejidos, y planté cara a la vida, estaba dispuesto a dejarme la piel en el campo de batalla antes de rendirme.

Traje, corbata, rostro sonriente y recién rasurado cada mañana. Llamada a mil y una puertas. Sólo restaba esperar. Y la llamada aunque se hizo esperar, apareció. Como si de un cuento de hadas se tratase lo que me ofrecían al otro lado del auricular parecía una broma de mal gusto: trabajar en un canal de televisión especializado en música. El sueño de miles de niños en todo el mundo, ahí, delante de mis narices. Tenía la oportunidad de vivir intensamente una de las mayores experiencias que la vida te regala de vez en cuando. No la desaproveché, y cuando el trabajo empezaba a rodar por si solo, cuando mis compañeros de trabajo ya no eran eso, sino que se habían convertido en amigos, el teléfono volvió a sonar. Y sonó por dos veces: dos ultimatums.

No había vuelta atrás, había que elegir. La vida se basa en caminar, en seguir el camino que uno se marca, pero esa senda está preñada de intersecciones, momentos duros, difíciles, complicados dónde hay que elegir. De nuevo un cambio, en pocos meses otro cambio. Nunca se tiene la certeza de si la elección es la correcta, pero hay que tener la valentía de dilucidar cual va a ser la más provechosa. El paso está dado, vuelvo a la casa que me dio la primera oportunidad en televisión, antes una cadena minoritaria y preciosista, ahora una aventura en abierto con muchas ganas y con todo el tiempo del mundo para crecer.

Tengo pocas certezas de lo que puede deparar el futuro de hoy en adelante, de lo que puede suceder mañana, pero lo que si tengo claro es que tendré unos preciosos momentos para poder dedicarlos a escribir, a seguir dejando pequeñas pinceladas cargadas de malicia y buen humor en Whispers, para vosotros y para mi.

No podría despedir esta nota de punto y aparte sin darles las gracias por los momentos que me han regalado y desearles la mejor suerte del mundo a mis compañeros de Fly Music: Alex, Luispa, Jose, Rafa, Carlos, Mateo, Alexia, Loreto, Yolanda, Paloma, Rosario, Carlos "Danko Jones", Rocio, Oscar, Belén, Rodri, Tania, Tati, Rebeca, Sonia, Bea, Sara, Helena, Marina, José Manuel, Javier, y al personal técnico de EuroService (y a todos los demás que me dejo sin querer).