martes, octubre 31, 2006

TEATRO. EL RINCÓN DE GORDON CRAIG. Faust. “Instante,¡detente, eres tan bello!”.

De Goethe.
Con: Witold Debicki, Miroslaw Kropielnicki, Mariusz Puchalski, Edita Lukaszewska, Daniela Poplawska, Janusz Grenda, Antonina Choroszy, Slawa Kwasniewska, Krystyna Feldman y otros.
Teatr Nowy. Dirección: Janusz Wisniewski
Madrid. Festival de Otoño. Teatro Español. 20 de septiembre de 2006.

Es El Fausto de Goethe crisol y culminación de una vasta profusión de leyendas de diversas tradiciones literarias que hunden sus raíces en los textos bíblicos y que plantea, según el decir de Schiller, el drama profundo de la naturaleza del hombre en su malogrado intento de aunar sus ansias de absoluto con sus limitaciones físicas, de conciliar, en suma, sus dos “naturalezas”, la divina y la humana. Al propio Goethe le obsesionó durante muchos años la creación de esta obra a la que dedicó no pocos esfuerzos, desde su primera formulación en una especie de “protofausto” (Urfaust), hasta su sistematización definitiva en forma de drama simbólico, de una complejidad sin parangón en la dramaturgia occidental.

Acometer el montaje de esta obra constituye un desafío en toda regla para cualquier formación teatral y una auténtica osadía, para un espectador castellanoparlante, acudir a una representación de la misma nada menos que en polaco. La experiencia, empero, resulta estimulante y podemos corroborar sin paliativos la afirmación de la crítica especializada sobre el montaje, en el sentido de que, en efecto, “logra cruzar la barrera del idioma” y transmitir una visión, bien que peculiar, de las líneas de conflicto esenciales del drama. Y ello merced al extraordinario potencial sugeridor de las imágenes, en muchos casos, de una elocuencia aterradora.

Tributario de la plástica y del movimiento escénicos de Tadeusz Kantor (el recurso a lo pictórico, al claro-oscuro, a los efectos corales, a los maniquíes, o al “gesto detenido” en el trabajo actoral), Janusz Wisniewski lleva a cabo una puesta en escena de marcado acento expresionista; esperpéntica, en el sentido valleinclanesco, que recurre a lo grotesco como forma de representación de una realidad degradada. En su visión personal del mito fáustico Wisniewski contrapone los protagonistas de la obra, el Fausto y Margarita al resto de personajes del drama que, salvo contadas excepciones funcionan como un bloque, como un trasfondo o contexto histórico social del conflicto, a la vez desencadenante, juez y espectador de la tragedia de los amantes, actuando como figura central, enlace entre estos dos mundos y maestro de ceremonias, Mefistófeles, por muchos conceptos -el trabajo, espléndido, de actuación incluido- piedra angular de todo el espectáculo.

Huérfanos de la referencia del texto -como hemos dicho, fuera de nuestro alcance- es la dimensión visual del montaje, su poderosa imaginería, la que acapara nuestra atención; y lo hace de forma absorbente, compulsiva, cortocicuitando casi siempre el intelecto y accediendo directamente a nuestra conciencia y estimulando los sedimentos de experiencias pasadas allí acumulados en capas superpuestas y a las que sólo es posible acceder por la vía de los símbolos. Y allí, como si de un negativo de la memoria se tratara reviven en momentáneos flashes de convulsa belleza y tensa emoción, vívidas imágenes de una Europa moribunda en su opulencia que arrastra sus complejos y su sentimiento de culpa (del que no es capaz de redimirse), y el glamour caduco de una burguesía decadente, y el poder de sus indignos dignatarios y la sonrisa sarcástica del payaso y la herida de la guerra, todos ellos tratando inútilmente de mantener viva su fe religiosa mientras, una vez más, asistimos a la eterna lucha del hombre por igualarse a los dioses, al poder de seducción del mal, a la ilusión de la felicidad y a la frustración perpetua de la imposibilidad de la trascendencia.

Un espléndido trabajo, ejemplar y técnicamente novedoso, pródigo en hallazgos estéticos y en emociones. Parafraseando a Fausto, arrobado en la contemplación de Margarita, y si por un acto de suprema benevolencia de los dioses nos hubiera sido dado, momentáneamente, comprender el idioma original en que se estaban expresando los actores, podríamos también nosotros haber exclamado en el éxtasis de la contemplación estética: “Instante,¡detente, eres tan bello! ”.
Gordon Craig. 23-X-2006.

miércoles, octubre 25, 2006

TEATRO. EL RINCÓN DE GORDON CRAIG. El hombre de las mil caras. "Deslumbrante ejercicio de transformismo".

De Arturo Brachetti y Serge Denoncourt.
Con: Arturo Bracheti
Dirección: Serge Denoncourt.
Madrid. Nuevo Teatro Alcalá, Sala I. 8 de septiembre de 2006.

Combinando el trabajo de expresión corporal propio del mimo, gags traídos del universo de los payasos, trucos de magia, escenas para marionetas, parodias y números de canto o danza tributarios del teatro de variedades, este espléndido montaje de Arturo Brachetti recupera una otrora fecunda y hoy casi olvidada tradición teatral: el espectáculo de transformismo. El propio título de la obra y el reclamo publicitario apelan insistentemente a la capacidad que tiene el protagonista de cambiar de aspecto, caracterización y vestuario, a veces, en cuestión de segundos, y ciertamente ese es quizá el aspecto más llamativo del montaje, porque la capacidad de este prodigioso actor-mago para trasmutarse en escena parece inagotable.

Con todo, el espectáculo es mucho más que una mera serie de metamorfosis, posee un corpus textual sencillo pero que sirve de matriz sobre la que se sustenta el frenesí transformista al que venimos haciendo referencia. Todo comienza en un desván que pareciera sacado de un tiempo preterido, destartalado desván de la memoria de la infancia del que el adulto fuera arrojado un día y del que, ahora que ha vuelto, pareciera resistirse a salir. Se trata de un espacio poblado de juguetes, recuerdos, disfraces y objetos inverosímiles que cobran vida apropia como por arte de magia -y del talento y el oficio de Brachetti-, para colmar la nostalgia y dar rienda suelta a la fantasía del niño grande en que se ha convertido nuestro protagonista.

Dos partes y un epílogo conforman el montaje; un antes y un después de la aparición de la fábrica de sueños por excelencia que fue el cine. Y la viva impresión que produce ese sincero homenaje a Hollywood, de cuyas producciones más celebradas se extraen algunos de los momentos más espectaculares del montaje (desde referencias a El gran dictador o Los diez mandamientos hasta King Kong, la inolvidable Casablanca o La Guerra de las galaxias) no ensombrece el tremendo potencial evocador de las imágenes recreadas en la primera parte del espectáculo, el desfile de los personajes de leyenda que poblaron las fantasías infantiles antes de la aparición del cinematógrafo, desde Blancanieves, la Sirenita o la Abeja Maya hasta las sombras chinescas, el Arlequín, el Pierrot y demás figuras inmortales de los teatrillos de marionetas, para los que Brachetti guarda un recuerdo especial.

Y cuando parece que la obra está tocando a su fin, todavía nos queda, como espléndido colofón, el espectacular homenaje a la figura de Fellini. Los mejores efectos de luz y sonido se reservan para este final explosivo; se rompen todos los diques y en un extraordinario más difícil todavía, las entrañas de la escenografía se abren para dar paso a las creaciones de la desbordante imaginación de Federico Fellini y el fecundo universo onírico de su Roma, La estrada, Ocho y medio o Y la nave va.

Un espectáculo grandioso donde el vestuario, la iluminación y la música juegan un papel destacado, de ritmo trepidante, lleno de sorpresas y de humor que se convierte en una invitación a reconciliarnos con lo mejor de nosotros mismos a través de un viaje al país de la fantasía y de la ilusión cuyos pobladores, y sus aventuras y desventuras espolearon nuestra imaginación y nos colmaron de felicidad en los mejores momentos de nuestra infancia.


Gordon Craig. 11-X-2006.

WHISPERS’ GALLERY. Nuevas sensaciones. Basic_B, 2005.

2. Ballena.




jueves, octubre 19, 2006

MÚSICA. TEATRO. Gigolo Aunts se marchan. Rodrigo García regresa.

El fin de semana anterior fue intenso. Madrid vuelve a vestirse de otoño, y con la caída de las hojas vuelven a llenarse las salas de conciertos y los teatros. La programación de la capital se llena de mil y una propuestas, muchas de ellas irrenunciables. El tiempo para asistir si no se tiene se pinta, se inventa, el único límite que tienes que tener en cuenta es el que te marque tu libreta de ahorros.

En esta ocasión, el viernes 13 de octubre tuve la ocasión de asistir a uno de los últimos conciertos de los Gigoló Aunts. La madrileña sala El Sol se vistió de gala una vez más recibir a los americanos. Los Gigoló nos regalaron un recital de altura, con muchos temas de su último trabajo, pero también nos deleitaron con un montón de sus temas míticos, de sus himnos, de esas melodías que muchos aún sin saber que se tratan de los Gigoló, recordamos en cuanto escuchamos un par de acordes.

En esta ocasión los brigatos tenían mejores planes para esa noche, o eso nos dijeron, y sólo, y nos bastamos sobrados, nos reunimos Sir Hannofer, Javibroker y su chica y yo. Bueno yo iba muy bien acompañado por unos ojitos azules que me siguen allá por dónde piso desde hace un tiempo, como si fuera mi encantadora sombra con su dulce y tierna sonrisa tras de mi.

Al día siguiente, y después de demasiadas peripecias para conseguir unas localidades, mis ojitos azules y yo nos plantamos en Guadalajara para asistir al espectáculo que abría el Festival de Teatro Urbano de la capital alcarreña.

Por una vez y sin que sirva de precedente tengo que agradecer a toda la gente que mueve el FUT que en esta ocasión haya invitado a Rodrigo García y su elenco a la iglesia de los Remedios para que nos ofrezcan su nuevo espectáculo, “Borges+Goya”. Rodrigo es un dramaturgo inclasificable, pero en la actualidad uno de los mejores representantes de eso que se puede venir a llamar como “vanguardia teatral”: es decir uno de los dramaturgos más frescos, provocadores e innovadores del momento.

Borges+Goya es un espectáculo que se divide en dos monólogos que enlazan uno con el otro a través de un vídeo: “Prefiero que me quite el sueño Goya que lo haga cualquier hijo de puta” que da vida al cuadro de Goya: “Duelo a garrotazos”. En el primer monólogo, Borges, se prima al texto sobre el trabajo actoral. Tras unas videoproyecciones en las que se ven entre otras cosas al escritor argentino asintiendo con la cabeza y a su lado, en la otra mitad de la pantalla, un perro de estos que se ponen en el salpicadero del coche y siempre mecen de arriba abajo la cabeza, y a una máquina de picar carne mientras desfilan al otro lado de la pantalla imágenes de los militares golpistas argentinos, un escenario salpicado de guiños minimalistas nos presenta a un actor de la Carnicería Teatro que se mete en la piel de un escritor, alter ego de Rodrigo García, que creció eclipsado por la figura de Borges, pero tras conocer de verás lo que representó la figura del escritor argentino en su sociedad, cae en una crisis existencial abismal. Rodrigo describe mejor que nadie esta situación de desengaño y desamparo: “Lo ví en el café Tortoni a Borges con la secretaria y el secretario y con Octavio Paz, el poeta que nunca se mojó por anda ni nadie, el poeta condecorado, el poeta insignia. Ahí estaban sentados los dos poetas insignia, los que nunca se mojaron por nadie y al fondo unos desconocidos jugaban al billar”. Este es el principio del fin, la tumba de Borges en Suiza, de boca del narrador, termina estallando por los aires y sus restos caen en la Bombonera, el estadio de Boca Juniors.

Goya comienza con Indy, la mascota del Atlético de Madrid bailando al son de la música de un lado a otro del escenario. De repente el muñeco nos enseña al actor que se esconde tras el peluche y la magia de Rodrigo vuelve al escenario. El tipo del disfraz tiene un plan para gastarse con sus hijos los 5000 euros que ha logrado ahorrar durante su vida: “Vamos a ir al Prado. Con la mochila a tope de droga, bocatas de tortilla, y birra, y Macallan. Y piedras para romper las ventanas. Y la sangre haciendo bum bum. Una fiesta”. La putada es que sus hijos prefieren ir a DisneyWorld. Y se desata la locura, lo grotesco y lo irónico del gran Rodrigo en su máxima expresión.

Para terminar un guiño a todas las cabezas pensantes de la buena cultura de nuestro país, a las que mueven los cuartos públicos y con ellos los cachés y el funcionamiento de muchas salas: con mis impuestos también se le dan oportunidades a unos tipos tan peculiares como es el caso de Rodrigo García, sin censuras y sin imposiciones. Urgente y necesario.

¡Bravo Rodrigo!, sigues estando en forma.

TEATRO. Ilusionistas. "Reinventar la realidad".

De Lluïsa Cunillé.
Con: Rosa López, Lola López y Paco Zarzoso.
Compañía Hongaresa de Teatre.
Dirección: Paco Zarzoso.
Alcalá de Henares. Corral de comedias.


El recientemente remodelado Corral de Comedias de Alcalá de Henares inicia sus segunda temporada con un sugerente y variado repertorio de teatro, música y danza. Vinculado administrativa y artísticamente al Teatro de la Abadía, exhibe espectáculos propios y montajes que han pasado previamente por esa prestigiosa sala madrileña poniendo al alcance del público de la ciudad complutense y de los aficionados de Guadalajara una programación de calidad que nuestros gestores municipales y comunitarios reiteradamente nos niegan. (Aunque luego pongan el grito en el cielo por no se qué declaraciones -desafortunadas, es verdad- sobre la incultura local. ¡Qué derroche de artillería pesada!)

Pero vayamos a Lluïsa Cunillé. Alguien ha dicho de los textos de esta autora (Badalona, 1961) que son como pequeñas cajas de música que al abrirse descubren una melodía íntima que estimula el recuerdo y despierta la emoción, y creo que es una excelente comparación. Sus piezas son delicadas obras de orfebrería, de un enorme poder de sugerencia y lo dramático aflora por sorpresa entre los intersticios de los detalles más pequeños y de las cosas más cotidianas bien es verdad, que tras haber sometido a la acción y a los personajes a un proceso descontextualizador que tiene mucho que ver con la poética del absurdo.

Ilusionistas no escapa a esta caracterización, es más, la atmósfera de irrealidad y de extrañeza que rodea a los personajes se acrecienta si cabe por la vinculación de los mismos con el mundo de la magia. El protagonista, Alfredo, es un mago que trabaja con su hermana Ágata en un espectáculo de variedades, y ese universo de trucos y embelecos, de ilusión, en definitiva, cuadra bien con la perentoria necesidad que sienten los personajes de reinventar una realidad con la que no están satisfechos y perseguir sus obsesiones: Ágata la espera, Alfredo, perfeccionar sus trucos de magia y Alicia el deseo de estar siempre en otra parte.

Que no espere el espectador un desarrollo convencional de la acción dramática. La autora juega permanentemente con la realidad y con nuestros hábitos perceptivos, demasiado convencionales; introduce cortes abruptos en el desarrollo de la acción, cambios de espacio, y modula el desarrollo temporal con extrema libertad, consiguiendo curiosos efectos de sentido al reintroducir en el relato elementos de las escenas previas pero cambiándolos de perspectiva haciendo bueno el juicio pinteriano acerca de la “inestabilidad” de lo real.

La obra, en cualquier caso, no plantea ninguna tesis ni tiene un argumento en el sentido fuerte del término, ni ambiciona moralizar al espectador; simplemente se asoma por unos momentos a la vida de unos personajes en cuyos afanes, obsesiones, pequeñas malicias o flaqueza podemos reconocernos sin esfuerzo, porque su desconcierto, su melancolía o su añoranza de un pasado feliz o de otro mundo distinto reflejan perfectamente nuestra propia nostalgia, nuestra insatisfacción con lo que nos rodea, y ese deseo indefinido de huir de la realidad.

Intimista, tierna, evocadora, y un tanto triste, eso es Ilusionistas, y tremendamente sutil y bienhumorada.

Gordon Craig.

miércoles, octubre 11, 2006

TEATRO. EL RINCÓN DE GORDON CRAIG. Ritter, Dene, Voss. "El parentesco y la muerte".

De Thomas Bernhard.
Con: Ana Caleya, Rosa Savoini y Carlos Domingo.
Dirección: Rosario Ruiz Rogers.
Madrid. Teatro de Círculo de Bellas Artes. 16 de septiembre de 2006.



En el oceánico marasmo de lo dejà vu en que se ha convertido la cartelera madrileña en este inicio de temporada aún podemos rescatar alguna novedad que merezca realmente la pena. Mencionábamos el otro día la reposición de Nina, de José Ramón Fernández y hoy vamos a hacer referencia a una inquietante pieza de Thomas Bernhard que ha recalado en el escenario del Círculo de Bellas Artes –bien es verdad que por un brevísimo lapso de tiempo- de la mano de la inquieta directora, otrora ayudante de dirección de José Luis Gómez, Rosario Ruiz Rogers.

Es el de Thomas Bernhard un teatro difícil, -como su narrativa-, torturado, con personajes en la frontera de la demencia, lúcidos intérpretes de la extrema decadencia intelectual y moral de la sociedad europea contemporánea, aherrojados a sus prejuicios de clase y aquejados de lo que con atinada expresión definiera Freud como “el malestar de la cultura”.

La obra que comentamos constituye una reflexión acerca las relaciones de parentesco, en particular, de la soportabilidad de la vida en común de los hermanos de una misma familia, “esa amputación siempre abyecta del espíritu” (como escribiera el propio Bernhard en otro lugar en referencia a esta milenaria institución). Voss ha estado recluido en un sanatorio psiquiátrico y a instancias de una de sus hermanas vuelve a la casa paterna para reiniciar una vida en común, que enseguida se revela insoportable. Casi en tiempo real, lo que dura apenas una cena de bienvenida, los demonios familiares se desatan de nuevo y la máscara de las buenas maneras y de la exquisita educación de estos miembros conspicuos de la alta burguesía acomodada apenas puede ocultar sus verdaderos sentimientos y sus deseos más inconfesables. La sumisión enfermiza, casi masoquista, de Dene la mayor de las hermanas, que vuelca en Voss su insatisfecho instinto maternal, está al servicio de un mal disimulado instinto de dominio que quiere ejercer asimismo, sin conseguirlo, sobre Ritter, la hermana pequeña, quien no oculta su resentimiento contra la primacía intelectual de su hermano, contra los intentos de vampirización por parte de su hermana y contra su propia falta de resolución para abandonar una vida cómoda pero en un entorno represivo que ha ido envenenando poco a poco su existencia. Respecto a Voss es un desequilibrado irascible, dominado por la soberbia intelectual y por el despotismo y el desprecio con que trata a sus hermanas.

El espacio escénico es fiel reflejo del refinamiento y del lujo del que se han sabido rodear estos seres privilegiados, herederos de una gran fortuna, aunque el excesivo apego a ciertos muebles y enseres refleja una desviación fetichista. A su vez, la ausencia de ventanas, el aislamiento del exterior, la muda presencia de los ancestros y el tono fúnebre de los paramentos confieren al gran comedor familiar la atmósfera claustrofóbica de un panteón. Destacable son, asimismo, una cuidada y meticulosa dirección y un solvente trabajo actoral. Dene (Ana Savoini) y Ritter (Ana Celaya) recrean magistralmente a dos espléndidos tipos femeninos; la primera es una mujer frustrada e insatisfecha convertida circunstancialmente en una madre de familia solícita y posesiva; La segunda parece indiferente a cuanto la rodea y es la viva imagen de una actitud vital desencantada y diletante. Por úlimo, Voss (Carlos Domingo) encarna el hastío, la insania y la visceralidad.

Gordon Craig.
19-IX-2006.

jueves, octubre 05, 2006

TEATRO. Portulanos. "España".

[Columna Portulanos de Ignacio García May, publicada en El Cultural el día 21 de septimenbre 2006]

Pero, ¿a qué viene tanto escándalo con Rubianes si lo que ha hecho es comportarse como un patriota? Porque no hay nada más intrínseca, más compulsiva, más inconfundiblemente español que abominar de la propia patria en voz alta y en toda circunstancia. Es lo que hacen a diario los ciudadanos, sea por el fútbol, por la política, por la historia, por cualquier cosa. Es un impulso presente en la literatura del XVII, en la del 98. Sánchez- Dragó se pasa la vida declarando que le revienta ser español y la derecha le ríe la gracia siempre. Incluso el propio gobierno difunde permanentemente esta idea, en su discurso, en sus acciones, en sus omisiones, con más retórica que Rubianes, pero no con menos énfasis. ¿Acaso hay alguien aquí que pueda presumir de no haber echado leña en ese fuego? ¡Si todo el discurso intelectual y político de los últimos treinta años ha ido dirigido a despotricar contra España, a avergonzarse de España, a negar España! Porque presumir de español, regocijarse de ser parte de una de las culturas más formidables de la historia, le sonaba y le suena aún a facha a la legión de ignaros y usurpadores que se autoadjudican, sin que nadie se lo pida, la misión de proteger la conciencia y la corrección ideológica. ¿Respeto al espectador? ¡Como si eso les importara! Mayor falta de respeto es que la televisión ¡pública! nos salga ahora reivindicando como Reina del Baile a la Nietísima del dictador que durante cuarenta años tuvo este país bajo su bota, en hora punta y pagada, como es costumbre, por todos los ciudadanos, sin que nadie, absolutamente nadie, haya dicho nada sobre eso. No nos engañemos: Rubianes, como la Pantoja, como los psicópatas que inundan a estas alturas los periódicos de esquelas enfermizas sobre la Guerra Civil, como tantas otras cosas de la actualidad, no es más que munición que nos arrojan para tener al pueblo encabronado mientras las cosas importantes pasan por delante nuestro sin que les prestemos atención. Brecht inventó lo del distanciamiento para prevenirnos contra este tipo de vilezas: está claro que fue inútil.

Ignacio GARCÍA MAY.

lunes, octubre 02, 2006

TEATRO. Odio a Hamlet. "El ser (o no ser) del teatro".

De Paul Rudnick.
Versión de Juan Pastor.
Con: Raúl Fernández, Joseph Albert, Alex Tormo, María Pastor, Ana Alonso, Ana Miranda.
Dirección: Juan Pastor.
Madrid. Teatro de la Guindalera.



No es el menor de los aciertos de este espectáculo que estrena ahora la recoleta y acogedora sala Guindalera el de dar a conocer un texto y un autor nuevos por estos pagos, contribuyendo a diversificar un poco la oferta de una cartelera anclada en reposiciones, “remakes”, adaptaciones tecno de textos narrativos consagrados, o manidos y oportunistas homenajes a dramaturgos muertos (con o sin escándalo añadido; un tal Rufianes, ¿recuerdan?). Aunque el montaje tiene otros muchos y muy destacados valores, ya en el estricto plano de la representación, y que son otras tantas razones para no perdérselo de ninguna manera.

Veamos. Nos lleva Juan Pastor al proceloso territorio de la comedia. Lo cual no quiere decir que en sus anteriores montajes, de Chejov o incluso de Wilder, no hubiera frecuentes notas de humor, pero aquí, la sugerencia y la fina ironía son sustituidas por la sátira y la parodia, es más, ambas son el motor de la obra y a su servicio, director y actores dan lo mejor de si mismos para conseguir un ritmo, un tono y un registro de actuación volcados en la comicidad. Comicidad desbordante, inteligente, como lo es la pieza misma, y sin concesiones a la zafiedad ni a la chocarrería. Y uno disfruta y se ríe a gusto mientras asiste al desarrollo de una trama ingeniosa, plagada de situaciones insólitas que fructifican en escenas cuidadosamente planteadas y resueltas con extraordinaria maestría.

Pero no por divertida la obra deja de albergar una incisiva reflexión sobre la condición del actor y sobre la del teatro mismo, enfrentados uno y otro al furibundo embate de la Televisión y del cada vez más clamoroso adocenamiento de las audiencias. El primero, sumido en la duda hamletiana de tener que elegir entre el bien remunerado trabajo ante a las cámaras pero en programas de ínfima calidad estética y la rara avis de un teatro de calidad, un trabajo absorbente de mayor exigencia artística y sin el horizonte inmediato de la recompensa económica o del reconocimiento del público. Pero a través de Andrew y su pugna con el espectro de Barrymore, es la idiosincrasia misma del teatro la que se pone en cuestión. ¿Es acaso el teatro en esta era del audiovisual una suerte de enfermedad del espíritu, una flaqueza pasajera? Como sugiere irónicamente el productor al espetar al dubitativo Andrew cuando este parece decidirse por Shakespeare rechazando un suculento contrato: “entre tú y yo vamos a conseguir salir de esto”. Con “esto” se refiere, naturalmente, al teatro, pero Andrew ya ha tomado la decisión, y no parece que vaya a arrepentirse, pues aunque el estreno haya sido un rotundo fracaso, ha descubierto lo esencial, que aunque sea esporádica y coyunturalmente se puede entrar en contacto con el público, y comunicarse con él, y recabar su reconocimiento y eso es turbadoramente halagador y ....

Un sutil juego teatral

Gordon Craig.

Odio a Hamlet. Teatro Guindalera.

ARTE. Nuevas sensaciones. Basic_B: 1. Ciudad encantada, 2005.

1. Ciudad encantada.
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