martes, octubre 25, 2005

TEATRO. Ningyo Joruri Bunraku. El amor pasional y Milagro en el templo de Tsubosaka Kannon. “Lost in traslation, emoción, intensidad y una de marionetas...”

El Teatro Nacional de marionetas de Osaka, dentro de la programación del Festival de Otoño visitaba Madrid, el Teatro Español. Era una buena oportunidad para presenciar un espectáculo diferente y fuera de lo convencional, esta vez los protagonistas no eran actores y actrices, sino unos deliciosos muñecos que asombrosamente hicieron las delicias del respetable.


La Ningyo Jorubi Bunraku nos presentaba dos historias, y entre medias una pequeña demostración de cómo funciona el espectáculo y las marionetas. La primera historia fue “el Amor pasional” de Suga Sensuke, Matsuda Wakichi y Wakatake Fuemi. Se trata de una preciosa historia de amor imposible. Una hija de verdulero, Ashichi, al incendiarse la casa familiar se refugia en el templo Kissho-in y allí conoce a un sirviente y se enamora de él. Pasado un tiempo, la familia regresa a su hogar pero Ashichi se sigue viendo a escondidas con su amado. La distancia y el amor desenfrenado la llevan a quemar una casa vecina para poder volver al templo. Ashichi es descubierta y condenada a muerte en la hoguera.

La segunda parte del programa es “Milagro en el templo de Tsubosaka Kannon”, que nos muestra la historia de Osato y su marido Sawaichi. En este caso Sawaichi cree que su mujer le es infiel con otro hombre, porque ella todos los días antes del atardecer abandona el hogar. Osato le explica a su marido que va al templo Tsubosaka para pedir que él recupere la vista, es ciego. Sawaichi le pide a su mujer que le deje acompañarla al día siguiente y le deje tres días de ayuno allí. Una vez en el templo, Sawaichi, solo, se suicida. Osato cuando vuelve y encuentra las sandalias, el bastón y el cuerpo yacente de su marido decide también suicidarse. Este gesto conmueve a la diosa Misericordia, que los devuelve al vida y permite a Sawaichi volver a ver.

Las marionetas de la Bunraku, con un impresionante juego gestual y expresivo, la emotividad del narrador de las historias, con unos emocionantes cambios de registros para cada personaje dependiendo del estado de ánimo del mismo en cada momento de la acción, y todo acompañado del sonido del agudo y a veces intenso y estridente shamisen llenan de vida, de puro dramatismo el juego de las marionetas sobre el escenario.

Dos historias preciosas, duras, impregnadas del sabor agridulce de la desidia de los más profundos sentimientos humanos. Muy apropiada la elección del Bunraku en un momento como el actual donde los sentimientos, la esencia de todo ser humano, en el fondo de lo que se llena su existencia, su vida, pasan a un segundo plano, dónde sólo se busca el momento de éxtasis de una noche loca de sábado o como bien describe el sabio Arthur Miller: ”la buena vida ya no es aquella en la que uno lucha por darle un significado, y tampoco es la búsqueda de la unión con el pasado. […] Ahora la buena vida es la de la diversión incesante, las alegrías obtenidas sin esfuerzo […] Al final y al cabo, la libertad es comodidad; la sexualidad es una fotografía, y el enemigo de todo ello es lo real. El enemigo es el conflicto; el enemigo, en una palabra, es la vida”.

Los peros, que también los hubo pueden comenzar por: dicen los castizos que de Madrid al cielo, pues ayer la máxima se cumplió sobradamente. Sueño: la taquillera me dio las mejores entradas que le quedaban, de esto hace veinte días, y centradas, todo un logro o eso pensaba yo antes de llegar al teatro. Realidad: segundo piso y apiñados junto a la pared. Sonrisas y lágrimas cuando el director del Bunraku nos decía que la marioneta movía los ojos hacia la derecha o hacia la izquierda, un servidor veía unas manchas en la carita de la marioneta, el resto de la acción lo completaba mi infantil imaginación, con la inestimable ayuda de una risueña compañera de butaca de lujo ayer, Cris; sin tu cuchicheo desinteresado, todavía estaría buscando el bastón del pobre Sawaichi.

Durante la primera parte del espectáculo, muchas veces me transmuté en el genial Bill Murray, yo estaba también “Lost in translation”, pero en vez de en Tokio como en la película, en el centro de Madrid. Todo cambió después del descanso, ya nos habían ofrecido una breve lección de cómo funciona el Bunraku, y además, sorpresas te da la vida, de entre una puerta oscura, sin avisar y con una amable sonrisa, aparece mi añorado Humanista Indocumentado, también enamorado de la magia de la sala oscura. Buscaba lo mismo que yo: unos sitios libres en el patio de butacas para ver mover los ojitos a esos deliciosos muñecos articulados venidos de tan lejos. ¡Qué sepas que se te echa de menos en el patio de butacas!

LA SOMBRA DEL CABALLERO SE EXTINGUE...

El otro día en la oficina, hablando con un compañero de trabajo, sobre lo inapropiado de un término “english” en el cuerpo del texto de un informe, y aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, salió a colación una graciosa anécdota. Os la voy a reproducir.

Hace unos meses en el Palacio del Infantado de Guadalajara se organizó una exposición con motivo del aniversario del Quijote, “la sombra del caballero”. La muestra recibió muchos visitantes y para una ciudad como Guadalajara, fue un rotundo éxito.

Un día de primavera la capital alcarreña recibió la inestimable visita de un entrañable curioso, una de esas pocas personas que quedan, de las que prestan su atención en cada pequeño detalle del devenir diario. El caso es que mi compañero, acompañado de su mujer, fue a visitar la exposición. Nada más entrar en el recibidor de la vetusta morada de los Mendoza, se encuentra en la taquilla con dos amables y sonrientes azafatas. De repente alza su vista y ve un cartel que dice así: ”venta de tickets”. A mi querido curioso le cambia la cara de color varias veces, y no pudiendo resistir más abre la boca: - ¿cómo es posible que en una exposición que homenajea a Cervantes, al mejor escritor en español de todos los tiempos, al padre de la novela moderna, no se vendan ENTRADAS, sino que se vendan “tickets”? Las azafatas sin salir todavía de su asombro sólo aciertan a contestar que ellas sólo están ahí para trabajar y para vender “entradas”. Mi compañero, del que su mujer ya tira del brazo para introducirlo en las salas del Palacio del Infantado, añade: - por lo menos digan que los visitantes se quejan -.

¡Bravo por el atrevimiento! ¡Bravo por ese inconformismo que nos sigue diferenciando de esos otros inocentes seres que caminan a cuatro patas y con las orejas bien pinas! El espíritu cervantino sigue vivo pese a las patadas que diariamente se le dan a la lengua que él inventó.

jueves, octubre 20, 2005

Doctor Brigato. Escribir hoy en día, cuatro ideas.

Escribir, ardua tarea en los tiempos de lo visual que nos rodean. Es muy difícil hoy en día encontrar a algún joven que te diga que una de sus aficiones es sentarse en una mesa, ya sea con una pluma y un cuaderno o delante de un ordenador, y dejando correr su imaginación, cruce tres ideas con palabras. Es una verdadera pena, o no, pero he de reconocer que yo me incluyo dentro de ese reducido grupo. Debo de ser un "bicho raro" dentro de una sociedad fascinada por la imagen, pero el placer de poder expresar hasta mis sentimientos más profundos mediante palabras no me lo va a robar nadie.

Preguntarse que porqué uno escribe hoy en día, puede parecer "algo" pasado de moda, un poco retro, pero todavía existe mucha gente que intenta alzar su voz crítica por medio de palabras, y por lo tanto no debe de ser tan descabellado proponer este tema. Y si es descabellado, da igual. Para todos aquellos que sientan un placer inmenso al rasgar una hoja de papel con la punta metálica de una estilográfica, van dedicadas estas cuatro líneas.

Los primeros pasos son lo más complicados. Escribir es difícil. Como cualquier otra experiencia nueva en la vida, al principio uno se siente desamparado, temeroso, solo, pero poco a poco se va convirtiendo en un verdadero vendaval interior imposible ya de detener. Mario Vargas Llosa, sostiene que para ser escritor hay que nacer, pero que para que ese don se convierta en realidad, hay que trabajar día a día, leyendo muchísimo y sobre todo escribiendo una barbaridad, prácticamente exige dedicación exclusiva.

Uno escribe porque siente que tiene que comunicar algo a todos los demás que le rodean y la mejor manera de hacerlo, "su mejor manera", no es otra que mediante la letra impresa. Según Ernesto Sábato la literatura sirve para mostrar al mundo los pequeños momentos de la vida en los que aparece la felicidad y de esta forma compartirlos con el resto de mortales. En este sentido un escritor, ¿por qué no?, debe de tener una sensibilidad especial, para saber diferenciar esos pequeños momentos que realmente valen la pena y desechar por completo la idea de buscar la felicidad absoluta sin éxito durante toda la existencia.

Cuando uno da a luz un pequeño relato, un cuento, un esbozo de novela, etc., siente que algo de su interior, quizás hasta de lo más íntimo, se le ha marchado; pero luego cuando lo relee varias veces se da cuenta de que lo está compartiendo de la mejor manera que sabe y con sus más fieles compañeros de viaje: sus lectores. Alesandro Baricco durante la rueda de prensa para la presentación de su novela "Seda", defendió que él contaba en Seda una "historia", que de ninguna otra manera podría haber visto la luz. Le quemaba las entrañas día a día, pero sin esa sucesión de palabras que es su "historia", no se podría haber hecho realidad. El escritor necesita contar "sus historias", es una necesidad vital, como el comer, el dormir o el amar.

¿Qué se pretende al narrar? La pregunta del millón, y tan complicada de responder. Algunos autores consideran que la función de su literatura es entretener, que luego la grandeza de la obra está en si ha sabido comunicar de la mejor forma posible lo que intentaba desde un principio. Juan Goytisolo define además al escritor como un ser crítico, libre y comprometido con su tiempo, con la sociedad que le rodea y sobre todo veraz e incorruptible. Todo esto debe reflejarse en sus textos de manera tangible, porque sino se convertirá en un titiritero farsante, como tantos de los que hoy en día nos rodean, que en busca de la fama se venden al mejor postor.

Ánimo a todos aquellos que empiezan y que estas cuatro pinceladas les sirvan de aliento para los momentos difíciles, que siempre te acechan, se acercan sigilosos, unas veces te rodean, otras se alejan, pero siempre se encuentran cerca. Espero que estas líneas también den constancia de que no están solos, de que el inmenso placer por escribir, el que no lo aprovecha, se lo pierde, como tantos otros, la magia de una sala oscura en el teatro, la soledad de un poema en una tarde desapacible en invierno…

Doctor Brigato.

TEATRO. V.O.S. "Amor con fecha de caducidad".

De: Carol López.
Con: Paul Berrondo, Andrés Herrera, Vicenta Ndongo y Elena Fortuny.
Dirección: Carol López.
Madrid. XXII Festival de Otoño. Sala Cuarta Pared.

¿Quién dice que la pareja está en crisis? Vengan a disfrutar de este espectáculo y después a ver quien es el guapo que se atreve a mantener semejante afirmación. Se convencerán, por el contrario, de que nunca ha gozado de tan buena salud ese tan denostado modelo de vida en común cuyo origen se pierde en la noche de los tiempos. Eso sí, hay que estar dispuesto a aceptar ciertas, llamémosle, “fórmulas imaginativas” que trasgreden lo consuetudinario; pero eso ¿qué importa? si al final conseguimos un pedacito de dicha. Además, como dicen por ahí, el que no se consuela es porque no quiere.



Y buen conformar no les falta, desde luego, a estos nuevos argonautas, perdidos -como todos hemos estado alguna vez-, en el laberinto de sus sentimientos y de sus deseos, pero empeñados en la búsqueda del vellocino de oro de la felicidad; como no les falta candidez, a veces, e inexperiencia -que los no tan jóvenes llamamos inmadurez-, ni gramática parda, ni unas buenas dosis optimismo y arrojo para enfrentarse a los problemas de la convivencia en un tiempo marcado por la disolución de los límites otrora fijos e inamovibles entre masculinidad y feminidad, por la redefinición de los roles hombre/mujer, por la mixtificación y por la incertidumbre.

Conflictos de mucho calado pero tratados con desenfado, con naturalidad, sobre los que la autora proyecta una mirada incisiva e indulgente y exenta de cualquier afectación o prejuicio. Y una problemática muy actual; quizá el mayor valor de la obra sea la extraordinaria capacidad que demuestra la dramaturga, una jovencísima Carol López (Barcelona, 1969), para captar el latido de su tiempo, que es el nuestro, para apropiárselo y devolvérnoslo envuelto en una asombrosa y desbordante comicidad; humor de situación en el que no falta la ironía y la parodia, pero también la comicidad verbal, con unos diálogos ingeniosos y chispeantes cifrados en un lenguaje de ahora mismo e impregnados de réplicas y sentencias de inspiración jardielesca.

La puesta en escena es sencilla, un espacio múltiple invadido por enseres y objetos de uso cotidiano; la dirección de actores ágil, acertada, imprime un ritmo vertiginoso al desarrollo de los acontecimientos y no da un respiro al espectador que asiste asombrado a los más inverosímiles cambios de humor, a las situaciones más pintorescas y al desenlace más chusco e improbable como si fuera la cosa más natural del mundo. Un solvente trabajo de actuación, en fin, saca lo mejor de estas dos parejas de treintañeros varados en esa tierra de nadie que sigue al limbo dorado de la juventud y precede a la hora fatídica en que tenemos que tomar definitivamente las riendas de nuestra vida.

V.O.S. (Versión original subtitulada) es una comedia inteligente y sagaz que bucea con extraordinaria pericia por los intersticios de nuestros sentimientos y emociones. Sutil, fresca, divertida. Constituye una auténtica bocanada de aire fresco que, frente a la nutrida legión de agoreros, acredita la pujanza de la nueva escritura dramática en España.

Gordon Craig.

martes, octubre 18, 2005

KARMEN DE GORAN BREGOVIC CON FINAL FELIZ.

Goran Bregovic desembarca con fuerza en el Festival de Otoño, con su primera ópera, y haciendo sus pinitos como director de escena. La Karmen de Bregovic, no es la Bizet ni la de Merimé, tan solo, según el autor, “he conservado el nombre de Carmen, porque es una metáfora de alguien que no se compromete con la libertad” y sin este precepto los personajes de su ópera carecerían de verosimilitud.

Bregovic acompañado de su Banda de Bodas y Funerales, trenza una historia fácil para que se pueda representar en cualquier boda y funeral, y perdonen por la repetición, pero su Karmen está escrita para que una humilde banda u orquesta la pueda ejecutar sin mayores complicaciones. “Karmen” también es un homenaje a los gitanos, y como señala el compositor balcánico, en la única ópera que una gitana es protagonista, el final no podía ser triste, como en la obra original se cuenta, porque a los gitanos, como a todas las personas, también les gustan los finales felices. Por eso Bregovic lo cambia, y la historia termina bien.

La composición musical es extraordinaria, a la altura de la banda sonora de la versión de “La Divina Comedia de Dante” de Tomaz Pandur, de la que pudimos disfrutar la temporada pasada en el teatro María Guerrero, o de cualquiera de los trabajos de Bregovic en el cine, ya sea con Kusturica o con Chéreau. Hay momentos emotivos de gran intensidad, por poner sólo un ejemplo: cuando las dos bandas de música rivales, una la del novio de toda la vida de Karmen, y la otra la de su nuevo amor, rivalizan musicalmente, la primera interpretando la nueva partitura de Bregovic, y la segunda siguiendo la composición original de Bizet.

Una noche mágica más en el Teatro Español. El público se lo pasó en grande; muchas veces la compostura se vino abajo, y el patio de butacas parecía una sala de baile, con la gente dando palmas y llevando el ritmo de la melodía desde sus asientos sin freno. Goran Bregovic y su Banda largamente ovacionados, regalaron a la concurrencia varios bises, como buenos músicos que son, y si los aplausos no hubieran cesado en algún momento, hubiéramos continuado en este plan hasta altas horas de la noche.

lunes, octubre 17, 2005

EL POP HA MUERTO... EN GUADALAJARA.

Festival Panorámico Musical 2005, Guadalajara, Auditorio Buero Vallejo, Teenage Fan Club.
 
El pasado 15 de octubre asistí al concierto de los escoceses Teenage Fan Club en Guadalajara. Fui acompañado de unos fieles amigos, melómanos sin remedio, una vez más, los mismos con los que recorro toda la geografía de la Península en busca de buena música en directo.
Dos pequeños apuntes:
El lugar: ¿por qué un concierto como el de TFC se celebra en un teatro, con butacas, y con una acústica horrorosa? ¿No hay nadie de producción que esté atento a lo que necesitan los artistas?, ¿qué pasó cuando se pidió que se encendieran todas las luces de la sala, y la luz no se hizo?
El público: ¿por qué el público de Guadalajara, anodino, desinteresado, joven pero excesivamente frío e insustancial, no sabe lo que es un concierto pop? ¿por qué los espectadores se mantuvieron sentados en sus butacas cuando una parte del aforo se levantó para disfrutar intensamente de la magia de TFC, o es que tampoco se dieron cuenta de que Gerard Love y Norman Blake no paraban de hacer insinuaciones para que levantaran su cansinos traseros de los asientos?
Julio Marian gracias por intentarlo cada año. Para los que se quedaron con las ganas: el próximo día 2 de noviembre en la Sala Divino Aqualung, el concierto de verdad.
Una gran crónica de un amigo: Sir Hannofer.

jueves, octubre 13, 2005

TEATRO. Flor de otoño. "Bella de noche".

De José María Rodríguez Méndez.
Con: Fele Martínez, Jeannine Mestre, Roberto Mori, Vicente Díez, Juan Calot, Paco Maestre, Zulima Memba, Trinidad Iglesias, María Asquerino, y otros.
Dirección: Ignacio García.
Madrid. Teatro María Guerrero.



Escrita al alborear la década de los 70, durante los últimos estertores de la dictadura, la peripecia de este valiente texto teatral de Rodríguez Méndez constituye un elocuente paradigma del pin pam pum en que los gestores públicos han convertido la política cultural en este último y aciago medio siglo de nuestra historia teatral. Primero fue la censura y luego las sucesivas “operaciones de restitución”, de izquierda y de derecha, aupando a los escenarios de los teatros nacionales a los autores “afines” y ninguneando a los incómodos. ¿Será esta vuelta de Rodríguez Méndez el preludio de una definitiva normalización de la cartelera? ¿Podremos ver de una vez en repertorio obras de autores contemporáneos conviviendo con las de dramaturgos consagrados (Lorca o Valle) y con las de aquellos que desde distintas opciones estéticas han ido dejando su huella, aunque sea pequeñita, en el frondoso jardín de la tradición teatral española, se llamen estos, Casona o Mihura, Buero o Sastre, Ruibal o Riaza, Pedrero o Sanchis Sinisterra? Confiemos en ello.

Pero centrémonos en Flor de otoño. Rodríguez Méndez parece empeñado en establecer un paralelismo entre las postrimerías de la dictadura de Franco y el final de la dictadura de Primo de Rivera situando en el epicentro de la vorágine represora a un travestido de extracción social alto burguesa cuya doble vida le lleva a entrar en contacto con los movimientos anarquistas del Poble Nou en permanentes refriegas con las fuerzas del orden en los años inmediatamente anteriores a la proclamación de la II República. La obra, pues incorpora dos líneas de conflicto dramático unidas un tanto artificialmente: la crónica de la vida social de la ciudad condal del primer tercio de siglo, burguesía versus proletariado industrial, y la peripecia personal del protagonista y su intento frustrado de conciliar su condición de homosexual con la imagen de respetabilidad social exigida por el patrón de valores imperante.

Pero más que anarquista o libertario, Lluiset Serracant es como el anverso de Séverine, la protagonista de la inolvidable “Belle de jour” buñueliana, y su alma gemela (te añoramos Catherine Deneuve), most honorable abogado de día y lánguida flor otoñal reinando en las noches locas de El Paralelo, en horas en las que deja volar libremente sus inclinaciones eróticas reprimidas durante la vida diurna. Y la detención de Luiset y su posterior fusilamiento no dejan de ser algo fortuito que no se sigue necesariamente de su vinculación con los bajos fondos o con el activismo anarquista, a no ser porque de esa manera el dramaturgo tuviera el paso expedito a un final de opereta, aún para el año 72, en el que no recuerdo que se fusilara nadie por el mero hecho de ser homosexual.

El espectáculo, por lo demás, creo que satisface las demandas del texto. La época está muy bien recreada escenográficamente, con un cuidado vestuario y ambientación, aderezada con estupendos números de cabaret -magníficos los dos cuplés de Trinidad Iglesias- aunque hay quizá un prurito excesivo de fidelidad a la realidad histórica con profusión de sobreimpresiones sobre la gasa frontal de informaciones periodísticas, fotos, y filmaciones de la época. Este afán por la verosimilitud conduce a potenciar en demasía los rasgos costumbristas de la obra, sus elementos sainetescos, entre los cuales se diluye el drama íntimo del personaje y leit motiv del espectáculo. El trabajo de actuación es, asimismo, meritorio. Resuelve Fele Martínez su difícil papel y otro tanto hacen Roberto Mori dando vida a un en exceso afectado Ricard, o Vicente Díez en un efusivo Sarrota. Y destaca con mucho del conjunto Geanine Mestre en una excelente doña Nuria, una madre solícita y cariñosa, fiel depositaria de las prerrogativas y de las obligaciones del liderazgo del clan que bajo sus exquisitos modales y su mohín desdeñoso esconde una extraordinaria entereza.

Gordon Craig.

COMIENZA DE NUEVO EL FESTIVAL DE OTOÑO. ¿PARA CUANDO EN GUADALAJARA?

Como cada año por estas fechas empieza a andar el Festival de Otoño. Teatro, música y danza de primer nivel van a recorrer las salas de la capital y de muchas localidades madrileñas.

Los aficionados de Guadalajara tenemos la suerte de vivir a cincuenta kilómetros de Madrid, y poder disfrutar de la magia de un Festival cargado de sorpresas y propuestas tentadoras y novedosas cada año. Pero... ¿por qué no algún montaje del Festival de Otoño recala en Guadalajara algún año? ¿Si hay representaciones en Alcalá de Henares, o en San Fernando de Henares, porque no en la capital alcarreña, ahora que cuenta con un monumental teatro a estrenar?

Señores Jordi Badel, y Julio Gómez, concejal de Cultura del Ayuntamiento de Guadalajara y director del Teatro Buero Vallejo respectivamente, pónganse en marcha, dejemos a un lado las diferencias políticas y no nos miremos el ombligo una vez más (como con la programación de la Red de teatros de Castilla la Mancha), gánense el sueldo y ofrezcan al aficionado, al ciudadano al que se deben, de Guadalajara la posibilidad de tener al alcance de la mano espectáculos de primerísimo nivel, que de otra manera no podrían presenciar sino se desplazan a la capital madrileña.

martes, octubre 11, 2005

TEATRO. Fuenteovejuna. "La justicia del pueblo".

De Lope de Vega.
Versión de Juan Mayorga.
Con: Jordi Bosch, Doménec de Guzmán, Pepo Blasco, Cristina Plazas, María Molins, Carme Poll, Oscar Rabadán, Marco Aurelio González, Roberto Quintana, Andrea Montero, Kim Dalmau y otros.
Direción: Ramón Simó.
Teatro Nacional de Cataluña. Madrid. Teatro Pavón.

La obra dramatiza la revuelta popular de los moradores de la villa cordobesa de Fuente Ovejuna contra su gobernante, don Hernán Pérez de Guzmán, Comendador Mayor de la orden de Calatrava, hartos de sus injusticias, afrentas y abuso de poder. El levantamiento, protagonizado por todos los vecinos del pueblo, niños y mujeres incluidos, culminó con el defenestramiento y muerte del comendador, su brutal mutilación y escarnio y el saqueo de su casa mientras los lugareños proferían gritos a favor de los reyes Isabel y Fernando.

Como en otras ocasiones Lope se apropia de un suceso real perfectamente documentado para trascenderlo y convertirlo en materia artística, engarzándolo en el trasfondo histórico de la rivalidad por el trono de Castilla que mantienen Isabel la Católica y Juana la Beltraneja (apoyada por la orden de Calatrava) y enriqueciéndolo con la peripecia amorosa de Frondoso y Laurencia, esta última en el punto de mira de la lascivia del Comendador. El resultado es una elaborada trama teatral de fuerte contenido ideológico en la que Lope, sin renunciar a su defensa de la monarquía absoluta, no oculta su simpatía por los movimientos de insurgencia nacidos en el seno del pueblo llano contra la tiranía de los señores, clase corrompida que se negaba a renunciar a sus privilegios y simbolizada en la obra por los jerifaltes de las órdenes de caballería.

La versión de Juan Mayorga parece respetar las diversas líneas de conflicto que la obra original desarrolla, superando interpretaciones simplistas que con frecuencia han potenciado en exclusividad su mensaje social -innegable, por otra parte-, aunque no se si el montaje explicita en toda su complejidad la tupida red de intereses, deseos y motivaciones que impulsan y mueven a la acción a los personajes, a todos ellos. Es cuestión, quizá, de matiz, de ritmo, de gradación, pero en sus primeros “compases” cuado echa a andar la obra (con el alegre y desenfadado intercambio de confidencias entre las labradoras o los juegos de ingenio y el cortejo de los mozos en un ambiente de franqueza y entusiasmo) se genera unas expectativas que luego no se ven del todo confirmadas. Es verdad que las ofensas inflingidas por el Comendador a todo el pueblo superan con mucho los límites de lo tolerable, y que los durísimos reproches de Laurencia a su propio padre y a sus convecinos apelan a una venganza cruenta y preludian una orgía de sangre, pero parece que esa explosión de rabia una vez desatada siguiese una dinámica propia, al margen de las convenciones inherentes a lo teatral, a la representación misma, y la virulencia de las acciones físicas (alboroto, sillas y mesas rodando por el suelo, estocadas ...), suplantase la racionalidad del texto y la férrea concatenación de causas y efectos en el expresada.

Con todo, el espectáculo depara momentos de gran belleza y de gran intensidad dramática sustentado en un solvente trabajo actoral de conjunto en el que destacan la alegría desbordante y la sensualidad de la moza Laurencia (Cristina Plazas) y su vitalidad casi animal de mujer afrentada; la altanería, soberbia y actitud despótica del Comendador (Jordi Bosch); el donaire y la belleza de la vivaracha Pascuala (María Molins); la hombría de bien y la franqueza un tanto bobalicona del apasionado Frondoso (Óscar Rabadán) o el continente mesurado, la nobleza y la contención de Esteban (espléndido Roberto Quintana).

Gordon Craig.

► LECTURAS CONVULSIVAS. Al correr de los años, de Arthur Miller.

“Al correr de los años” es un compendio de ensayos que Arthur Miller ha ido fraguando a lo largo de su vida, ahora reunidos por Tusquets, en un volumen de excelente calidad. En sus páginas podemos encontrar escritos de diversa índole, muchos sobre teatro, pero también relativos a política, a educación, a literatura, a situaciones de la vida cotidiana, etc.

Arthur Miller es un escritor con mayúsculas, escribe como los propios ángeles, es un verdadero placer para los lectores seguir su pista, página tras página. Miller es conocido sobre todo por su obra dramática, pero en esta obra deja entrever su gran hacer como ensayista, redacta sobre cualquier cosa, con una ironía genial y un estilo muy directo, incisivo. “Al correr de los años” engrandece un género tan denostado actualmente como es el ensayo.
La obra es el reflejo de un autor comprometido con la sociedad, con la que le ha tocado vivir, con la de su tiempo, pero también la de una mente privilegiada, capaz de vislumbrar cincuenta años antes muchas de los problemas que nos acechan actualmente: una educación elitista, basada en la competencia extrema, en los conocimientos prácticos de inmediata aplicación, que sobrevalora la figura del “memorión” denostando la inteligencia; una sociedad acelerada, feroz, donde “la buena vida ya no es aquella en la que uno lucha por darle un significado, y tampoco es la búsqueda de la unión con el pasado. […] Ahora la buena vida es la de la diversión incesante, las alegrías obtenidas sin esfuerzo […] Al final y al cabo, la libertad es comodidad; la sexualidad es una fotografía, y el enemigo de todo ello es lo real. El enemigo es el conflicto; el enemigo, en una palabra, es la vida”; el desahucio de la naturaleza que se comete cada día en algún rincón del planeta, “la metáfora de la traición a si mismo que lleva a cabo el ser humano, que Henry David Thoreau encontró en la destrucción de la naturaleza”.

“Al correr de los años” es el reflejo de una memoria viva del siglo XX, la de Miller, una obra recomendada para todos los públicos, que al estar formada por ensayos que tratan sobre muchos asuntos, si uno no te interesa lo puede pasar y seguir con el siguiente, pero insoslayable para una mente inquieta hoy en día. Esta vez Arthur Miller no nos emociona en una sala de teatro, algo que tan bien sabe hacer, sino en nuestro propio íntimo rincón de lectura.

Doctor Faustus.
Referencia bibliográfica: Al correr de los años: ensayos reunidos (1944-2001), por Arthur Miller. Barcelona: Tusquets, 2002.

sábado, octubre 01, 2005

Lost in translation. Pase 2.

Es la segunda vez que veo “Lost in Traslation”. La primera vez fue en una sala de un multicine comercial de Madrid, en una sesión nocturna y con cuatro o cinco acompañantes. Esta segunda ha sido en el rincón de mi salón, en mi sillón y solo. Segundas veces nunca fueron buenas, dice el sabio refranero castellano. Esta vez el encuentro con Bill y Scarllet ha sido más intenso que aquella primera vez, ya casi olvidada.




Sofia Coppola nos ofrece una historia enternecedora, intimista, sensible, cruda, real como la vida misma. Después de la hora y media de metraje hay algo más en la cinta que una secuencia de fotogramas. Bill y Scarlett te conmueven, te hacen sentir algo, alteran tu materia gris, te hacen sonreir, te sobrecogen... Sofia empieza a subir al Olimpo de los grandes creadores.
Mil y una escenas se apelotonan en mi cabeza, todas quieren dejar constancia de su existencia en estas cuatro líneas. No borraré de mi memoria algunas por nunca jamás: Bill en el gimnasio del hotel pidiendo socorro, o Bill y Scarlett en el piso de los amigos de ella con el karaoke, o la primera sesión del rodaje del anuncio del whisky japonés, o cuando Scarlett y su marido se encuentran a la actriz rubia empalagosa en el hotel, o cuando Bill llega a la habitación de Scarlett con una camiseta fashion, digna de un indie piojoso, y ante la mofa de Scarlett, se la pone del revés y le dice a ella que le corte la etiqueta. Tampoco puedo olvidar esas sobrecogedoras panorámicas de Tokio desde las ventanas de las habitaciones del hotel, la inmensidad de la ciudad, ante la soledad y la pequeñez de la persona. Basta, volved a ver la película.
Pero, joder, no puedo dejar en el olvido, la escena final. Eterna. Murray hace parar al taxista porque ve a la Johansson de espaldas andando por una acera de Tokio abarrotada de japoneses. Bill se baja del vehículo, Scarlett de espaldas, una melena color almendra al viento rodeada de frenéticos nipones. ¿Será ella? Bill llama a Scarlett. Ella se vuelve. Es la Johansson, tú corazón da un vuelco. Cruce de miradas. Se abrazan. Scarlett no puede contener las lágrimas. Bill la abraza fuerte, la consuela, le susurra que no llore, que va a estropear su sonrisa. Se besan. Murray besa la mejilla de Scarlett. Se separan. Cruce de miradas. El adiós. Una vez más la huida. ¿Por qué?
¿Por qué hacemos tan complicada la jodida vida?

LIBROS. Lecturas convulsivas. L’ Espoir, de André Malraux.

¿Por qué no proponer una lectura incisiva y mordaz sobre la Guerra Civil española cuando ya ha llovido tanto, cuando ya está prácticamente olvidada? No hay que dar muchas explicaciones, y yo no las voy a dar aquí porque no quiero, pero si una sola pequeña pincelada: para que no quede en el baúl de los recuerdos que un pueblo se levantó en armas para luchar por la libertad, la suya, la nuestra, la misma que hoy gozamos todos. Para que no la despreciemos, su valor se fraguó con la sangre de muchos compatriotas.

André Malraux, nos ofrece una visión cruda, difícil de encajar hoy en día, de la guerra; de la Guerra Civil española, de la que fue protagonista en primera línea, luchó por la República. La obra está estructurada en tres partes: “la ilusión lírica”, “el Manzanares” y “la esperanza”, donde se van desgranando desde los comienzos de la contienda con la insurrección de los militares, bajo un clima político insostenible, con la organización de las milicias de los sindicatos, de las fuerzas políticas de izquierda y la llegada de las brigadas internacionales, puñados de ilusionados voluntarios de todo el mundo que vinieron a defender la libertad, para hacer frente al alzamiento, pasando por los acontecimientos más importantes de la contienda: la caída de Toledo, y de su Alcázar, la fraticida lucha por Madrid, la batalla por Huesca, la heroica batalla de Guadalajara, hasta terminar con la contienda abierta, con la esperanza ardiente en todos y cada uno de los combatientes que son leales a la República, pero con la guerra ya perdida.

La novela de Malraux es un canto a la libertad, es el testimonio del grito revolucionario de un pueblo, del pueblo español, aplastado y desangrado en la batalla por las hordas fascistas, que alzó su voz, agarró un fusil y cargó hasta la muerte. En “la esperanza”, a través de multitud de personajes, se describen comportamientos humanos, la amistad, la gallardía, la locura, el terror, la soledad, la cobardía, la entereza, la tristeza, la realidad de las personas, lo que son, lo que llevan dentro; la guerra deja a un lado lo que esconde cada uno detrás de su rostro, refleja sin embargo lo más profundo de cada ser al interponerse en su camino situaciones límite.

El lenguaje de Malraux es directo y expresivo, es duro y valiente, comprometido. “L’Espoir” ofrece algunas descripciones espeluznantes, como la de la resistencia de Madrid, o la de la batalla de Guadalajara, que dejan al lector con un nudo en la garganta, rodeándole de rabia, de impotencia, de miedo, de asco, de vergüenza. Nos encontramos ante una de las obras cumbres de su autor, junto con “La condición humana”, que lo convierten en uno de los escritor de referencia del siglo XX. De obligada lectura.

Doctor Brigato.

Referencia bibliográfica: L’Espoir, por André Malraux. Barcelona: Edhasa, 2001.

TEATRO. La retirada de Moscú. "¿Qué nos está ocurriendo?"

De William Nicholson.
Con: Toni Cantó, Gerardo Malla y Kiti Mánver
Versión de Nacho Artime. Dirección: Luis Olmos.
Madrid. Centro Cultural de la Villa.


¿Qué nos está ocurriendo? se preguntan uno al otro Edward y Alice, simulando quizá sorpresa, o asombro, o expresando sin querer reconocerlo un deseo urgente de reparar las vías de agua, ante los síntomas evidentes del naufragio de su matrimonio. Pero ya es demasiado tarde, y tras la derrota, sólo queda el consuelo de una retirada honrosa. La penetrante y divertida pieza de William Nicholson que ahora estrena Luis Olmos en el Teatro de la Villa es precisamente la crónica de esa retirada.

Y cabe decir que se trata de una crónica fidedigna, o quizá sería mejor decir rigurosa, honesta, no sesgada por prejuicio alguno machista, o feminista, o religioso, o moral, que se agradece, dicho sea de paso, en estos tiempos en los que acechan por doquier la demagogia, el sectarismo y la banalidad de lo políticamente correcto. Es una ruptura incruenta, cierto, pero dolorosa (como “punzada de lanceta en la garganta”, Lorca) y aderezada con múltiples ingredientes del síndrome de culpa del sobreviviente, como el que aquejaba -según el libro de referencia y que da título a la obra- a los soldados del ejército napoleónico en la retirada de Moscú. Y sólo quien no haya visto la obra, o quien no haya experimentado en carne propia la tragedia de una separación, puede pensar que el paralelismo sea excesivo.

No hay personajes secundarios ni tramas paralelas que distraigan de lo verdaderamente esencial en esta obra Los elementos para desarrollar el conflicto son los indispensables: el marido, la mujer y un hijo adulto, soltero por más señas, que tercia entre ambos con exquisito tacto y equidistancia, y una acción dramática ágil, vivaz, que avanza sin rodeos hacia el desenlace. No hay sorpresas, ni acontecimientos fortuitos, ni pasiones súbitas, ni interferencias del tipo de “la tentación vive arriba”, es la degradación progresiva, lenta, de una relación asimétrica fuerte/débil hasta que el segundo término del binomio, Edward, en este caso, se da cuenta de que ha sido completamente fagocitado por la personalidad arrolladora de Alice y comprende que no tienen nada que ofrecerla porque ésta le ha anulado completamente como persona.

Es correcto el planteamiento escénico escenográfico, incluidas una matizada iluminación y una oportuna apoyatura musical en las transiciones entre las sucesivas escenas y es acertada la labor de dirección que establece el tono jocoserio de la obra en sus justos términos imprimiendo un ritmo y un movimiento escénicos ajustados a al desarrollo de la acción en cada una de sus fases. La responsabilidad mayor del espectáculo descansa, no obstante, en un sólido trabajo de actuación. En mi opinión, los tres integrantes del reparto satisfacen con largueza las exigencias del texto, un juego teatral de gran complejidad psicológica y emocional. Están particularmente convincentes Toni Cantó y Kiti Mánver. El primero en el difícil papel Jaime, un joven educado, de modales suaves, tímido y vulnerable que puede ser alternativamente confidente comprensivo y ecuánime, hijo solícito y tierno, o bastión irreductible de la sensatez y de la sinceridad. Y hace un trabajo espléndido Kiti Mánver en el papel de Alice (¿Por qué me acordaré yo de Glenda Jackson?). De hecho, desde la primera a la última aparición esta veterana de la escena desaparece tras su personaje para dar vida a una Alice cálida y dominante, dispuesta y bien parecida, que puede ser tierna y delicada, pero también hiriente y cáustica cuando se lo propone. De genio vivo y carácter fuerte no acepta la callada por respuesta e intenta imponer en todo momento su voluntad; muestra el vivo rostro de la desolación cuando comprende lo irremediable de la separación aunque halla consuelo en la comprensión y el cariño de su hijo y en el efecto balsámico de la poesía, por la que siente una irreprimible inclinación.

Gordon Craig.