
Hotel Rwanda narra la historia de Paul Rusesabagina, gerente del hotel Mille Collines de Kigali, capital del país, que salvó más de 1200 vidas de tutsis atemorizados, refugiándolos en su hotel, durante las masacres llevadas a cabo por los hutus en 1994. La película sin embargo es mucho más que eso, sin caer en el sensacionalismo Terry George nos muestra la cara del horror desde las cuatro paredes del Hotel de Paul, y sólo nos muestra algunas escenas de la barbarie que se vive fuera cuando lo cree necesario, por ejemplo cuando el gerente del hotel tiene que salir a por alimentos y bebidas a unos almacenes cerca de Kigali: dramática y espeluznante es la escena en la que Paul y un trabajador del hotel regresan al recinto turístico por la carretera del río, que según el comerciante con el que han negociado la adquisición de vituallas, está despejada y en realidad no es así, esta toda cubierta de cadáveres mutilados.
Pero Hotel Ruanda no se queda ahí, la cinta muestra la evolución de su protagonista, con una magistral actuación de Don Cheadle, en el papel de Paul, desde su titubeante comienzo, hasta su firmeza final e inmensa humanidad preñada de inteligencia, mano izquierda y sentido común para poder salvar el máximo de vidas posibles. Terry George nos muestra a cara de perro la inmensidad de las grandes personas en circunstancias límite, sus sentimientos, qué pasa por su cabeza en voz alta cada segundo. En este contexto de emotividad sensorial no podemos olvidar la impactante escena en la que Paul ha preparado para su mujer, Tatiana (una magnífica Sophie Okonedo) una pequeña sorpresa en la azotea del hotel, una cervezas con el cielo estrellado en lo alto para celebrar que siguen vivos y están juntos. Se trata de una escena íntima, que da un giro vertiginoso cuando Paul le pide a su mujer que si el hotel es atacado por los hutus que coja a los niños y suba a la parte más alta del hotel y se suiciden, que es mejor esa muerte que la que les tiene reservado un machete.
La historia de Terry George, además de homenajear al heroico Paul Rusesabagina, de mostrarnos el horror de las matanzas de los hutus contra los tutsis, también nos presenta en bandeja de plata la hipocresía de los países occidentales durante el conflicto. Ninguna potencia occidental intervino en el conflicto, sólo enviaron un puñado de tropas para sacar de allí a sus ciudadanos, y la ONU, presidida por el cobarde y desacreditado Kofi Annan, africano, además de no pedir tropas de interposición urgente y ayuda humanitaria para los afectados, miró para otro lado y redujo las tropas de 1200 a 270.
Supongo que poco más me queda por decir, pero aún voy a añadir unas palabras finales del director de Hotel Ruanda para que cualquier persona de bien no necesite de una película para salir a la calle y exigir a sus gobernantes que en este tipo de conflictos hay que estar en primera línea, y que cada hora que pasa el número de víctimas aumenta de forma exponencial: “Diez años después, políticos de todas partes del mundo han ido en peregrinación a Ruanda para pedir perdón a los supervivientes y, una vez más los mismos políticos prometen “nunca más”, pero está volviendo a suceder en Sudán, o en el Congo, o en algún lugar olvidado de Dios donde la vida vale menos que el polvo que pisamos; lugares donde hombres y mujeres como Paul y Tatiana nos avergüenzan a todos con su decencia y su valentía.”