lunes, noviembre 30, 2009

TEATRO. Bodas de sangre. “... Donde tiembla enmarañada / la oscura raíz del grito”.


De Federico García Lorca.
Con: Consuelo Trujillo, Noemí Martínez, Carmen León, Olga Rodríguez, Israel Frías, Luis Rallo, Maica Barroso, Ana Malaver, Carlos Álvarez-Novoa y otros.
Escenografía y ambientación: Paco Leal y José Carlos Plaza. Coreografía: Cristina Hoyos.
Dirección: José Carlos Plaza.
C.D.N. Teatro María Guerrero. Madrid.




Bodas de sangre está basada en un hecho real, un suceso que ocurrió en Almería en julio de 1928 y que se recuerda como el “crimen de Nijar”. La víspera de la boda de una pareja del lugar la novia huye con su primo y amante; el hermano del novio los encuentra y da muerte al joven para lavar el honor de la familia. Con ligeras variaciones sobre este luctuoso episodio Lorca construye una obra que desborda los estrechos márgenes de la anécdota particular para convertirse en categoría, en metáfora del destino trágico del hombre, víctima ineluctable de unas pasiones que no puede controlar. Desde el punto de vista formal, aunque la obra conserva elementos típicos del entorno rural, concretamente del campo andaluz, que es el lugar donde se desarrolla la acción, Lorca se aleja del patrón costumbrista y se apropia de los valores simbólicos de ese entorno rural (el bosque, la noche, la luna, …) para construir una auténtica tragedia contemporánea que indaga hasta sus últimas consecuencias en el arcaico ritual de la sangre.



Porque tragedia y no otra cosa es esta pieza lúcida, enigmática y aterradora del autor granadino. Aterradora por la magnitud del dolor de una esposa y de una madre con cuya familia, como con la de los Átridas, parece haberse cebado un destino tan cruel como inmisericorde; lúcida y enigmática a la vez, por la penetrante visión con la que nos aproxima, sin desvelarlos, a los grandes misterios de la existencia del hombre, a los arcanos que desde tiempos ancestrales han constituido para él una fuente de angustia y de zozobra, de inseguridades y miedos que la racionalidad positivista moderna no ha podido conjurar, me refiero a los misterios de la vida y de la muerte y al misterio de la sexualidad. La celebración de la vida y de la fecundidad en ese niño aún no nacido que aloja en su seno la mujer de Leonardo, en la nana que abre y cierra el cuadro segundo y en toda la ceremonia nupcial, con su pedida, sus preparativos y sus cantos y bailes epitalámicos; la muerte, en las premoniciones de la madre y del coro de leñadores y en la madeja carmesí que devanan las doncellas del último cuadro -conmovedora metáfora de la sangre derramada-, pero sobre todo, en la presencia insólita, fantasmal, de la divinidad lunar que viene a reclamar el sacrificio de los rivales: ¡No haya sombra ni emboscada, /que no puedan escaparse!/ ¡Que quiero entrar en un pecho/ para poder calentarme!



El montaje, espléndido, de José Carlos Plaza, refleja con justeza el riquísimo y a la vez extraño universo poético lorquiano; contrasta la atmósfera nocturna, etérea, casi mágica, del bosque en el ceremonial del último cuadro con la dureza de la vida diaria, una vida monótona de costumbres arraigadas, de trabajos y privaciones bajo un calor sofocante, sólo alterada por las expectativas desatadas ante la inminencia de un acontecimiento tan significado como era una boda, con su ambiente festivo y el consiguiente revuelo de comentarios y murmuraciones. La puesta en escena sobria y carente de elementos espurios -no hay objetos de atrezzo, más allá de unas sillas en la escena de la petición de mano y en la de los esponsales-; el vestuario de tonos neutros, terrosos, excepción hecha de las escenas más significativas, donde los colores de la ropa adquieren un valor simbólico (el negro del traje de los novios, el blanco del luto y el rojo de la sangre en el vestido de pedida de la novia); el ritmo atenuado, como en sordina de los cantos, y el impacto de la percusión en los clímax subrayan ese carácter de ritual primitivo que tiene la obra. La sobriedad y la mesura caracterizan también el trabajo de actuación, notable en su conjunto, y aunque los personajes reproducen el habla andaluza se ha huido de cualquier tópico localista. Reduciendo, en fin, los elementos de la representación a su nivel esencial se ha conseguido crear un marco donde el verbo prodigioso e inspirado de Lorca, el laconismo de las réplicas y la música de sus versos se enseñorean de la escena derramando sobre el espectador toda la belleza impoluta de sus imágenes poéticas y su caudaloso torrente de sugerencias y evocaciones.

Gordon Craig.

CDN. Bodas de Sangre.

jueves, noviembre 26, 2009

TEATRO. La ruleta rusa. "Chejov en el pasapurés".


De Enric Benavent, a partir de relatos cortos de Chejov.
Con: Fernando Otero, Marcos Marín, Tino Martínez, Mónica Ferrer y Paloma Mozo.
Teatro El Zurdo. Dirección: Luis Bermejo.
Alcalá de Henares. Corral de Comedias, 22 de noviembre de 2009



Muchas compañías de teatro se han visto seducidas por el potencial dramático, tragicómico, de los relatos de Chejov, el infatigable satírico de la vida cotidiana de la Rusia profunda, el gran maestro de la ironía, el incisivo analista de la psicología humana. Muchos de tales relatos vieron también la luz como piezas breves y no desmerecen de sus obras más largas, antes bien constituyen, en palabras de su compatriota Constantin Stanislavsky, un manantial inagotable de teatralidad. No es extraño, por tanto, que Enric Benavent se haya dejado tentar por ellos para armar el texto que ahora trae a escena el Teatro del Zurdo, pero también es cierto que nunca había visto bucear con tanta desenvoltura -por decirlo suavemente- por unos originales y servirse de ellos en beneficio propio. Por menos que esto se está poniendo en evidencia la SGAE, día sí día no, sacando pecho por los derechos de autor.

Todo sería justificable si, al menos, el espectáculo mantuviera un poco más de fidelidad al espíritu originario del modelo, si se hubiera logrado mantener a raya a los dos enemigos mortales del humor chejoviano: la caricatura y el histrionismo Pero ¡quia!; supeditado el montaje al afán declarado por conseguir a toda costa la risa del público y su beneplácito se nos priva de las sutilezas de los diálogos y del complejo y articulado desarrollo de la acción dramática de los textos originales para convertirlos en humoradas más dignas del club de la comedia; porque, todo hay que decirlo, recursos de la comicidad no les faltan al elenco de actores.

¿Dónde está el lirismo y el temblor de los amantes en su encuentro en el parque al final El seductor?¿ O el dilema obsesionante de Piotr Semionov; o su contrapunto patético, el desvalimiento y entrega de la esposa seducida? ¿Y el ímpetu del bueno y obcecado Smirnov en El Oso, estrellándose una y otra vez contra el muro de negativas de la frágil y altiva Popova, hasta caer repentinamente en sus brazos? Los cortes inesperados de este atrevido adaptador, los cambios bruscos de registro, las interpolaciones gratuitas desbaratan la trama original, desdibujan los perfiles nítidamente trazados de los personajes y desvirtúan el conflicto hábilmente diseñado.

Subrayando el tópico, el humor de trazo grueso, y mediante una contextualización un tanto forzada del argumento de los relatos a la situación de la España contemporánea, con sus diversos acentos, idiomas y peculiaridades regionales, parece haberse conseguido el objetivo de entretener al respetable, que acompañó con sus carcajadas la mayor parte de la representación. Pero el precio pagado es, a mi modesto entender, demasiado elevado. Menos mal que las rosquillas de Medina del Campo y el vino de moscatel estaban espléndidos.

Gordon Craig.

Corral de Comedias. La ruleta rusa.

lunes, noviembre 16, 2009

TEATRO. La compañía 'La Guindalera' se alza con el Premio Ojo Crítico de Teatro 2009.


"Por desarrollar un proyecto teatral sólido y de calidad" y por "su apuesta por los autores renovadores, su carácter pedagógico y formativo", el premio Ojo Crítico de Teatro 2009 ha recaído en la compañía y sala 'La Guindalera', de Madrid.

El jurado de este galardón ha estado formado por Cristina Santolaria, subdirectora general de Teatro del INAEM; Liz Perales, jefa de sección de 'El Cultural' del periódico El Mundo; Emilio Hernández, director del Festival de Teatro Clásico de Almagro; Israel Elejalde, actor y Premio 'Ojo Crítico' de Teatro 2004; Berta Tapia, informadora de teatro del área de cultura de RNE y los directores del programa 'El Ojo Crítico' (lunes a viernes de 19 a 20 horas), Laura Barrachina y Julio Valverde.

Obras emblemáticas.

La Guindalera es una compañía de teatro, una sala y un estudio de actores. Además es un centro de formación y desarrollo de audiencias, que fue creado en 1994 por Teresa Valentín y Juan Pastor. Ellos fueron los impulsores de la idea y quienes han llevado a escena obras emblemáticas como Bodas de Sangre, de García Lorca (2000) o El sueño de una noche de verano, de Shakespeare (2004).

La compañía fue desde su creación la ilusión de Juan Pastor y Teresa Valentín, dos históricos del teatro madrileño, que lograron envolver en el proyecto a su familia y a los vecinos de La Guindalera. Por eso, el jurado también ha elogiado su "capacidad para vincular el teatro con el barrio en el que se encuentra".

La pequeña sala teatral acoge una programación cuidada y a profesionales que acumulan años de experiencia y trabajo en común. Algunos de sus últimos espectáculos han sido: Odio a Hamlet de Paul Rudnick (2006), Traición de Harold Pinter (2007), El juego de Yalta de Brian Friel (2007), Munich-Atenas de Lars Norén (2008) o Historia del soldado de Ramuz y Stravinski (2009).

La Guindalera también es el lugar para autores, actores y creadores, que pueden participar en los talleres que organiza la compañía teatral. Por iniciativas como ésta, sus creadores han recibido el premio Ojo Crítico de Teatro 2009.

Fuente: RTVE.



martes, noviembre 10, 2009

TEATRO. Chouf Ouchouf. "Celebración de los cuerpos".

De Zimmermann & de Perrot.
Groupe Acrobatique de Tánger.
Coreografía: Martín Zimmermann. Música: Dimitri de Perrot.
XXVI Festival de Otoño. Teatro Circo Price. Madrid.




Desde la época de las vanguardias dramaturgos y artistas plásticos han experimentado una extraña seducción por el lenguaje, el colorido y la plasticidad del espectáculo del circo. Para Artaud el dominio del teatro no era psicológico sino plástico y físico, y Brecht, en su cruzada contra el teatro burgués, recurrió con frecuencia a la tradición popular y en particular al humor franco y desenfadado de lenguaje circense; a Chagall debió de fascinarle el vértigo del vuelo de los trapecistas y Picasso mismo con la tonalidad lánguida de los lienzos de su época azul retrata a una modesta familia de acróbatas de estilizados perfiles y ensimismada tristeza. Pues bien, tras presenciar desde la primera fila de pista este espléndido espectáculo que comentamos, uno no puede por menos de comprender la atracción que por el circo experimentaron esos creadores y sentir esa misma e irreprimible seducción.

Las evoluciones de los miembros del “Groupe Acrobatique de Tánger” sobre la pista del Price se convierten en una celebración del cuerpo en movimiento, en un alarde de resistencia física, de elasticidad, de coordinación y de riesgo. Pero el montaje no se agota en la mera exhibición de destrezas y habilidades motrices -y vaya si son diestros todos los integrantes de esta truope marroquí-, sino que desarrolla una particular poética del espacio escénico. Música, volumen y movimiento se fusionan en un todo unitario para alumbrar un abigarrado universo de imágenes de extraordinaria y rara belleza plástica donde no falta ni el más difícil todavía del puro número circense que hace que se te corte la respiración, ni el humor de corte escatológico de los relatos de las mil y una noches, ni el intenso aroma oriental de su escueta pero cuidada ambientación: el bullir del zoco con su colorido y su algarabía, con los tenderetes de vendedores ambulantes, con sus músicos callejeros y con sus encantadores de serpientes...; un tipismo y una idiosincrasia que se ofrece a la mirada del espectador no como una simple muestra de rareza o exotismo, sino bajo la forma de una urgente llamada de atención, como una invitación a la reflexionar sobre nuestras relaciones con el otro, con el diferente, revestido aquí bajo el ropaje del inmigrante.

Tras el asombro y la admiración por la belleza del montaje, por la originalísima concepción del espacio y por el trabajo riguroso de los actores-gimnastas; tras la carcajada inducida por la comicidad de muchas situaciones, queda, sin embargo, en el espectador una sensación agridulce, y es que junto a la risa y la alegría que destila el espectáculo, junto a esa celebración del cuerpo, no puede ocultarse un punto de decepción y amargura ante la herida abierta de la incomprensión o de la indiferencia hacia el emigrante sugerida en múltiples imágenes, como las de la cola de “sin papeles” o la del inhumano hacinamiento de estos nuevos argonautas confinados en inverosímiles y reducidos habitáculos que son metáfora viva de la marginación.

Bienvenido sea, en cualquier caso, esta última -por cierto- edición del Festival de Otoño que nos permite disfrutar de espectáculos diferentes que ensanchan los horizontes del teatro.

Gordon Craig.

Chouf Ouchouf. Festival de Otoño.

Teatro Circo Price.

lunes, noviembre 02, 2009

TEATRO. "¿Estás ahi?". Pintoresco vodevil.

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De Javier Daulte.
Con: Paco León y Mari Paz Sayago.
Dirección: Javier Daulte.
Madrid, Teatro Lara 28 de octubre de 2009.




En este espectáculo Javier Dualte “echa -como suele decirse-, por la calle de en medio” optando decididamente por un guión de corte vodevilesco hecho a medida de su protagonista, Paco León y de su innegable vis cómica, sin arredrarse lo más mínimo ante una trama disparatada y exageradamente inverosímil. De hecho, el trasfondo temático de la obra (las conflictivas relaciones de Ana y Fran, una de tantas parejas de esta sociedad nuestra desquiciada e histérica cuyos vínculos afectivos sucumben al hedonismo rampante y a la falta de compromiso), queda completamente en un segundo plano, convertido en un mero telón de fondo sobre el que se proyecta el verdadero -y pintoresco- conflicto: cómo se las ingenian los protagonistas para convivir con el nuevo ser que se ha cruzado en su camino y que vendrá a ser el causante de todas sus desdichas.

Dejando aparte el espectro del padre de Hamlet, o el no menos conocido fantasma del Comendador de Don Juan Tenorio, que ahora se celebra ad nauseam por todos los rincones de nuestra comunidad, uno no puede por menos que recordar egregios antecedentes de este personaje invisible en el universo cinematográfico, como el simpático Cásper u otros a quienes han puesto cara, por ejemplo, Brad Pitt (el aniñado e implacable Joe de ¿conoces a Joe Black?) o el recientemente desaparecido Patrick Swayze (el enternecedor Sam de la inolvidable Ghost). La novedad que representa Claudio, que así es como se llama esta especie de ectoplasma que trae de cabeza a nuestra pareja es que no puede ser visto sino a través de la mirada estrábica de Fran y sólo ocasionalmente, y tras denodados esfuerzos, muecas y visages, que se convierten en una fuente recurrente y un tanto infantiloide de comicidad.

No creo, como me ha parecido leer en algún lugar, que el estar hablando en escena sus buenos veinte o veinticinco minutos con un personaje invisible constituya por si sólo un mérito destacable, aunque no puede negarse que alguna dificultad encierra, dificultad de la que sale airoso un Paco León lleno de energía y de recursos. Pero más allá de esa extravagancia, la obra de Javier Dualte no tiene mucho que contarnos, y uno comprueba con una cierta decepción que la acción, que se dilata artificialmente en naderías y tópicos, se estanca pasados los primeros diez minutos y no recupera el pulso hasta la entrada en escena de Ana (Mari Paz Sayago), cuya historia, por cierto, no es menos inverosímil y rocambolesca.

Desde luego, no hay en esta obra nada del cuidado exquisito con el que se urdían las anécdotas mínimas de la historia familiar en Nunca estuviste tan adorable, de la que aún guardamos un grato recuerdo. Ni esa mirada entre cándida y nostálgica al tiempo pasado, ni la recreación minuciosa de su entrañable paisaje emocional. El espectáculo, empero, se sostiene gracias al ímprobo trabajo de los protagonistas que se dejan la piel sobre el escenario y que nos regalan algunas escenas realmente hilarantes que, todo hay que decirlo, el público asistente celebró alborozado.

Gordon Craig.