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La Guindalera es una pequeña sala de teatro situada en la calle Martínez Izquierdo de Madrid cerca de Diego de León y de la plaza de Manuel Becerra. Suelo frecuentar mucho este pequeño teatro y en muchas ocasiones sus propuestas me hacen disfrutar en la butaca y luego, más tarde, tras la salida un vendaval de interrogantes me rodea, como si el espectáculo hubiera prendido alguna mecha escondida dentro de mi y su deflagración no se pudiera ya detener. Por otro lado me parece un ejercicio de lo más saludable siempre que tu interlocutor no termine muriendo de aburrimiento.
Hace unas semanas estuve viendo “Munich-Atenas” del sueco Lars Noren. En estas páginas habéis podido leer la crónica de Gordon Craig por lo que no voy a insistir en lo estrictamente dramático. Pero si me gustaría citar del programa de mano un fragmento que me ha parecido muy interesante: “Cuando los amantes se encuentran se convierten en uno, pero al mismo tiempo sigue existiendo la urgente necesidad de ser individuos. El amor nos llega con condiciones, tiene un precio. Todo encuentro entre dos personas parte de una historia individual de dolor, de ansiedad y de falta de autoestima. Ahí es donde aparece la ira, los celos, la necesidad de herir y la necesidad de ser herido, el enfrentamiento, el miedo, el éxtasis, …”
En un momento en concreto de la acción, Sarah le confiesa a David, que sus celos, ni tan siquiera le permiten disfrutar de un encuentro fugaz como el que ha tenido en la estación de Munich mientras le esperaba, porque no lo puedo compartir con él, no se lo puede contar, y no le puede transmitir lo bien que se ha encontrado. Sarah se sintió observaba, unos ojos anónimos, los de una persona desconocida, se habían fijado en ella, le había interesado a un individuo encantador. Esa simple ojeada la había hecho sentir bien, sentirse viva. Pero David, desesperado, casi ni la deja terminar el relato, su irascibilidad está a flor de piel, no puede con sus celos, “nadie” puede ser el centro de atención de Sarah salvo él.
Hace unos días presencié una escena preciosa. Una compañera, casada, se sintió observaba por un muchacho bastante más joven que ella. La empresa, estos días, se empieza a llenar de jóvenes becarios que aparte de sacar curro, llenan los pasillos de caras nuevas y reparten sonrisas por doquier. Ella bajó la mirada en un principio, pero en seguida se dio cuenta de que la veteranía es un grado y cruzó su mirada con la del chaval sin miedo. El joven se ruborizó y la verdad es que no sabía muy bien dónde meterse. Ella se dirigió a él y lo tranquilizó con una tierna bienvenida.
Han pasado los días y él sigue buscándola, muchas veces se queda sin poder ver sus ojos oscuros, pero otras muchas la encuentra ufana y dicharachera, como si de repente unos cuantos años se le hubieran caído de encima. Intuyo que esta situación se parece mucho a la descrita por Sarah en “Munich-Atenas” y también me atrevo a decir que muchos de nosotros hemos protagonizado escenas parecidas a esta en alguna ocasión. Seguro que las vivimos intensamente, pero no sé si las compartimos con las personas a las que amamos. La barrera que separa al individuo y a la pareja, a veces es difícil de traspasar.
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martes, abril 22, 2008
lunes, septiembre 17, 2007
VIDA URBANA. Pareja rota. Pareja de nuevo.
En realidad lo que sucedió con Jorge se veía venir desde el primer momento. Ni ella era la persona adecuada, demasiado joven y extremadamente superficial, ni él lo suficientemente maduro para darse cuenta de que su relación con Begoña no era más que un simple juego sexual.

Ya no siguen juntos. Para él ha sido una total liberación, se siente libre de nuevo y ha olvidado “todo” lo que tenía que hacer porque si, porque a ella se le antojaba que lo tenía que llevar a cabo por “amor”. Begoña, lo pasó mal al principio, pero creo que se trataba más de disimular que la habían dejado plantada y por eso tenía que derramar unas cuántas lágrimas, que de un sentimiento de corazón roto sincero; nada mas que ver que el primer fin de semana sin pareja, acompañada de sus amigas, por eso de no dejarla sola en casa por si se deprimía, Begoña estuvo con un morenazo de cuidado del barrio de la Serna, de Fuenlabrada.
Jorge me cuenta que quizás se arrepiente un poco de su ruptura, porque se siente solo, pero que cree que también ese fue el gran temor por el que siguieron juntos tanto tiempo, y que en seguida se le olvida la idea sólo de pensarlo fríamente. Las tardes se me hacen eternas – me comenta- pero he vuelto a tener tiempo para mi y para mis cosas, he vuelto a leer, y puedo limpiar el piso como me gusta.
Begoña no para de hablarme de su nuevo moreno, hasta que me harto y mirándola fijamente a los ojos le digo que yo no he venido para eso, que ella quería hablar conmigo de Jorge. Casi sin parpadear me describe mil y una situaciones en las que Jorge la dejó en evidencia en público, o no la trató con respeto, o la contestó mal. Sus palabras suenan vacías, son un goteo incesante de agravios, seguramente ciertos, pero suenan huecos, como medio olvidados y con la intención de enterrarlos para siempre en cuanto yo salga de la cafetería, y pueda hacer una llamada de móvil para que su morenazo de turno, le de lo que quiere.
De todo esto hace un año y yo lo he traído de nuevo al presente porque ayer Jorge me contó que se encontró con Begoña de nuevo, en una librería y que se fueron a tomar algo y terminaron en su apartamento. Y que hoy piensan quedar de nuevo y que preparan un fin de semana de ensueño en Granada. Jorge hasta ahora seguía solo, y salvo algún escarceo esporádico no salía con nadie más o menos en serio. A Begoña la perdí la pista hace unos seis meses, pero me puedo imaginar que hubo más de un morenazo de la zona sur.
¿Y ahora qué? Yo quiero pensar que ambos siguen solos, se sienten solos, y que lo poco que compartieron cuando estaban juntos fue lo único en la vida a lo que pueden agarrarse para no caer en la temible desesperación de la soledad.
Quizás en esto consista la vida en la actualidad y los demás no nos hayamos dado cuenta todavía. O quizás también esta situación se parezca cada vez más a una farsa de los nuevos “nocilla dream”, que confunden conformarse y sobrevivir con libertad y amar. Y sobre todo que no se aguantan a si mismos y tampoco se conocen en profundidad, por eso se aburren de aburrirse y no saben estar solos, porque la soledad o se aprende a convivir con ella o te mata por dentro y te indica lentamente el camino de la desesperación y el fin.
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