miércoles, mayo 16, 2007

VIDA URBANA. Momentos comunes, seres singulares.


A veces, sobre todo, cuando miles de dudas te rodean, te acechan y te convierten en un pasmarote dubitativo que anda más preocupado en ver dónde pisa que en abrazar a la vida cada día, un simple gesto, una insignificante mirada o unas palabras inconexas se pueden convertir en el principio del camino que el destino te tiene reservado. Y en muchas ocasiones ese síndrome de medio imbecilidad, o ese saco de complejos que te persigue sin descanso, te conducen a una situación sin salida y a desaprovechar la ocasión servida en bandeja.

Me gusta observar la soledad. Me fijo en aquellos seres insignificantes a simple vista, esos que no levantan la voz, que no quieren convertirse cada momento en el centro de atención de una multitud, pero que en realidad llevan dentro tantas cosas que cuando su volcán interior entra en erupción, su río de lava es imparable, pero intenso y bello, adorable.

Y muchos os preguntaréis qué narices tiene que ver una cosa con la otra. Pues creo que no hace mucho tiempo tuve la suerte de cruzarme con una persona que podría encajar en cualquiera de los dos párrafos descritos anteriormente. Cruzarme quiero decir que con discreción y astucia pude ser protagonista de la situación que más abajo os ofrezco, en un cómodo segundo plano.

Ella llegaba poco arreglada, con ropa juvenil pero discreta, con cara de sueño, y nunca cruzaba más de tres o cuatro palabras con él. Él, sin embargo era un tío elegante, muy juvenil, pero vestía con clase, se arreglaba mucho, sobre todo el pelo, y mantenía su línea a raya. Él era jovial y simpático, y no podía disimular que estaba enamorado de las mujeres. Ante ella, él era como ante cualquier otra mujer que se cruzase en su camino, atento, gracioso, educado, pero había algo en su mirada que diferenciaba estos encuentros de los demás, no sé muy bien como explicarlo, una complicidad medio escondida pero que convertía cada cruce de miradas en algo especial.

Y pasaban los días, y la situación continuaba más o menos siendo la misma que al principio, salvo porque ella ya le dedicaba alguna palabra más y le regalaba una sonrisa verdadera cada día. Sin novedad en el frente como se suele decir en estos casos. No sucedió nada reseñable durante días, pero yo presentía que algo tenía que acontecer, este equilibrio constante y eterno no era natural. Y el día esperado, llegó.

El tedio, el aburrimiento, quizás la desesperación o el miedo, o yo que sé que resorte interior de ella provocó el inicio del fin. La situación por simple puede definirse como ridícula, pero así aconteció: él se encuentra con ella, es el primer encuentro del día entre ambos, pero ella en esta ocasión parlotea y no para de reir con “el otro”, definámoslo como sujeto nulo, porque es una de esas personas neutras que tras diez minutos de charla estás deseando desaparecer o que la tierra te trague. Él toca su hombro y le ofrece su mejor sonrisa con un inmenso “hola”. Ella ni siquiera se vuelve, ni hay cruce de miradas. Ambos comparten unos segundos de silencio, de ese silencio que da miedo, aquel que sólo se oye en los funerales y en las despedidas sin sonrisas. Él avanza con la cabeza girada, espera, necesita, casi pide a gritos sin abrir los labios, ver sus ojos reflejados en los de ella, pero ese momento no llega. El principio del fin está escrito.

Ella para él ha vuelto a ser una más, la complicidad de su mirada ha desaparecido y quizás algo de orgullo herido hace que él la evite, pero sólo a veces, porque se le ve entero, fuerte: él sigue sonriendo. Ella sin embargo sigue perdida, pero está dolida, su razón no para de repetirle que su tren ya pasó, que se olvide, pero algo muy dentro le susurra que no llore. Hoy ha llorado, su lacrimales la delatan, pero va a seguir haciéndolo durante un tiempo todavía.

Su tren pasó, y no volverá. Lo sé.

9 comentarios:

Chasky dijo...

Plas plas plas plas, bravo, bravísimo.

Cuando te pones así no hay quien te supere, cojonudo relato, me ha encantado.

chuliMa dijo...

juer, mas emocionao señor brigato....cashis

beshitos (hoy te los mereces shalameros)

EnLaOscuridadDeLaNoche dijo...

Puff, has descrito con maestría la situación...

A veces el saco de complejos ha pesado mucho, y el de miedos más aún, y algo de ella ha vivido en mi alguna vez... :-(

¡Cómo me gusta leerte así!

Un fuerte beso Doc. y un abrazo aún más fuerte.

Doctor Brigato dijo...

Chas: Muchas gracias... De vez en cuando hay qponerse las pilas.
Chulima: Pues me alegro un montón. ¿Cómo son shalameros?
Enlaosc...: Me alegro q te gustara. Ánimo y los complejos, es como todo, llena el saco, ciérralo y luego lo tiras en un barranco.

chuliMa dijo...

juer, pos shalameros son eso, shalameros. Tambien los tengo shervesheros, pero pa eso tendrás que escribir por lo menos la segunda parte de la chica del chupa chups..

clink, clonk

El Ratoncito Pérez dijo...

Si señor, Brigato dandole al tema.
Muy buen relato.

Doctor Brigato dijo...

Chulima: deben de ser divertidos los sherveseros... JEJE... Ya veremos si hay segunda parte... Las segundas puertas nunca fueron buenas...
Ratón: Gracias tron.

EnLaOscuridadDeLaNoche dijo...

Doc corazón, creo que es mejor no dejar que se llene, ¡que luego pesa demasiado!... poco a poco he ido aprendiendo... sobre todo al recordar lo que/a quien no conseguí por ello...
Besos.

Doctor Brigato dijo...

Pues cuando el saco esté lleno lo tiras a un río y adiós muy buenas...
cuídate. BSS