sábado, mayo 19, 2007

TEATRO. Traición. "¿Cómo está Emma?".

De Harold Pinter.
Con: María Pastor, Raúl Fernández , Alex Tormo y Andrés Rus.
Dirección: Juan Pastor.
Madrid. Teatro de la Guindalera.




Imaginemos que Emma, con la que estamos manteniendo una relación adúltera que se prolonga ya por espacio de varios años, es la mujer de nuestro mejor amigo, una vieja amistad ésta, que cultivamos viéndonos con frecuencia para charlar, tomar unas copas o jugar al paddle. Imaginemos que acabamos de ver a esa mujer en un pisito que mantenemos en secreto y que acudimos a una comida de negocios con este amigo, que para entonces ya sabe lo nuestro, bueno, de hecho lo sabe ya hace un montón de tiempo, aunque nosotros ignoramos que lo sabe. ¿Podríamos aparentar naturalidad mientras nos mostramos interesados por “su” mujer al formularle alguna pregunta del tipo de: cómo está Emma? Y ¿cuál sería la reacción de nuestro amigo? ¿Y nuestra reacción si fuéramos nosotros los engañados?

Traición da respuesta a estos y a otros muchos interrogantes que, quizá, uno necesitaría elucidar antes de ceder a la tentación de dejarse seducir por los encantos de una mujer y embarcarse en una aventura tan arriesgada como comprometida, por no decir canallesca. Y lo hace mediante una trama ingeniosa e incisiva que desarrolla un conflicto de adulterio entre unos personajes cuyo comportamiento alcanza límites insuperables de cinismo y de hipocresía; un comportamiento, digámoslo con su nombre, civilizado, donde alguien puede aceptar sin mover un músculo la mayor afrenta mientras, a modo de cortina de humo para ocultar sus verdaderos sentimientos, descarga toda su indignación en relación con un mero detalle circunstacial, por ejemplo, sobre el cuándo o el cómo un tercero se ha enterado de dicha ofensa.

Tenemos aquí a Pinter en estado puro, en su veta más strindberiana, salvo por un pequeño detalle, claro, que los personajes no se ven aquejados por ningún sentimiento de culpa. En su lugar hay otro impedimento mucho menos trascendente, más cotidiano, más innoble, podríamos decir, que se interpone entre la realidad y sus deseos: los escrúpulos, y una vaga y pasajera sensación de contrariedad cuando no les salen las cosas según lo previsto.

Ese es el ambiente de indefinición y de relativismo moral que recrea esta comedia ácida y sardónica de Pinter que Juan Pastor dirige con insuperable maestría y economía de medios, fiándolo todo a un espacio escénico algo más ambicioso de lo acostumbrado y al trabajo de los actores. Respecto al primero, cabe destacar su desnudez de elementos espurios (como el texto mismo, carente de cualquier concesión a la retórica), su funcionalismo y su versatilidad para adaptarse mediante cambios pertinentes en la ambientación (tonalidad de luces, vestuario y espacio sonoro) a las exigencias del texto. Respecto a los actores, destaca su disciplina para adaptarse a una trama que funciona como una complicado mecanismo de relojería y su talento para encarar una construcción de personaje que funciona más bien como deconstrucción -porque la acción dramática “avanza” hacia atrás, desde el desenlace al planteamiento- y que exige una suerte de construcción inversa, no por acumulación de elementos, experiencias, emociones que van enriqueciendo a los personajes, sino por sustracción, por eliminación, hasta reducirlos en la última escena -espléndida, por cierto-, a ese estadio originario, mezcla de inocencia, de irresponsabilidad o de atolondramiento propios de la juventud que los ha conducido a cometer tantos errores. Es un más difícil todavía, una trampa para los actores donde no hay un “a posteriori”, donde, al contrario, cada momento del pasado debe hallar su verificación en el pretérito, el pequeño detalle, el comentario o la actitud que lo justifica. Es cierto que el texto está lleno de pistas, desde ese punto de vista la obra es un prodigio de construcción, pero hay que encontrarlas y articularlas convenientemente para que el resultado resulteconvincente. Con todo su labor no acaba ahí, todavía tienen que lidiar con las situaciones insólitas o paradójicas y con el estilo seco, la sintaxis esquemática y los diálogos a veces crípticos o absurdos de Pinter, frases proferidas con frecuencia para ocultar la emociones cuando no para engañar directamente al interlocutor; una escritura hecha de silencios y de sobreentendidos, de ambigüedades calculadas, de subterfugios, de pistas falsas que obedecen a una permanente estrategia de ocultación de los sentimientos. En fin, todo un reto del que tanto el director como los actores salen airosos proporcionando una magnífica lección de teatro.

Gordon Craig.

Traición. Teatro Guindalera.

5 comentarios:

chuliMa dijo...

Dejavu, mas tonto ma proporcionado tú critica.

beshitos

Doctor Brigato dijo...

No entiendo q me dices. Dime algo.
Bss Manu.

chuliMa dijo...

pos eso...dejavu.
Al leer tu critica e recordao el pasado y eso...

¿a ver si ahora va a resultar que haces caso a las shalauras que contesto?
Ayss pobre manué

chuliMa dijo...

En fin que todos los comentarios a este post van a ser mios...

No me referia a que lo que escribistes ya lo hubiera leido o algo parecido anteriormente. Me referia a mi misma.
Juer, es mi unico defecto que escribo a lo loco y con minifalda ??¿¿¿¿????
beshitos tra vez

Doctor Brigato dijo...

Pues molas un montón... a lo loco t con minifalda (sobre esto haremos un acto de fe).