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miércoles, abril 04, 2007

TEATRO. EL RINCÓN DE GORDON CRAIG. En la ardiente oscuridad. "Contra el conformismo y la resignación".

De Antonio Buero Vallejo.
Con: Victoria Alvás, Miguel Ángel Jiménez, Juan Ignacio Ceacero, Raquel del Álamo, David Alarcón, Olalla Escribano, Jesús de León, Esperanza Candela, Roger Pera, Francisco Vidal, José Luis Matienzo y Victoria Rodríguez.
Dirección: Mariano de Paco Serrano.
Teatro Buero Vallejo, 23 de febrero de 2007.

Esta obra de Buero es la primera de una extensa y variada producción dramática y fue escrita en 1946, aunque su estreno tendría lugar cuatro años más tarde, después del éxito de Historia de una escalera. Muestra ya, en embrión, muchos de los elementos más significativos de su dramaturgia y también sus limitaciones. En un ambiente dominado por un teatro de “evasión”, espectáculos de carácter folclórico u obras que exaltaban los valores patrióticos, Buero vino a reintroducir en el teatro la complejidad, la exigencia técnica y una temática vinculada a los grandes problemas del hombre moderno, pero a la vez, esta pieza, influenciada por el teatro de Unamuno, prefigura ya su tendencia a la abstracción y a la alegoría, más allá de una respuesta inmediata a la opresión y a la falta de libertades del momento. Piénsese que por esa época, Máx Aub escribiría el San Juan y Alfonso Sastre daría a luz el violento alegato antimilitarista que fue Escuadra hacia la muerte.

Con la perspectiva que proporciona el tiempo transcurrido desde su estreno, casi sesenta años, este pulcro y sobrio montaje de Mariano de Paco nos permite descubrir la verdadera dimensión simbólica de En la ardiente oscuridad. Ignacio no es solamente un joven invidente que no se resigna a aceptar su ceguera y que está dispuesto a enfrentarse a quienes, como el resto de los internos de la institución, se fabrican una mentira consoladora para que su tara física les resulte soportable; es el paradigma del hombre moderno tratando de satisfacer sus ansias de absoluto, de libertad y de felicidad, enfrentado a sus propias limitaciones. Y el hermoso espectáculo de la luz de un cielo estrellado, cuya contemplación anhela Ignacio, es más bien el deseo insatisfecho del hombre de explorar cuanto ignora y de aprehender su misterio.

Pero la inscripción del conflicto en un plano existencial, su condición de meditación metafísica de alcance universal, no anula su dimensión contingente; los personajes se mueven por sentimientos e intereses reales, cotidianos. Todos buscan el afecto y la comprensión de los demás pero evitan a toda costa la conmiseración; Don Pablo pone su proceder al servicio de la institución y al suyo propio cuando intenta sin éxito que Ignacio abandone el centro, y cuando, luego, no quiere que trascienda la verdad de lo ocurrido; Elisa no quiere que cambie el estatus quo por temor a perder a Miguelín y Carlos, por temor a perder a Juana y porque de otro modo se desmoronaría su nada seguro universo de convicciones. Ignacio no se marcha, porque se ha enamorado de Juana y la quiere para sí; en cuanto a esta última es quizá la más tierna y comprensiva, seducida por la personalidad y las ideas de Ignacio se enamora de él, pero cuando muere abraza de nuevo a Carlos como a su tabla de salvación.

El montaje en su conjunto, traduce con fidelidad y rigor las exigencias del texto y permite que su mensaje de inconformismo llegue con nitidez a los espectadores; la dirección es atinada y notable el trabajo de los actores, que trasmiten el complejo universo de relaciones a que hemos aludido, aún contando con la dificultad añadida de tener que vehicular los sentimientos y emociones de los personajes sin la inestimable ayuda de la mirada, la gestualidad y el contacto físico propio de personas sin esa grave discapacidad.

Buero sigue estando vigente; y su invitación a perseguir la verdad y su negativa a transigir con la complacencia, con la resignación y con la hipocresía de “fingir una normalidad que no existe” resulta, cuando menos, oportuna, en estos tiempos de embaucadores y de predicadores de falsos paraísos

Gordon Craig.
23-III-2007.

lunes, octubre 17, 2005

EL POP HA MUERTO... EN GUADALAJARA.

Festival Panorámico Musical 2005, Guadalajara, Auditorio Buero Vallejo, Teenage Fan Club.
 
El pasado 15 de octubre asistí al concierto de los escoceses Teenage Fan Club en Guadalajara. Fui acompañado de unos fieles amigos, melómanos sin remedio, una vez más, los mismos con los que recorro toda la geografía de la Península en busca de buena música en directo.
Dos pequeños apuntes:
El lugar: ¿por qué un concierto como el de TFC se celebra en un teatro, con butacas, y con una acústica horrorosa? ¿No hay nadie de producción que esté atento a lo que necesitan los artistas?, ¿qué pasó cuando se pidió que se encendieran todas las luces de la sala, y la luz no se hizo?
El público: ¿por qué el público de Guadalajara, anodino, desinteresado, joven pero excesivamente frío e insustancial, no sabe lo que es un concierto pop? ¿por qué los espectadores se mantuvieron sentados en sus butacas cuando una parte del aforo se levantó para disfrutar intensamente de la magia de TFC, o es que tampoco se dieron cuenta de que Gerard Love y Norman Blake no paraban de hacer insinuaciones para que levantaran su cansinos traseros de los asientos?
Julio Marian gracias por intentarlo cada año. Para los que se quedaron con las ganas: el próximo día 2 de noviembre en la Sala Divino Aqualung, el concierto de verdad.
Una gran crónica de un amigo: Sir Hannofer.