viernes, julio 03, 2015

TEATRO. La gitanilla. "Cervantes fusión".

De Miguel de Cervantes. Versión de María Velasco.
Con: Celia Freijeiro, Tusti de las Heras, Lucía Espín, Luis Hostalot, Bart Santana y Raúl Jiménez.
Guitarrista: David Monge
Dirección: Sonia Sebastián.
XV edición del Festival de las Artes Escénicas 'Clásicos en Alcalá'
Corral de Comedias





La gitanilla es la primera y una de las más conocidas (con Rinconete y Cortadillo, La ilustre fregona El licenciado vidriera) de las doce narraciones breves que Cervantes escribió entre la publicación de la primera y la segunda parte de El Quijote y que dio a la estampa bajo el título genérico de Novelas Ejemplares, debido precisamente a su propósito moralizador o ejemplarizante de “instruir deleitando” del que el propio Cervantes nos informa en el prólogo a la primera edición.
La protagonista es la joven Preciosa, acogida en un clan de etnia gitana de vida itinerante que se gana el sustento a salto de mata aprovechándose de la destreza en el cante y en el baile de la muchacha, pero sobre todo, de su gentileza, donaire y discreción, manifiesta en una claridad de juicio y en unas sentencias que dejan en suspenso a cuantos las escuchan. En Madrid se enamora perdidamente de ella el también joven caballero Juan de Cárcamo, que acepta, a fin de conseguir su amor, la sorprendente propuesta de la joven de que se haga pasar por gitano durante un periodo de prueba de dos años, a lo largo del cual, se habrá de poner de manifiesto si esa atracción que siente por ella es permanente y verdadera o si se trata de un capricho pasajero. La obra es todo un canto a la alegría de vivir libre y sin sujeción a la ley, pero a su vez una exaltación de libertad de elección de la mujer y de la honestidad (“lor es la de la virginidad que, a ser posible, aun con la imaginación no habría de dejar de ofenderse. Cortada la rosa del rosal, ¡con qué brevedad y facilidad se marchita!).
Profunda conocedora del universo cervantino y directora de varios espectáculos inspirados en textos de Cervantes (Muere, Numancia, Muere, de María Velasco o Palabra de perro, de Juan Mayorga, entre otros) Sonia Sebastián continúa con este montaje su línea de trabajo destinada a divulgar y a “acercar” la obra de nuestro más grande novelista a los espectadores contemporáneos, en esta ocasión, como ya hiciera con Entrometidos: El viejo celoso y La cueva de Salamanca (en colaboración, también, con María Velasco) vinculando la puesta en escena con el universo del cante hondo, siguiendo un impulso de fusión o mestizaje de diferentes lenguajes muy en boga últimamente en diversas manifestaciones de la artes escénicas y de la música.
Nada que objetar al “concepto”, como dicen los cursis; máxime si tenemos en cuenta que la novela se desenvuelve en el mundo de los gitanos, a quienes se vincula desde tiempo inmemorial con el origen y desarrollo del flamenco. En su plasmación escénica, empero, esa fusión del texto cervantino con el cante y con el baile no hace justicia ni a uno ni a los otros dejando en el aire muchos interrogantes -excepción hecha del buen hacer del guitarrista, David Monge- y poniendo al descubierto no pocas carencias; a las interpretaciones de Celia Freijeiro, espléndida actriz, por otra parte, le falta la garra y el duende de las cantaoras profesionales, por mucho que se evoque el magisterio de la gran Carmen Amaya. Por lo que respecta a la adaptación de María Velasco y su intento de agiornamiento del texto, me temo que resulta demasiado evidente la disociación entre los pasajes textuales originarios y los que ha salido de su pluma, elementos de la jerga romaní o chistes sobre gitanos incluidos. Basta releer unas páginas del original de Cervantes para darse cuenta de que el espectáculo, presa de un cierto envaramiento y, quizá, de falta de rodaje, carece de esa espontaneidad, ese sereno equilibrio y ese profundo poso de humanidad del texto cervantino.
El entusiasmo y el esfuerzo que hay en este trabajo y el coraje de esta intrépida nadadora contracorriente que es Sonia Sebastián bien valen el empeño; hay un muy buen tono en la pareja formada por “nieta” y abuela, Celia Frijedo y Tusti de las Heras, que se llevan de calle al respetable con su gracejo y desparpajo. Y cuadros de innegable belleza plástica,  pero hay ciertos aspectos de la dramaturgia como la ceremonia nupcial del final de la obra, parodiando los tópicos esponsales payos que parece un tanto extemporánea. La carga de profundidad contra el sesgo peyorativo-racista del apelativo “trapacero” y sus acepciones -según el Diccionario de la RAE- asociadas al carácter gitano tiene mucho de reality show y excede la ponderación con la que trata el asunto Cervantes.
Gordon Craig.

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