lunes, octubre 11, 2010

TEATRO. Las listas. "Sátira ingeniosa y mordaz".


De Julio Wallovits.
Con: Francesc Garrido, Gonzalo Cunill y Pep Cortés.
Dirección: Julio Wallovits.
Teatro de la Abadía, Madrid.


Con ese talento insuperable que poseía para elaborar frases ingeniosas, titulaba así Jardiel Poncela una de sus novelas más celebradas:¿Pero hubo alguna vez once mil vírgenes? Fuera de su contexto histórico o legendario - que muchos lectores de Jardiel probablemente ignoraban-, la expresión “once mil vírgenes”, por sí sola a buen seguro provocaba un ataque de risa maliciosa entre aquellos lectores, sobre todo varones, dispuestos a dudar a la primera de cambio de la honestidad de nuestras congéneres femeninas. Estoy por apostar que, dado el estado de indefinición en que se mueve el mundo del arte, en esa amalgama de aventurerismo y mercadotecnia en que chapotean los nuevos creadores, muchos de nosotros estaríamos predispuestos a sonreír también con el mismo benévolo escepticismo si alguien nos preguntara si hubo alguna vez once mil artistas.


Pues bien, esa misma duda, ¿o es una convicción?, sobre la impostura de la mayor parte de aquellos que se consideran a sí mismo artistas y sobre la vacuidad o insustancialidad de sus obras es la que plantea Julio Wallovits en la pieza que comentamos. El empeño no es nuevo; se nos ocurren así, a bote pronto, dos insignes precedentes en los escenarios madrileños: la sátira despiadada de Los Joglars en su reciente y peculiar “relectura” de El retablo de las maravillas cervantino o la divertidísima Arte, de Yasmina Reza que no se resigna a descolgarse de la cartelera. La novedad del trabajo de Julio Wallovits está en la radicalidad del planteamiento -una situación límite en la que todo el mundo abrazara la condición de artista-, y en la opción estética, con una escenografía y un trabajo actoral orientados por la distorsión grotesca de la farsa y por el sarcasmo, atemperado por la poética del absurdo.

A medio camino entre el señor y la señora Smith, de La cantante calva, de Ionesco y de Vladimiro y Estragón beckettianos, esta pareja de pseudoartistas, un excéntrico y endiosado escritor (Francesc Garrido) y un no menos pagado de si mismo y fracasado pintor (Gonzalo Cunill) polemizan sobre como salir de su precaria situación (están a punto de morir de inanición ante la imposibilidad de conseguir alimentos) mientras tratan de combatir su mortal aburrimiento repasando interminablemente las listas de vituallas que constituyen su exigua despensa.

El interés se mantiene durante la primera parte merced a los destellos de ingenio del autor (que no deja de sorprendernos con su ironía), y a su capacidad para solemnizar lo obvio o lo inane en la línea del mejor teatro del absurdo; la intriga crece súbitamente con la aparición del tercer personaje en discordia, el bienintencionado y crédulo granjero (Pep Cortés), aunque una vez que éste también confiesa estar poseído de ciertas veleidades poéticas ya adivinamos como va a concluir el espectáculo, a sentir la pesada carga de la reiteración y a sufrir sus consecuencias. Y sólo el espléndido trabajo de los actores, con un marcado y fructífero duelo entre el sosegado y ladino pintor al que da cuerpo Gonzalo Cunill y el histriónico y delirante escritorcillo, de gesto y ademanes linderos al paroxismo, que recrea Francesc Garrido nos mantiene aferrados a la butaca.

Gordon Craig.

Teatro Abadia. Las Listas.

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