martes, abril 21, 2009

TEATRO. Historia del soldado. "El precio de la felicidad".


Texto de Charles Ferdinand Ramuz. Música de Igor Stravinski.
Con: Morgan Blasco, Álex Tormo, Kike del Río y Cristina Palomo.
Músicos: Marisa Moro: piano; Beatrix Urban: violín y Marco Cresci: clarinete
Coreografía: Elvira Sanz. Dirección: Juan Pastor.
Madrid. Teatro de La Guindalera



No deja de sorprendernos este modesto centro de producción teatral que es “Guidalera Escena Abierta” por su constante trabajo de investigación en las dramaturgias contemporáneas -que los aficionados nunca le agradeceremos bastante-, por su vocación didáctica, por su potencial creativo y por su esfuerzo siempre renovado de explorar nuevas formas de la teatralidad, haciendo que cada una de sus representaciones se convierta en lo que Enzo Cormann ha denominado “el lugar por excelencia de la afirmación de nuestro derecho fundamental a la singularidad”, más allá de modas, de lugares comunes o de la vacuidad mediática.

En esta ocasión Juan Pastor aborda una evocadora revisión del mito fáustico escrita a modo de cuento infantil por el narrador suizo Charles F. Ramuz a la que puso música su amigo Igor Stravinski. La fecunda inspiración del compositor, que para entonces ya había escrito muchas de sus mejores piezas para danza, crea una espléndida suite para trío (piano, violín y clarinete) de extraordinaria complejidad rítmica que enriquece y potencia la desbordante fantasía del relato.

La Historia del soldado cuenta, en efecto, lo sucedido a un soldado de vuelta a casa para disfrutar de un permiso. Cómo es tentado por el diablo para que le venda su alma -simbolizada aquí por un violín- a cambio del poder especial de adivinar el porvenir, un poder mediante el que se hace inmensamente rico. Este trato con el diablo ha producido en él una transformación tan profunda que, cuando por fin llega a casa, nadie le reconoce, empezando desde ese momento a echar de menos las cosas que le había procurado hasta ahora la verdadera felicidad.

La anécdota es sencilla; encierra una profunda lección moral que la puesta en escena revela con claridad meridiana, aunque no se agota en ella, sino que apoyada en la música y en los elementos plásticos y visuales asciende al universo de lo poético. De hecho muchos cuadros de la obra, enmarcados en esa especie de retablillo naif que conforma la escenografía, nos recuerdan a esas estupendas ilustraciones que llenaban de asombro nuestros ojos infantiles cuando volvíamos las páginas de La bella durmiente o de El soldadito de plomo.

Es todo un mundo de imágenes recobrado; imágenes en cuya materialización juegan un papel nada desdeñable los sugerentes figurines de Lupe Estévez, el diseño de movimiento y la coreografía de Elvira Sanz, y desde luego, el estupendo trabajo de los actores: la cálida y abierta sonrisa de payaso del Narrador (Morgan Blasco); el ademán desmayado, la mirada entre sorprendida y pícara de la Princesa enferma (Cristina Palomo); los movimientos marciales sincopados de muñeco articulado, la expresión entre fatua y campechana y la actitud vehemente del Soldado (Alex Tormo) y la expresión torva y la sonrisa malévola del Diablo (Kike del Río) un Mefistófeles de opereta de andar sinuoso, manos de ilusionista y agilidad de felino.

Gordon Craig.

Guindalera Teatro.

No hay comentarios: