miércoles, abril 01, 2009

TEATRO. La estrella de Sevilla. "Los abusos del poder".


Atribuida a Lope de Vega.
Con: Daniel Albaladejo, José Vicente Ramos, José Ramón Iglesias, Francisco Rojas, Mon Ceballos, Jesús Calvo, Arturo Querejeta, Jaime Soler, Muriel Sánchez, Paco Vila, Eva Trancón, Fernando Sendino, Jesús Hierónides y Ángel Ramón Jiménez.
Violín: Isaac M. Pulet; Iluminación: Miguel Ángel Camacho.
C.N.T.C. Dirección : Eduardo Vasco. Teatro Pavón. Madrid.



El rey Sancho IV el Fuerte llega a Sevilla con intención de atraer para su causa a la nobleza local. Prendado de la bella dama Estrella Tavera, intriga, servido por su fiel Arias, para conseguirla. Primero intenta ganarse con favores a su hermano Busto, que no cede a sus ofrecimientos; así que, Arias soborna a la doncella Natilde para que facilite al rey el acceso a la alcoba de Estrella. Pero el hermano de la dama, Busto Tavera, vuelve esa noche a casa antes de lo previsto y le descubre. Para evitar que se conozca su villanía el monarca no dudará en servirse de manera torticera de sus prerrogativas reales y abusar de la lealtad de sus súbditos.

Estamos ante un caso típico de abuso de poder que si bien nunca ha dejado de estar presente en los hábitos de la clase dirigente, hoy se revela de rigurosa actualidad si reparamos en los comportamientos de una clase política sin escrúpulos enfangada en la corrupción y que no duda en servirse de los resortes del poder que tienen a su alcance, -siempre al borde de la legalidad, cuando no sobrepasando sus límites- para conseguir sus fines y mantener sus prebendas.

Es un Lope no habitual, por la dureza con la que está tratada la figura del rey Sancho, un monarca prepotente, rufianesco, incapaz incluso de respetar su palabra y que contrasta con la sagacidad e integridad de Busto Tavera, la dignidad y entereza de la propia Estrella o la honorabilidad y la lealtad de Sancho Ortiz de las Roelas y en general de todos los miembros del cabildo sevillano.

La adaptación es buena, aligera de elementos espurios el texto original manteniendo los términos esenciales del conflicto; algo falla, sin embargo, porque las motivaciones y la evolución psicológica de los personajes parecen insuficientemente matizadas y carentes de la rotundidad que adorna los grandes caracteres lopescos. La homogeneidad e indiferenciación del vestuario, así como la extrema sobriedad de la escenografía, rayana con la austeridad monacal e incapaz de evocar espacios reales o simbólicos reconocibles donde ubicar a los personajes, tampoco ayudan a esa concreción. Definitivamente ni uno ni otra (vestuario y ambientación) hacen justicia a un texto incisivo que recorre los tortuosos meandros por donde se desliza el ejercicio del poder, pero que habla también de la lealtad, del amor y de la generosidad.

El espacio sonoro y la iluminación, espléndidos, mitigan en parte esas carencias de la puesta en escena que condicionan también el trabajo de los actores, dando como resultado, salvo excepciones, personajes sin relieve en cuya construcción apenas si interviene otro elemento que la palabra, un verso vibrante y caudaloso, eso sí, dicho con justeza y mesura, como corresponde a la experiencia y preparación del elenco. Entre las excepciones que hemos indicado, cabe mencionar la figura del déspota Rey Sancho (Daniel Albaladejo), impetuoso a la vez que irresoluto gigoló esclavo de sus caprichos; al perspicaz y cabal caballero Busto Tavera (siempre ponderado Arturo Querejeta); a la desenvuelta y confiada Estrella Tavera que crea Muriel Sánchez, jovial, cariñosa pero firme en la defensa de su honorabilidad, y que nos proporciona, junto a Jaime Soler en el difícil papel de Sancho Ortiz de las Roelas, algunos de los momentos de más intenso dramatismo de la obra, éste, debatiéndose entre los sentimientos de amor y de amistad y el cumplimiento de la palabra dada, aquella, por ejemplo, cuando se entera de los términos de la muerte de su hermano. Y, en fin, la figura del gracioso Clarindo a cargo de Paco Vila, estupenda creación que se percibe, no obstante, como algo anacrónico inserta como está en una ambientación tan fría, tan estilizada y privada de otros elementos populares característicos de la dramaturgia de Lope.


Gordon Craig.

Compañía Nacional de Teatro Clásico.

No hay comentarios: