miércoles, abril 01, 2009

CINE. El cine se muere.

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Camerún se queda sin cines. Según informa Fabien Essiane para la agencia Efe, “El Hurí”, la última sala comercial de cine que quedaba en el país africano, en la portuaria ciudad de Duala, ha echado el cierre. La última película que se proyectó fue “Not without my daughter”, “No sin mi hija”, según su titulo en español.

Paulatinamente en Camerún han ido cerrando los últimos cines desde que en enero bajaran el telón por última vez los de Ngaunderem, Garua, Bafoussan y Yaundé. Según Siméon Fotso, propietario del cerrado Cinema Abbia, de la capital del país: “desde 1985, con la llegada de la televisión a Camerún, empezaron a morir las salas de cine”, pero sobre todo “la llegada del dvd y la mejora de la calidad en la televisión moderna llevó a una falta de clientes en las salas comerciales, lo que precipitó su agonía”.



Jean Jacques Kimgue, cinéfilo, sostiene que el Ministerio de Cultura es responsable del cierre de los cines: “nos han puesto al nivel de la República Centroafricana, donde tampoco hay cines. El Gobierno ha favorecido la apertura de un gran número de video-clubs, y ahora no hay público para las salas. Lo que sostiene Siméon Fotso y añade que el Gobierno ha subido los impuestos de las entradas a los cines y ha obligado a muchos ciudadanos a no poder asistir a representaciones ya que no pueden hacer frente al precio de las localidades.

Y mientras, ¿qué sucede en España?

Las salas de exhibición cada vez están mas vacías y aquí no se puede decir que el problema sea consecuencia de la apertura de video-clubs, que están desapareciendo, o que el precio de las entradas sea abusivo, ya hay salas comerciales, de las mejor equipadas y más modernas, que ofrecen entradas a 4,5 euros.

La problemática radica fundamentalmente en dos cuestiones: la primera, la desidia y la ignorancia de los espectadores españoles, cada vez más desvergonzada, que han olvidado que la mayoría de películas que se estrenan en las salas de proyecciones hoy en día, están montadas para poder disfrutarlas en pantalla grande y con un equipo de sonido que nadie todavía puede instalar en el salón de su hogar. La segunda, se fundamenta en ese sentimiento “kitsch” de estar a la moda, a la última, y tener en casa un disco duro de varios “terabytes” dónde se pueden almacenar las películas que todavía “están en los cines” y que ilegalmente se descarga un importante porcentaje de la población española; copias ilegales con una calidad pésima, tanto de imagen como de sonido, que luego al reproducirlas en una pantalla de televisión casera se convierten en verdaderos “monstruos” cinematográficos. ¡Qué gran paradoja, en la era de las nuevas tecnologías se disfruta de productos audiovisuales con una calidad del pleistoceno!

Me gustaría añadir, aunque muchos de vosotros me etiquetéis de clasista, de que el hecho de acercarse a una sala de cine, es, además de todo lo que ofrece una sala oscura, un trozo de tela y un proyector en marcha, un acto social, una excusa para salir de casa, para quedar con unos amigos, para tomar unas cervezas, ir a cenar, y compartir unas risas con personas a las que apreciamos.

Como nos cuenta Fabien Essiane desde Camerún, la desaparición de las salas de cine, no es una utopía, ya está sucediendo en algunos lugares. Y aquí, los que todavía nos acercamos a las salas comerciales estamos presenciando con nuestros propios ojos que los cines cada vez están más vacíos. ¿Se acerca el final del cine?

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