lunes, noviembre 05, 2007

África en el recuerdo.

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Dentro de pocos días se van a cumplir tres años de la llegada a mi teléfono móvil de aquel SMS que me proponía sin tapujos y con una lascivia desvergonzada si quería viajar a África.

Recuerdo cuál era mi opinión respecto al continente negro antes de ese viaje. Podría utilizar muchos adjetivos para calificar a mi conciencia, pero con tan sólo uno bastará: indiferencia.



Mi vuelta a España fue dura y difícil. Desde el momento que volví a pisar Barajas fui consciente de que mi persona había cambiado, una careta, quizás una máscara de la propia cobardía y el miedo ante lo diferente y lo desconocido se había caído. Otra realidad, diferente a la que estamos acostumbrados a disfrutar cada día en nuestra cómoda cotidianidad, estaba dentro de mi. Cada poro de mi cuerpo se había impregnado de otra pátina, de otro soplo vital que aparte de convertirme en un espíritu un poco más libre, nunca más me permitiría volver a mirar con “indiferencia” a ningún rincón del planeta.

Mucha gente dice que cuando uno conoce África, cuando recorre sus senderos polvorientos o cuando pasea por sus caóticas y mal olientes ciudades, se enamora de ese continente tan cargado de contrastes y desigualdades. Y ese enamoramiento no es pasajero, como las golondrinas de Gustavo Adolfo Bécquer, siempre vuelve.

En esta ocasión, a modo de celebración de este tercer aniversario, y como dedicatoria para todos aquellos “keniatas” que sienten como la carne de gallina vuelve cada vez que oyen hablar de Voi, o de Mombasa, y para una amigo que tiene ante si la difícil decisión de decidir si se marcha de España o no por una larga temporada, van dedicados los siguientes dos breves apuntes, claros ejemplos de que África todavía sigue muy dentro de mi.

Ryszard Kapuszinski, durante su larga trayectoria como reportero recorrió medio mundo, y nos dejó una obra muy valiosa por muchos motivos, pero esencialmente porque consiguió tomar el pulso de las sociedades con las que convivió desde lo más profundo de si mismas, mezclándose con las gentes de la calle, alejándose de los ficticios y corruptos círculos del poder.



Ébano, es una de las obras más conocidas de Kapuszinski. El gran periodista polaco nos acerca a unas cuantas sociedades africanas, todas muy lejanas y desconocidas para nosotros, para contarnos a cara de perro, cómo se sobrevive allí, o para recordarnos cual es la historia de muchos de esos países que “nacieron” tras la desintegración del colonialismo europeo. Pero a parte de eso, Kapuszinski, nos acerca a la vida del africano, cómo vive, cómo se relaciona, porqué actúa de una manera u otra, es decir, nos muestra el lado humano de unas sociedades diferentes y desconcertantes para una mente occidental en muchos aspectos, pero también ricas y bellas, y rodeadas, incluso hoy en día, de nebulosas de misterio y leyenda.

Kapuszinski, capítulo a capítulo, salta de un país a otro, ora en la capital de Nigeria, Lagos, ora en Kampala, en Uganda, ora charla con un brujo en Ruanda, ora convive con una tribu en el corazón de Senegal. Y teniendo todavía en la memoria el estremecedor relato de la sangrante dictadura de Idi Amín en Uganda, que masacró a su propio pueblo sin ton ni son, viendo miles de enemigos dónde no los había, tan sólo para poder vencer a unos fantasmas que ahogaban el carisma de su persona, meses después me encuentro con la película de Kevin Maccdonald, “El último rey de Escocia”.

Kevin Macdonald nos ofrece un relato fascinante. Un joven médico escocés, sin un rumbo fijo y en busca de aventura se apunta a un viaje a Uganda para colaborar con un puesto médico en una aldea africana. Un encuentro fortuito con Idi Amín lo convierte en consejero del presidente, y de esta manera puede vivir en persona el complejo desarrollo de la figura de uno de los más sangrientos dictadores de África.

La película nos ofrece un relato muy real de lo que en muchos casos son algunos de los líderes africanos negros: unos ineptos que han llegado al poder ayudados por el ejército, pero sin embargo no preparados para asumir ese tipo de responsabilidades de gobierno, que en seguida desconfían de todo lo que se mueve, y tan sólo se rodean de los fieles de su tribu y de un sanguinario servicio de seguridad para mantenerse en lo más alto.

Macdonald, como Kapuszinski en muchas ocasiones, toma muy bien el pulso de la sociedad que intenta describir, la dictadura de Amín, y el metraje de su película avanza a la par que la figura del victorioso dictador cada vez va decayendo más y más, hasta que llega a su fin.

6 comentarios:

peterpanpais dijo...

Es uno de los muchos viajes pendientes. ¿Te he contado ya que mis primos han repetido 4 años en África? Se ve que engancha.
Un besazo

El Ratoncito Pérez dijo...

Cuanta razón tienes Brigato...

chuliMa dijo...

Si es que no tenemos remedio.
Solo tomamos conciencia de las cosas que nos llegan a suceder, o las que vemos, sino no hay manera.

Besos x2

Doctor Brigato dijo...

Peter: date una vuelta, con tranquilidad, sin prisas y salte de los círculos más túrísticos. Y disfruta...
Ratón: de nuevo por aquí... Gracias.
Chulima: somos humanos... BSs

EnLaOscuridadDeLaNoche dijo...

Conozco gente que ha estado. Y la expresión de su cara y el brillo de sus ojos cuando piensan en ello es indescriptible...
Quizás algún día...
Un besazo.

Doctor Brigato dijo...

EnlaOscuridad: creo que también es importante el lavado interior qe uno se pega...
Muchos bss