Basado en El canto del cisne, de Chejov.
Con: Horatiu Malaele y Niculae Urs.
Compañía Teatrul Bulandra. Dirección: Horatiu Malaele.
Alcalá de Henares. Corral de Comedias.
El bufón es una libérrima recreación en clave de farsa de El canto del cisne, una pieza breve de Chejov en la que éste lleva a cabo una honda y sombría reflexión sobre la condición del actor y sobre la naturaleza misma del teatro.
Vasili Svetlovidov, un actor sexagenario, otrora gloria nacional, se ha quedado dormido en el camerino después de la función del día en un miserable teatro de provincias. Cuando se despierta, todo el mundo ha abandonado la sala, y se encuentra, quizá por primera vez en su vida, a solas con la escena vacía, “una negra cavidad sin fondo, como una verdadera tumba...”, que le sobrecoge cual visión premonitoria de la muerte, a la vez que le devuelve borrosas y deformes imágenes del pasado. Al ir a cambiarse de ropa descubre la presencia de Nikita Ivanich, el viejo apuntador de la compañía, que pernocta en el teatro porque no tienen otro sitio adonde ir. Lo solitario e inhóspito del lugar, la necesidad de compañía y los efluvios del alcohol, terminan por instaurar entre ambos una cálida corriente de camaradería que alienta las confidencias y las confesiones íntimas.
Así es como entramos en contacto con dos almas puras sacrificadas a la religión del teatro, esa quimera que abrazan con fruición los jóvenes entusiastas hasta que descubren que ningún arte es sagrado, el complaciente y cándido Nikita Ivanich, resignado a su suerte, la de una miserable existencia de penurias y de soledad, y el no menos solitario y acosado por los achaques de la vejez, Svetlovidov, intentando en vano ahogar en vodka su desengaño y sus ataques de nostalgia y de contrarrestar, en vano también, con su maltrecha vanidad y su patética rememoración de días de éxito, la dolorosa y lacerante constatación de su mera condición de bufón, esclavo del mudable y caprichoso gusto de los espectadores.
Y bufones son, por encima de otra consideración, los personajes que tenemos en escena, que rompen el estrecho marco textual de la pieza originaria, (un breve “estudio dramático”, en palabras del autor) para enriquecerlo con multitud de elementos de la comicidad verbal y gestual propios de la fecunda tradición grecolatina del teatro popular de la que se ha venido nutriendo todo el teatro continental y que ciertas escuelas de actuación han sabido conservar y desarrollar a lo largo de los tiempos. Junto a hallazgos deslumbrantes y a momentos llenos de ternura y de lirismo, percibimos, a veces, una cierta reiteración en determinados juegos de palabras o en los patrones de expresión corporal que dan como resultado una recepción fatigosa, acrecentada por la insuperable barrera del idioma. El balance, en todo caso, es positivo; a Horatiu Malaele (Svetlovidov) y a Niculae Urs (Ivanich) no les falta oficio ni talento, y amen de divertirnos con su humor ingenuo y carnavalesco, de conmovernos con su desamparo, o de deleitarnos con su depurada técnica vocal y gestual (las manos de Horatiu Malaele son verdaderamente prodigiosas), nos ilustra sobre una manera de hacer teatro distinta, sobre una peculiar escuela de actuación con la que contrastar el concepto y métodos de trabajo actoral que se lleva por estos pagos.
Gordon Craig.
2 comentarios:
Hola corazón,
Te he dejado un meme en mi blog... Chasky es de la opinión de que no lo querrás hacer...
No es el típico meme... y en realidad no creo que difiera mucho de lo que haces en algunos de tus post... bueno, échale un ojo y si te apetece lo haces...
Besos.
Porque tú me lo pides y por contrariar al Chasky hoy he recogido tu invitación.
Más besos para ti.
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