Tirando de Romancero vuelven a la carga después de la exquisita puesta en escena del año pasado de “sus” entremeses, con versos de Cervantes y Lope de Rueda. En esta ocasión nos presentan La Lavandera un texto de creación propia.
El caluroso mes de julio se nos acababa por horas, era 30 de julio y un centenar de personas se acercaron al centro cívico Cerro Buenavista para abarrotar la sala. Las luces se apagaron y la siempre impactante magia de la oscuridad dejó paso a los actores. Un peregrino, un caminante con un candil en la mano rompía el silencio y nos comenzaba a contar la historia de la lavandera, de una valiente mujer que enamorada tiene que vender su amor al rey de las tinieblas para poder rescatar otra vida. Un historia de amor, una historia de vida al fin y al cabo, preñada de sufrimiento y buenos momentos, un reflejo de la experiencia vital de cualquiera de nosotros, de la tuya misma también, quizás, querido lector. Y todo ello a la orilla de un río, con el reflejo del agua impregnando los rostros de los personajes cada momento y con el rumor incesante de la corriente del río incrustado en sus almas, como una espada de Damocles pendiente de sus cabezas que cada segundo te recuerda que el río no se para, que la vida también corre.
La Lavandera ha supuesto un salto vertiginoso para los componentes de Tirando de Romancero en muchos aspectos, uno de ellos el texto propio, lo que supone un trabajo extra de creación y continua adaptación hasta conseguir el resultado anhelado. Pero tampoco querría olvidarme del cuidado viaje a los Infiernos de la Lavandera, con un juego de sombras chinescas tras una sábana que conlleva siempre mucho ensayo y un toque de imaginación y de buen gusto que no está al alcance de todos los mortales.
En el plano actoral me gustaría resaltar que en general los actores han realizado un muy buen trabajo, fiel reflejo de su dedicación y esfuerzo y de una acertada e inteligente mano de dirección, que aunque siempre en segundo plano y entre bambalinas se nota. Aun con esas, sin poder pero queriendo, haría una mención especial sobre Carlos Escaño, en su sitio y con una presencia impactante sobre las tablas, aunque quizás también debiéndose en parte, y sin desmerecer en absoluto, a que su papel de mago es uno de los más jugosos del texto
Miguel Ángel Cobos, el director, comentó unos días después del estreno, que lo importante es que el parto se había producido y que la criatura había echado a andar. Querido Miguel ya sólo me queda desearos !mucha mierda! Y larga vida.
1 comentario:
Mucha mierda y muchas veces.
A ver si en alguna ocasión te vemos encima de las tablas.
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