domingo, junio 25, 2017

TEATRO. Ricardo III. "Un villano sanguinario y bufonesco".

Autor: William Shakespeare.
Con: Greg Hicks, Paul Kemp, Jim Bywater, Sara Powell, Femi Elufowoju, Annie Fibank, Georgina Rich, Mark Jax, Peter Guinness, Mattew Sim, Jamie de Courcey y Jane Bertish.
Escenografía: Anthony Lamble.
Dirección: Mehmet Ergen.
XVII Festival de Artes Escéncias “Clásicos en Alcalá”.
Alcalá de Henares. Teatro salón Cervantes. 15 y 16 de junio de 2017.




Pertenece la obra que comentamos al primer ciclo de los dramas históricos de Shakespeare. Obra, por tanto, primeriza, sin llegar a la perfección formal y a la hondura humana de sus grades tragedias, muestra en su protagonista, el malvado y sanguinario Ricardo un significativo precedente de los más conspicuos villanos de su teatro posterior: Yago, Edmundo o incluso el sanguinario Macbeth.

La pieza nos retrotrae a finales del siglo XV y recrea las maquinaciones, insidias y crímenes de Ricardo (Duque de Gloucester y hermano del rey Eduardo IV) para hacerse con el poder. Tras una larga guerra civil (The war of de Roses) entre las familias de York y de Lancaster por el trono, Inglaterra disfruta de un periodo de paz bajo el reinado de Eduardo IV. Pero su hermano pequeño, Ricardo, movido por su irrefrenable ansia de poder, por la envidia y por el rencor debido a su descontento por su deformidad física, comienza a conspirar secretamente para hacerse con el trono, y no habrá maldad o crimen por horrendo que parezca que no cometa para deshacerse de quienes obstaculizan sus propósitos, escribiendo una de las páginas más crueles y sangrientas de la historia de Inglaterra.

Dudas aparte sobre la veracidad histórica de algunos de los truculentos episodios consignados en la obra atribuidos a Ricardo, aceptando el carácter marcadamente episódico de la misma y una trama en exceso rocambolesca, no puede negársele al autor una notable capacidad de invención al alumbrar un personaje horrendo, un maníaco obsesionado por el poder pero que no deja de seducirnos precisamente por su maldad desmesurada que lo convierte en símbolo de lo monstruoso que anida a veces en lo más profundo del alma humana. Ahí, creo yo que radica el interés de esta obra, que sin ser, como digo de las mejores del autor, es revisitada una y otra vez por los directores de teatro de todas las épocas y lugares.

Mediante el vestuario y el espacio sonoro la puesta en escena desplaza la acción a un tiempo un tanto indefinido, a un presente intemporal, como el conflicto que desarrolla la obra, donde convive la chupa de cuero de Ricardo o el “casual” de los infantes con la corona, los tocados de época o los trajes talares de las damas. La versión, sintética -aún así, el espectáculo se alarga hasta las tres horas- traslada con suficiente limpieza las diferentes líneas de conflicto y rescata las escenas esenciales con el menor número posible de detalles descriptivos.

En ocasiones como esta es cuando uno echa de menos un mejor conocimiento de la lengua de Shakespeare para disfrutar por completo de la sonoridad de las vigorosas tiradas en verso blanco que los subtítulos, obviamente, no pueden traducir. Con todo, merced a un espléndido trabajo de los actores, podemos incluso superar las barreas idiomáticas y “disfrutar” de un espectáculo de gran fuerza dramática. Greg Hicks hace un portentoso trabajo de metamorfosis para encarnar a un contrahecho, irascible e infantiloide Ricardo, de mirada torva y malévola, y gesticulación impostada y bufonesca. Embutido en su traje de cuero negro es un vago remedo de un oficial de la Gestapo con ademanes de sabandija deslizándose entre las sombras mientras arrastra su pierna izquierda impedida con una cadena. Jactancioso, sibilino, manipulador, puede ser despiadado con sus subordinados, repulsivo en sus cortejo a lady Ana y su cinismo roza lo insuperable cuando pretende de la reina -a cuyos dos hijos acaba de dar muerte- que sea su valedora para conseguir el favor de la princesa Elisabeth. Esta es, por cierto, una de las escenas más sobresalientes del montaje, con una espléndida Sara Powel en el papel de viuda agraviada, a punto de volverse loca ante la incapacidad de conciliar el dolor por la pérdida de los hijos y el odio y la repugnancia que le inspiran las aviesas intenciones de Ricardo. Destacan asimismo, por no mencionar sino unos ejemplos, Georgina Rich en el papel de la desolada Lady Ana (de mujer “necia, débil y voluble, la moteja el taimado Ricardo, tras haberla seducido en circunstancias tan dolorosas), Mark Jax, como el implacable sicario Cathesby, brazo ejecutor de los designios del tirano, Peter Guinness como el leal Buckinham o Paul Kemp, como Clarence, el hermano y primera víctima de Ricardo, y cuyo monólogo, ante el carcelero de la Torre, relatando el sueño premonitorio de su muerte es otro de los momentos más emocionantes de la obra.

Una brillante apertura, en fin, de la XVII edición de los “Clásicos en Alcalá” que llenará la ciudad complutense de teatro música y danza estas calurosas tardes de junio y principio de julio.

Gordon Craig.

Ricardo III. Clásicos en Alcalá.

(C) Fotografía de Alex-Brenner. Arcola Theatre. Richard III dir. Mehmet Ergen.

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