jueves, julio 04, 2013

TEATRO. La noche toledana. "La vitalidad de los clásicos".

De Lope de Vega.
Con: Francisco Ortiz, Jonás Alonso, Guillermo de los Santos, Sole Solís, Julia Barceló, Elsa González, Laura Romero, Borja Luna, Natalia Huarte, Alba Enríquez, Carlos Cuevas, Manuel Moya, Ignacio Jiménez, Álvaro de Juan, José Gómez y Samuel Viyuela.
Versión: Daniel Pérez. Espacio sonoro: Luis Cobo.
Joven Compañía Nacional de Teatro Clásico. Dirección: Carlos Marchena.
Alcalá de Henares. XIII Festival de las Artes Escénicas. “Clásicos en Alcalá”.
Teatro Salón Cervantes.

                         
No dejará nunca de sorprenderme y de admirarme la vitalidad de los clásicos y su capacidad de supervivencia y de regeneración; cómo, tras un ligero tratamiento de “lifting” y una buena sesión de maquillaje, reaparecen tersos y lozanos como el primer día, después de una andadura de siglos por plazas y corrales sorteando la persecución de la censura o los efectos de las polillas de los archivos, del polvo de las bibliotecas o del talante ceñudo y pedante de los catedráticos. Cuando tras superar todas estas dificultades y otras no menores relativas al capricho de productores desalmados o de directores antojadizos, caprichosos o narcisistas que quieren aprovecharse de ellos para su lucimiento personal, se reencuentran con su ser primero de estímulo para la reflexión, reflejo de costumbres y motivo de genuino divertimento, alicientes suficientes para encandilar al público más heterogéneo.

Fue un espectáculo tan agradable y estimulante el montaje de La noche toledana, de Lope, el domingo en el Teatro Cervantes a cargo de la Joven Compañía Nacional de Teatro Clásico, que no he podido sustraerme a ésta tan vehemente como vaga y genérica apología de “los clásicos” con la que he iniciado mi comentario. Avalan mi sorpresa y admiración el entusiasmo de los asistentes y el fervor de sus aplausos al final de la representación. Además, era hora de consignar también, pasado ya el ecuador de la XIII edición de “Clásicos en Alcalá”, el reconocimiento que merecen festivales como éste, que auspiciados por las instituciones permiten mantener viva, aún en tiempos de crisis, la llama de nuestra tradición cultural, difundirla y acrecentarla.

Pero vayamos a la obra. Estamos ante una típica comedia de enredo lopesca cuyos protagonistas, jóvenes y atolondrados, parecen obedecer exclusivamente a los dictados de su sensualidad y su albedrío. Despechada por los desaires de Florencio, Lisenda huye de Granada y encuentra acomodo sirviendo de criada en una posada toledana bajo la identidad de una ingenua labradora que hace se llamar Inés. El destino quiere que el galán Florencio y su criado Beltrán, huyendo de la justicia que les persigue por un lance de armas, vayan a parar a esa misma posada en la que coincidirán con las jóvenes madrileñas Gerarda y Lucrecia, El alférez Carrillo, el Capitán Acevedo, Lucindo, Riselo, y Fineo, todos ellos en busca de solaz y diversión al albur de los festejos de la ciudad imperial. Si a ellos añadimos el concurso de una posadera sin escrúpulos dispuesta a hacer la vista gorda y a secundar por una buena propina las intenciones y caprichos de sus parroquianos el festín de engaños, fingimientos, celos y enredos amorosos está servido. Sin llegar al grado de perfección formal de sus obras mas celebradas contiene esta disparatada comedia novelesca ingredientes suficientes para poner a prueba los mimbres de una compañía y el talento de un director. Y a fe que ambos, director y compañía salen airosos del trance, servidos por una eficaz escenografía de Rodrigo Zaparaín y por un espléndido espacio sonoro de Luis Cobo que realza el tono entre pícaro y festivo de la obra y subraya los estados anímicos de los protagonistas, en particular el tono quejumbroso y doliente de los soliloquios de Lisena. Respecto a los actores -aún a riesgo de ser injusto y no mencionarlos a todos-, cabría destacar el amaneramiento del atildado y engreído Fineo (original creación de José Gómez); el brío y el gracejo de Beltrán (Jonás Alonso) siempre al quite de la indecisión y de las torpezas de Florencio (Francisco Ortiz); el tontiloco y enamoradizo Acevedo (Manuel Moya) que con su inseparable alférez Carillo (Carlos Cuevas) forman una conmovedora pareja de bobos, presa fácil de la malicia de la descarada posadera (Sole Solís) y de la sutileza y el donaire de la discreta Lisena (espléndido y matizadísimo trabajo de Natalia Huarte) y cuya penetración y buen juicio la emparenta con la estirpe de las grandes heroínas de Lope, que como Diana (El perro del hotelano) o Finea (La dama Boba) muestran una activa resolución en la salvaguarda de su honor y en la exigencia de sus derechos.

Gordon Craig.

La noche toledana. CNTC.

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