viernes, febrero 12, 2010

TEATRO. El arte de la comedia. "Verdad y mentira de la ficción".


De Eduardo de Filippo.
Con: Enric Benavent, Pedro Casablanc, José Luis Alcobendas, Jesús Barranco, Joaquín Hinojosa, Lola Manzano, Ernesto Arias, Diego Galeano, Carmen Machi y otros.
Dirección: Carles Alfaro.
Teatro de la Abadía, Madrid. 6 de febrero de 2010.


En la permanente dialéctica entre realidad y ficción en la que se debate el teatro del siglo XX fue Pirandello quien contribuyó de manera definitiva a romper con las ilusiones figurativas del teatro al poner al descubierto -en palabras de Sanchis Sinisterra-, “la falsa carpintería versosimilista de un arte que sólo afirma su verdad al confesar que miente”. De Filippo, gran parte de cuyo teatro es tributario de la obra del siciliano, pretende también, en esta delirante comedia que se estrena ahora en el Abadía, desmontar el artificio de la ficción por medio de una ingeniosa teatralización de la ficción misma.

Así como el Enrique IV pirandeliano se debate entre las máscaras que su locura y luego su razón recobrada le ponen ante sus ojos, el protagonista de la obra que comentamos se va a tener que enfrentar a una dolorosa disyuntiva implicado, a su pesar, en una situación abracadabrante que él mismo ha contribuido a crear. Cuando apenas ha tenido tiempo de tomar posesión como Gobernador de la plaza el señor de Caro recibe la visita de Oreste Campese, director de una compañía de cómicos. Un incendio acaba de destruir la carpa donde hacen sus representaciones; montajes, por lo general, modestos y dirigidos a un público sin excesivas pretensiones. Ante la perspectiva de fracaso de su espectáculo frente al público más exigente del teatro municipal donde provisionalmente va a trasladarse la compañía, viene a pedir al Gobernador que asista a su estreno; según el bueno de Campese la presencia de persona tan notoria en la sala contribuirá a vencer las suspicacias y reticencias del público que acabará por acudir al teatro. Ante la obcecada negativa del Gobernador, que en un alarde de presunción llega incluso a dudar de la capacidad artística de los cómicos, Campese, herido en su orgullo, le plantea un peculiar desafío, una apuesta envenenada que sumirá al gobernador en un formidable dilema, que a partir de ese momento se convierte en el motor de la acción dramática.


Pero además de esta reflexión sobre la naturaleza y límites del teatro, o sobre el proceso de incardinacion de la actividad teatral en la vida pública y sus relaciones con las instituciones -problema, por cierto nunca del todo resuelto- la obra refleja la confusión moral, la ruina económica de la posguerra en Italia y la penuria de la existencia de los más desfavorecidos, ejemplificada en el propio Oreste Campese; y tiene su punto de sátira política en las actitudes del Gobernador, y de sátira social en el vívido friso de personajes pintorescos y atrabiliarios que pueblan la escena. Materia, en fin, más que suficiente para poner a prueba la sagacidad de un director (Carles Alfaro) que hace un magnífico trabajo, y la preparación y el talento de un elenco disciplinado y suponemos que muy motivado por lo especial de la ocasión que los ha convocado: la celebración del decimoquinto aniversario de la creación del teatro y de la compañía de la Abadía.

Con tintes de farsa y reminiscencias de la comedia del arte, todo el espectáculo, escenografía y ambientación incluidas, tiene un delicioso aroma felliniano, la misma desmesura de sus ensoñaciones y la misma mirada entre pícara, nostálgica e indulgente hacia sus inocentes criaturas. Y ciertamente, pocas veces se ve tanta verdad fingida sobre un escenario. La historia te atrapa desde el primer momento incluso a lo largo de la primera parte, más estática, dominada por un largo y denso diálogo de Campese y el señor Caro sobre la naturaleza y límites del teatro, que se salva gracias al prodigioso trabajo de Enric Benavent (el íntegro, puntilloso y socarrón Campese), Pedro Casablanc (el paternalista y prepotente excelentísimo señor de Caro, Gobernador) y José Luis Alcobendas (el estirado tiralevitas Giacomo Franci, Secretario del Gobernador) que exhiben un control absoluto de los recursos expresivos y una extraordinaria madurez artística en la creación de sus respectivos personajes. Pero el resto del elenco no les va a la zaga y en la segunda parte, más viva y trepidante que la primera con la sucesiva incorporación de personajes a cual más extraños y con un comportamiento calculadamente ambiguo, la obra ya se endereza por la senda de la comicidad más desbordante. Y ahí tenemos echando su cuarto a espadas, a un inspirado Jesús Barranco, como Quinto Bassetti, el pundonoroso y un tanto pirado médico del lugar, a Joaquín Hinojosa, campechano y manipulador Párroco de provincias con el porte de todo un Anthony Queen, o a Ernesto Arias, el cariacontecido e indeciso montañés, o a Lola Manzano, la desequilibrada y neurótica maestra de escuela Lucía Petrella, que con su rocambolesca historia sobre la desaparición sobrenatural de uno de sus alumnos acaba de sacar de quicio al estupefacto Gobernador.

Humor de la mejor factura, sátira social y un maduro y genuino trabajo actoral que cristalizan en uno de los espectáculos más divertidos de la temporada y que el público enfervorizado no se cansó de aplaudir.

Gordon Craig

El arte de la Comedia. Teatro de la Abadia..


1 comentario:

Anónimo dijo...

Sin lugar a dudas uno de los montajes de la temporada