miércoles, febrero 25, 2009

TEATRO. Rain. "Como lluvia en tus ojos".

De Daniele Finzi Pasca.
Con: Natalia Adamiecka, Jocelin Bigras, Nicolas Boivin Gravel, Ashley Carr, Lilani Franco, Émile Granon, Jean-Philippe Labelle, Nadine Louis, Sandrine Merette, Bartlomiej Pankau, Samuel Roy, Anna Ward y Jacek Wyskup. Cirque Éloize.
Dirección: Daniele Finzi Pasca.
Madrid. Teatro Compac Gran Vía.



El largo, larguísimo, rodaje de este espectáculo por escenarios de medio mundo no le quita ni un ápice de su frescura ni de su espontaneidad originales, ni apaga ese halo como de ingenuo asombro ante la realidad que todo él transmite y que es difícil encontrar fuera del arte o de la mirada de un niño. Y es que es precisamente esa nostalgia por una infancia perdida el sentimiento que como una secreta corriente subterránea impregna todo el espectáculo. Por una infancia que es metáfora del tiempo pasado, un tiempo en el que aún ocupaban un lugar la fantasía, la libertad y la alegría. La libertad de jugar bajo la lluvia si temor a una reprimenda, la libertad de fantasear con las caprichosas figuras de las nubes, la alegría de disfrutar con la música de un acordeonista ambulante, con la flexibilidad de un contorsionista o con las bromas de un clown.

Porque Rain es, en efecto, un espectáculo circense, pero en un sentido muy particular. Primero, porque sus números se restringen sobre todo al universo de la acrobacia y los malabares; y en segundo término, y esto es mucho más importante, porque la finalidad no es la mera exhibición de destrezas, - y vaya si son diestros estos acróbatas, a veces rozan la perfección, como en el mano a mano de Bartlomiej Pankau y Jacel Wyskup o como en los números de rueda Cyr, de tela aérea o de barra rusa-, sino la recreación de un particular universo poético tejido sobre el recuerdo en el que la música, el humor, la imagen y, por supuesto, la técnica se ponen al servicio de la evocación y la sugerencia.

La factura plástica del espectáculo es espléndida; el claro-oscuro y los contrastes de luz contribuyen a crear una atmósfera mágica propicia a la sorpresa y al asombro. El ritmo es ágil, trepidante, y nos vemos trasportados, a través de interludios humorísticos, de gags de la más vieja escuela, de bromas y comentarios entre los ejecutantes, de unos números a otros sin tiempo a apenas para digerir el virtuosismo, la gracia, la belleza o la majestuosidad -espectacular el vuelo sobre un aro suspendido- de las actuaciones, interrumpidas permanentemente por el aplauso de un público alborozado.

Se congratula uno de poder asistir a un espectáculo diferente, riguroso en su ejecución, imaginativo y que apela a la sensibilidad estética del espectador, que nos permite recuperar las emociones sencillas y genuinas de la niñez y escapar auque sea momentáneamente a las demandas de abstracción de un teatro de texto con argumentos a veces reiterativos que conducen a un ejercicio de reflexión estéril.

Gordon Craig.

Cirque Eloize. Rain.

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