lunes, noviembre 03, 2008

TEATRO. EL RINCON DE GORDON CRAIG. Gatas. "Historia y feminidad".

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Adaptación de Porteñas, de Manuel González Gil y Daniel Bolti.
Con: María Pujalte, Blanca Oteiza, Cuca Escribano, Miriam Montilla, Paloma Gómez y Paloma Montero. Dirección: Manuel González Gil.
Madrid. Teatro Fernán Gómez. 19 de octubre de 2008.



La idea es original, y arriesgada, y llena de trampas, que el autor ha sabido sortear; empezando por el prejuicio y terminado por la mixtificación, que casi siempre se cuelan arteramente -ideológicamente- por los intersticios de la reflexión sobre cualquiera de ambos asuntos, historia y feminidad, en este solar patrio tan dado a los exabruptos y a la impostura. Y el resultado es brillante: un entusiasta canto a la tolerancia y el gozoso descubrimiento de lo que nos une, por encima de las naturales diferencias de clase, de sexo, de condición, y más allá de los trágicos designios de una historia común de incomprensión, de sufrimiento y de sangre.

Todo eso es Gatas, una apretada síntesis de un siglo de vida en común, desde una lejana tarde de octubre de 1909, una tarde de revueltas y tumultos en Madrid a raíz del ajusticiamiento en Monjuïc del pedagogo libertario Francisco Ferrer Guardia, hasta una mañana aciaga, la del terrible atentado contra los trenes de cercanías en la estación madrileña de Atocha el 11 de marzo de 2004. Y cinco personajes en escena, cinco mujeres reunidas en casa de Cayetana de forma fortuita y que solo tienen en común su feminidad y una apuesta decidida por entender lo que eso significa y por entenderse entre sí, pese a las dificultades, casi insalvables, a veces, y por demostrarse a sí mismas que la concordia es posible.

Un “programa” difícil , como vemos, pero el teatro es así y de vez en cuando nos reserva gratas sorpresas cuando nos ponemos en buenas manos y cuando a la inteligencia del texto se une el talento de las intérpretes. Cinco actrices que progresivamente van cobrando protagonismo, por encima incluso del rico anecdotario que jalona el desarrollo de la obra y acaparando más y más atención del espectador. Su trabajo de construcción del personaje es espléndido, y todas ellas consiguen individualizar a unos caracteres, en principio genéricos, y dotarlos de hondura psicológica y de una textura humana rica y sugerente. Aun con sus altibajos debido a ciertas concesiones al tópico y a una construcción dramática que se hace algo reiterativa la obra fluye con viveza y tiene momentos vibrantes que no dejan indiferente a nadie, como la toma de posición de las protagonistas ante los acontecimientos más luctuosos de nuestra historia, en particular, durante la ofensiva contra Madrid, en los comienzos de la guerra o durante los llamados años de plomo, donde la represión se reveló más feroz y despiadada.

De alguna manera el autor se las ingenia para que cada una de las protagonistas tenga su momento de gloria en escenas que se resuelven por lo general de manera brillante. Con María (Paloma Gómez), por ejemplo, en la reivindicación de su condición de abnegada madre de familia enamorada a su manera de Jenaro; o con Fátima (Cuca Escribano) y Clara (Miriam Montilla), dos personalidades fuertes e irreconciliables enfrentadas a cara de perro y cuya incompatibilidad está a punto en varias ocasiones de dar al traste con una relación de amistad trabajosamente labrada y mantenida a flote por el empecinamiento y la comprensión de Cayetana (María Pujalte); sus respectivos monólogos tras el atentado terrorista de que son víctimas sus familiares cercanos y el intento desesperado de encontrar alguna justificación a la barbarie indiscriminada que minimice el sentimiento de culpa que las embarga constituyen un testimonio estremecedor. Como desolador también el triste desenlace del “noviazgo” de la feminista militante Alicia (Blanca Oteiza), ya vestida de blanco y casi en las escaleras del altar, tras su lúcida y emotiva reflexión sobre el alcance y límites de la relación de pareja.

En fin, sobradas razones para disfrutar dos horas arrellanado en la butaca en la oscuridad de la sala y para afirmar que ha merecido la pena renunciar a un soleado y apacible atardecer del otoño de Madrid, uno de los pocos que restan antes que el inclemente invierno se enseñoree de sus calles, plazas y bulevares.

Gordon Craig. 21-X-08.

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