viernes, noviembre 07, 2008

TEATRO. EL RINCON DE GORDON CRAIG. En attendant le songe. "So quick bright things go to confussion".

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Inspirado en El sueño de una noche de verano, de William Shakespeare.
Con: Hovnatan Avedikian, Vicent Berger, Jerry di Giacomo, Geral Depasian, Christian Pelisssier y Augustin Ruhabura.
Compañía: Irina Brook.
Dirección: Irina Brook.
XXV Festival de Otoño.
Alcalá de Henares. Corral de Comedias. 1 de noviembre de 2008.



Ironizaba hace pocos días García May en su ya imprescindible columna de teatro de “El Cultural” acerca de cómo podría venir a afectar la tan traída y llevada crisis económica en la programación de la presente edición del Festival de Otoño, aludiendo, en concreto, a la presencia de Irina Brook, como una posible alternativa más barata a la de su padre, el consagrado, octogenario y habitual en anteriores ediciones, Peter Brook. Ignoro si habrá visto el espectáculo que comentamos, pero de ser así, supongo que estará de acuerdo conmigo en que no se puede hacer un montaje más sobrio -ni el mismísimo Grotowsky lo haría-, de una obra de tan gran aliento poético y tan desbordante fantasía.

Alumna privilegiada, Irina Brook ha aprendido de primera mano la lección magistral de teatro que su padre sistematizó en El espacio vacío, y consigue, con una encomiable economía de medios, arrastrar al espectador a la estimulante experiencia de descubrir lo que el propio Brook denominara el “rostro de lo invisible”. Y es que con ausencia casi total de elementos escenográficos y con sólo seis actores, varones por más señas, recrea toda la pléyade de cortesanos, menestrales, gnomos, elfos, hadas y demás personajes fantásticos que pueblan el abigarrado universo de esta regocijante comedia shakespeariana salvaguardando lo esencial de su alambicada trama y conservando su carácter festivo y desenfadado.

Diría más, son el tono lúdico de la obra y su dimensión metateatral los aspectos que la autora ha potenciado, resaltando el componente paródico y elevando a protagonistas de la pieza a la troupe de cómicos ocasionales seleccionados finalmente por el intendente del duque Teseo para animar la velada con la que culminan los festejos de sus esponsales con Hipólita. Y parece como si todo el desarrollo de la obra no fuera sino una preparación para ese colofón en el que por fin nuestros humildes currantes van a tener su momento de gloria representando ante la concurrencia la desgraciada historia de los amantes Píramo y Tisbe. Esta escena final es realmente antológica y el patio de butacas estalló en sonoras y continuas carcajadas; aunque no deja de haber momentos hilarantes a lo largo del desarrollo de la pieza fruto de los malentendidos y de la confusión generada por el atolondramiento de Puck al interpretar equivocadamente las órdenes de Oberón y trocar los sentimientos de Demetrio con respecto a Hermia y a Elena.

Es realmente un derroche de ingenio el que llevan a cabo estos seis actores, privilegiados y poseedores de un vasto muestrario de recursos de la comicidad primaria que administran con largueza y con una exquisita sensibilidad, hasta en los detalles más procaces. El resultado es un virtuoso ejercicio de transformismo servido por un exigente control del movimiento, la voz y el gesto; un espléndido trabajo de actuación, en suma, que franquea la barrera del idioma acaparando la atención de los espectadores, haciéndoles -haciéndonos- disfrutar una vez más de esta ingeniosa y divertidísima comedia.

Gordon Craig.
3-IX-2008

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