jueves, mayo 08, 2008

TEATRO. EL RINCÓN DE GORDON CRAIG. Carnaval. "Espectacularización del dolor".

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De: Jordi Galcerán.
Con: Nuria González, Víctor Clavijo, Noelia Noto, Violeta Pérez y César Sánchez.
Escenografía: Max Glaenzel y Estel Cristià.
Dirección: Tamzin Townsend.
Madrid. Teatro Bellas Artes. 22 abril de 2008.



Actos de terrorismo, secuestros, violaciones, desaparición de menores, pornografía infantil, pederastia, ... ; cada día nos desayunamos con una nueva atrocidad, con algún nuevo acto de violencia gratuita e indiscriminada perpetrado sobre los seres más indefensos por dementes o desalmados en una creciente espiral de violencia que apenas si nos conmueve o escandaliza, anestesiados como estamos por el bombardeo permanente a que nos someten los medios de comunicación cada vez que ocurre uno de estos sucesos deleznables y por su tratamiento informativo, abusivo, cuando no interesado y al servicio de fines bastardos, hasta el punto de convertir el dolor ajeno y la crueldad en un verdadero espectáculo de consumo.

Jordi Galcerán tenía probablemente in mente ambas cosas cuando escribió Carnaval: la crueldad gratuita y su espectacularización. Y quería quizá, además fustigar nuestra pasividad y nuestra indiferencia cuando no somos nosotros los afectados, y mostrarnos lo indefensa que está esta sociedad ante el chantaje. Para ello urde una ingeniosa trama, la de un caso de secuestro, a cuya resolución vamos a asistir como espectadores privilegiados desde el interior de la comisaría en la que se procede a la investigación para descubrir al secuestrador.

El texto está muy bien construido y apunta maneras de thriller policial que no acaba de verse plasmado en el escenario. Es una comisaría de diseño (no aciertan aquí, a mi juicio, Max Glaenzel y Estel Cristià) más parecida a la soleada oficina de una delegación de la Agencia Tributaria, que a la imagen sórdida y amenazadora que tenemos de una comisaría de barrio, donde se amontonan los expedientes, huele a humo, a sudor y mala leche; respecto al desenlace final, con su giro inesperado, el texto potencia una lectura en clave psicológica y de dilema moral que la puesta en escena está lejos de reflejar en toda su complejidad. La responsabilidad de tal fracaso puede atribuirse a partes iguales a la dirección y al trabajo de los actores, de la protagonista, en particular, Nuria González, que no acierta a dar el tipo de la implacable y obstinada Inspectora Garralda, ni con el de vulnerable madre de familia derrotada, aunque todo hay que decirlo, tiene su momento de gloria en la mezcla de pena, rabia y desolación que transmite tras el falso desenlace. El resto salva los muebles.


Gordon Craig.
23-IV-08

Marcos Ordoñez en Babelia. Otra opinión.

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