domingo, mayo 18, 2008

CINE. Baran de Majad Majidi.

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Escuchar el nombre de Majad Majidi, cineasta iraní, o de Baran, título de una de sus películas más aclamadas, puede sonar extraño hasta para una mente inquieta, y sin lugar a dudas se puede tachar de pretenciosas y pedantes las palabras de nuestro interlocutor.



Pues en la situación anterior me encuentro jugando el papel del protagonista cultureta. A pesar de ello, no podía pasar la oportunidad para dedicarle unas palabras a esta maravillosa película.

Normalmente suelo huir del cine oriental, tan alejado muchas veces de nuestra realidad “occidental”, y por el tempo de narración de sus metrajes, demasiado lento. Sin embargo, en esta ocasión, al encontrarme de forma casi accidental con Baran, que significa lluvia, me he llevado una grata sorpresa.



Majidi nos ofrece una preciosa historia de amor sacada de la cotidianidad que rodea la construcción de unos bloques de viviendas en las afueras de Teherán. En la obra conviven, bajo las órdenes de Memar, trabajadores locales e “ilegales” afganos que huyen de la cruenta guerra que asola su país de origen. Lateef, el protagonista de la película, es un joven adolescente que trabaja en la obra, sirve el té y la comida a los obreros. Su vida cambia cuando Najaf, un trabajador afgano, tiene un accidente laboral. Soltman, un amigo de la familia de Najaf, trae al hijo pequeño de este, Rhamat, para que sustituya a su padre en la obra porque la familia no puede sobrevivir sin su jornal. Rhamat no puede trabajar como uno más porque no tiene suficiente fuerza y entonces Memar lo pone a hacer el té en lugar de Lateef . El pícaro Lateef se enfada muchísimo por su nueva situación y paga su frustración con el pequeño Rhamat.

Una mañana Lateef escucha a alguien cantar en la obra y la dulce voz proviene del local dónde Rhamat prepara el té para los obreros. Lateef se asoma por la cortina que sirve de puerta de la cocina y ve a Rhamat peinando su largo cabello y cantando. Rhamat se convierte en Baran, y Lateef se enamora locamente de la joven afgana.

La mirada de Majidi, fiel reflejo de los ojos de Baran, nos cautiva, nos enternece en muchas ocasiones, pero sobre todo nos emociona. Sentimos al otro lado de la pantalla, cuando las miradas de Baran y Lateef se entrecruzan, como algún resorte interno dentro de nuestro cerebro se activa, y refresca nuestros recuerdos, vuelven a nosotros las caras, las sonrisas, los encuentros furtivos de nuestros primeros amores, de esos momentos mágicos que rodeados de inocencia y miedos marcaron nuestras vidas.

2 comentarios:

EnLaOscuridadDeLaNoche dijo...

Habrá que verla, ya sea en cine o que me perdone la SGAE...
Hay gente que se niega a ver cierto tipo de cine ("esas películas raras"), y estoy segura de que más de uno se sorprendería con más de una de esas rarezas...
Un beso.

Doctor Brigato dijo...

Se trata de una película que sin tener ni una sola refrncia quizas no verías, pero luego cuando te sientas y te dejas llevar te maravilla. Ya me contarás.
bss