lunes, agosto 06, 2007

TEATRO. Ascenso y caída de la ciudad de Mahagonny. "Money, money".


De Bertolt Brecht.
Música de Kurt Weil.
Con: Costantino Romero, Pedro Pomares, Teresa Vallicrosa, Mónica López, Antoni Comas, Ricardo Pérez, Xavier Fernández, Abel Gracía, Enrique R. Del Portal y otros.
Dirección: Mario Gas.
Madrid. Matadero. Naves del Español.




El teatro de Brecht propende más a la reflexión ética que a la introspección psicológica, conserva siempre un reducto de didactismo -heredado de Piscator- y una profunda crítica social e ideológica, fruto de su formación marxista, por eso sus obras casan bien con el modelo de las parábolas o de las fábulas morales. De ellas conserva la simplicidad argumental, el desplazamiento histórico de las situaciones, el tono humorístico y su pretensión de validez universal. Un buen recurso, en suma, para satisfacer la tendencia de algunos directores a convertir -contra el criterio de Ionesco- sus espectáculos en sesiones de adoctrinamiento ideológico.

Por otro lado, como ocurre con todos los grandes dramaturgos, que además de escribir sus obras las dirigieron, Brecht también desarrolló unas técnicas de interpretación y puesta en escena sui géneris que, seguramente, murieron con él, pese a los esfuerzos del Berliner Ensemble por fijar y desarrollar su legado artístico. Enemigo del romanticismo y de lo irracional, bajo el poderoso influjo del expresionismo reinante en la Alemania de los años veinte, cultivó una visión precisa, objetiva y analítica de la escena y del trabajo de los actores que no siempre ha sido bien comprendida. Lo que en su peculiar forma de entender el teatro se ha descrito como “distanciamiento”, se percibe a veces como frialdad, y su didactismo, destila en muchas creaciones un irritante tufo panfletario. Además, y sobre todo con sus óperas, donde la música tiene un papel tan determinante en la creación del ambiente de época, resulta muy fácil hacer arqueología, desactivándose así, uno de los objetivos mayores de su teatro, a saber, su pretensión de historicidad, la inscripción de sus obras en una realidad contemporánea con la intención de cambiarla.

A pesar de todo, sigue siendo necesario hacer a Brecht y éste de Mario Gas es un intento meritorio de mostrar una de sus obras menos conocidas en nuestros escenarios al que hay que dar la bienvenida. El montaje es espectacular y entre sus méritos, no es el menor el haber sabido integrar esta fabulosa ciudad de Mahagonny, “en la que todos los placeres están permitidos”, en el marco de las naves que se ha reservado el Teatro Español en los antiguos Mataderos de Legazpi. Hay trabajo, hay ganas y un auténtico derroche de medios: orquesta, actores, chicas de alterne, figurantes y una elaboradísima ambientación (vestuario de época, iluminación y profusión de efectos especiales, carteles, proyecciones, ...), que sólo formalmente, a nuestro juicio, hacen del espectáculo un auténtico montaje brechtiano. La música es espléndida y el movimiento escénico atinado, pero más allá de algunas sorpresas coyunturales, como la “Alabama Song”, interpretada por Jenny (Mónica López) y el resto de las “chicas de Mahagonny” o el aria de Paul (Antoni Comas) ante las puertas del hotel del hombre rico encomiando la vida en libertad en los bosques de Alaska y rebelándose contra las prohibiciones de los timoratos burgueses que comercian con los peores instintos del ser humano aunque, claro es, dentro de un orden, el espectáculo resulta previsible, su desarrollo es lento y se hace, a veces, aburrido. Con todo, al respetable le debió de gustar el montaje, pues al final se arrancó en un largo y caluroso aplauso.

Gordon Craig.


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