Sobre textos de José Pedro Castanheira y Valdemar Cruz.
Versión escénica Margarida Fonseca Santos.
Teatro Nacional D. María II. Portugal. Dirección Helena Pimenta.
Escenografía: José Manuel Castanheira.
Con: Alexandre Ovido, Amilcar Azenha, Ana Brandao, Anabela Teixeira, Bibi Gomes, Célia Alturas, Eurico Lopes, Jainme Vishal, Joana Brandao, José Henrique, Lidia Franco, Manuel Cohelo, Marqués d’Arede y otros.
Madrid. Teatro de Madrid.
Versión escénica Margarida Fonseca Santos.
Teatro Nacional D. María II. Portugal. Dirección Helena Pimenta.
Escenografía: José Manuel Castanheira.
Con: Alexandre Ovido, Amilcar Azenha, Ana Brandao, Anabela Teixeira, Bibi Gomes, Célia Alturas, Eurico Lopes, Jainme Vishal, Joana Brandao, José Henrique, Lidia Franco, Manuel Cohelo, Marqués d’Arede y otros.
Madrid. Teatro de Madrid.
El resultado, desde luego, está a la altura que tal conjunción de circunstancias favorables prometía. Helena Pimenta sale airosa del embate y construye un hermoso espectáculo lleno de sensibilidad, de colorido y de entraña humana, revelándose de nuevo como una disciplinada directora de actores (que se desenvuelve con idéntica soltura en las escenas íntimas y en las corales) y como una consumada creadora de atmósferas.
Annie Silva -por más señas, hija del Mayor Fernando Silva, último director de la PIDE, el órgano represor de la policía durante el régimen salazarista-, es la protagonista absoluta de la obra y constituye por sí sola un símbolo de todas las rebeldías: la rebeldía de la hija contra los padres, la rebeldía de la mujer frente al hombre y marido que le proporciona la seguridad a cambio de sumisión y de una vida regalada, la rebeldía contra los convencionalismos, pero también la rebeldía ante el totalitarismo y la injusticia social, lo que en última instancia la conducirá abandonar la familia, el hogar, el lujo y las comodidades para abrazar la que había de ser la última utopía de la modernidad y zambullirse en esa especie de camaradería universal, de hermandad mística de los primeros años del castrismo antes de corromperse y convertirse en la hedionda dictadura que todos conocemos.
Rebeldía que no se salda sino a costa de frecuentes encontronazos con sus amigas, con el marido y con sus progenitores -sobre todo con la madre-, y a costa de una denodada lucha interior para encontrar un sentido a su vida más allá de la anodina y estéril reiteración de actos sociales estereotipados, siendo esos sucesivos y contradictorios estados de ánimo los que jalonan la evolución psicológica de la protagonista –estupenda la actuación de Ana Brandao- y los que constituyen los momentos más intensos del montaje.
En conjunto el espectáculo es de una factura excelente, con un trabajo de actuación de altísimo nivel -pese a la barrera del idioma-, con un cuidado vestuario y con ambientación rigurosa y llena de contrastes que ofrece múltiples oportunidades para el disfrute de los sentidos, con todo cabe recordar algunos cuadros que por su intenso valor simbólico y por su belleza plástica merecen ser recordados, como la lámpara caida, como símbolo de la caida del régimen de Salazar, o la extrematapatetismo de la hora final de Annie y su sueño con el reencuentro con el Che descolgado su vestido.
Gordon Craig.
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