jueves, marzo 15, 2007

TEATRO. EL RINCÓN DE GORDON CRAIG. Un enemigo del pueblo. "El precio de la verdad".

De Henrik Ibsen. Versión de Juan Mayorga.
Con: Esther Bellver, Enric Benavent, Israel Elejalde, Elisabet Gelabert, Abraham Lausada, Chema de Miguel. Olivia Molina, Francesc Orella, Rafael Rojas, Walter Vidarte y otros.
Dirección: Gerardo Vera.
Madrid. Teatro Valle-Inclán. 
 
Es peligroso oponerse a los intereses de una comunidad, a su prosperidad, aunque ésta se sustente en la corrupción de las instituciones y en la hipocresía de unos ciudadanos que no están dispuestos a sacrificar su bienestar material al conocimiento de la verdad. Un enemigo del pueblo cuenta la historia de un hombre íntegro que ha asumido ese riesgo, la peripecia de un luchador infatigable que defiende, quijotescamente, su derecho inalienable a decir lo que le dicta su pensamiento ejercido en libertad. 

El doctor Stockmann descubre que las aguas del balneario -en el que se cifra el desarrollo y la prosperidad de la ciudad y de toda la comarca- están contaminadas, y decide denunciarlo, pese a la oposición de la municipalidad que considera que cerrar el balneario acarrearía el desprestigio de la institución y la ruina económica de sus conciudadanos. Al principio la televisión local se ofrece a difundir tales informaciones, aunque pronto, por razones de conveniencia, se pone de lado del alcalde y manipula la opinión pública para ponerla en contra de Stockmann. En una multitudinaria asamblea que éste ha convocado para explicar la verdad a sus vecinos, el alcalde, las organizaciones cívicas y la prensa se confabulan para desprestigiarlo y enfrentarlo a los ciudadanos que acaban por llenarlo de improperios y están a punto de lincharlo. (Las imágenes proyectadas al final del acto cuarto, son estremecedoras, y subrayan el ambiente de violencia desatada de un pueblo enardecido capaz de cometer las mayores atrocidades). Pero ahí no acaban las tribulaciones de Thomas Stockmann; en el acto quinto tendrá que sobreponerse a un nuevo y cruel chantaje, el de su propio suegro, que le amenaza con hipotecar el futuro de su familia si no rectifica.

Escrita hace más de un siglo la obra parece dirigida a espectadores de nuestro tiempo. Ibsen se las ingenió para crear un microcosmos que funciona como paradigma de las sociedades modernas, con sus conflictos de intereses entre lo privado y lo público, entre los ciudadanos y las instituciones, sometiendo a un riguroso análisis el funcionamiento y esencia de la democracia como sistema de gobierno y poniendo en tela de juicio la validez del principio del sufragio universal como fuente de legitimación del poder político cuando ello no va unido a un ejercicio efectivo del derecho de la libertad de expresión.

Tema, como vemos, de gran calado, y situaciones que el espectador reconoce como cotidianas tan sólo con sustituir la denuncia de la contaminación de las aguas por la de una irregularidad urbanística vinculada a la financiación de los partidos políticos, o por la de la presencia de ácido bórico en unas muestras de dinamita. Si a eso añadimos la prodigiosa verosimilitud que irradia todo el espectáculo, desde la construcción dramática, que roza la perfección, hasta la grandiosa escenografía, pasando por el trabajo actoral y la dirección de actores, o una espléndida versión que acentúa, si cabe, la condición de parábola moral que el texto tiene, tendremos las claves del éxito de este montaje, que está sorprendiendo hasta a los empleados de la taquilla del teatro. Ello explicaría también la polvareda que levantó el día de su estreno y las expectativas que ha generado en una opinión pública particularmente sensibilizada ante las corruptelas de una clase política endogámica y falta de altura de miras o ante el bochornoso espectáculo de la desinformación cuando no de la manipulación pura y dura de los medios de comunicación.

Un trabajo, en fin, bien hecho, riguroso, que está atrayendo espectadores a la sala sin dejar de cumplir la alta misión social de agitador de conciencias que el teatro había perdido. Y una oportuna ocasión para la reflexión, en unos momentos en que la costumbre o la pereza, que es lo mismo, nos invitan a mirar para otro lado, a transigir con actitudes o comportamientos reprobables y a no arrostrar las consecuencias que conlleva enfrentarse a la verdad.

Gordon Craig.



1 comentario:

Wendyqueridaluzdemivida dijo...

Bueno... quiero tu opinión sobre "Marat-Sade", YA. Y la de Cobos también, si puede ser.

Esta semana me toca Idaho y Utah ¿Sabemos algo?