Anthony Beevor y Luba Vinogradova nos ofrecen la posibilidad, con este volumen, de revivir la 2ª Guerra Mundial, pero en esta ocasión desde el punto de vista de un escritor que acompañó al Ejército Ruso en el frente oriental durante cinco años: Vasili Grossman. Hasta ahora la historia de la 2ª Guerra Mundial estaba muy bien retratada y descrita con gran detalle, por escritores y reporteros que acompañaron a las fuerzas aliadas, británicas y americanas, en su camino hacia Berlín. Esta obra, sin embargo, supone, por un lado, toda una novedad respecto a este tema al ofrecernos la visión de la derrota nazi desde el otro frente, el soviético, pero también por primera vez se publican los diarios de guerra de Grossman, intercalados entre breves apuntes históricos y los propios artículos del escritor en el Estrella Roja, el periódico del Ejército Rojo en el cual nuestro autor escribía, inéditos hasta la fecha debido a la persecución que llevó a cabo el KGB y las sucesivas dictaduras soviéticas sobre la figura de Grossman.
La invasión de Rusia por los nazis pilló por sorpresa hasta el mismísimo Stalin, y por lo tanto también al recién creado Ejército y Rojo, y en general a toda la sociedad soviética. Grossman, nada más conocer la noticia, se presenta como voluntario para el ejército, pero su endeble complexión física lo va a apartar de la milicia. Un Grossman valiente y muy dolido por la invasión alemana, lo intenta mil y una veces, y al fin, dadas sus sobresalientes dotes para la escritura, se convierte en corresponsal de guerra para el Estrella Roja.
Grossman vive en primera línea de frente cuando los alemanes invaden Ucrania, Bielorrusia, y cercan Moscú, ante la inoperancia de un Ejército Rojo al que no para de criticar por su desorganización y caos en la retirada. Sus artículos que también narran como una desolada población civil huye despavorida y aterrorizada ante el avance nazi, uno a uno, son censurados o simplemente no publicados por estos hechos durante este periodo. El invierno llega por fin y los alemanes no pueden tomar Moscú por unos pocos kilómetros, pero sin embargo cruzan el Don y se adentran en la estepa rusa, hasta que el Volga y más en concreto la ciudad de Stalingado se cruza en su camino y la guerra da un giro radical. Grossman, el autor de Vida y Destino, una de las más grandes novelas del siglo XX, sufre en sus propias carnes la llegada del invierno y es protagonista de excepción de lo mal que lo pasan los soldados alemanes, poco preparados para aguantar temperaturas tan bajas, y como muchos de los cuales mueren congelados. Respecto a este hecho el escritor judío nos cuenta como los soldados rusos juegan con estos cuerpos ya sin vida y como “fabrican” macabras estatuas en posiciones obscenas que jalonan las cunetas de caminos y carreteras.
En el cerco a Stalingrado mientras el frente se paraliza durante meses y meses, Grossman puede hablar con muchos de sus protagonistas: altos mandos como Chuikov, famosos francotiradores como Chejov y Zaitsev, cientos de héroes anónimos pertenecientes a las tropas asediadas o a la simple y llana población civil. Pero cuando los soviéticos van a dar la vuelta a la batalla y se prepara la pinza que va a encerrar en una bolsa al Ejército alemán dirigido por Paulus, inexplicablemente el director de su periódico, Ortenberg, lo destina a otro sitio, a la zona de Elista, más allá del Mar Negro, dónde los tropas rusas están ganando terreno a las alemanas. Aquí es dónde por primera vez nuestro escritor ve con sus ojos lo que los alemanes han hecho con pueblos y ciudades, y con sus gentes: asesinar y no dejar huella de lo anterior.
Tras la batalla de Kurst, dónde los rusos emplearon perros antitanque, que utilizando los experimentos de Paulov, eran alimentados bajo carros de combate y después tras día de hambruna se les soltaba en el campo de batalla y se les hacía estallar tras los Panzer alemanes, el Ejército Rojo cogió un ritmo endiablado de avance y pronto entra en Ucrania y Polonia. En esta parte del libro, cuando las tropas soviéticas entran en Polonia hay que hacer una mención especial al capítulo dedicado a Treblinka, en el que Grossman llega por primera vez a un campo de exterminio y describe con pelos y señales todo lo que allí acontecía. Esta parte del volumen te retuerce las entrañas desde su primera frase, y toda la visión humana que exhala el escritor durante su relato anterior, que nos muestra la crueldad de la guerra sin tapujos pero te permite algún respiro para esbozar una sonrisa, gira 180 grados y se convierte en un discurso del odio hacia la raza humana de proporciones mayúsculas por su cruda objetividad y terrible testimonio.
De aquí al final, Grossman acompaña a las tropas rusas por territorio alemán hasta la toma de Berlín y narra en primera persona como los soldados soviéticos no son los mismos una vez que han abandonado territorio ruso: violaciones, robos y asesinatos son una constante diaria durante estas semanas. Cabe reseñar, por anecdótico y curioso, tras la toma de Berlín, el “paseo” que Grossman realiza al bunker de Hitler y como se lleva algunos objetos personales que todavía están guardados en algún museo moscovita.
Para finalizar esta reseña me gustaría dejar en el aire dos preguntas que el propio Grossman se lanzó a si mismo una vez que entró en territorio alemán: ¿por qué los alemanes unas vez que sus tropas habían sido derrotadas colaboraban con tanta rapidez y diligencia con los tropas invasoras y no sabotearon desde dentro a su Régimen conociendo el tipo de atrocidades que se estaban cometiendo en nombre de Alemania? y ¿por qué los alemanes, viviendo tan bien como lo hacían, con grandes haciendas, casa de campo fastuosas, excelentes carreteras y servicios, invadieron países tan pobres y poco desarrollados como Polonia y Rusia?
Sin lugar a dudas el relato de Grossman cala en lo más profundo de tu ser, en esa parte incorpórea humana que algunos se aventuran en llamar alma, como dice el propio autor: “a veces te trastorna tanto lo que has visto que se te acelera el corazón y sabes que la terrible imagen que acabas de ver pesará sobre tu alma toda tu vida”. El discurso de Grossman, dejando a un lado su papel de crónica histórica de primer nivel, tiene una mayor importancia en tanto como testimonio vivo de la barbarie de la guerra y sus consecuencias, algo que nosotros tenemos que tener muy presente hoy en día para no olvidar jamás lo sucedido y para evitar que se vuelva a repetir. Volumen imprescindible, de perentoria y obligada lectura.
Doctor Faustus.
Referencia bibliográfica: Un escritor en guerra. Vasili Grossman en el Ejército Rojo, 1941-1945. Anthony Beevor y Luba Vinogradova, eds. Crítica 2006.
2 comentarios:
mmmmmmmmmmtiene buena pinta!!!! voy a ver si saco tiempo he de reconocer que siempre he estado más interesada en las técnicas del otro lado y debería completar mi visión...
gracias!!!!!!!!
Es un libro excelente. Te animo que le dediques un poco de tiempo.
Publicar un comentario