PORTULANOS. "El cuervo graznador" por Ignacio García May.
[Columna publicada por El Cultural de El Mundo el jueves 23 de abril de 2006.]
En Tito Andrónico, Shakespeare cuenta la espantosa violación de la joven Lavinia; para que no revele ni escriba el nombre de sus atacantes le arrancan la lengua y le amputan las manos. A pesar de todo, Tito, padre de la muchacha, consigue descubrir la identidad de los violadores. Les mata, les descuartiza, cocina con su carne un pastel y se lo da de comer a su madre, a quien, a continuación, también ejecuta. Estas son las cosas que les gustaban a los espectadores isabelinos, quienes, en la vida cotidiana, disfrutaban además con las ejecuciones públicas y las peleas de perros salvajes contra osos atados a un palo. Su género teatral favorito fue la revenge tragedy, la tragedia de venganza. Curiosamente, cuando los demás convertían estas obras en moda, Shakespeatre decidió abandonarlas y se lanzó a escribir lo que más tarde se ha conocido como “las obras del perdón”, las muy enigmáticas y bellísimas Cuento de invierno y La tempestad. En ellas los protagonistas, gravemente injuriados, renuncian, sin embargo, a alimentar el fuego de la represalia porque han renunciado previamente a la mezquindad que constituye su fuente. Pienso en Shakespeare porque veo los juicios de los etarras y me parece milagroso que los mil crímenes de ETA no desencadenaran un río de venganzas por parte de las familias. Como Próspero y como Hermione, optaron, en su momento, por no echar más sangre sobre sangre. Pero no hay que ser Nostradamus para predecir que, si el presidente sigue manejando esta situación del mismo modo, habrá quien tarde o temprano rompa el pacto y acabe exigiendo su libra de carne en compensación. Tito Andrónico será una broma comparada con eso. Porque podremos perdonar errores, mentiras, incluso delitos. Pero que, en nombre de la vanidad de quedar como único salvador de una patria que en otros aspectos tan poco parece importarle, un gobernante despierte el ansia de sangre en quienes hace mucho decidieron enterrarla, constituye un crimen más indigno que todos los asesinatos de los terroristas juntos.
Ignacio GARCÍA MAY
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