De Lluïsa Cunillé.
Con: Rosa López, Lola López y Paco Zarzoso.
Compañía Hongaresa de Teatre.
Dirección: Paco Zarzoso.
Alcalá de Henares. Corral de comedias.
El recientemente remodelado Corral de Comedias de Alcalá de Henares inicia sus segunda temporada con un sugerente y variado repertorio de teatro, música y danza. Vinculado administrativa y artísticamente al Teatro de la Abadía, exhibe espectáculos propios y montajes que han pasado previamente por esa prestigiosa sala madrileña poniendo al alcance del público de la ciudad complutense y de los aficionados de Guadalajara una programación de calidad que nuestros gestores municipales y comunitarios reiteradamente nos niegan. (Aunque luego pongan el grito en el cielo por no se qué declaraciones -desafortunadas, es verdad- sobre la incultura local. ¡Qué derroche de artillería pesada!)
Pero vayamos a Lluïsa Cunillé. Alguien ha dicho de los textos de esta autora (Badalona, 1961) que son como pequeñas cajas de música que al abrirse descubren una melodía íntima que estimula el recuerdo y despierta la emoción, y creo que es una excelente comparación. Sus piezas son delicadas obras de orfebrería, de un enorme poder de sugerencia y lo dramático aflora por sorpresa entre los intersticios de los detalles más pequeños y de las cosas más cotidianas bien es verdad, que tras haber sometido a la acción y a los personajes a un proceso descontextualizador que tiene mucho que ver con la poética del absurdo.
Ilusionistas no escapa a esta caracterización, es más, la atmósfera de irrealidad y de extrañeza que rodea a los personajes se acrecienta si cabe por la vinculación de los mismos con el mundo de la magia. El protagonista, Alfredo, es un mago que trabaja con su hermana Ágata en un espectáculo de variedades, y ese universo de trucos y embelecos, de ilusión, en definitiva, cuadra bien con la perentoria necesidad que sienten los personajes de reinventar una realidad con la que no están satisfechos y perseguir sus obsesiones: Ágata la espera, Alfredo, perfeccionar sus trucos de magia y Alicia el deseo de estar siempre en otra parte.
Que no espere el espectador un desarrollo convencional de la acción dramática. La autora juega permanentemente con la realidad y con nuestros hábitos perceptivos, demasiado convencionales; introduce cortes abruptos en el desarrollo de la acción, cambios de espacio, y modula el desarrollo temporal con extrema libertad, consiguiendo curiosos efectos de sentido al reintroducir en el relato elementos de las escenas previas pero cambiándolos de perspectiva haciendo bueno el juicio pinteriano acerca de la “inestabilidad” de lo real.
La obra, en cualquier caso, no plantea ninguna tesis ni tiene un argumento en el sentido fuerte del término, ni ambiciona moralizar al espectador; simplemente se asoma por unos momentos a la vida de unos personajes en cuyos afanes, obsesiones, pequeñas malicias o flaqueza podemos reconocernos sin esfuerzo, porque su desconcierto, su melancolía o su añoranza de un pasado feliz o de otro mundo distinto reflejan perfectamente nuestra propia nostalgia, nuestra insatisfacción con lo que nos rodea, y ese deseo indefinido de huir de la realidad.
Intimista, tierna, evocadora, y un tanto triste, eso es Ilusionistas, y tremendamente sutil y bienhumorada.
Gordon Craig.
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